martes, 19 de noviembre de 2013

Cápsulas de Oro - Capítulo XXX


Capítulo XXX

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Cómo afectan a tu vida los recuerdos, los minutos vividos. Aunque pertenezcan a un pasado muy lejano, en algún momento vuelven a ti como entonces y te tocan de la misma forma, te estremecen y te dan vuelta la vida. Detienen tu tiempo y no sabes quién eres, no sabes quién fuiste y no sabes quién pudiste llegar a ser ¿Y qué es mejor? ¿No arriesgarse para ser siempre quién eres ahora? O ¿Dar un paso adelante y caer a la vida?

Suspiro. Ahora mismo estaba envuelta en un riesgo de besos, de caricias; de gestos suaves y fuertes; de exhalaciones, de manos que buscan, de bocas que buscan, de ojos que cuentan historias que las palabras no son capaces de contar.

Bill exige mi boca, y yo se la entrego cuando él lo hace. Siento como me arrebata el aire y me quita la voluntad. Me abrazo a él y me sostengo de su cuerpo. Tengo miedo, claro que tengo miedo, porque me siento tan suya y siento que lo quiero tanto que me asusta. Comprendo que no es el amor el que me atemoriza, si no la necesidad de saber si él lo siente también; porque nunca queremos ser el que más ame ¿Verdad? Siempre anhelamos ser los más amados, siempre esperamos que la otra persona, ese ser que está a nuestro lado —él, que está aquí abrazándome— sea la que no pueda vivir sin ti; aunque yo pueda vivir sin él.

Me asusta convertirme en la victima de mi propio amor.

Pero el amor es inevitable, arrasa con los miedos, con la angustia, los reproches, las razones; el amor derriba todas las barreras que puedas alzar. Es inevitable. Te devora desde dentro, te devasta, te quema. Llega un momento en el que sientes que todo tu cuerpo te pide liberar algo que no comprendes, como si la piel te aprisionara y necesitaras despegar los pies del suelo, elevarte hacia algo hermosamente catastrófico. Y ves la catástrofe, pero no te importa, porque el amor se ha apoderado de todo lo que eres. Sigues tus instintos, porque te parece lo adecuado ¿Cómo vas a estar equivocada cuando estás tan llena de amor? Pero no te das cuenta de que no eres más que un cocktail de hormonas, y que tarde o temprano la única depuración natural de tu organismo está en las lágrimas.

Bill metió las manos por las piernas de mi pantaloncillo de pijama, me oprimió la carne con fuerza, y suspiró sobre mi boca buscando calmarse.

—No te detengas, no lo hagas —le dije, porque no me sentía capaz de dar marcha atrás. Me pegué más a él, rozando nuestros pechos y besando su boca—. No te detengas —le volví a pedir, mordiéndolo hasta tocar mis dientes con su piercing.

Sus manos me volvieron a sujetar y su ingle se apretó contra la mía, buscando abrir mi cuerpo por la mitad. Gemí contra sus labios, dolorida y excitada. Bill repitió mi gesto y aumentó la fuerza. Las sensaciones se arremolinaban en torno a los sentimientos. El ansia se apoderaba de mi voluntad. Alcé la cabeza y me quejé, abrazándolo más fuerte. Su mano ancló mi pierna a su cadera y sentí su sexo a través de la ropa, anunciando que me deseaba, del mismo modo en que lo deseaba yo. Sus dedos removieron la ropa hasta tocar mi humedad. Sus besos ya no eran en la boca, eran en el oído, en el cuello hasta que se detuvo en mi hombro y me mordió con suavidad.

Me quité la camiseta y levanté la suya lo suficiente para que nuestras pieles se unieran. El calor era tan intenso que ambos nos reímos y  gemimos a la vez, compartiendo la complicidad. Su pulgar se paseo por mi boca, desmarcándome la sonrisa. Lo humedecí y lo dejé entrar, Bill miraba hipnotizado el modo en que mis labios lo ajustaban. Los dos sabíamos lo que aquello representaba: yo quería demostrarle que sabía hacerlo, y él se moría de deseos de que se lo hiciera.

Llevé una mano hasta su pantalón y abrí con desesperación el cinturón y la cremallera, sólo entonces mi mano se llenó con su sexo, me sentí mareada al notar su consistencia y fuerza, como una borracha con demasiado alcohol en la sangre, y lo apreté. Bill siseó, intensificando la caricia de sus dedos para mostrarme su aprobación.

Resoplé.

—Esto ha cambiado —intenté sonreír, evocando nuestro pequeño incidente de la tarde anterior.

—Culpa tuya —respondió, agitado, lamiendo mi oído— ¿Quieres que lo probemos? —la sugerencia me causó escalofríos.

—No me digas esas cosas tan sucias y vulgares… que me gustan —dije, en medio de una sonrisa, sin dejar de acariciarlo.

—Lo siento —se disculpó, igualmente entre sonrisas ahogadas por el ansia.

Sostuvo un poco más mi pierna y guió mi mano para que el roce íntimo fuese el correcto. En ese momento dejamos de reír. Rocé la suave piel de su sexo sobre la humedad del mío, el deseo aumentaba con cada caricia pero ni Bill ni yo deseábamos perdernos ese momento, así que permanecíamos atentos y silenciosos. Abrí los pliegues de mi sexo con el suyo para que notara el calor y la humedad.

—Me quema —murmuró, acariciándome besos cortos y jadeantes.

—Imaginarte dentro me marea —le confesé.

—¿Lo deseas mucho? —me preguntó.

—¿Lo deseas tú? —quise saber. Bill rió.

—Siempre me respondes con preguntas —se quejó.

—Lo siento —dije, sin abandonar la caricia de su sexo sobre el mío.

—Estas mintiendo —acarició mi labio con su lengua.

—¿Me deseas? —le pregunté.

—¿Me deseas tú? —respondió sonriendo, jugando a devolverme la partida.

Le mordí el lóbulo de la oreja.

—Te deseo —confesó—… mucho…

Sus palabras me recorrieron como aceite tibio, preparando mi cuerpo para él. Sus dedos se hundieron en mi cadera y en mi muslo, atrayéndome hacia su cuerpo. Se empujó dentro de mí con un primer movimiento que lo empuñó hasta la mitad. Ambos nos quedamos sin aire, respirando agitados y anhelantes. Una segunda embestida lo dejó completamente en mi interior. En ese momento nos mantuvimos inmóviles por unos segundos, abrazados y excitados, intentando contener la energía intensa que comenzábamos a sentir. Un te quiero revoloteó en mi mente sin que mi boca lo pronunciara. Dejé que mis uñas se aferraran a sus hombros como señal de pertenecía para que Bill supiera que en ese momento lo consideraba mío, sin mediación.

Lo sentí salir y volver a entrar. Mi cuerpo, como bálsamo tibio, lo recibía sin dolor ni engaño. Nuestra piel se rozaba en cada movimiento, acrecentando las sensaciones, y mi voz se rompía en un reclamo de vida cada vez que su cadera me abatía. La fuerza de sus golpes eran congruentes y que no podía, ni quería, rehuir.

Me quejé abiertamente.

—¿Te hago daño? —preguntó, deteniéndose, sin abandonar mi interior.

—Como el oxígeno, pero no dejo de respirar —quise besarlo intensamente, pero la pasión que ya se había apoderado de cada músculo de mi cuerpo, sólo me permitió darle un beso errático y casto.

—¿Puedo hacerte el amor hasta el cansancio? —pregunto, volviendo a moverse con un poco más de pausa.

—¿Hasta que seamos viejos y el libido sea un recuerdo? —pregunté.

—Seele… —se quejó por mi pregunta, afianzándome contra la pared.

Jadee por la fuerza que ejercía.

Entonces me sentí como si estuviésemos en medio del ojo de un huracán. En un momento de calma aparente, justo antes de que todo volviese a girar y destruirse.

—Quiero que me hagas el amor cada vez que lo desees, que te hundas en mí hasta que ya no tengas fuerzas. Quiero que todos tus anhelos reposen en mi vientre como tesoros… quiero que te pierdas en mi piel hasta que ninguna otra piel te haga feliz —confesé, presa del momento.

Probablemente me arrepentiría de tanta sinceridad, pero qué era el amor sin ella: un bastión vacío, frío e inútil, con un guardián solitario y viejo, esperando su muerte.

Bill me miró a los ojos, por un instante largo en el que no digo nada, no se movió y apenas respiró.  Las palabras parecieron inundarse de silencio, pero era un silencio escandaloso, bullicioso; un silencio que camuflaba las palabras de formas etéreas que reflejaban sus pupilas.

Se acercó a mí y sentí como si su boca se devorara la mía. Supe que el huracán volvía para destrozarnos, y nos perdimos a nosotros mismos en medio de ese punto humano y celestial a la vez. Disfrutamos del único momento en que el cielo y la tierra se unen.

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Seele me observaba, boca abajo al igual que yo, desde su lado de la cama. Fumé del cigarrillo que habíamos encendido y se lo pasé para que lo compartiera conmigo. Su cabello estaba suelto y revuelto por mis manos. Sus senos se asomaban, oprimidos contra el colchón. Sus labios aún permanecían enrojecidos por mis besos, y la piel de su cuello por mi barba. Toda ella era la imagen viva de la belleza profanada, y yo no podía dejar de contemplarla.

—Es curioso —dije, mientras la veía cerrar sus labios contra el filtro.

Fumó y luego liberó el humo con calma.

—¿Qué es curioso? —preguntó, sacudiendo el cigarrillo en el cenicero que descansaba sobre una almohada y devolviéndomelo.

—Que puedes pasar largas temporadas sin sexo pero cuando vuelves a tenerlo, aunque sólo sea una vez, la adicción regresa y no puedes pensar en otra cosa —confesé.

—Sí, suele ser así —contestó.

—Eso es estar enamorado ¿No? —continué, aspirando el humo. El gesto de su rostro me mostró su sorpresa.

—Qué bajo concepto tienes del amor —pareció reprocharme. Contuve el humo un poco más, y comencé a soltarlo lentamente.

—No hablo de amor —aclaré.

—Sólo sexo —comprendió—, sucumbimos a él sin capacidad para resistirnos —tomó el cigarrillo de entre mis dedos.

—Sí, veo que lo recuerdas —dije, observando el modo en que su mejilla se hundía al aspirar el humo— ¿Crees que estamos enamorados? —le pregunté, sin adornos.

Seele soltó el humo sin mirarme.

—Creo que estamos cometiendo el peor error de nuestras vidas —declaró, enfática y resignada.

—¿Temes a que pueda hacerte pedazos? —le pregunté, enfrentándola a la peor parte de mí. Ella apagó el cigarrillo en el cenicero.

—Quizás sea yo quién te destruya —matizó. Claro que podía, aunque no lo supiera tenía mi corazón en su mano.

—Y reconstruya… —recosté la cabeza sobre mi brazo flexionado. Seele se limitó a mirarme por un largo instante.

—Quisiera creer que soy capaz —confesó, delineando mi nariz. Nos quedamos en silencio un instante—. Me gusta tu nariz —dijo, de pronto.

—¿Sí? —sonreí suavemente— ¿Por qué mi nariz? ¿No sería mejor mi cuerpo atlético? —bromeé. Seele río, y su sonrisa aplacó mi pesar constante.

—También —aceptó—, y tus tatuajes, y tus ojos… y tu boca… —se quedó mirando mis labios mientras su dedo los delineaba. No pude evitar el deseo de volver a poseerla pero reprimí el ansia, reemplazándola por el encanto de ese instante de calma.

—A mí me gusta verte sonreír —dije. A ella se le escapó una sonrisa que quiso ocultar bajando la mirada por un momento— ¿Sabes que cuando sonríes te iluminas completa?

—No te pongas cursi, que la cursilería me pone sensible —me advirtió.

—¿Ah, sí? ¿Y te da por llorar? —pregunté. Moviendo el cenicero para besarla.

—A mares —aceptó.

Le di un beso lento, pausado y lleno de sentimiento. No sabía si Seele sería capaz de descifrar en aquella caricia todo lo que palpitaba en mi corazón.

La atraje por la cintura y la pegué a mi cuerpo. Quería amarla otra vez, al menos una vez más antes de irme, porque nunca sabes cuándo será la última vez que respires con el alma llena de amor. Ella se enredó a mí para que comprendiera que todos mis reclamos estaban cubiertos. Le besé la boca, la mandíbula y comenzaba a mordisquearle el cuello, cuando sonó mi teléfono.

—¿Es tu teléfono? —preguntó, con poca fuerza en la voz.

—Será Tom, estará preocupado… —respondí, sin abandonar los besos.

—Contesta… —dijo, separándose de mí.

Suspiré, sabiendo que tenía razón.

Rebusqué entre la ropa que había desperdigada por el piso, hasta que di con mi pantalón y mi móvil.

—¿Sí? —contesté, sentado en la cama. Seele dibujaba, con el dedo, las líneas de la estrella de mi vientre.

—¿Dónde estás? —preguntó mi hermano.

—Por ahí —contesté, sin alcanzar a pensar en una excusa, sosteniendo la mano de Seele que comenzaba a perderse por entre mis piernas. Ella me sonrió, y el aire travieso que había en sus ojos no me dejaba pensar en nada más.

—No me gusta que andes por ahí a estas horas —reclamó Tom.

—¿Qué hora es? —había perdido la noción del tiempo.

—Casi las dos —me informó.

—Estaré en casa en —deseaba robarle un poco más de tiempo a la noche—… una hora.

—¡Una hora! ¡Y dónde estás! —se exaltó.

—Cuarenta y cinco minutos —le concedí, cortando la llamada. Al menos Tom sabía que estaba bien, con eso se tranquilizaría.

Volví hasta Seele, la besé y pensé en lo fascinante que sería pasarme la noche entera retozando entre sus brazos.

—Tengo que irme —le dije.

—Lo sé —suspiró muy despacio, como si no quisiera que yo lo notara.

—¿Nos veremos mañana? —pregunté.

—Tenemos sesión —me recordó.

—¿Aún tenemos sesiones? —formulé la pregunta con un tono de malicia que ella no pasaría desapercibido.

—¡Claro que sí! —enfatizó— Las seguiremos teniendo hasta que estés curado.                             

—Ya estoy curado —dije, apretando mi sexo, excitado, contra su pierna— ¿No lo notas?

—Bill —su voz quiso sonar a reproche, pero se le filtró una sonrisa que arruinó su pose.

—Vale, lo acepto —le besé la punta de la nariz—. Mañana sesión.

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Continuará.
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N/A

Wow, no puedo creer que ya llevemos treinta capítulos O.O

Bueno, creo que estos momentos de intimidad son correctos para la historia, además de una pequeña dosis de dulzor para nosotras. Me gusta cómo se van comprendiendo, y a pesar de los temores siguen adelante porque presienten que es lo correcto… ya veremos…

Muchas gracias por leer y comentar, aún estoy debiendo respuestas a comentarios. Me pondré al día en cuanto pueda, quería aprovechar el tiempo para escribir.

Un beso enorme.

Siempre en amor.

Anyara



7 comentarios:

  1. Wow que calor!!! Pero era necesario. Bill tenía que reivindicarse!!! Y como dices estos momentos los une más y los complementa!!! Que pasará ahora cuando los sentimientos se involucran. Espero puedan encontrar alguna salida.

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  2. ¡¡¡Que Capítulo!!! Me dejaste sin palabras. Lo leía y me emocionada a cada párrafo >.<
    wow.... *suspira*


    "—¿Temes a que pueda hacerte pedazos? —le pregunté, enfrentándola a la peor parte de mí. Ella apagó el cigarrillo en el cenicero.

    —Quizás sea yo quién te destruya —matizó. Claro que podía, aunque no lo supiera tenía mi corazón en su mano.

    —Y reconstruya… —recosté la cabeza sobre mi brazo flexionado. Seele se limitó a mirarme por un largo instante."

    Esta fue una de mis partes favoritas, se dicen tanto con las palabras y con los gestos, es un momento tan intimo lleno de sentimientos ocultos, como el miedo, la incertidumbre pero tambien la esperanza del Amor...

    Me encanto¡¡¡ esperare el proximo capítulo, el 31 ^_^ ¡¡¡

    Besos

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  3. Ay mi deoz!!! Cuanto amo yo estos momentos romanticos tu lo sabes!! Y me kedo perdida en cada frase... y justo ahora me siento en una encrucijada parecida... me he identificado tanto con Seele en este capitulo *suspira*

    'Quiero que me hagas el amor cada vez que lo desees, que te hundas en mí hasta que ya no tengas fuerzas. Quiero que todos tus anhelos reposen en mi vientre como tesoros… quiero que te pierdas en mi piel hasta que ninguna otra piel te haga feliz —confesé, presa del momento.

    Probablemente me arrepentiría de tanta sinceridad, pero que era el amor sin ella: un bastión vacío, frío e inútil, con un guardián solitario y viejo, esperando su muerte."

    No puedo creer cuanto me identifico esa frase!!! Como siempre espero ansioda el siguiente.. x cierto olvidana mencionar q me gusta mucho lo sinceros qe son... saben q la relacion tiene riesgos y tbn cosas buenas... se dicen la verdad sin tapujos...


    Pd: besitos y abrazos muy muy apachurrantes por este hermoso cap!

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  4. Rayooooossss Any y pensar q estabas dudosa de darles su lemon a este par....xD....

    Me encanta como van desarrollado su relación entre temores pero con también con deseos de liberarse....Seele después de tanto se muestra ante Bill como la mujer enamorada q es, eso me encanta porque sabemos q para ella esto es mas complicado en todos los aspectos.

    Este par me hace mucha gracia en sus momentos íntimos, hasta en esos momentos parece q se retan....

    Mi Any quedó pendiente de la próxima "sesión" .....Muaakkkk.

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  5. Anyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy que capitulasoooooo luego decias que no sabias hacer un lemon jajajaja le has tomado el gusto jajajaja me encanto el capi :
    . Sus besos ya no eran en la boca, eran en el oído, en el cuello hasta que se detuvo en mi hombro y me mordió con suavidad. cof cof esto es muy bueno... que imagenes valgame jajajaja como em disfrute el capitulo... todo anda ya mas complicado de lo que parece pero aun no sale a la luz.

    Quiero que me hagas el amor cada vez que lo desees, que te hundas en mí hasta que ya no tengas fuerzas. Quiero que todos tus anhelos reposen en mi vientre como tesoros… quiero que te pierdas en mi piel hasta que ninguna otra piel te haga feliz —confesé, presa del momento.

    del momentooo presa de Billllll oseaaaaa como no decirle estas cosas.... con solo mirar sus ojos se me desatan palabras que jamas pensaria en decir jejeje... Seele es muy billcodiana la verdad jejejejeje muak espero la otra sesion cof cof buenas sesiones estas para curar no? jejejeje gracias por el capi

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  6. Este capi destila total intimidad Andrea. Seele con su análisis sobre el amor (se está bañando en salud) al tiempo que recibe y da las mejores muestras :) No se, tengo un leve presentimiento, pienso que ella se está predisponiendo a "sufrir" ese amor...

    Dos agradecimientos: 1.- Las "cosas sucias y vulgares", ¡son geniales para este momentazo! [y mi lépera imaginación vuela]. 2.- Esos ojazos silenciosos de Bill... ¡Ese gesto!, ¡ese es la verdadera entrega! Que se pierden en tu interior, que te ven en lo profundo (como la mirada de esta fotoooo!!!!)

    Y bueno, Bill sabe que la ama; Seele sabe que lo ama; ambos tienen temor de expresárselo con palabras... ¿Tendrás que pasar acontecimientos desagradables hasta confesárselo? Mmm... Pues a esperar para saberlo :) Me muero de intriga por saber cómo retomará Seele la relación con su paciente... Hasta donde me quedé es que ella piensa que Bill se imagina que asesinó a una mujer... En este sentido yo pensaría que Bill está situado en un estado de indefensión, y que ella, como su médico, se estaría aprovechando de su paciente... ¡Cuidado Seele! ¡Si Luther se entera de tu relación con Bill, pudiera ser el fin de tu carrera! [????????] Jajajajaja!!!!

    Mil gracias Andrea! Me encanta leerte tan seguido, ya extrañaba tu ritmo de escritura :) Recuerdo perfectamente cuando publicabas todos los días nuevo capi <3 Besos!

    Lia Luna

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  7. "No me digas esas cosas sucias y tan vulgares... que me gustan" uffffff! Uf que calor y hay un momento en el relato que pensé que Seele le iba a hacer un oral! Pero mejor eso para otras "sesiones" ( ay ajá).
    Qué rico el estar junto a Bill, después de haber hecho el amor, sin presiones, dejando al sentimiento hablar y bueno aunque las palabras le salieron a Seele, falta poco para que Bill lo pueda expresar abiertamente.
    Perfecto capítulo, lleno de entrega y de amor.
    Besos ♥

    Adriana.

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