martes, 20 de mayo de 2014

Cápsulas de Oro - Capítulo XXXIX


Capítulo XXXIX
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Comencé a despertar con un molesto dolor en el cuello, siendo consciente de la mala postura con la que me había dormido. La luz parpadeante del televisor era lo único que iluminaba la sala. Bill y yo nos habíamos quedado en el sofá, abrazados y en silencio, mientras pasaban una película. Recordaba el silencio pero no lo película, no le había puesto mucho interés. Todas las sensaciones de aquel día parecían cobrar su precio a mi cuerpo y me sentía cansada. Me dormí, no estaba muy segura de en qué momento, pero al parecer hacía ya un rato porque ahora pasaban otra película. Me moví suavemente, no quería despertar a Bill. Había descubierto un extraño placer en observarlo dormido. Estaba sentado e inclinado hacia un lado con su brazo por encima de mi hombro. Lo miré con la calma que me daba su ignorancia, y recorrí su perfil, cincelándolo con los ojos. Me dolió el corazón al recordar la primera mirada que le di al inicio de nuestras sesiones y lo hermoso que me pareció. Me reí bajito para no hacer ruido, porque ahora era consciente de esa apreciación que hice de él, pero entonces sólo me pareció atractivo, del mismo modo en que te lo parece un hombre cualquiera que pasa por tu lado en la calle. Es increíble como los sentimientos convierten en única a una persona, como le otorgan un lugar de importancia por encima de todo lo demás. Sonó una música característica en la película que estaban pasando y sólo en ese momento me di cuenta de cuál era. La escena de la ducha en Psicosis. Toqué a mi alrededor buscando el mando para silenciar el televisor. Cuando lo encontré a un costado de Bill, éste me sostuvo la mano.

—¿Crees que estoy loco? —me preguntó, observando la pantalla y el modo en que la chica era acuchillada. Había algo malsano en una pregunta como esa justo en este momento.

—¿Lo crees tú? —dije, con total normalidad, tirando suavemente de mi mano con el mando para bajar el volumen de la película.

—No me psicoanalices —pidió, con ese tono cansado que me dejaba entrever desde que lo conocí. Demasiado inteligente para pasar por una mente débil y demasiado sumergido en sus problemas para permitir que alguien lo ayude.

—No puedo, esto es lo que soy, así pienso —insistí. Dejaría de disculparme por ser quien era.

La película continuaba ante nosotros, casi muda. Los claroscuros de la pantalla nos iluminaban dando a la habitación un toque romántico, pero Bill y yo no estábamos para romances.

—He pensado en eso que dijiste de que todo esto era una invención mía, pero ¿Cómo puedo recordar tantos detalles, cómo puedo inventarme algo así? —su confusión era lógica.

—Alguna vez habrás leído una novela —intentaría explicárselo de un modo simple, sin términos médicos.

—No muchas. Alguna en la escuela —aceptó.

—Bueno, una novela es una historia que crea un escritor, algunas son universos completos que no son reales. Son hechos y situaciones inventadas en la mente de alguien. Imagina que esa persona deja de ver la línea entre la realidad y la fantasía —esperé por su respuesta. Era un modo fácil de comprenderlo. De alguna manera aún conservaba la esperanza de que él descubriese que todo era una fantasía. Además, ¿qué tan valioso podía ser un cantante como para doblegarlo del modo que Luther supuestamente lo hacía con él?

—Tiene lógica —aseveró, pero por su tono supe que mis palabras no habían hecho mella.

—Pero no te sirve —Bill me miró y negó con un gesto suave.

Por un momento sentí deseos de preguntarle si no era mucho más fácil aceptar que todo era una mentira creada por su frágil mente; pero eso sería aún menos ético que acostarme con él.

—Necesito que me respondas algo —le dije. Comenzaba a notar el calor de su cuerpo a través de la tela de la blusa.

—Pregunta, hoy te lo responderé todo —aceptó. La oferta era tentadora, pero por el momento me ceñiría a su problema, no a mis inseguridades.

Lo abracé casi instintivamente antes de hablar, como si necesitara transmitirle que mis sentimientos por él iban más allá de mis preguntas, o quizás, que mis preguntas estaban ahí justamente por lo que sentía.

—Dices que Luther te utiliza —comencé. Bill se puso tenso de inmediato sólo con oír el nombre, pero me permitió seguir— ¿Qué puede ser tan importante en ti como para no dejarte?

Me mantuve en silencio esperando por su respuesta. El silencio se convirtió en un inquietante estado de calma. Bill observaba la pantalla del televisor casi sin pestañear, pero yo podía notar el modo en que su mandíbula se tensaba al apretar los dientes. Finalmente habló.

—No sé cómo explicarlo —dijo—, pero te lo mostraré —escuché el clic de una lámpara que había de su lado del sofá. La luz cálida nos iluminó, dejando olvidada la luz del televisor—. Siéntate —me pidió. Nos quedamos uno frente al otro. Nuestros cuerpos habían dejado de tocarse.

—¿Qué vamos a hacer? —sentía curiosidad.

—Vas a intentar olvidarte de todo lo que piensas de mí y te centrarás en este momento como si fuese el primero en el que me ves —pidió— ¿Podrás? —me sugería una especie de juego. Era extraño, pero nada era corriente con Bill. Intenté volver al recuerdo de nuestro primer encuentro.

—Sí, creo que sí —acepté.

—Bien —asintió. Luego hizo un movimiento, relajando el cuello. Descansó el codo en el respaldo del sofá y la cabeza en su mano. Su mirada estaba fija en el televisor, completamente ajena a mí a pesar de que su cuerpo aún permanecía girado en mi dirección.

Me quedé esperando a que me hablara, a que hiciera algo que me indicara qué seguía en esta parodia, pero él permaneció atento a la película. Por un momento me permití admirar su rostro sereno y su perfil. Separó los labios un poco, sólo lo suficiente como para que mi atención se mantuviera en ellos; finalmente me miró casi de reojo y sonrió con amabilidad, manteniendo la postura, para volver a centrarse en el televisor. Comenzó a cambiar los canales pulsando el botón del mando con un ritmo lento, mientras yo me llenaba de preguntas.

—¿Te gusta esto? —quiso saber, indicando la pantalla. El tono de su voz era calmo y profundo, sonaba como si me estuviese proponiendo cualquier cosa menos ver la televisión.

—No lo sé —contesté. No sabía si la confusión que sentía era producto de mis sentimientos por Bill o de su modo de hacer las cosas.

—Puedes poner lo que tú quieras —me extendió el mando con un movimiento que hizo girar con suavidad su muñeca, como si me cediera todo de él. Aún no comprendía lo que estaba haciendo.

Estiré la mano para tomar lo que me ofrecía, pero Bill movió la suya un poco más hacia su cuerpo. Lo miré y sonrió con coquetería, tocando el piercing de su labio con la lengua. A continuación me pasó el mando, y a mí se me escapó una sonrisa involuntaria.

—¿Has pensado en llevar el cabello suelto? —preguntó. Había dejado de sostener su cabeza contra la mano y ahora sus dedos enroscaban un mechón suelto de mi pelo, creando un rizo.

—A veces lo llevo suelto —respondí, intentando seguir lo que parecía un juego de seducción.

—Ya veo —mantuvo el tono profundo en su voz, y la mirada puesta en el mechón de cabello que estaba acariciando. Noté como se me aceleraba el pulso sólo por esa cercanía. No había insistido en lo de mi cabello, sin embargo sentía la necesidad de soltarlo para satisfacerlo. Comprendí que estaba ejerciendo en mí una fuerte atracción hacia su personalidad.

—Ya comprendo —manifesté.

—¿Qué comprendes? —preguntó. Sus dedos que continuaban ensortijando mi cabello me rozaron el cuello, al parecer de forma inconsciente, causándome un escalofrío que no esperé.

—Lo que querías explicarme con esto.

—¿Con esto? — parecía estar inclinándose hacia mí. Le miré los labios y me descubrí deseando besarlos, aunque eso podía ser producto de mi relación con él y no de esta especie de experimento. Él volvió a tocar su piercing con la lengua, muy despacio, apenas con un roce.

—Sí, esto que haces —notaba como se acentuaba mi excitación. El deseo se había encendido en cuestión de minutos y de una forma desbordante. Me faltaba el aire y necesitaba salir a refrescarme—. Este juego —casi suspiré.

—Crees que es un juego —musitó con la voz más oscurecida aún, mirándome la boca mientras alcanzaba con la mano el broche que sostenía mi cabello.  

No pude responder, sólo pude ansiar sus labios que parecían incluso más llenos y capaces de devorarme. Recogí la tela de mi falda al apretarla en mi mano, Bill me miró la pierna, los ojos, el pecho y la boca; todo eso en dos segundos. Dejó en mi mente una idea clara de lo que quería, y me traspasó su ansia como si fuese un relámpago quemando mi consciencia. Estábamos cerca. Si me subía la falda un poco más, podría montarlo y apoderarme de él con un solo movimiento.

—¿Me lo explicas? —sus labios me dejaron ver una pequeña pero maliciosa sonrisa.

—¿Qué cosa? —pregunté, absorta en mis pensamientos. Mi cabello estaba suelto.

Se mantuvo en silencio, recorriendo lentamente mi cuello con la punta de los dedos. Mi respiración se había agitado, así que cerré los ojos para centrarme nuevamente.

—Atracción —dije, comprendiendo lo que Bill ejercía en mí. Era una sensación que se intensificaba debido a nuestra relación ya establecida, pero podía entender la fuerza de ella aunque fuésemos dos desconocidos.

—Ya lo entiendes —dejó de acariciar mi cuello y volvió a su posición en el sofá. Su expresión maliciosa e insinuante dio paso a un rostro cansado y, si fuese posible, hasta demacrado. La libido se me cayó a los tobillos cuando comprendí que cada nota de su voz profunda, cada gesto y cada bribona sonrisa era una pose. Llegué a sentirme despreciada.
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Seele se mantenía en silencio junto a mí. Parecía aturdida, y no la culpaba. No es fácil comprender la manipulación, pero estaba seguro de que yo no era el único que la utilizaba. Había algo en mí que antiguamente brotaba innato, puro y casi como una diversión. Sabía que era atractivo para los demás, pero no del modo habitua; las personas se sentían fascinadas no por lo que veían en mí, sino justamente por lo contrario: por lo que imaginaban. Luther lo había visto, del mismo modo que un especulador ve un buen negocio. Con el tiempo había convertido mi don en una herramienta que yo comenzaba a odiar.

—¿Cuántas cosas como esta has hecho por Luther? ¿Qué le consigues? —preguntó cuando pudo reaccionar. Su voz sonaba inestable, casi temblorosa. Estaba agitada y sexualmente preparada para un encuentro; me lo decía el color de sus mejillas y el modo en que la sangre le había llenado los labios. No quería hacerle esto, pero necesitaba que me comprendiera. No podía estar imaginando a todas aquellas personas a las que había manipulado para cederlas a la voluntad de Luther.

Eché la cabeza atrás.

—Ya no lo sé —contesté con sinceridad a la primera pregunta—. Contratos, influencias, dinero en forma de personas, o personas que le darán mucho dinero; como quieras verlo —acepté mi culpa. Seele volvió al silencio, analizando mis palabras tal como ella solía hacer con todo—. El mundo del espectáculo es muy complejo. Todo parece maravilloso: las luces, las fiestas, los reconocimientos, pero al bajar del escenario te encuentras la tramoya. Muchas noches llegas a una habitación desconocida, solo y cansado; y no es el escenario lo que cansa, o las luces, o los gritos de los fans; es la presión constante de aquellos que no te ven como a un artista sino como a un bien que han adquirido ¿Tienes idea de cuántos de ellos saben tocar un piano, una guitarra o cómo leer una partitura?

Seele me escucha envuelta en mutismo. Me llevé una mano a la cabeza y peiné mi cabello con los dedos hacia atrás. Desee que todo mi mundo se redujese a esta habitación y a este instante de moderada calma. La película acababa de terminar y los créditos recorrían la pantalla con letras antiguas y algo borrosas.

—A veces necesito olvidar todo eso porque me desespero, y la desesperación puede ser tan perra —le confesé, esperando quizás que mis palabras le diesen sentido a todo lo que había hecho la noche anterior.

De pronto sentí sus dedos ordenando mi cabello, peinándolo y acariciándolo con suavidad. Cerré los ojos y me permití disfrutar de esa caricia.

—¿Sabes que hago cuando el mundo se me hace pequeño? —habló con calma, con cariño. Negué, aún con los ojos cerrados y disfrutando de los segundos a su lado—. Paracaidismo —giré la cabeza y la miré sin ocultar mi sorpresa. No imaginaba a la Seele estructurada y formal, disfrutando de la adrenalina extrema —. No te sorprendas —sonrió.

No miramos durante un instante. Yo continuaba con la cabeza apoyada en el respaldo del sofá. Comencé a desear lo inevitable con Seele: adentrarme en ella, en sus pensamientos, en las voces que reinaban en su cabeza, en el modo en que sus ideas encontraban el espacio principal para fluir. Tiré del piercing de mi boca con los dientes, buscando un modo de contener todo eso que sentía.

—¿Estás jugando otra vez? —preguntó, y me descubrí imantándola hacia mí. No tenía intención de jugar, ni de manipular, ni de crear ninguna situación extraña; sólo quería adentrarme en ella.

Me moví hacia Seele y dejé que mi peso se apoyara sobre mis rodillas, una a cada lado de sus piernas. Ella contuvo el aire cuando descansé las manos sobre su cuello. Lo acaricié con los pulgares desde la mandíbula hasta la clavícula. Noté como se movía su garganta al tragar y su pulso acelerado. También noté la fascinación que aquello me producía.

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Continuará.
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N/A

Hola!!

Muchas veces me pregunto qué es lo que hace a Bill tan atrayente, y siempre termino enredándome en mis propios conceptos; aquí he intentado más o menos dibujar una idea que ojalá se entienda.

Espero que hayan extrañado esta historia porque lo contrario no es buena señal =D

Un beso, y muchas gracias por leer y acompañarme en la aventura de Cápsulas.

Siempre en amor.

Anyara

  

6 comentarios:

  1. Hoy no me pude aguantar y me escapé para leer rapidito *__*...

    Wooaaww quedé impactada con la escenificacion de Bill sobre sus poderes de fascinacion, creo q solo asi Seele podra entender el enorme interes de Luther por Bill.....y nosotras somos fieles victimas de ese enorme poder...xD...

    Seele q enorme reto tiene...pobrecilla no quisiera estar en sus zapatos...bueno salvo en ciertos momentos *cejas*...jaaa jaa jaaa

    Aiinnss Bill q ser tan enigmatico, me dejo pensativa su analisis de si mismo, en lo personal a mi me fascina tanto lo q veo, como lo q imagino *__*...

    Any se agradece esta entrega, me sorprendió ver el num del cap, vaya q la complejidad de la historia dà para mucho...Muaakkk

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  2. Holis!!! Acá estoy dejando mi comentario. Sabes yo siempre he pensado lo mismo que tu en cuanto a Bill! El tiene una atracción un magnetismo. Que traspasa la pantalla. Sea por medio de una foto o un video. Y me imagino que viendolo en persona debe ser algo abrumador. No sólo es lo atractivo que es. Es algo que desprende e hipnotiza. Estoy hechizada. Y me gustó el enfoque que le diste en la historia. Quedé seducida también jeje. Besos.!!!

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  3. jajajaja Literalmente "ardo", me parece que había olvidado esa atracción, pero con unas pocas palabras la recordé jajajajaja excelente lugar y tiempo para hablar. Mis completas felicitaciones que tremendo muajaja con el Final, ahora me he quedado deseando mas *le saca la lengua* por la maldad de dejarme en suspenso. Te dejo un fuerte abrazo.

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  4. "¿Qué puede ser tan importante en ti como para no dejarte?" Seele... la pregunta es obvia... XD Aunque hubiera deseado que Bill hablara de su potencial artístico o intelectual... Claro que para poder manipular se requiere talento (inteligencia), además de físico e intención sexual... El saberse irresistible es un arma que utiliza, Luther lo potencializa. Ratifico: la música seduce a Bill, pero para estar bien colocado en el medio tiene que "venderse" al mejor postor. Si, se prostituye... XDDDD

    Y precisamente el final abre una grieta que no había visto en la historia y que surge a partir de este capítulo. La protagonista ahora tiene la duda si él realmente la desea, o solo es parte de su actuación como seductor. Después de todo, ¿acaso Bill no utilizó su arma para que ella autorizara la salida de la clínica?

    Gracias!

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  5. Esa pregunta que de Seele ha sido muy buena creo que logré entender mcuhas cosas en la historia... es atraccion de Bill en la vida real es innata o aprendida para algo jejeje sabe realmente lo que causa?? me temo que si,,, y la verdad espero que en la realidad no este envuelto en nada parecido XD... me gusta mucho la historia sigue siendo mi favorita entre todas las tuyas... me gusta este cap <3 revela tantas cosas... me gusta eso de que Bill no es un bien adquirido... siii tiene una vida... es un ser humano que necesita de la normalidad... algo que mcuhas no logran entender... gracias por el capi cariño mio,,,

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  6. Me ha llevado varios días tratar de escribir el comentario pero mi hija no me dejaba, cada vez que me ve en el teclado ella viene a tratar de escribir también jejejeje

    Un capítulo revelador, a Bill le gusta la hipoxifilia? wowwwww

    Yo realmente me estoy comiendo las uñas por saber si la chica murio, si el detective Tom aclara el caso, con eso mucho de los demonios que tiene Bill se iran, espero.

    Un abrazo bien grande y nos vemos que ha llegado mi moustro jeje

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