jueves, 12 de diciembre de 2013

Cápsulas de Oro - Capítulo XXXI

Capítulo XXXI

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El olor a café recién hecho me atraía hacia la cocina como un imán. El día había comenzado hacía varias horas, pero ni el sol que entraba por la ventana de mi habitación había conseguido despertarme. Intenté recordar cuándo fue la última vez que había dormido así de bien, pero no era capaz de hacerlo. Escuchaba la voz de Tom en la cocina, hablando con alguno de nuestros perros o con todos ellos en tanto la melodía de una nueva canción se paseaba por mi mente, sorprendiéndome.

—Buenos días —dije al encontrar a mi hermano. Su respuesta no fue inmediata pero llegó.

—¿Buen…? —titubeo, como si se preguntara si era yo el mismo hermano que él conocía—. Hay café —se decidió por otra clase de saludo.

—Mmm… ya lo huelo —expresé mi complacencia— ¿Desayunaste? —le pregunté, mientras buscaba una taza.

—No —su voz continuaba dubitativa.

—Haré huevos —dije, a modo de oferta. Tom no dijo nada. Me giré hacia él y alcé una ceja, esperando a que respondiera.

—Estás extraño —se decidió.

—Siempre he sido extraño —caminé hacia la cafetera.

—Ya, pero hoy más —no dejaba de observarme, como si algo en mi atuendo tuviese que darle una respuesta.

—Es la camiseta vieja que uso de pijama —le dije, respondiendo a su insistente mirada. Tom arrugó el ceño algo contrariado, como si estuviese meditando en si debía indagar más o conformarse con mi supuesto cambio— ¿Querrás huevos? —volví a preguntar.

—Sí —se encogió de hombros, sacando un par de tostadas de la máquina.

Comencé a buscar lo necesario, mirando a mi hermano de reojo. Quería contarle tantas cosas, así como me había sentido empujado a confesarle mi tristeza, ahora que me sentía mejor también quería compartirlo con él.

—Me alegra verte bien —dijo, finalmente.

—Gracias —respondí. A pesar de no contarnos los detalles de lo que sucedía con cada uno, el saber que el otro estaba bien era suficiente.

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Era una tarde cálida en Los Angeles. Me encontraba en uno de los tantos parques que había y a mi alrededor la gente paseaba a sus perros, hacía deporte o pasaba el rato; yo esperaba a alguien. Llevaba largos minutos sentado en el respaldo de un banco apartado, protegido del sol y de las miradas por la sombra de un árbol. Entre los dedos mantenía la cápsula dorada que me había dado Michael días atrás. La hacía girar y la observaba con detenimiento mientras las preguntas daban vuelta del mismo modo en mi cabeza: ¿De dónde la habría sacado?, ¿sabía lo que contenía? Llevaba esas preguntas circulando por días y poco a poco se iban convirtiendo en un ser vivo que comenzaba a estrangularme. Ya eran demasiados años con temas no resueltos, sintiéndome miserable, y necesitaba encontrar respuestas, sobre todo ahora que parecía que una pequeña luz brillaba delante de mí.

Alcé la mirada y divisé a Michael. Los lentes oscuros y el andar desgarbado que traía me confirmaban que sus noches de juerga seguían igual. Cuando llegó a mi lado se dejó caer sobre el banco, casi desplomándose.

—Hola —dijo. Su voz sonó pastosa y algo desencajada.

—¿Una noche larga? —quise amenizar. Sabía que lo mejor para conseguir algo de Michael estaba en mostrarme complaciente y alegre.

—Bueno, ya sabes —comenzó a decir, sacando una caja de cigarrillos de la chaqueta—… sexo, drogas —entonces me miró—. Qué tal el rock and roll —sonrió, ofreciéndome un cigarrillo.

—Lento, como una balada mal inspirada —acepté la oferta.

—Hay baladas mal inspiradas que se convierten en veneradas canciones malditas, que uno pone justo antes de apretar el gatillo —fumó como si acabara de hablar del clima.

—Se ajusta a lo que estoy haciendo —acepté, recordando un par de las últimas canciones que había grabado. La mitad de ellas eran como para meterse un tiro entre ojo y ojo.

—¿Y qué te hizo recordarme? ¿Necesitas algo que pueda ofrecerte? —preguntó, sin mirarme, con los ojos puestos en un punto perdido del paisaje.

—Te necesito a ti —respondí, buscando abrirme paso a través de la armadura de dignidad que Michael traía puesta.

Se bajó un poco los lentes y me miró por encima de ellos. Aspiré el humo manteniéndole la mirada.

—¿Tras el árbol? —me propuso. Sonreí.

—No me refiero a eso —había conseguido fracturar su armadura.

Suspiró.

—Debí imaginarlo —dijo, volviendo la mirada al paisaje.

—Vamos —le oprimí el hombro—, regálame una sonrisa.

—No —negó, irritado. Solté una carcajada y él volvió a mirarme—. Sí, anda, tú ríete de mí.

Me quedé un momento en silencio, admirando el paisaje, fumando y esperando a que la curiosidad de Michael lo hiciese perder el juego.

—Maldición —se quejó molesto—. Dime para qué me llamaste.

Metí la mano en mi bolsillo y saqué la cápsula.

—Por esto —se la enseñé.

—¿Aún la tienes? —se sorprendió como si yo fuese un muerto de hambre que le enseña una hamburguesa.

—¿Cómo las consigues? —dije, ignorando su obvia pregunta.

—¿Quieres más? —sugirió. No respondí de inmediato, pero quizás lo mejor sería conocer la fuente de primera mano.

—Sí, unas cuántas más —me guardé la cápsula en el bolsillo de la chaqueta. Fumé un poco más de mi cigarrillo, notando el cuerpo relajado por la hierba que Michael solía poner en ellos.

—¿Para cuándo?

—Lo antes posible —se mantuvo en silencio, yo aproveché ese momento para insistir—. Quiero ir contigo —volvió a mirarme por encima de los lentes.

—¿Quieres prescindir de mí? ¿Ir directo al distribuidor?—preguntó.

—No, sólo tengo curiosidad —me encogí de hombros.

—¿Irías solo? —sabía lo que buscaba.

—¿Quieres que vaya solo? —le coqueteé con descaro, aprovechando esa pequeña ventaja que aún parecía tener sobre Michael. Él suspiró.

—Oh, Bill —se quejó lastimosamente— ¿Porqué eres tan malditamente convincente?

Sonreí, desvié la mirada y le di una última calada al cigarrillo antes de ponerme en pie para apagarlo.

—¿Ya te vas? —preguntó.

—Sí, tengo que estar en otro sitio —contesté, de pie frente a él— ¿Me llamarás? —quería cerrar el trato.

—¿Vendrás corriendo si lo hago? —ahora él me ponía a prueba. Por un momento sentí el toque de mi consciencia como un dedo que golpea dos veces sobre el hombro, pero no podía hacerle caso.

—Vendré tan rápido como pueda —aseguré. Michael se mordió el labio y miró hacia otro lado.
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Seele y yo nos encontrábamos en una de las habitaciones de casa. La puerta estaba cerrada sin cerrojo, algo de lo que ambos éramos conscientes. Manteníamos una distancia de seguridad de unos tres metros, distancia que parecía un océano entero después de haberla tenido tan cerca los últimos días. Ella no me miraba, permanecía escondida bajo las capas de su profesionalidad, esas capas que yo ansiaba desgarrar hasta dejarla desnuda y recorrerla con mimo. Resoplé suavemente ante la imposibilidad de hacerlo.

—¿Vas a preguntar algo, o me tienes aquí sólo para torturarme? —la incité, esperando con ansia su réplica. Me miró, apenas con un gesto amable.

—No traje elementos de tortura —respondió, volviendo la mirada a sus notas.

—Oh, sí que los traes —aseguré. “Un par de hermosas piernas que me muero por separar”, pensé. Ella continuó atenta a sus notas.

La observaba y me imaginaba las múltiples formas en que podría deshacer el recogido de su cabello, o como arrastraría hacía arriba la falda que vestía mientras la acercaba al escritorio que había tras de mí. Me descubrí saboreando el recuerdo de su labial en mi boca y un escalofrío me obligó a erguir la espalda cuando rememoré el modo en que ella empuñaba con seguridad mi sexo.

—No me mires así —dijo, sin cambiar de posición.

—Así, cómo —pregunté, sonriendo.

—Así como lo estás haciendo —aún mantenía la mirada puesta en sus notas. Finalmente me miró—. Recuerda que soy tu médico.

Su expresión era serena y segura, con apenas una sonrisa amable que yo le habría arrancado a mordiscos.

Sí, definitivamente el sexo era adictivo.

Me puse en pie, buscando en mi chaqueta un cigarrillo y la cápsula que me había entregado Michael. Acorté un poco la distancia.

—¿Cuánto tiempo vamos a jugar a esto?—le pregunté, encendiendo el cigarrillo.

—No estamos jugando —dijo, reacomodándose en el sofá— ¿Qué tal va tu ansiedad? —preguntó.

—Aumentando por segundos —le confesé, de pie frente a ella. Seele me miró atentamente como si buscara dilucidar la raíz de mis palabras.

—¿Qué has consumido? —su pregunta apuntaba directamente a mis problemas con las drogas y no a mi actual problema con el sexo.

—Un cigarrillo arreglado —me sinceré, aunque eso para mí no era nada.

Se puso en pie y casi me arrebató el cigarrillo que tenía entre los dedos.
—No me refiero a éste —dije, mientras ella olfateaba el filtro. Luego me miró con reproche.

—No quieres mejorar ¿Verdad? —preguntó. Podía notar el enfado que ardía bajo su pulcritud, una pulcritud que yo ya había desmembrado con besos húmedos y caricias ¿Por qué insistía en esconderse de mí?

—Y tú no quieres comprender ¿Verdad? —la increpé, sosteniendo su mano por la muñeca para tomar el cigarrillo. Notaba su tensión sólo con ese toque. La liberé—. Hoy he estado con Michael —le conté.

—¿Te has visto con Michael?—preguntó algo confusa.

—Sí.

—¿Y para qué? —continuaba interrogándome.

—Quería saber más sobre esto —le enseñé la cápsula dorada.

La miró casi aterrada.

—Oh, Bill —negó con un gesto, tirando sus notas sobre el sofá—. No puedo seguir con esto, estoy haciéndolo todo mal —se llevó una mano hasta la frente intentando contenerse.

—Seele, mírame —le pedí.

—No —se giró, evadiéndome. Sabía lo que estaba pensando.

—Seele —volví a insistir.

De pronto sentí desesperación. Quería, necesitaba que ella creyera en mí. De algún modo Seele se estaba convirtiendo en mi fortaleza, y si había alguna manera de entender lo que había hecho esa noche, ese modo estaba en las cápsulas que Michael me había dado. No iba a cambiar los hechos, pero sí las razones y eso era lo más cerca que estaría de la salvación.

—Mírame —supliqué, sin atreverme a tocarla. Se giró y me miró directo a los ojos. Las poses ya no nos ocultaban ni a ella ni a mí, éramos como dos almas transparentes que no podían esconderse una de la otra.

Le acaricié la mejilla con el dorso de los dedos. Seele no evitó la caricia pero sostuvo mi mano para retirarla.

—Siempre hay un momento para parar, y creo que éste es el nuestro —su voz sonó triste, tanto, que no supe si era su tristeza la que me apretaba el pecho o la mía al oír sus palabras.

—No, no… Seele —le rogué—, estoy bien, mucho mejor desde que estoy contigo, pero necesito respuestas y esto me las puede dar —intentaba convencerla, porque sabía que la poca estabilidad que había en mi vida la estaba consiguiendo con ella.

La desesperación es como un nudo que te cierra el pecho, que estrangula la esperanza y convierte todo lo que te rodea en una mala pintura derretida por el fuego.

—¿Y en qué puede ayudarte eso? —indicó la cápsula en mi mano.

—Esta es una pastilla como la que me dio Luther aquella noche —le expliqué, dejando que las palabras se atropellaran por el ansia que sentía de explicarme. Seele parecía más receptiva. Su mirada me mostró a aquella mujer inteligente que comenzaba a deliberar, y un suspiro de alivio me ayudó a respirar.

—No puedes estar seguro, ha pasado mucho tiempo —dijo.

—Tengo una —le conté.

—¿La has conservado? —se sorprendió.

No dije nada. Fumé, intentando controlarme.

—Aún no me crees —sentencié.

Me miró atentamente durante un largo minuto en el que ninguno de los dos habló. Y el tiempo se convirtió en una cápsula en la que nada pasa, en la que nada huele o suena. Seele me mantenía en vilo, como el prisionero que espera el veredicto casi sin aire, casi sin fe.

—Nunca pensé que al adentrarme en tu mundo el mío se desplomaría como lo ha hecho—en su voz se mezclaban las notas de todos sus sentimientos, como una compleja composición musical que necesitabas oír muchas veces para comprender. Me sentí abatido por su declaración. Apagué el cigarrillo, estrellándolo contra el cenicero.

Se acabo. La luz había durado unos cuantos días en los que yo le había cedido las riendas a la esperanza.

—Quizás tengas razón y ha llegado el momento de dejarlo —dije, inseguro, sin saber si estaba aceptando su propuesta o imponiéndome un castigo. Su mano se posó sobre la mía que aún restregaba el saldo del cigarrillo contra el cristal.

—No puedes pedirme que crea que has cometido un crimen tan horrible, simplemente me niego a creerlo, y eso me convierte en la peor ayuda que puedas tener —concluyó. Nos miramos y supe que ni yo podía pedirle que me creyese, ni ella podía pedirme que la dejara ir.

—Las sesiones no funcionaran —le advertí, acercándome lo suficiente como para sentir su aliento sobre mi boca—. No son sesiones lo que necesito.

—¿Y qué necesitas? —preguntó, ansiosa, casi famélica. Ambos estábamos rozando el límite de la prudencia, porque más allá de lo externo algo tiraba de nosotros y nos empujaba ineludiblemente a la unión.

¿Serían la desolación, la desesperanza o el dolor, los caminos que nos llevan a lo más sagrado de nosotros mismos?

—Que creas en mí, aunque ni yo mismo lo haga —solté el cenicero, sin importarme el ruido que haría al caer al piso, o si se quebraba, astillaba o rebotaba hacia algún rincón de la habitación. No me importaba que se desperdigara mi control en un estallido por la casa entera; sólo me importaba tocar su boca con la mía y apretarla en un abrazo asfixiante. La bese, deseando que la caricia firme de mis besos le contara lo que mi voz no sería capaz de decir. Sentí su humedad, su tacto, la dócil manera en que su boca se abría para mí. La escuché quejarse, suspirar muy despacio y sin aliento. Si tan sólo la vida pudiese detenerse cuando sientes que lo tienes todo.

Escuché la puerta abrirse y dejé de besarla, entonces vi a Tom de pie en el umbral.

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Continuará.

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N/A
Es increíble como las historias se llevan un pedacito del alma cuando las escribes.

Espero que este capítulo les haya gustado y que acepten y comprendan cada parte de Cápsulas, que se ha ido gestando con el tiempo.

Un beso, y muchas gracias por leer y comentar


9 comentarios:

  1. OMGGGGGGGGG los vieron (lixi se esconde detras de la puerta) que pasara que pasara... se armará una... el capitulo ha estado realmente bueno... para mi Bill a mejorado... es como que lo que en verdad necesitaba lo encontro en Seele... ufff en que problema se metera si sigue las pistas de esas capsulas (me dio escalosfrios)
    —No me mires así —dijo, sin cambiar de posición.

    —Así, cómo —pregunté, sonriendo.

    —Así como lo estás haciendo —aún mantenía la mirada puesta en sus notas. Finalmente me miró—. Recuerda que soy tu médico.

    Su expresión era serena y segura, con apenas una sonrisa amable que yo le habría arrancado a mordiscos.

    Sí, definitivamente el sexo era adictivo.
    Esta parte me ha encantado ejjeje tengo unas cuantas imagenes de sus ojos que reflejarian ese momento exacto grrrrrr que sexi... en fin... espero ansiosa el otro capi Tom va a guindarla por las orejas que no se supone que es su doctora??? jejeje pero si Bill le explica algunas cosas sera que entiende??? espero que si... besitos any

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  2. Andrea querida: he estado leyendo ( con calma y tiempo por fin!!!!!!!) el devenir de esta apasionante historia, esa misteriosa cápsula dorada que provocó a Bill aquellas alucinaciones( sí, creo que es así, que por supuesto no es un delincuente ni un homicida, sino que el manipulador miserable le dio una metanfetamina que le provocó al unirse con el estrés de su carrera efectos psicóticos no? una alucinación, una visión engañosa tal vez preparada como atrezzo por una mente diabólica...literariamente me ha gustado mucho el símil de la cápsula del tiempo, era, digamos, "ad hoc" :) No comparto la idea de Bill de que las sesiones no están funcionando: una persona que busca su propia salvación, que lucha por recuperar su vida en lugar de dejarse caer por la pendiente de la autodestrucción, está en términos absolutos, "curada" y ya es cuestión de que el destino aparecido con la forma y figura de amor le ayude a encontrar la salida definitiva...lo que me sigue pareciendo una situación límite es la de Seele, por el código deontológico de su profesión, muy estricto a la hora de restringir al máximo las relaciones terapeuta-paciente, y las poquísimas posibilidades que tendría de seguir ejerciendo su vocacional carrera justo en su caso inaugural...me da un fuerte ataque de empatía con ella; no es para nada infrecuente verse constreñido a tener que elegir en algo de tanta trascendencia para tu identidad, para tu felicidad. Dejo para el final q quien es mi confesada debilidad: mi Tom, que aparece en el momento menos previsto en el lugar menos indicado....ainnnssssss
    Muchísimas gracias, tesoro, por esta hermosa historia ♥

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  3. Pues con el tiempo y pasa lode la cerveza club Colombia O_O "
    "las mejores cosas de la vida toman tiempo "
    Pues me encanto , aqui hay amor ♥ y eso me fascina .
    Ojala Seele pueda darle esa confianza que el necesita y el mismo descubra todo lo necesario eh!

    ainss no me la perdere estas vacaciones

    PD: La peque te quiere

    att: YUYISK ROSE

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  4. ...Si tan sólo la vida pudiese detenerse cuando sientes que lo tienes todo....Ainssss q frases tan hermosas usas mi Any.

    Me encanta cómo va evolucionando la historia y los personajes con ella, ver a Bill interesado en resolver el misterio q tanto lo atormenta me gusta, por fin siente las ganas de liberarse del yugo q le ha impuesto Luther y eso ya es bastante....Seele pobre ella si la tiene complicada por un lado la responsabilidad profesional de sacar adelante a su paciente y por el otro sus sentimientos mezclados, quizá tiene q entender q es como mujer q lo puede salvar...

    Tom...xD q muchacho mas inoportuno, justo cuando las cosas se ponían mas "interesantes" se le ocurre aparecer y pobre por que ya me imagino la cólera q pasará...Aaayyy Seele ya quiero ver cómo saldrás de esa?...

    La aparición de Michael me ha dejado con una idea de conspiración...*mi lado detestivezco activado* jeee jeee jee

    Muaakkk mi admirada Any, siempre un gustazo leerte *__*

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  5. Derretida como bruja de cuento, ¿cuenta como paga?

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  6. Ainsssss!!!! Los vieron!!!! Y ahora!!!???? Tom pegara el grito al cielo!!! Y adioz Selee y adios sesiones y adios carrera!!! Deozzzz.. . Espero q sea un poco comprensivo el gemelo...Bill ha cambiado gracias a Selee y al amor q siente... solo deben dejarlos seguir...


    —Las sesiones no funcionaran —le advertí, acercándome lo suficiente como para sentir su aliento sobre mi boca—. No son sesiones lo que necesito.

    —¿Y qué necesitas? —preguntó, ansiosa, casi famélica. Ambos estábamos rozando el límite de la prudencia, porque más allá de lo externo algo tiraba de nosotros y nos empujaba ineludiblemente a la unión.

    ¿Serían la desolación, la desesperanza o el dolor, los caminos que nos llevan a lo más sagrado de nosotros mismos?

    —Que creas en mí, aunque ni yo mismo lo haga —solté el cenicero, sin importarme el ruido que haría al caer al piso, o si se quebraba, astillaba o rebotaba hacia algún rincón de la habitación. No me importaba que se desperdigara mi control en un estallido por la casa entera; sólo me importaba tocar su boca con la mía y apretarla en un abrazo asfixiante. La bese, deseando que la caricia firme de mis besos le contara lo que mi voz no sería capaz de decir. Sentí su humedad, su tacto, la dócil manera en que su boca se abría para mí. La escuché quejarse, suspirar muy despacio y sin aliento. Si tan sólo la vida pudiese detenerse cuando sientes que lo tienes todo.


    Y ahi me toco el alma... yo tambien quisiera congelar tantos momentos ultimamente... uffff... bueno.. espero ansiosa el siguiente.
    Pd: besitos y abrazos mega apachurrantes!! Te quiero <3

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  7. Wooowwww! Veo mucha acción! Bill está en franca recuperación! Muchos signos de ello. :) Emitir un "buenos días" cargado de energía es un enorme logro! Jjajaja, quisiera verle la cara a Tom, no se la cree!

    Michael me encanta! Me parece un personaje que no podía faltar en esta historia, representa el lado jovial, tentador, acompaña a los chicos en un ambiente muy real, y bueno, aunque no me gusta que Bill lo utilice de esa forma..., el chico precisamente tiene que jugar el papel de arriesgado, inconsciente, vividor; él es el "segundo" que muchos jóvenes creen que deben vivir de esa forma y no más profunda....... ¡Que compartan conmigo esos cigarrillos! [qué falta me hace....]

    Yo estoy de acuerdísimo con Bill, ya no considero que esas sean las sesiones terapéuticas de una profesional. Lo siento Seele... me disculpo contigo pero la estás "geteando".

    Concluyo que Bill ya tiene tramado un plan que no quiere compartir con nadie, ni siquiera con Seele. No es que vuelva a caer en las drogas, es que sabe que por ahí puede llegar a descubrir y a combatir, desde adentro. ¿Será un infiltrado? :)

    Mil Gracias Andrea!!! Lo he disfrutado muchísimo!

    Lia Luna.

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  8. ¡¡¡¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!! por Dior, Tom los vio O.O
    que pasará, Tom aceptara esta nueva situación. Seele desmentirá que tiene algo con Bill o dirá la verdad. *__* y Bill se convertirá en espia O_O

    Quiero leer el capítulo siguiente, me desespero por saber. Estoy como loquita jejejej


    Besos y abrazos enormes

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  9. Al inicio del relato, conforme iba leyendo la interacción entre Bill y Tom me decía "dilo Bill, dile la verdad a Tom" pero todo se había quedado en una aceptable platica más armoniosa entre los gemelos.
    Acaso Michael llevará a Bill a la pista correcta? Mmm, supongo que hay varios distribuidores de drogas, entonces no sé si Bill encuentre las respuestas apropiadas.
    Jeje Seele, demasiado tarde para plantear el retroceder, Bill demasiado tarde para pensar en que todo lo hecho no vale la pena. Por supuesto que avances han habido y por ejemplo en este capítulo se notó eso... creo que es más cuestión de paciencia y tiempo para que eso se logre (aunque si Seele y Bill terminarán siempre enredados en la cama. ..ese es un gran distracción Jeje).
    Honestamente esperaba este momento en que Tom ss enterará de todo... claro las circunstancias no fueron las correctas, pero es necesario que él sepa la verdad. Aunque habrá que esperar a saber si Tom ahora es el que dejará que hablen y como actuará con Seele!
    Se armó la gorda dirían en mi país! !
    Besos.
    Adriana.

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