Capítulo XIX
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Llevaba una media hora encerrado en mi habitación. Fuera de
casa el día era soleado y tranquilo, habría sido un buen día para pasear si no
tuviese compromisos de trabajo. Cuando David anunció que venía para tratar
asuntos del nuevo material, no puse objeción. Cuando Tom dijo que no venía
solo, me puse rígido. Sabía perfectamente a quién se refería.
En ese momento me había encerrado en mi habitación con la
excusa de dormir un rato antes de la reunión.
Notaba cómo me sudaban las manos, necesitaba algo para
calmarme. Comencé a recorrer los rincones con la mirada, recordando mis antiguos
escondites para las pastillas. Estaba seguro que ahora todo se encontraría
limpio. Mi hermano se habría encargado de ello con celo. Apreté el teléfono en
mi mano. Debía ser fuerte y contener el ansia aunque me carcomiera por dentro.
Entonces recordé un lugar que Tom no revisaría jamás.
Me puse en pie y caminé hasta la cómoda. Sobre ella tenía
una caja de metal llena de mis joyas. Rebusqué hasta que encontré el relicario
que había dejado de usar. Lo abrí y en el interior encontré la cápsula. Me
senté en el borde de la cama y la tomé entre mis dedos, el color dorado que la
recubría aún seguía ahí. Se había opacado con el tiempo, pero continuaba
representando lo mismo para mí: desenfreno, descontrol y peligro.
La oprimí en la palma de mi mano, y cerré los ojos. No
echármela a la boca había sido siempre mi mayor ejercicio de autocontrol. El
saber que en ella encontraría una libertad que necesitaba, pero no lo
suficientemente extensa como para huir sin retorno.
Miré nuevamente el teléfono y marqué un número.
—Hola —dije, en cuanto la llamada fue respondida.
Hola —fue la
respuesta titubeante que recibí.
—¿Cómo estás? —continué.
Bien ¿Pasa algo? —la
pregunta era lógica.
Me quedé en silencio un momento ¿Qué debía decirle?
Bill —escuché mi
nombre, y noté un pequeño alivio, extraño e imprudente.
—Me siento inquieto —le conté.
¿Qué ha sucedido? —quiso
saber. No estaba seguro de si era correcto traspasarle todos mis miedos.
—Es Luther, viene esta tarde a casa —le conté. Seele hizo
una pausa.
¿A tu casa? —repitió.
—Sí.
¿Quieres que vaya? —preguntó.
Claro que quería, de alguna manera errada y absurda me
sentía más fuerte cuando ella estaba cerca. Lo mismo me sucedía en los días de
terapia en el centro, esos eran días menos duros.
—No, ya nos veremos en la siguiente sesión —mis palabras
tenían una determinación que yo no poseía.
Seele pareció pensárselo.
Claro —aceptó,
finalmente.
Suspiré. Me sentía demasiado angustiado como para encontrar
mi propia calma.
¿Sigues ahí? —me
preguntó.
—Sí —miré la pastilla en mi mano.
Toma el coche y sal de
casa, aplaza la reunión —me sugirió.
—No puedo —negué.
Sí puedes Bill, puedes
recuperar el control de tu vida —comenzó a decir—. Tienes derecho a escoger lo que quieras hacer.
Tenía razón, podía concederle eso, pero había tanto que ella
desconocía.
—¿Vienes mañana? —le pregunté, desviando la conversación.
Claro, mañana toca
sesión —aceptó.
—Nos vemos mañana, entonces —quise sonreír.
Sí.
De ese modo la llamada terminó. No me sentía más aliviado,
creo que ya no reconocía la sensación de alivio.
Miré la cápsula dorada una vez más. La sostuve entre los
dedos equiparando su peso con el de mi consciencia. Volví a meterla en el
relicario. No me extrañaba que ya no pudiese ponérmelo.
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—Ya están aquí —me aviso Tom, a través de la puerta cerrada.
Continué mirándome en el espejo. Me había peinado el
cabello, pero la variación en el color, del natural al negro, no me tenía
contento. Finalmente me puse una gorra. Respiré profundamente. Tenía que
enseñar mi mejor sonrisa, mi mejor estado de ánimo. Debía mantener alzado el
escudo el mayor tiempo posible.
Comencé a recorrer el pasillo hasta la sala, tambaleándome.
Temblaba, y lo hacía desde dentro. El temor es traicionero, se te instala en
los huesos y tintinea desde el interior creando un eco que no te permite oír
tus pensamientos.
Ahora mismo no me sentía capaz de mantener el equilibrio, la
voz o una simple copa en la mano; pero necesitaba una y fue lo primero que hice
al llegar a la sala.
—¿Beberás? —preguntó Tom, mientras se escuchaba un coche
aparcar en el jardín.
No respondí, simplemente me bebí un largo trago de vodka.
—Sabía que no era buena idea que salieras del centro —se
quejó.
—Sólo es un trago, Tom —dije, bebiendo un segundo sorbo. No
podía agotar la poca energía que tenía en discutir con mi hermano.
En ese momento escuché los pasos acercándose a la puerta.
Uno de nuestros perros salió a recibir a los recién llegados y yo no hice nada
por evitarlo.
Luther entró sonriendo con su amabilidad característica.
Muchas veces me había preguntado si todas las personas como él destilaban
empatía. Era como si estuviesen hechas para atraerte con su buen humor y sus
risas, para luego enredarte en una pegajosa telaraña de la que jamás saldrías
vivo. Lo peor era que Luther no cazaba y comía, primero dejaba que sus presas
se murieran de miedo.
—¡Bill! ¡Muchacho! Qué bueno verte bien —dijo, mientras se
acercaba a mí con los brazos preparados para un saludo demasiado cercano.
—Luther —respondí, aproximándome ligeramente para dar dos
palmaditas en su hombro y alejarme.
Luego de eso David y yo nos saludamos.
Me acomodé en uno de los sillones, uno que no tuviese que
compartir y que me permitiera evadir a Luther. Sin embargo, éste me hablaba
directamente, obligándome a responder.
Este tipo de reuniones no me eran ajenas, muchas veces
habíamos tenido que compartir habitación e intereses. Aunque yo sabía que los
suyos eran muy diferentes. A Luther le gustaba el poder, le gustaba crear
estrellas a las que exprimir hasta que se deshicieran de agotamiento sobre un
escenario. Él no conocía músicos, conocía productos. Y quizás no debía de
culparlo, no era más que otro de tantos en la industria, pero yo conocía sus
artimañas.
—¿Has escrito algo nuevo? —preguntó.
—Tengo algún material, sí —contesté, enfocándome en David—.
Deberíamos verlo ahora.
—Más tarde —me indicó—, Luther quiere hablar de fechas.
—Vamos un poco retrasados —intervino Tom.
—Retrasados —repitió Luther, con ese tono simpático que
parecía no augurar nada malo.
—Sí, con todo lo de Bill no hemos podido trabajar al ritmo
que habíamos pensado —continuó excusándose Tom. Con lo poco que le gustaba dar
excusas.
—Pero nada que no podamos solucionar —dije, encarando a
Luther. Conocía bien su modo de actuar. Le gustaba intimidar, generar en los
demás la dependencia. De ese modo se aseguraba de que todos le debieran algo.
Me miró, y casi pude ver una sonrisa en su boca. Estaba
saboreando la victoria que veía inminente.
—Bueno, no nos preocupemos por eso ahora ¿No? —dijo de
pronto— Bill ya está bien, y eso hay que celebrarlo.
Bajé la mirada a mis manos, y comencé a jugar con las
cuentas de la pulsera que llevaba. Yo conocía bien las celebraciones de Luther.
—Daremos una pequeña reunión de amigos el fin de semana,
tienes que venir —se dirigió a mí.
Sabía perfectamente que las palabras de Luther no eran una
sugerencia. Enseguida pude oír las expresiones a favor de David y Tom.
—Claro —acepté, con toda la tranquilidad que me fue posible.
Creo que hasta sonreí para apoyar la afirmación. Lo único que quería ahora
mismo era quedarme solo, absolutamente solo.
—¡Bien! —expresó sonriente, palmeando mi rodilla una vez
para acentuar su alegría. Luego miró a los demás—. No hablemos de fechas hoy,
ya lo haremos el fin de semana en la reunión con una ambiente más ameno —pidió,
sin retirar la mano de mi pierna. Yo sentía como me quemaba. Sentía que aquel
contacto se me quedaría tatuado bajo el pantalón.
Me puse en pie.
—¿Alguien quiere algo de beber? ¿De comer, quizás? —me
apresuré a preguntar, disimulando para Tom y David mi inquietud. Luther no se
lo tragaría, él ya me conocía bien. Lo venía haciendo desde los diecisiete
años, y había trabajado para convencerme de que era un amigo y luego exigir su
recompensa por ello.
—Yo quisiera una cerveza —pidió David— ¿Quieres algo,
Luther?
Él sonrió, acomodándose en su sitio como si no tuviese
pensado marcharse.
—Claro —me miró—, lo de siempre.
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—Y dime Seele ¿A qué te dedicas cuando no eres mi médico?
—le pregunté, mientras caminábamos por un paseo de montaña, no muy lejos de
casa.
Ella suspiró.
—No estamos aquí para que yo responda a tus preguntas
—contestó. Una respuesta que yo auguraba, pero no me importó. Me gustaba hablar
con ella de tonterías, de cosas que no tuviesen que ver con mi realidad, aunque
pocas veces lo lograra.
—Vamos, responde —le pedí, con cierto mimo de antaño en la
voz.
—Bien —me miró, sin detener el paso—. Cuando no soy tu
médico, soy médico de otras personas.
La vi soltar una pequeña sonrisa de victoria. No me daba lo
que quería, no me permitía ver con facilidad el alma bajo la apariencia. Seele
siempre conservaba la compostura.
—¿Y cuando no eres médico? —insistí, sin darme por vencido.
—Bill… —utilizó el tono de reproche que marcaba el fin del
juego.
Luego vendrían las preguntas inquietantes y la presión. Ella
quería que confiara y yo quería hacerlo, pero prefería convertir estos momentos
en pequeños accesos de escape. Seele era ajena a mi mundo, y eso la convertía
en una ventana que daba a un jardín de aire fresco y cielos limpios.
—¿Qué tal llevas el estar en casa? —preguntó.
A pesar de su aspecto, un poco menos rígido de lo habitual,
la doctora siempre estaba ahí con la guardia alta y la mente puesta en su
objetivo.
—¿Nos sentamos? —la invité, indicando un banco cercano.
Seele aceptó. Mantuvo ese gesto disciplinado habitual en
ella cuando tenía una meta, y ésta siempre era hacerme hablar.
De ese modo nos quedamos contemplando el paisaje. Por un
momento sentí que podía desprenderme de las preocupaciones ¿Cuántas veces nos
detenemos en el instante que vivimos? ¿Cuántas veces miramos la vida en presente
y no en futuro?
—¿Responderás? ¿O tengo que desplegar la artillería pesada?
—preguntó.
La miré en detalle. Ella aún observaba el horizonte y el
cabello atado en una coleta baja le daba un aspecto sereno, continué preguntándome
cómo sería su vida fuera de su papel de doctora ¿Tendría Seele un gran pecado
oculto?
—A veces bien, a veces mal —comencé a decir, ella me miró—.
Así es como me siento en todas partes, con muy pocos términos medios.
—¿El centro no marcó ninguna diferencia? —la sesión empezaba
finalmente.
—No en realidad. Quizás he podido controlar la ingesta de
medicamentos, pero no sé por cuánto tiempo —me sinceré. Seele se tensó
ligeramente—. Tranquila, no es tu culpa.
—¿No entiendo cómo te es posible tener tan claro tu problema
y no solucionarlo? —continuó.
Me encogí de hombros.
—Creo que simplemente no puedo vivir de otro modo, así que
sobrevivo, pero a la vez mi vida ya no me importa, por lo tanto la destruyo —la
pasividad de mis palabras era dolorosa, porque era real.
—¿Cómo puedes mantener la careta puesta con tanta maestría?
—ahora la pasividad estaba en su voz, aunque sus palabras atravesaban como
sables.
—La artillería pesada —acoté, bajando la mirada.
—Lo siento, no era mi intención —pero sí lo era. Ya la
conocía lo suficiente.
—No te disculpes sólo por cortesía.
Su silencio me dio la razón. Volví a mirarla.
—Tenemos una canción que se llama ‘Ese día’ —le conté.
—¿Por qué me cuentas eso? —preguntó, sin poder ocultar el
tono de sorpresa.
—Lo recordé ¿Por qué te sorprende? —quise saber.
—No me sorprende —mintió. Yo reí. Ella negó—. Como siempre
nos desviamos de lo importante.
Aplaqué la sonrisa.
—Como decía, tenemos una canción que se llama ‘Ese día’. Es
una de las canciones que más representan lo que experimento. Es quizás una de
las canciones menos metafóricas que he escrito.
—Es honesta, desesperada y hasta cruel —agregó.
—¿Cómo sabes eso?
—Lo supongo.
La miré detenidamente, viviendo cada respiración. Seele
tenía la capacidad de poner una pausa en mi mundo. No se trataba de que borrara
lo que me sucedía. Al contrario, lo convertía en algo visceral, y quizás por
eso pesaba menos. Me ayudaba a aceptarlo. Ni bueno, ni malo; simplemente real.
—Luther quiere que vaya a una reunión de amigos —le conté.
—Ahí está la careta nuevamente —señaló.
—Muchos no tenemos la suerte que tienes tú de vivir sin una —dije,
manteniendo el tono apacible.
Ella respiró profundamente, ignorando mis palabras.
—¿Temes algo de esa reunión? —continuó.
—Una reunión es sólo una reunión —miré a la distancia.
—¿Y entonces?
En el horizonte comenzaba a unirse el frío y el fuego. El sol
se acercaba a su muerte diaria para dar vida a las estrellas que reinan de noche.
—Hay ciertos momentos que deberían hacerte feliz, otros
ponerte triste y otros asustarte —comencé a decir—. Pero llegas a un punto en
que se trastoca tu percepción de la naturaleza de esos momentos y lo que
sientes en medio de ellos ya no es lo habitual. Ahí es cuando comienzas a sentirte
fuera de la realidad, o quizás en una realidad inmersa. Estás tan hundido que
sólo puedes concebir que no eres normal.
Ambos mantuvimos el silencio mientras el sol se apagaba. Finalmente
pregunté.
—Ese debe ser el concepto de locura ¿No?
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Continuará.
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Hola!!... por aquí
llego con un capítulo más. La historia ya está llegando a ese punto en el que
conoceremos lo que le sucede a Bill… o no… XDDD
Espero que les haya
gustado y que me cuenten que piensan.
Gracias por leer y
gracias por todos aquellos que me dejan un comentario.
Siempre en amor.
Anyara
Estamos conociendo un poco mas de Luther y del poder q ejerce en Bill, nuestro amado niño trata de volver a su mundo, en el q las cosas no son lo q parecen, tendrá q ser muy valiente para salir avante...
ResponderEliminarSeele me agrada nuestra doctora por ese genuino interés por ayudar a su paciente y Bill confía en ella, ese gesto de llamarla antes de tomarse la píldora, dice mucho...y mas viniendo de alguien tan desconfiado
Q tendra planeado Luther con esa dichosa en celebración,,,,será una gran prueba para Bill, ojala y lleve a Seele con él...seria interesante *__*
Besito a mi querida escritora,,,,
Bueno aquí escribiendo perdón por hacerte esperar pero con mis sobrinitos en casa no me dejan tranquila tengo que ponerles atención, pero aquí estoy escribiendo tu review, Bill tiene mucha fuerza de voluntad a pesar de los miedos, luego ese Luther seguramente lo quiere tener en sus manos pero no cuenta con que Seele esta encubriendo a Bill y eso ha hecho que él tenga mas seguridad y protección aunque pareciese que esta a punto de caer en tentación, tomar ha sido un pequeño punto con el cual debería de prender los focos rojos en Tom ya que esto le indica la anciedad de su hermano, aun nose ve su reacción pero lo poco que dejo ver es para poner atención, será que obliga a la Seele para que sea guardiana de mas tiempo para Bill o quizá lo deje pasar. He reido con la pequeña victoria de Seele no dejar entrar a Bill en su alma jejeje el quiere averiguar me pregunto si esto ayuda a Bill por que ella ahora se esta convirtiendo en un reto, podría convertirse en su droga personal? naaa bueno no me metere en ese asunto jajaja lo cierto es que el quiere confiar y ella esta haciendo su trabajo, esperemos que pueda ayudarlo.
ResponderEliminarBill ganó una batalla, porque reunió la suficiente fuerza para no abandonarse al escape que le daría la cápsula. Desicion difícil para él, pero eso ayuda a lo que siempre le dice Seele, debe empezar a tomar un poco de control.
ResponderEliminarPues sí, el mismo diablo ha hecho acto de presencia y es toda amabilidad por lo que se deja ver, pero al igual que Bill, me temo que este personaje no estará quieto y algp hará para tener a Bill nuevamente comiendo de él. En este punto me alarma saber que hizo Bill, que puede ser tan horrible como para pensar que Seele se pueda decepcionar. ...Luther, es malo.
Seele, le estoy tomando cariño a ella. Trata de lucir siempre tan profesional ante Bill, pero por momentos le gana ese papel de quererlo ayudar (todavia más) saliendose ligeramente de su papel. ¿el cariño puede más verdad mi Seele?
Aunque no haya votación, yo voto porque Seele acompañe a Bill, ya que él no está preparado para afrontar la "artillería pesada" que supongo Luther dejará caer. En este punto espero que Tom, pueda ayudar a Bill. Sí Bill no le ha dicho nada pero espero que esa conexión entre ellos pueda alertarlo.
Andrea, te dejo mi comentario que no es como quisiera, pero sigo sin tener la computadora y escribir en el teléfono me frustra .Espero que para el siguiente pueda comentar decentemente. .
Con cariño Adriana
Este personaje, Luther Wulff, me recuerda mucho al Dom. De alguna forma siento que ha destruido la vida de Bill. Recuerda tanto a los depredadores del reino animal que por eso su simpatía social resulta odiosa, por ser una trampa mortal. Sobrevivir en este mundo salvaje es lo que te deseo, mi Bill, que ya te han dañado bastante. Tal vez Seele sea para ti lo que Virgilio para Dante y te guíe por el infierno en el que estás sumido hasta que puedas encontrar la salida...(sto me pasa mucho jajajaja que me pongo a hablar con él como si lo tuviera delante xDDDD qué loquilla) Espero que en esa fiesta se resuelvan algunos misterios de la trama. Lo del relicario me ha matado sólo de imaginarme trasponiéndolo a la vida real, ¿uién no daría cualquier cosa por saber lo q significa para Bill?????? Muchas gracias mi Any ♥
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