domingo, 23 de junio de 2013

Cápsulas de Oro - Capítulo XXII



Capítulo XXII

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Me extendía sobre la cama y bajo su cuerpo. Mi pecho rozaba su pecho, y la presión de su cadera me obligaba a separar un poco más las piernas. Respiraba agitada, sosteniéndome de las sábanas, en tanto Bill  se hundía en mí. Sentía sus besos en el hombro, en el cuello y en la mejilla. Buscaba sus labios, pero él me evadía una y otra vez. Lo veía sonreír, mirarme con malicia y finalmente con deseo cuando me afianzaba un poco más a la cama, empujándome con su cuerpo. Los muelles rechinaban rítmicamente, y yo dejaba que una parte de mi mente pensara en cambiar el mueble. Entonces su mano abierta me acarició el pecho, la clavícula y el cuello, cerrándose en torno a éste. Lo que en un principio fue una caricia, se convirtió en presión, hasta que el aire comenzó a faltarme y aunque quería toser no me era posible. Me agitaba desesperada pero su peso me sostenía. Aún lo sentía en mi interior, completamente erecto, y aquello me resultaba morboso y aterrador. Cerré los ojos, sintiendo como se me iba la vida.

Me desperté convulsionada por la tos. Me llevé ambas manos al cuello, intentando calmarme. La habitación estaba sumida en la oscuridad y la misma soledad en la que me había dormido algunas horas atrás. Me levanté y fui por un vaso de agua.

—Maldito sueño —murmuré, con la voz rasgada.

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“…somos animales, y necesitamos del control para ser humanos”

“Las personas necesitan poder guardar sus secretos”

“A veces te sostiene alguien a quien podrías llamar ángel. A veces es el Diablo.”

“…esta situación tiene más aristas de las que puedas imaginar”

—Se te va a derretir el helado —dijo Benjamín, que estaba sentado a mi lado en un paseo junto a la playa.

—¿Qué? Oh, sí —reaccioné.

Removí el helado con la cuchara, sin poder quitarme de la cabeza las conversaciones que habíamos mantenido Bill y yo a lo largo de la terapia. Sus palabras, tanto en mis notas como en mi memoria, me habían rondado durante gran parte de la noche. Incluso en las pocas horas en las que había conseguido dormir, él permanecía presente en sueños.

“¿Qué pecado me podrías adjudicar? … ¿Cuál es la cosa más terrible que me imaginas haciendo?”

Me había hecho esa pregunta en una de nuestras tantas conversaciones. Creo que entonces no era capaz de imaginar a Bill en una situación como la que me había descrito, y en el caso que creyera su confesión, no podía pasar por alto las circunstancias en las que todo aquello había sucedido.

Definitivamente hoy era un mal día para pasear, porque era imposible aislar a mi paciente de mi vida, más aún con la decisión que debía tomar. Poner lo que ahora sabía en un informe para el centro sería condenar a Bill, pero no hacerlo era condenarme a mí misma. Era confinarme a cargar con un peso enorme.

Suspiré casi involuntariamente, notando el pecho oprimido. Me sentía angustiada.

—¿Estás bien? —volvió a hablar Benjamín.

Lo miré detenidamente, quería contarle todo, como normalmente solía hacer. Él era mi amigo, y más veces de las que quisiera, mi confidente.

—Estoy algo preocupada —me animé a decir. Aquello no se podía considerar una confesión.

—Sigues con ese caso ¿No? —preguntó, continuando con su helado, fingiendo indiferencia en consideración a mi poco aprecio por la condescendencia.

—Claro, aún no te he dicho lo contrario —me desquité. Era nuestra manera de comunicarnos. Era algo ruda, poco amable en apariencia, pero ambos sabíamos que nos servía.

—¿Quieres hablar de ello? —dijo, con seriedad.

—No puedo.

—¡Bien! —exclamó, asustándome con su entusiasmo— Veo que aprendiste algo en ocho años.

Negué con un gesto y reí un poco. Benjamín siempre encontraba la forma de centrarme, aunque no supiera ni de qué se trataba mi problema.

—Buena manera de ayudarme —me quejé, aún con una sonrisa, mientras desistía de tomarme el helado que ya se había derretido en el vaso.

—Intenté ayudarte hace semanas —dijo—, meses quizás —enfatizó.

—Me diste un consejo —especifiqué.

—Que no seguiste.

—Los consejos son puntos de vista que alguien te da, pero no significa que debas obedecer como si no tuvieses un juicio —aclaré.

—Siempre que tu juicio no sea nublado por tus emociones —Benjamín continuaba tomando su helado en completa calma. Me pregunté qué clase de médico sería en terapia.

Me quedé en silencio. Aunque quisiera, no podía discutir lo que acababa de decir. Él me miró.

—Ya lo está ¿Verdad? —preguntó.

Le mantuve la mirada.

—Quiero creer que no, porque debo tomar un decisión muy difícil —acepté.

Benjamín se quedó pensativo, y no dejaba de observarme. Sólo dos veces se había quedado así de indescifrable para mí. En la primera me había besado, aludiendo que de ese modo nos quitaríamos cualquier idea de la cabeza, y podríamos ser amigos con libertad.

—Crees que estás enamorada, pero no es amor eso que sientes: es curiosidad e inexperiencia —me soltó, sin aviso ni anestesia. Muy al estilo Benjamín.

Negué y dejé de mirarlo, fijándome en las olas que rompían.

—Estás equivocado —afirmé.

—¿En qué? —preguntó, conservando su calma. Sabía que estaba enredándome en su telaraña de psiquiatra. Volví a mirarlo.

—¿Qué quieres que te diga? ¿Sí, tienes razón, creo que estoy enamorada? O ¿No, estás equivocado, sí estoy enamorada? —lo increpé.

—¿Lo estás?

¿Lo estaba?

—No, claro que no —respondí.

En ese momento él miró hacia el mar.

—El problema no son tus sentimientos, Seele, el problema es que no los aceptes. Si los aceptas puedes manejarlos, si no lo haces las emociones te manejarán a ti —declaró, luego me miró—. Primero de Psiquiatría social y emocional.

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Seele había dicho que me llamaría, de eso habían pasado casi dos días y aún no recibía esa llamada. Saber qué había concluido de mi confesión me estaba matando de ansiedad, ella debía saberlo, por qué no llamaba. Notaba ese temblor nimio que se instala bajo la piel cuando vas a perder en control. Quizás no suceda de inmediato, quizás no hasta varias horas más tarde, pero así comienza: leve y casi imperceptible.

Miré la hora en el teléfono, intentando disfrazar algo de esa incertidumbre que amenazaba con hacerse inmanejable. Eglé hablaba y sonreía, jugando con el helado que había pedido. Ambos permanecíamos sentados en la terraza de un establecimiento con vistas al mar. La excusa: compartir experiencias sobre la industria de la música. La verdad: ambos teníamos la nuestra.

—¿Esperas alguna llamada? —preguntó.

—Ehm… sí —dejé el teléfono sobre la mesa y bebí un poco del té helado que había pedido.

—¿Algo importante? —continuó, usando un tono cauteloso.

—Sí —acepté, y cuando noté que bajaba la mirada algo decepcionada me obligué a adornar mis palabras. Luther había sido claro, tenía dos semanas—, pero puede esperar. Cuéntame cómo se tituló tu primera canción.

—¿De verdad te interesa saber eso? —preguntó, sonriendo nuevamente. Su sonrisa era dulce, podría incluso decir que llamativa, pero no lo suficientemente enigmática como para atraerme.

—Claro —reí, intentando brindarle a mi expresión algo del encanto que necesitaba. De esta cita pendía su interés por mí y lo que yo pudiese conseguir con él. Bebí un largo trago de mi té, esperando que la bilis que notaba en la garganta se calmara. No era ella, era el modo en que debía tratarla. Era la hipocresía.

—¿Bill? —escuché mi nombre. Miré a mi lado.

—Michael —me sorprendí, aunque quizás no debía hacerlo, él me había advertido que no duraría en el centro sin mí. Me puse en pie.

—Ahora estás rubio —se le iluminaron los ojos.

—Sí, bueno —me encogí de hombros, sonriendo.

—¿No me presentas a tu amiga? —miró a Eglé y luego a mí, de ese modo ligeramente teatral que a veces adoptaba. Estaba celoso, sonreí un poco más.

—Por supuesto —acepté—. Eglé, este es Michael.

Él inclinó la cabeza y agregó.

—Un amigo —sabía perfectamente que buscaba saber cuál era la calidad de la relación que había entre ella y yo.

—Un placer, Michael —la sutileza había sido demasiado fina para Eglé que no llegó a comprenderla.

—No esperaba verte tan pronto —le hablé.

—Necesitaba diversión —aceptó.

Nuestra pequeña conversación se convertía en algo cifrado.

—Esta noche estaré en el Madhouse —me dijo.

—Un sitio interesante —disimulé la invitación que me estaba haciendo.

—Me han hablado de él, aunque no lo conozco —intervino Eglé, ambos la miramos, comprendiendo que la habíamos dejado fuera de nuestra pequeña conversación.

Michael le sonrió y luego me miró.

—Podrían ir esta noche, tú y tu… —el punto suspensivo seguía flotando sobre la duda de Michael, una duda que yo no aclararía.
—Eglé —le recordé el nombre, aún sabiendo que no era lo que buscaba.

—Tú y tu… Eglé —aceptó, de momento.

Ambos escuchamos una pequeña risa por parte de ella.

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El ruido del interior del local sonaba amortiguado bajo el frescor de la noche. Michael y yo nos encontrábamos con la espalda apoyada contra la pared de la parte trasera. El humo de nuestros cigarrillos se elevaba, lánguido y ondulante, mientras el peso vivido en los últimos días parecía aligerarse levemente gracias a la mezcla que él había puesto en nuestros cigarrillos.

—Me echabas de menos ¿Verdad? —me preguntó, con tono divertido.

—Claro, cada vez que quería fumarme algo más que tabaco corriente —reí, él lo hizo también.

—¿Y cuando querías besar a alguien de improviso en un callejón? —preguntó, inclinándose para observar mi rostro.

—Vaya, me preguntaba cuando dejarías salir a la fiera que llevas dentro —contesté.

—¿La extrañabas? —insistió.

—No exactamente. Extrañaba más al chico divertido que me arreglaba los cigarrillos —le sonreí con coquetería. Necesitaba de esa mirada que aún depositaba Michael en mí.

—¡Bah! —se quejó, volviendo a su lugar— Seguro que esa chiquilla no puede complacerte —buscó conformarse.

—¿Qué chiquilla? —sabía bien a quién se refería.

—¿Qué edad tiene? ¿Dieciséis, diecisiete? —comenzó a preguntar— ¿Qué haces con ella? A ti no te gustan las jovencitas.

—¿Ah, no? —aún sonreía.

Él mantuvo el silencio un instante mientras aspiraba el humo. Lo imité.

—¿Sigues en terapia? —dejo caer otra pregunta. Esta vez cayó en zona neurálgica.

—Sí —la respuesta fue concisa.

—¿Con tu doctorcita?

—¿Por qué te molesta tanto? —le pregunté.

Tiró el cigarrillo al suelo y lo pisó.

—¡Bah! Da igual —quedó frente a mí—, de todas maneras nada cambiará.

—¿Qué quieres que cambie? —¿qué esperaba que me dijera?

Me miró detenidamente.

—Eres un maldito desgraciado ¿Sabías? —dijo, ironizando. Yo tiré el cigarrillo y lo pisé, sonriendo en el proceso.

—Bien, lo acepto —me estiré, dispuesto a regresar a casa.

—Toma —Michael metió su mano al bolsillo y sacó un sobre algo arrugado.

—¿Qué es? —pregunté, recibiéndolo.

—Un regalito —me sonrió como un niño.

Miré el interior y lo vacié en la palma de mi mano. Casi se me heló la sangre cuando noté dos cápsulas de color dorado en ella.

—¿Y esto? —pregunté alarmado.

—Son maravillosas —declaró al borde del éxtasis. Yo no podía dejar de mirar las pastillas que eran idénticas a la que tenía en casa.

—¿Por qué me las das? —lo miré, intentando dilucidar sus intenciones.

¿Qué sabía Michael?

—¡Porque son de oro! —exclamó, brindándome una sonrisa radiante. Esperó por mi respuesta, pero al ver que no llegaba agregó— No te tomes más de una a la vez —me advirtió—. Dentro te dejé mi teléfono por si quieres más.

Encerré ambas cápsulas en mi mano. Tenía el corazón disparado, y en ese momento me sentía incapaz de pensar con coherencia.

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Dos días después, me mantenía recostado en un sillón mientras la música sonaba en la habitación. Los altavoces que me rodeaban llenaban el lugar con la melancólica voz que interpretaba una canción acompañada, únicamente, por un par de acordes de guitarra. La voz, mi voz, se rompía al final de frases que desgarraban una historia plagada de miserias. Tom me había preguntado una sola vez el por qué de esa letra, sólo una vez, y yo me había encogido de hombros sin darle respuesta.

La canción se había quedado entre mis archivos. Se había convertido en una más de las canciones que jamás publicaríamos.

No escuché a Tom tocar la puerta, supuse que lo había hecho, sólo noté su toque en mi hombro.

—Seele está aquí —dijo, cuando lo miré.

Asentí, poniéndome en pie y dirigiéndome al aparato de música para acallar mi voz en aquella melancólica canción.

—No lo hagas —escuché a mi espalda. Seele estaba de pie en la puerta del estudio.
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Continuará.
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Este capítulo ha resultado un poco de transición, pero me ha gustado a pesar de todo porque necesitamos ir poniendo los puntos que nos ayudaran en el resto de la historia.

Espero que les guste y que me dejen sus comentarios.

Siempre en amor.


Anyara

12 comentarios:

  1. Como es posibleeee que me dejes así!!!!!! No se valeeeeeee :'(. Comprendo a la pobre de Seele una verdad como la que le contó Bill no es fácil... y tomar una decisión sobre lo que va hacer con eso es aún más difícil! Pero yo sé que hay una esperanza de que mi amor no sea culpable de algo tan triste. Es ficción pero me tiene mal en serio!!! Estaré esperando ansiosa el siguiente capítulo! <3

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    1. Ainsss... no quisiera dejarte así, pero es ley de fic :D

      La decisión es muy complicada, y en ella están inmersos muchos sentimientos y puntos de vista. Se supone que nuestra Seele debería tener la frialdad de una profesional, pero hasta el más frío tiene alma.

      Un beso, y muchas gracias por leer y comentar. ♥

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  2. Uinssss ese inicio me dejo O-O...Creí q o q la muerta había revivido o q Seele había encontradora una nueva técnica para ayudar a su paciente....Lo sé, soy una malpensada de lo peor...xD. *__*.

    Pobre Seele esta muy perturbada con la confesión de Bill...por un lado desde el punto de vista profesional tiene un gran dilema: hacer lo correcto y reportarlo o callarlo y encontrar la forma de ayudarlo;...y cómo si eso no fuera suficiente sus sentimientos...los cuales se niega a reconocer...pero parece ya son un tanto evidentes ....

    Michael, nuevamente este complejo chico,,,,su aparición solo deja entrever q se avecinan mas problemas y el hecho q la traiga consigo las capsulitas doradas lo confirma y además me deja pensado si será otra de las piezas q Luther utiliza???...

    Un cap muuuy interesante mi Any, con nuevos elementos que enriquecen esta compleja trama....

    PD: Eglé....Eglé...sigue haciendo ejercicios de pronunciación...xD

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    1. Eglé, Eglé... jajajjajaa... bueno, cuando busco un nombre me gusta que se vea bonito escrito (desde mi punto de vista) y que tenga un significado que se armonice con el que tiene el personaje, pero no conozco la pronunciación real, según yo este nombre debería ser "Eglí" *se encoge de hombros.

      Sobre Seele... *suspira*... Esta muchacha me saca canas verdes, porque no quiero que se le salga el amor que le tiene a Bill por los poros, pero me resulta casi inevitable. Ahora mismo la negación es lo único que yo tengo :D

      Michael me gusta mucho como personaje, crea un ambiente enrarecido y que pocas veces he tocado de forma permanente en una historia de Bill.

      Un besito mi Evelyn, y muchas gracias por leer ♥

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  3. Buenassss aqui ando yo jejeje tarde pero segura con la ansiedad de leerme este capi... me gusto mucho la frase de benjamin: El problema no son tus sentimientos, Seele, el problema es que no los aceptes. Si los aceptas puedes manejarlos, si no lo haces las emociones te manejarán a ti. Hummm interesante creo que esta frase es el centro del capi al menos para mi... sera que algun dia acepta loq ue siente... quizas aun no sepa si siente algo pero alli esta... el inconciente, sus sueños se lo dicen todo.... Con respecto a Michael uff nuevamente aparece este extraño chico... aunque extraño noe s la palabra yo le diria complejo??? espeor no le traiga mas problemas a BIll.... benditas capsulitas doradas, me pregunto si michael no tendra algo que ver con los planes de Luther??? Hummmm muchas preguntas jejejej que pasará con estos dos adorados mio Seele y Bill ya quiero más... me declaro adicta a capsulas... muak

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    1. Mi Lixi adicta a las cápsulas xDDD

      Me alegra que consideraras esa frase como lo más relevante porque para mí tiene mucho valor. Michael es complejo y simple a la vez, es la clase de persona que vive el día a día sin temor a las consecuencias, lo que no siempre es bueno.

      Seele es un manojo de sentimientos aunque quiera creer otra cosa.

      Muchas gracias por leer y comentar ♥

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  4. Experimentar en zapatos ajenos... nunca mejor utilizada esta frase. ¿Pobre Seele?,je tener esos sueños con Bill, al filo del abismo entre el placer y la muerte, ufff, mi Doctora, ¿qué anda soñando?.

    Benjamín, le diagnosticó a Seele, sin necesidad de una consulta, lo que ella padece: enamoramiento crónico hacia Bill. ¡que buen Doctor es ese hombre!.

    Bill, la está pasando muy mal, hace falta que logre soltar su dolor, su carga.Creo que no es solo lo que Seele logre ayudarle, necesita confiarle a Tom lo que pasó, porque él solo o con ayuda de Seele, no podrán detener a ese monstruo de Luther, necesita la ayuda de su hermano, Bill necesita reconstruirse.

    Michael es raro, y lo que dijo acerca de las cápsulas, cuanta razón hay en ello y vaya que Bill lo sabe. En serio, ese dolor de Bill, su infierno, me llega...

    Gracias por el capitulo, mi linda, muak!

    Adriana.

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    1. En lo personal mi Adriana, creo que sólo la verdad nos libera aunque nos lleve a recorrer caminos difíciles y los menos convenientes. Veremos que nos depara esta historia :D

      Sí!!!, Michael es raro, pero es un personaje que me gusta mucho, porque en su insana vida ve las cosas como son, sin disfraces ¿Cuánta veces disfrazamos la vida?

      Besos cariño, muchas gracias por leer y comentar. ♥

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  5. Seele siendo ella, si que le afecto la confesion tanto que llevo a su interior cada detalle, con un amigo asi Seele se acaba de ahorrar años en terapia jajaja claro su cura es aceptar que esta enamorada pero aunque acepte eso no significa que pueda desligarse del paciente. Bill estaba en un infierno ahora con Seele lleva doble carga pobre ni modo le aplicaron el tiempo de espera, Michael es tan revelador no te tomes mas de una y el desgraciado de Luther le dio 3. Un abrazo con cariño.

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    1. Jjjejejejeje... "le aplicaron el tiempo de espera" Pues sí, es necesario y conveniente. Seele está enfrentando una de las pruebas más grandes para su profesión, creo yo, el no implicarse. Veremos como sale de ello, si fortalecida o rota.
      Jjajajajaja... ains... que risa con lo del "desgraciado Luther"...

      Un beso mi Gaby, y muchas gracias por leer y comentar ♥

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  6. Me tiene penando esta historia jejej en buena onda :D
    me encanta lo sabes preciosa , espero pronto leer el proximo capitulo :D
    que fuerte, no puede ser esas capsulas de nuevo ... Selee tiene un arduo trabajo ahora , pero por otra parte siento qu es mejor cuando cuantas una pena que te quema por dentro .
    :* CON CARIÑO Yuyisk

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  7. ¿Cómo pretendes que pueda leer el resto del capítulo con semejante comienzo...? ahora mismo no siento las piernas (por ser fina). Any, he estado fuera unas semanas y este regreso no me lo esperaba pero vamos, me ha encantado. También me ha gustado ese momento de añoranza da ambos y el reencuentro con Michael y ese extraño triángulo que has generado. Me gusta, me encanta, me parece que cada vez escribes mejor.

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