miércoles, 8 de julio de 2015

Ilusión / Serie Erótica



Ilusión
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En casa hay una terraza amplia que está en el segundo piso. Muchas tardes subo a ella y veo como el sol se va durmiendo en el horizonte y me quedo prendado de los colores y del silencio. Es un sitio exquisito para aislarse y encontrarme con la inspiración, pensar en las cosas que me importan y en ti.
Muchas noches, así como esta, me recuesto en el suelo, sobre la esterilla que tengo para ello, y miro las estrellas. Los cielos habitualmente despejados de Los Angeles, me permiten apreciar el espectáculo de sus diamantes, y a veces, uno que otro cae y sigo su brillante recorrido hasta que se pierde. No todas mis noches son fuera de casa, muchas de ellas las paso aquí, reflexionando, pensando en mil cosas. Algunas veces miro las estrellas y reconozco la posición de algunas y me pregunto si tú verás las mismas; si desde ese universo desde el que dices que vienes eres capaz de ver lo que veo yo. Muchas veces he deseado tenderme aquí y que en el espacio que he dejado a mi lado, inconscientemente para ti, aparezcas y que me digas alguna de esas cosas extrañas y casi sin sentido, que se convierten en reales y congruentes e importantes.
Cierro los ojos, suspiro y te imagino. Intento saber cómo será tu vida ahí dónde estás, qué harás en este momento. Será de día o será de noche; cuántos soles iluminarán tu cielo. A veces cierro los ojos, como ahora, y comienzo a imaginar las facciones de tu rostro. Imagino tus ojos, los rememoro, los recuerdo; tus cejas y la forma en que el arco se eleva y baja nuevamente. Visualizo la manera en que tus pestañas revolotean cuando eres traviesa, incluso ese gesto triste cuando caen y tus ojos parecen a punto de llorar. Recuerdo tu nariz y tus pómulos que se llenan con una sonrisa. Suspiro ante el recuerdo de tu boca, veo claramente cada pliegue de ella y vuelve a mí el deseo que siento de besarla cada vez que la tengo cerca, de cubrirla con la mía y de saborearla. Anhelo volver a recorrerla con la lengua, formarla; buscar en ella algo, una declaración sin palabras. Te recreo tantas veces que llego a pensar que mientras más detallada sea la imagen que tengo de ti, más fácil será conectar contigo y ver tu cielo desde tu terraza.
Abro los ojos y de pronto el orden de las estrellas ha cambiado ¿Por qué? Me incorporo y quedo sentado; la terraza en la que me encuentro ya no es mi terraza. Escucho unos pasos tras de mí y me asusto, miro y te veo llegar. Sonríes como si me esperarás, como si hubiese estado aquí todo el tiempo. Traes contigo dos vasos que sudan a causa del hielo. Tu ropa es ligera, como sueles llevarla siempre, tan etérea, caminando descalza, siempre exquisita.
—¿Qué hago aquí? —miro a mi alrededor en medio de la emoción, de la excitación, de la sensación de estar maravillado; en medio de la incredulidad. Tú sonríes, te acercas y te inclinas para besar mi mejilla ¡Mi mejilla! Y me parece un beso extraordinario. Es prodigioso lo que puede hacer el amor, convierte cada gesto en algo mágico, agradecido y que valoras por encima de todas las cosas. Comprendes que no importa nada más y no necesitas grandes gestos para sentirte completo y pleno.
—¿Quieres? —me preguntas y me entregas el vaso con un líquido anaranjado que parece muy fresco, muy apropiado para esta noche.
—¿Lo traías para mí?
—Claro —mantienes la sonrisa.
—¿Y cómo sabías que vendría?
—No lo sabía —te sientas en el suelo, aquí a mi lado—, pero te esperaba.
En ese momento lucho entre sólo mirarte o idolatrarte. Quiero caerte encima a besos. El corazón me late tan fuerte; es como si quisiera luchar contra mi pecho hasta salir y encontrarse con el tuyo, como si no pudiese vivir dentro de mí. Tu mano acaricia mi mejilla, lo haces y siento que me comprendes ¿Sientes tú lo mismo cuando llegas junto a mí? ¿Por qué nunca puedo preguntarte todo esto? Pienso que si me escucho decirlo me sentiré ridículo y no me atrevo, porque quiero ser perfecto para ti, no quiero equivocarme. Cierro los ojos y me regodeo en la suavidad de tu mano, giro el rostro y pongo un beso en la palma, la sostengo y sí, te idolatro; me es imposible no hacerlo. Veo luz a través de tus ojos cada vez que te miro, no me importa todo lo que pueda fallar en esto; siento que podemos todo cuando estamos juntos, que eres como una bendición que conecta conmigo de un modo que no encuentra palabras, que me acerca vertiginosamente a lo más esencial de mí mismo y en ese borde soy una unidad contigo y con todo lo existente; y me asusto, porque sé que no seré más el Yo que conozco, el que que soy. Sin embargo, también Soy ese otro, el que está a punto de estallar de amor y crear su propio big bang.
Demasiadas ideas inspiradas por el amor y que no encuentran un lugar en mi realidad, que parecen posibles sólo en este espacio en el que nos unimos. Me angustio, porque quiero tenerte a mi lado cada día y cada hora, porque quiero que seamos una misma piel. Ambiciono que compartamos cada momento, cada alegría y cada desilusión.
Te acercas muy despacio y me miras a los ojos y luego a la boca. Sonríes suavecito, muy suave, como quién perpetra un pequeño crimen. Tocas mi boca con la tuya, encierras mi labio y saboreas mis piercing y sonríes en medio del beso.
—Me gustan —me dices—, me encanta conocer el secreto que esconden.
—¿Y qué secreto es ese? —te susurro.
—Tu amor, el sentimiento de tus besos, el modo en que se entregan, lo dúctiles y míos que son cuando los toco.
Cómo puedo resistirme a esas palabras, es imposible hacerlo. Todo mi cuerpo reacciona y necesito tocarte más, acercarte a mí y apretarte para que lo sepas. Toco tu cintura sobre la tela delgada del vestido que llevas. Beso tu boca, tu mandíbula, tu cuello, ese hombro desnudo, la clavícula; otra vez tu cuello, otra vez tu boca. Te escucho suspirar y me abrazas. Las estrellas sobre nuestra cabeza y una lámpara un poco más atrás, son las que iluminan nuestra noche. Te beso, te toco y una de tus manos se cuela por la rasgadura de mi pantalón, acariciando con cierta desesperación.
—Me encanta el vello de tus piernas —dices en un murmullo que va a dar contra mi cuello. Es algo tan simple ¿Qué puede tener de excitante algo como eso? Sin embargo, siento que la sangre me recorre de forma violenta y me vuelvo loco.
—A mí me gusta tanto de ti —confieso, sin poder determinar con qué me quedaría. Te beso el cuello, porque amo la curva que hay entre tu cuello y tu hombro; te agitas y te encoges, conteniéndote— … eso me gusta, el modo en que te estremeces cuando te toco.
Ahora eres tú quién me besa en el cuello y soy yo el que me estremezco. Tu mano sigue tocando mi pierna; se esfuerza por buscar un poco más de piel. Escucho crujir la tela y te ríes bajito.
—Lo siento —me dices.
—Shh… No importa —río—.Desgárralo, si quieres.
—Te lo quiero quitar todo —confiesas arrastrando las palabras, desde mi cuello hasta mi oído, convirtiéndolas en un suspiro.
—Hazlo —ahora suspiro yo—… sabes que no tengo límites para ti.
Tu mano sale y busca el botón de mi pantalón, lo abres y haces lo mismo con el cierre, pero no tocas dentro, lo haces por encima de la tela. Buscas el bulto que se ha formado, lo acaricias, lo oprimes. Un siseo se me escapa; me acerco, te beso y te llevo contra el suelo, acomodándome de medio lado hacia ti. Llevo mi mano de tu cintura a tu pecho, te acaricio; me encanta sentir que está desnudo bajo el vestido, me enloquece notarlo bajo esa barrera tan delgada. Tiro del escote, desde tus hombros, y dejo tu pecho expuesto. La visión de tu pezón desnudo y ligeramente entumecido por la brisa, crea un nuevo golpe de excitación que me hormiguea en todo el cuerpo. Lo tomo en mi boca, lo humedezco, lo lamo, lo succiono; te escucho jadear y noto como te retuerces. Hago de la caricia algo más fuerte y más intensa. Saboreo tu pecho como si me alimentara. Voy hasta el otro y me lleno la boca, para que un deseo nuevo te ataque y te enloquezca. Eres todo lo que quiero; anhelo tus suspiros y tus besos. Anhelo cada pensamiento incoherente que puedas tener. Tu mano presiona con más fuerza mi sexo, que aún está atrapado. Noto la desesperación en tu agarre. Mi mano comienza a buscar abajo, entre tus piernas, y te encuentro desnuda ¡Cómo me gusta! Separo tus pliegues con mis dedos, con esa mano tatuada que sé que te provoca. Te miro cuando comienzo a tocarte y formar círculos sobre tu clítoris. Tus mejillas están enrojecidas y tus ojos se han velado de pasión. No puedes ocultar el placer, te delatan talones que luchan contra el suelo. Muevo mis dedos más rápido, amo ver tu expresión y sentir el modo en que tu cuerpo se tensa. Levantas la barbilla, buscas aire y expones tu cuello desnudo, tu pecho y tus senos que se agitan por los espasmos del clímax que se acerca vertiginoso. Me inclino y te beso toda la piel que me es posible, hasta que vuelvo a encerrar un pezón con mi boca. Jadeas desesperada, tu mano se enreda en mi cabello y sostiene mi cabeza; no quieres que te suelte. Oprimo tu pezón entre la los dientes y el piercing de mi lengua; te quejas y cuando el quejido se vuelve lamento, lo acaricio con los labios para calmar el agravio. Oh, como deseo estar dentro de ti, pero no quiero perderme este momento en el que te tensas y tu cuerpo tiembla de forma descontrolada. Se me escapa un gemido de dolor cuando tu mano aprieta mi pene como si fuese a arrancármelo y escucho un quejido largo que se abre paso a través de ti. Mis dedos se queman con el calor de tu sexo.
Apoyo la cabeza sobre tu pecho y escucho los latidos apresurados de tu corazón. La mano que antes sostenía mi cabeza contra tu pecho, ahora me rodea y me acaricia de forma aletargada. Siento tanta calidez y calma en ese abrazo.
—Qué ganas tengo de vivir la vida a trozos pequeños en los que tú estés —te cuento, hablando muy despacio, en medio de una confesión que parece no querer ser oída.
—Me tienes siempre me que sueñas —respondes, aún agitada.
—¿Entonces no eres real? —siempre temo estar imaginándote.
—Los sueños son más reales que la realidad que crees verdad. Los sueños son los recuerdos de tu alma.
—No lo entiendo.
—Lo sé, pero no te preocupes, un día lo entenderás. Mientras tanto, siempre estoy junto a ti. Siempre que me piensas consigues que suelte un suspiro que es tuyo.
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N/A
Otro más de Erótica, y esta vez acompañado sólo de un café :D Seguro que la culpa es de tantos días de calor y, desde luego, de esos pantalones de Bill que invitan a sacárselos a trozos :P
Espero que les guste.
Siempre en amor.
Anyara



3 comentarios:

  1. Me deja sin aliento !! y que frases tan bellas las que escribes,el último párrafo me encantó.Si,leer y pensar en él es como una explosión de sentimientos,deseos,anhelos.Maya.

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  2. Ainssss ainssss y mas ainsssss *suspira emocionada*, me encantó el toque de romanticismo de esta entrega y mas por el hecho que esta vez fuese Bill quien traspasara la barrera *--*

    Mil gracias por hacernos soñar con esta serie y mas justo luego de ver esos pantalones *------*, muchos besitos Any

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  3. Ops me tarde mas tiempo del que creí, es la segunda vez que Bill se ha trasladado con ella, es un bello momento sin duda, ains el amor flota. Te ha quedado muy bello el capitulo, me lo imagine tal cual, tan bello, tan dulce, tan guapo y tan el. Gracias por escribir.

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