Tú
Nunca conocemos del todo la
historia de los demás, sobre todo si consideramos que incluso quiénes viven un
hecho no son capaces de contarlo de forma imparcial; las virtudes son alabadas
habitualmente por el amor y las injusticias agravadas por el dolor. Entonces
¿Cómo puedo conocerte?
Te miro, sonríes, y a mí se me
olvida el mundo, aunque el dolor de la ausencia sigue aplastándome el corazón
que a su vez lucha, llenando de alabanzas las virtudes que veo en tus ojos
cuando brillan, aunque sea por el escaso momento en que olvidas quién eres...
pero, ¿quién eres?
Esa es la pregunta que jamás
responderé.
A veces me gustaría haber conocido
las restricciones de los adolescentes, me gustaría contar con ese momento en
que el beso es furtivo en la puerta de la casa de alguien, con los padres tras
la cortina más cercana, o, escaparme por la noche sólo para mirar cómo te
asomas a la ventana a la hora acordada; las miradas clandestinas, las notas escritas,
arrugadas y metidas en la grieta de algún árbol. Tuve algo de eso, durante muy
poco tiempo, a los catorce años, ella aún me pesa en los recuerdos, pero la
olvido en cuánto te tengo en frente, así como ahora, recostada contra el pie de
la cama, envuelta en una bata blanca igual que la mía. Acaricio tu pierna con
el pie e intento abrir la prenda con pequeños movimientos que resultan inútiles;
tu sonríes, pero, como es habitual últimamente, la sonrisa no te llena los ojos.
Hemos hecho el amor hace muy poco,
en la piscina que teníamos sólo para los dos, entre las ondas que formaban
nuestros movimientos y el atardecer que enfriaba convenientemente el agua que
casi hervía con nuestro calor. Te he sentido en la piel, en los huesos, en todo
lo que hay de mí que es externo, pero no he llegado a tocar tu alma con la mía
¿Hace cuánto que no lo consigo? El contacto se ha vuelto desesperado y frío;
nada de lo que hacemos, buscando entre la agonía del sexo, es capaz de
conectarnos con esa parte en la que eres y soy y somos... Te extraño, y no hay
canción, fotografía o palabra entre líneas que consiga decírtelo.
Te extraño.
Te mueves ligeramente y el cruce
de la bata se abre y cae dejando apenas a la vista el volumen de uno de tus
pechos, el resto de su forma lo adivino bajo el tejido y recreo en mi mente su
tacto y forma. Quizás no lo sepas, pero eres embriagadora, o quizás lo sabes
demasiado bien y por eso tus ojos me invitan como la hembra de la mantis invita
a su macho a copular.
No lo pienso demasiado, cuando la
vida parece extinguirse no pensamos en lo que nos pueda suceder, sólo en lo que
podemos sentir en nuestro último aliento, como si trajésemos un conocimiento
ancestral de lo que queremos llevar en la memoria al momento de partir.
Me acerco a ti, acorto el espacio
que nos separa como si no fuesen más que unos centímetros y te enlazo por la
cintura, alzándote lo justo para que te pegues a mi torso. La abertura de tu
bata se ha extendido un poco más y sólo bastaría una sacudida para que me
mostrara el pezón desnudo, pero no lo necesito, no lo ansío, no me importa;
eres tú, vestida de amor, todo lo que me hace falta. Quiero que crucemos juntos
todas las galaxias y que nos unamos en ese punto central en el que arden todas
las cosas, para que finalmente nos unamos al Todo del que venimos. Sí, ya sé
que mis pensamientos son vagos, incluso pueden parecer fantasías creadas por
una mente enfebrecida, pero estoy más allá de los juicios y de todo lo que no
me imante hacia el amor que te tengo.
No, no puedo perder los preciados
segundos que poseo.
Siento tu mano sobre mi hombro, la
noto aferrarse como si entendieras todo lo que pienso, Me miras a los ojos y sé
que no es mi imaginación; me lees.
¿Cuántas personas sufrirán este
desconsuelo inmenso que me embarga cuando tú no estás? ¿Cuántas de esas personas
pasarán por mi lado a diario y yo ni siquiera les dedico una mirada? Supongo
que ningún problema es un problema, hasta que es tu problema.
Toco tu frente con la mano llena,
sigo con tu pelo, despejándote la cara del cabello húmedo, y descanso el pulgar
en tu sien, acariciando tus ideas, pidiéndoles que sean amables con mi amor,
que no lo magullen ni lo ignoren. Tus ojos se centran en los míos y tus labios
se separan listos para emitir una frase que anhelo desde que estás en mi vida;
no, desde antes de tenerte.
A veces siento el peso de los
años en los pensamientos, me doy cuenta,
aunque lo disimulo, de lo mucho que las cosas fútiles me molestan. Veo más allá
de las palabras o los gestos, leo entre líneas en los discursos vacíos de las
personas que se me acercan atraídas por la luz que emano; y luego me siento
viejo y cansado y quiero dejar de vivir,... y pienso en ti... y la vida se
aferra el hueso para seguir mermando mis ideales, porque la única meta real es poseerte.
Las palabras no salen de ti y te
callas como llevas haciendo desde hace mucho ¿Qué temes, amor? ¿Qué dolor
escondes? ¿Qué verdad?
Acerco mi boca a la tuya,
queriendo tomar tus labios de forma enérgica, pero me detengo en cuanto los
rozo, la emoción me abruma como cuando te besé por primera vez, como cuando me
dejé besar sin siquiera comprender qué eras.
¿Te has preguntado, alguna vez, si
lo que tu mente te muestra realmente está ahí? A veces creo que la mitad de las
cosas que me pasan son invenciones de mi mente, como por ejemplo, el día en que
perdí mi virginidad, ahora parece una ilusión, pero por entonces era una
película que se repetía en mi mente de forma constante, no podía pensar en otra
cosa, sin embargo ahora todo eso es ilusorio, la experiencia ha sido
reemplazada por sentimientos aún más profundos y ya no sé cuáles son los que
debo conservar. Mi mente no es como un disco duro que lo puede almacenar todo
en carpetas, mi mente necesita reciclar parte de su memoria y comprimir datos
para hacer llevadera la vida ¿Será que comprimo tus muestras de desamor y sólo
me quedo con el afecto?
Me entrego al beso, separando los
labios y dejando que tu boca calce con la mía, del mismo modo que lo hace tu
pecho, tus brazos y tu cadera. Te oprimo hacia mí como ya sabes, de la manera
que lo hago siempre, envuelto en miedo, deseando grabarte en mi piel para
recordarte. El abandono es un sentimiento tan margo, solitario, enemistado con
el resto de lo que somos; nos aísla, nos convierte en una versión en negativo
de nosotros mismos, no nos reconocemos en la imagen y sin embargo sabemos que
estamos ahí, pero jamás lo aceptaremos ante nadie. Sin embargo la cura a ese
miedo está en el mismo punto en el que se genera, en el pensamiento, sólo
debemos tener la voluntad suficiente para transformar en amor aquello que nos
aterroriza.
El beso se vuelve más intenso y
mis manos ya no te acarician, te apresan. Tus manos buscan entre la tela de la
bata, no te será difícil hallar lo que quieres, porque toda la piel se me ha
erizado y el cuerpo responde al estímulo de tus caricias, de tu respiración
apresurada y de tu deseo. Me empuñas y es sólo en ese momento te detienes y me
miras de nuevo a los ojos.
Hay quienes consideran que esto
que tú y yo hacemos es sexo, pero el sexo es lo menos relevante cuando puedo
tocarte y hundir mis dedos en tu carne. Sexo es algo ínfimo, un escape más de
las tensiones como cualquier otro, es reproducción; cuando yo te siento rozando
mi piel y ésta se eriza por las emociones que despiertas, el sexo cambia de
nombre, de oficio, de tarea para la que fue creado, el sexo se desnuda y caen
sus letra como un ropaje pesado e inútil y brilla con nitidez el amor, aflora
por entre las capas que lo ocultan y el roce de tu pecho, la presión que siento
en el mío, es la búsqueda de mi alma que quiere unirse a la tuya. Te lo he
dicho tantas veces ya, que a veces pienso que te cansarás de mis intentos, pero
¿Cómo puedo evitar querer ser tú, si tú eres yo?
Te acomodas sobre la cama y me
permites verte desnuda. Tus piernas enlazan mi cadera y me llevas hacia ti para
que te penetre. Sin embargo yo podría recrearme por largos minutos en la forma
de tu pecho, en la suave caída que conlleva su peso; podría perderme, erizando
la piel de tus costillas al tacto con mi lengua y sonsacarte verdades entre
gemidos, al acariciar los pliegues de tu sexo. Tus piernas insisten y estoy
preparado para hundirme entre ellas.
Te quiero mía, te quiero abierta —No sé si lo pienso o te lo digo.
La sensación de formar parte de ti es arrebatadora, me lleva a perderme a mí
mismo por unos cuantos segundos que quisiese eternos. Tus piernas se cierran
entorno a mi cintura y tus brazos se enlazan por entre los míos, intentas
alzarte para que nuestros pechos permanezcan juntos, para que los besos busquen
la piel y los susurros encuentren cobijo. Me inclino un poco más para que
descanses sobre la cama y así poder controlar el vaivén de mi cuerpo sobre el
tuyo; quiero que sea un contacto firme y profundo, que te haga pedir, entre
murmullos, algo parecido a la clemencia, y entonces parar y mirar tus ojos
desvanecidos hasta que se enfoquen en mí .
¿Estamos realmente preparados para
que alguien nos abra su corazón?
Es tan difícil saber si lo que se
siente es amor o dependencia. Siempre que estás aquí sé que te amo y cuando no
lo estás sé que te necesito. Un día, quizás, deje de amarte y dolerá tanto que
la vida no tendrá sentido, porque recordar el amor es más doloroso que amarte y
no tenerte.
—No, no... —me dices y se me
electriza la piel, no es la primera vez que siento que lees mi mente ¿Es así?
¿Lo haces?
Me quedo por un momento anclado a
tu mirada, perdido en las posibilidades. Tus caderas me suplican que siga y tus
ojos me transmiten el pesar de tu alma; hoy tu sufres más que yo, lo haces como
quien paga por un pecado ¿Serás un demonio para alguien? Para mí eres un ángel
y creo que siempre hay una parte de nosotros que tiene su antagonista en otro
ser.
Me acoplo a tu cuerpo y dejo que
mi respiración choque contra tu oído. Te has quedado a contra luz de una
ventana y puedo ver cómo se eriza tu piel. Me muevo dentro de ti, de forma rítmica
y profunda, yo también siento como se me eriza la piel. Siento como se me contrae
el cuerpo y el placer insiste en buscar una salida. Tu respiración se agita
cada vez más, te quejas, ansiando algo que ambos deseamos. Acerco la boca un
poco más a tu oído hasta que lo rozo con los labios.
—Te amo —digo, sabiendo que
siempre será así, aunque sólo seas el vago recuerdo de un sentimiento.
Giras la cabeza, me miras con los
ojos llenos de lágrimas y de la respuesta que no te atreves a dar, pero la sé,
la siento y la vivo aunque no estés.
De pronto viene a mi mente una
frase, un trozo de algo dicho por tu voz.
Tú
vienes de Sirio y yo de Antares y esto es como una poesía cuya rima se perdió
en el espacio que no hemos querido explorar.
No sé lo que significa, pero sé
que conozco las palabras.
.
N/A
Otro de Erótica. No sé hasta cuando se escribirá esta historia, sólo sé
que mientras ella quiera yo la escribiré ♥
Espero que les guste
Siempre en amor
Anyara