martes, 25 de marzo de 2014

Cápsulas de Oro - Capítulo XXXVII

Capítulo XXXVII
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Me encontraba medio dormida. Había apagado las luces un rato atrás cansada de esperar a que Bill llegara, la última vez que miré la hora pasaban de las dos de la madrugada. Me despertó del todo el ruido de un coche en la calle y esperé para saber si se detenía o seguía su camino, supe que no se trataba de Bill cuando hizo lo segundo. Volví a mirar la hora, iban a ser la tres. Marqué su número y escuché el tono de llamada hasta que saltó el buzón de voz del mismo modo que había hecho en las dos llamadas anteriores. Dejé el teléfono sobre la mesilla casi de un golpe ¿Dónde estaba?

Las hipótesis en mi mente eran variadas, y pasaban desde un revolcón con la chica con la que se vería, hasta el consumo de drogas.

—Maldita sea, Bill —mascullé entre dientes, dándome la vuelta en la cama. Suspiré, el enfado no me dejaría dormir en horas. Me senté, en medio de la oscuridad, intentando pensar en qué podría mantenerme la cabeza ocupada.

Tenía una biblioteca junto a la cocina, al lado del único sofá que había en mi departamento. Comencé a buscar algún título que me iluminara casi a las tres de la mañana. Encontré uno que hizo clic en esa parte de mí que debía ser mi alma: Psicosis atípica o transitoria. Regresé a la cama y comencé a leer bajo la luz de una pequeña lámpara.

Primero que todo debemos considerar que cada persona posee un grado de locura. Esta se desarrolla, o no, según sea la capacidad que tenemos cada uno de encajar los eventos de nuestra vida…

La lectura avanzó, y me sentí como en los primeros años de mi carrera en los que me amanecía estudiando para algún examen.

A eso de las seis de la mañana me dio hambre, así que preparé café y comencé a alistarme para lo que sería un largo día, después de una noche en vela. No había vuelto a llamar a Bill, pero él tampoco había respondido a mis llamadas.

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Bill permanecía inerte, echado en una cama de una buhardilla de West Hollywood. Con un brazo colgando por un costado, nada apuntaba a que estuviese vivo sólo el pequeño movimiento de su pecho al respirar. Junto a él se encontraban un chico y una chica, además de unas cuantas personas en los sofás. La cortina estaba cerrada, así que en aquella buhardilla la noche permanecería por muchas horas.
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La sala de espera del Instituto Médico Legal de Berlín era un sitió lúgubre, casi oscuro, debido a que la luz entraba filtrada por las altas ventanas. Era un edificio antiguo, probablemente de principios del siglo pasado. Tom esperaba su turno con el trozo de papel blanco que marcaba su número de atención. El ambiente que lo rodeaba era molesto, se escuchaban conversaciones susurradas entre unas y otras personas; él permanecía con la cabeza baja, cubierto con la gorra de la sudadera, no podía permitir que alguien le reconociera. Por mucho tiempo que hubiese pasado se encontraba en Berlín, en su Alemania natal, un sitio en el que la imagen de él, de su gemelo y de la banda, se había quemado de tanto aparecer en los medios. Por aquel entonces ellos se sentían fascinados de aparecer en televisión; con el tiempo comprendieron que no todos los programas eran un buen sitio para que se hablara de Tokio Hotel.

Treinta y cuatro. Marcó el letrero electrónico con sus números verdes. Aún le faltaban dos turnos para ser atendido y ni siquiera sabía cómo iba a preguntar por una chica de la que no tenía ni el nombre. Desconocía del todo las normas para estos casos, pero esperaba que hubiese alguna forma de conseguir información.

El treinta y cinco llegó pronto. Miró la hora en su teléfono y pensó en llamar a su hermano, pero para él aún sería de madrugada y Bill no ponía los pies en el suelo antes de las doce del día.

Treinta y seis. Su número apareció en la pantalla y Tom se puso en pie de inmediato. Avanzó hasta el módulo asignado y se sentó, quitándose la capucha de paso.

—Buenos días —dijo el hombre, tras el escritorio. Tom se sintió aliviado de que fuese un hombre, porque las posibilidades de que lo reconociera bajaban considerablemente.

—Buenos días —respondió, apretujándose la rodilla con una mano a causa del nerviosismo. Se sentía como un letrero de neón brillante e imposible de pasar desapercibido.

—Dígame ¿Qué se le ofrece? —Tom pensó que muchas personas vendrían aquí para identificar a sus seres queridos, y quizás esa era la razón por la que el hombre lo trataba con cortesía y hasta calma.

—Quiero preguntar por una chica —se aventuró. No sabía de qué manera plantear su pregunta.

—¿Su nombre? —preguntó el funcionario, con los dedos preparados pare teclear y con la mirada puesta en la pantalla de su computadora.

—¿El mío? —Tom se puso nervioso. El hombre lo miró.

—El de la chica —le aclaró.

 —Oh, pues bueno… no lo tengo —dijo, sintiéndose estúpido—. Es mi hermano quién lo sabe.

El hombre dejó su posición ante el computador y lo observó con atención.

—¿Hablamos de una muerte reciente? —quiso saber.

—No —se apresuró a responder, al menos sabía eso—. Hace unos cinco o seis años.

—¿Y nadie ha reclamado el cuerpo? —insistió con las preguntas.

Tom comprendió que necesitaba otra estrategia.

—Quizás sí, no lo sé. Es una persona desaparecida —intentó.

—Oh, ya entiendo —comenzó a rebuscar nuevamente en el computador. Tom sentía que los segundos que tardaba el hombre se convertían en minutos largos y pesados. Lo vio imprimir una hoja de papel y marcar algunas secciones con una equis—. El solicitante tiene que rellenar aquí, con el nombre de la persona a la que busca y qué parentesco le une a ella: madre, hermana, prima, novia. Cuando lo haya rellenado deber traerlo aquí y enviaremos su solicitud.

—¿Qué pasará después? —indagó, buscando la mayor cantidad de información posible.

—Si la solicitud es aceptada, se le llamará para que pase a hacer un reconocimiento por fotografía de las personas que hayan llegado a este centro durante el margen de tiempo que el solicitante indique. Le advierto que la revisión puede ser larguísima. Mientras más detalles nos dé de la fallecida más se reduce el tiempo de trámite de la solicitud.

Con esa información Tom supo que no había mucho que él pudiera hacer: no conocía a la chica, y no podía dar su nombre ni el de su hermano para la solicitud.

Salió del edificio y marcó el número de Bill, aunque fuese de madrugada lo llamaría.

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Mis tacones repiqueteaban en el suelo del hospital, del mismo modo que lo hacía en mi cabeza. Cada sonido parecía aumentado diez veces, debido al dolor de cabeza que tenía por la falta de sueño. Me dirigía a la zona de farmacia para pedir un par de analgésicos que me ayudaran, y luego daría mi tercera vuelta del día por la máquina de café.

Tom me había llamado casi al salir de mi apartamento. Sonaba preocupado por Bill.

—¿Estás con Bill? —había sido su primera pregunta. No un hola, o un buenos días.

No pudo esconder su contrariedad cuando le dije que no sabía de él desde el día anterior.

—¿Podrías pasar por casa para saber de él? —preguntó con un tono suave y hasta comedido.

—Ahora voy al trabajo —había sonado dubitativa. Una parte de mí estaba muy molesta con Bill como para preocuparse por él.

—Me preocupa —murmuró.

—Pasaré de camino. Te llamo —tenía tiempo, aún era temprano para comenzar mi turno.

Tom me lo había agradecido, pero luego, cuando le llamé informándole que en su casa nadie me abría, no pudo disimular su enfado.

—¿Podrías pasar otra vez, más tarde? —insistió.

Y yo, nuevamente había aceptado.

—¡Seele! —escuché a Benjamín. Cerré los ojos un segundo y al siguiente me di la vuelta y le sonreí.

—Hola —le hablé con amabilidad. No había pasado por su casa ni había vuelto a llamar desde que le pedí que me cubriese.

—¿Qué te pasó esta mañana? No fuiste a desayunar —me alcanzó.

—No, bueno. No tenía hambre —le resté importancia, retomando mi camino a la farmacia.

—No lo puedo creer —dramatizó, bromeando—. Tú, la devora barritas de cereal ¿sin hambre?

Sonreí apenas, sólo para seguirle el juego.

—¿A dónde vas? —me preguntó, ya más serio, al ver mi poco entusiasmo.

—A Farmacia, por un analgésico —me sentía desganada.

—¿No dormiste? —lo miré de reojo. Benjamín me conocía demasiado bien.

—Me quedé leyendo —no me servía de nada engañarlo, aunque no necesitaba darle la razón real de mi desvelo.

—Ah —aceptó— ¿Y qué, si se puede saber?

Típico de Benjamín.

—¡¿Y qué más da?! —le sonreí, dándole un pequeño golpe con la mano en el pecho, no podía permitir que me llevara a su terreno analítico porque sospechaba que con el enfado que sentía sería capaz de contarle todo con lujo de detalles.

—Auch —se quejó entre risas—. Esto me lo tendré que cobrar.

—¿Y cómo?

—Con una invitación.

—¿A dónde me vas a invitar? —continué bromeando.

Él suspiró.

—Al cumpleaños de Christine —me sorprendió.

—¿Christine?

—Sí.

—¿Tu Christine? —insistí.

—Sí, sí —se fastidió—. Esa Christine.

—Vaya —pude exclamar.

Ella había sido el amor de adolescencia de Benjamín. Cuando él comenzó a prepararse para medicina, Christine se había divertido modelando de forma esporádica para algunas tiendas y eventos. Lo demás lo había hecho el tiempo y lo alejado de sus intereses. Habíamos hablado sobre el tema por largas horas, y ambos coincidíamos en que era una parte inconclusa de su vida.

—¿Qué quieres? —quiso defenderse— Me la encontré en uno de estos fines de semana en los que tú no me has acompañado de fiesta y me invitó.

—¿Y en calidad de qué iría yo? —pregunté, sin responder a su acusación.

—Mi amiga. Una amiga entrañable —se me acercó un poco al oído, buscaba encontrar complicidad y confianza en mí.

—Bueno, está bien, creo que podré defenderte de tu primer amor —dije, para quitarle relevancia.

Benjamín sonrió.

—Y ahora, dime dónde has estado estos días —me interrogó.

No sabía en qué universo era posible pensar que Benjamín desistiría de un interrogatorio. Sólo esperaba a que los analgésicos me quitaran el dolor de cabeza.

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Comencé a recuperar la consciencia, no encontraba otra forma de definir lo perdidos que estaban mis sentidos. El cuerpo me pesaba, los párpados me pesaban, y aunque ya estaba despierto no podía moverme aún. Fui reconociendo poco a poco los elementos más cercanos, mis brazos, mis piernas, una almohada sobre mi cabeza… cómo me dolía la cabeza. Abrí los ojos con dificultad, con un movimiento lento que me ayudó a inspeccionar la penumbra en la que estaba ¿Qué hora sería?, ¿las nueve, las diez de la mañana? No, dudaba que eso fuese todo lo que había dormido, me sentía abatido, como si mi cuerpo llevase un día completo sin moverse.

Me masajeé la sien con los ojos cerrados y comencé a buscar en mi memoria el momento en el que me había acostado, pero no lo conseguía. Ni siquiera recordaba cómo había llegado a casa ¿Había conducido? Quise sentarme y choqué con alguien junto a mí ¿Seele? ¿Estaba con ella? Conseguí sentarme y enfoqué la mirada. Era un hombre, que a su vez era abrazado por una chica, ambos estaban desnudos. En ese momento comencé a sentir un atisbo de angustia. Me toqué el pecho en busca de mi propia ropa, pero no llevaba la camisa; mis pantalones seguían en su lugar aunque estaban desabrochados y no llevaba el cinturón.

—Mierda —murmuré entre dientes, poniéndome en pie con  cuidado para no perder el equilibrio.

Me acomodé los pantalones y comencé a buscar mi camisa entre las prendas que había en el suelo. Dos veces me agaché para reconocerla, y en ambas ocasiones el dolor de cabeza casi me deja tirado. Tomé aire profundamente para no vomitar.

¿Qué mierda había tomado?

Hasta dónde recordaba habían sido vodka, nada que no pudiera tolerar. Entonces ¿En qué momento todo se había nublado?

—¿Bill? —escuché la voz imprecisa de Michael que levantaba la cabeza en medio de las almohadas.

Pensé en mantenerme inmóvil y que él pensara que ya me había ido, pero la penumbra era suficientemente clara como para que me distinguiera del mismo modo que yo lo veía a él.

—Me voy —dije, encontrando el valor para volver a agacharme y recoger otra prenda.

—¿Por qué?... aún es pronto —alcanzó a expresar.

Lo cierto es que no sabía ni qué hora era. Ni siquiera tuve que responder porque Michael se había vuelto a dormir.

Miré la prenda que acababa de encontrar y luego de un par de vueltas me pareció que era mi camisa; de todos modos me la puse. Cualquier cosa me serviría para salir de ahí. Lo siguiente sería encontrar mis zapatos. En medio de la búsqueda me obligaba a recordar los pasos que había dado. Sentía la boca seca, necesitaba agua.

Michael se había quedado conmigo en la terraza, habíamos estado hablando de otra fiesta a la que asistiría el fin de semana y me invitó a ir con él. Recordaba que no le había dado ninguna respuesta, a pesar de que intentó convencerme de que podríamos ver a su distribuidor. Luego de eso había ido por una botella de vodka y al cabo de unos minutos una chica se nos unió.

—Te presento a… —ya no recordaba el nombre.

Di con uno de mis zapatos, el otro debía estar cerca.

Me llevé las manos a la cabeza como si al presionar el dolor pudiese disminuir, pero aquello era una fantasía. Miré en dirección a lo que sería la sala, sobre los sofás había cuerpos abrazados.

—He traído una chica, como sé que te gustan —había dicho Michael en algún momento.

Barrí el suelo con el pie descalzo, y encontré otro zapato; afortunadamente era el mío.

Salí de la habitación con cautela, verificando que en los bolsillos de mi pantalón se encontraban mi móvil y mis llaves. Atravesé la sala con el mayor silencio posible. Tuve que cerrar los ojos, hasta que sólo eran un par de rendijas por las que mirar, cuando la luz del día me dio de lleno fuera de aquella buhardilla que más parecía un refugio de vampiros. Tendría que aguantar la luz hasta llegar al coche, en la guantera tenía lentes oscuros.

Miré mi teléfono, se había quedado sin batería. Genial.

El pasillo fuera del departamento de Michael era largo y no parecía tener más vecinos en este piso. Caminé hasta el ascensor, y antes de darle al botón de llamar me senté en el suelo y me permití esconder los ojos de la luz. Me sentía rancio, cansado, mal oliente… pero sobretodo incapaz. Todo comenzaba otra vez: las horas perdidas, la culpabilidad, el miedo.  Sabía que lo mejor era irme a casa y dormir unas quince horas luego de una ducha. Más tarde tendría tiempo de enfrentarme al yo que al parecer nunca me había abandonado.

—Vamos, anímate —oía la voz de Michael incitándome a unirme a él y a la chica en la cama, mientras ésta le iba abriendo el pantalón—. Sé que te da morbo, y el morbo siempre ha sido la droga por excelencia —había tomado mi mano, sonriendo—, simplemente ahora todo el mundo la consume sin reparo porque está legalizada —tiró de mí hacia la cama.

Sentía que la culpa era algo que deambulaba alrededor esperando a filtrarse por mi escudo de carne y hundirse en mi consciencia. Quizás aún estaba drogado de alguna manera y ese estado era el escudo que me protegía, porque todavía no me pesaba como sabía que lo haría.

Somos tan complejos que nunca estamos satisfechos con nosotros mismos, y mientras tanto nos dañamos, y dañamos, sin piedad.

En ese instante me permití pensar en Tom y en Seele, pero todo dentro de mí estaba revuelto y no conseguía saber qué sentir.

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Continuará.

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N/A

Aquí les traigo un nuevo capítulo que espero les haya gustado. Necesitaba contar lo que significa recaer, cómo los sucesos pasan como si te los contaran sin que puedas detenerlos ni detenerte. Bill es un adicto, aunque esté en camino de rehabilitarse no puede hacerlo como por arte de magia. En lo personal creo que el amor ayuda, pero hasta que una persona comprende que se merece ser amada, la rehabilitación es una constante caída.

Un beso, espero sus comentarios :D

Siempre en amor.

Anyara



9 comentarios:

  1. Holitas mi any O/ aqui Lixi presente... el capitulo me ha parecido magnifico... es que es normal Bill no puedo rehabilitarse asi no mas... necesita mucha paciencia de los que estan a su alrededor y el necesita comprender que puede hacerlo... aunque quizas todo termine cuando se descubra que paso con la chica ya que si aun se siente culpable de lo que ha echo seguirá cayendo... me gusta mucho esta historia tiene ese toque oscuro de la vida que me vuelve adicta =D muchos besitos mi Any (ya decia yo que Seele no dormiria, yo no lo haria) eejejeje muak TQI

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  2. Retiro mi comentario del capitulo anterior. Donde dice que Bill no ha caido.
    Volvio a caer, eso en parte me puso triste. Y creo que en parte es por culpa del silencio sepulcrar de Seele, como lo dije en mi comentario anterior el necesita apoyo y saber que lo quieren.
    No se que mas decir, espero que la historia de un giro, aunque va poco a poco, desenmarañando esta red.
    Espero seguir leyendo.
    Besos.
    Jen Gatta Marquez

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  3. Ainsss mi pobre Bill necesitara ser tan fuerte para salir dr esto... y eso que ser debil no es algo que se le de pero es un ser humano adicto y ese es su punto debil vamos a necesitar mas dosis de amor para ayudarle! JEjejeje...

    Pd: besitos y abrazos muy apachurrantes <3

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  4. "¿Nunca has sentido que te encuentras algo tan bueno en la vida lo disfrutas y eres feliz con ello, pero sabes que no te lo mereces, y de ese modo lo boicoteas hasta que nada bueno queda de aquella ilusión?" El inconsciente siempre reacciona ante nuestros deseos mas oscuros, Bill ha recaído y ahora que sucederá, Seele tendrá que poner toda su cordura en salvarlo o lo hará caer a un mas profundo eso se puede? Tom pobre con tan poca información, que valentía. Saludos y he pagado mi deuda.

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  5. No oculto que me ha producido cierta tristeza esta parte de la historia, por cierto magníficamente contada, de la vuelta a los infiernos de Bill. Esta es una de las razones por las que yo siempre he odiado las fiestas al límite, las drogas, el alcohol, el q no encuentres tu ropa ni tus zapatos, que no sepas ni con quién has estado. Deseo con todas mis fuerzas que sea la última vez que Bill pasa por esto, porque ahora que sabe que no está solo, no tiene ninguna necesidad de esta travesía por el desierto. Tom tan perdido en los laberintos burocráticos pero tan deseoso de ayudar, qué lindo. Muy logrado, mi Any, y muy real, aunque nos cause pena.

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  6. Vaya, la recaída... En el capítulo anterior había notado que Bill tenía cierto interés en conocer al distribuidor, pensé que utilizaría el engaño como una estrategia para sacarle la información a Michael... Persiste el interés, sin embargo está colocado en una situación aun más difícil, porque es un consumidor. Aun cuando sabe que está en el camino incorrecto, su recaída es muestra de que su voluntad es nula, a menos de que haya sido drogado involuntariamente. Si él recordara qué sucedió y lo hiciera consciente, tiene mayores posibilidades de jugar el juego a su manera.

    Quizás voy a ser severa con Seele, pero quiero expresarlo. Me quedo con la sensación de que ella perdió su Norte. Ya no es más su terapeuta, pero tampoco es la pareja que puede influenciar positivamente en Bill. A partir de que Tom está enterado de todo, ella se diluyó como una persona que pudiese ayudar a Bill, a menos que asuma alguna "responsabilidad" en su relación. ¿Acaso Seele no se comporta como invitada a las fiestas de West H, igual que Bill? Ella siempre está ahí para satisfacer las necesidades físicas de él (si, se que el sexo es una forma de recibir y otorgar amor en este Bill XD ), pero de otra forma ella no ha interferido en la sique de Bill... ¡Él mismo lo ha expresado! ¡Está convencido de que ni con todas las sesiones con Seele pueda recuperarse! La recaída de Bill no solo es por una necesidad adictiva de la droga, ¡Seele! ¡¡Hay que continuar hurgando en esa mente!! XD

    Me encanta que Tom continúe de investigador :) Mil gracias por el capi!

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  7. Hola anyara, bueno pues como te prometí aquí yo comentando y pues he querido hacerlo en todos las capítulos pero es tanta la emoción que me invade que al final ya no se con que palabras comenzar, he de confesar que me había atrasado un poco pero ya me he puesto al corriente y he sido muy valiente al terminar a las 3 de la mañana, me he leído también la serie erotica que, pensé que eran historias diferentes y anteriormente ya me había leído capítulos random pero ahora que pude seguir continuamente me he dado cuenta que todo se basa en una la misma esperanza del amor, se basa en la misma pareja que anhela verse y que anhela “doblar la hoja de papel" es hermosa la manera en la que interpretas la manera soñadora y fantástica de ver el amor.
    Respecto a cápsulas, bueno sabes lo que opino, se que es compleja de escribir por que hasta es compleja de entender pero finalmente el resultado de cada capítulo es de 10 estrellitas.
    En este capitulo creo que vino lo que se esperaba, y como dices, su recuperación no seria por arte de magia. Seele está tratando de hacer todo lo posible por curar a Bill y esperó no se ekoje puesto que una recaída se ve venir de todo tipo en recuperacion, lo importante es que Bill quiere cambiar. Esos recuerdos y las cápsulas lo están destruyendo pero a la vez Seele se puede convertir en su droga mas adictiva que, no se si a largo plazo sea algo positivo.
    En fin, besos any y ya para no atrasarme hice un acceso directo en el movil ... :) saludos
    Atte: Monserrath O.

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  8. Aaayyyy Bill creí q ya había salido invicto esta noche....pero el pobre está en un momento delicado de su proceso y sigue inmerso en un ambiente peligroso para él....me decepciona la actitud de Seele yo espero mucho mas de ella como profesional y como pareja de Bill...

    Tom, pobrecillo pero él intenta ayudar a su gemelo de la forma posible, sé q lo conseguirá.

    Besitos mi Any, quedo pendiente del próximo cap

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  9. Las recaidas siempre son una posibilidad en los adictos :( *lo sé por mi historia familiar* Espero que esas recaidas sean cada vez mas distantes una de otras, hasta que no haya mas.

    Uff Tom esta cada vez más cerca de la historia mas oscura de Bill, ojalá que este pueda brindarle la informacion necesaria para llegar a Ella. Qué pasara, que harán cuando lleguen ante Ella, podrán encontrar alguna solucion a la situacion de Bill.


    Me encanto leerte <3

    Besos

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