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lunes, 15 de mayo de 2017

TÚ / Serie Erótica



Nunca conocemos del todo la historia de los demás, sobre todo si consideramos que incluso quiénes viven un hecho no son capaces de contarlo de forma imparcial; las virtudes son alabadas habitualmente por el amor y las injusticias agravadas por el dolor. Entonces ¿Cómo puedo conocerte?
Te miro, sonríes, y a mí se me olvida el mundo, aunque el dolor de la ausencia sigue aplastándome el corazón que a su vez lucha, llenando de alabanzas las virtudes que veo en tus ojos cuando brillan, aunque sea por el escaso momento en que olvidas quién eres... pero, ¿quién eres?
Esa es la pregunta que jamás responderé.
A veces me gustaría haber conocido las restricciones de los adolescentes, me gustaría contar con ese momento en que el beso es furtivo en la puerta de la casa de alguien, con los padres tras la cortina más cercana, o, escaparme por la noche sólo para mirar cómo te asomas a la ventana a la hora acordada; las miradas clandestinas, las notas escritas, arrugadas y metidas en la grieta de algún árbol. Tuve algo de eso, durante muy poco tiempo, a los catorce años, ella aún me pesa en los recuerdos, pero la olvido en cuánto te tengo en frente, así como ahora, recostada contra el pie de la cama, envuelta en una bata blanca igual que la mía. Acaricio tu pierna con el pie e intento abrir la prenda con pequeños movimientos que resultan inútiles; tu sonríes, pero, como es habitual últimamente, la sonrisa no te llena los ojos.
Hemos hecho el amor hace muy poco, en la piscina que teníamos sólo para los dos, entre las ondas que formaban nuestros movimientos y el atardecer que enfriaba convenientemente el agua que casi hervía con nuestro calor. Te he sentido en la piel, en los huesos, en todo lo que hay de mí que es externo, pero no he llegado a tocar tu alma con la mía ¿Hace cuánto que no lo consigo? El contacto se ha vuelto desesperado y frío; nada de lo que hacemos, buscando entre la agonía del sexo, es capaz de conectarnos con esa parte en la que eres y soy y somos... Te extraño, y no hay canción, fotografía o palabra entre líneas que consiga decírtelo.
Te extraño.
Te mueves ligeramente y el cruce de la bata se abre y cae dejando apenas a la vista el volumen de uno de tus pechos, el resto de su forma lo adivino bajo el tejido y recreo en mi mente su tacto y forma. Quizás no lo sepas, pero eres embriagadora, o quizás lo sabes demasiado bien y por eso tus ojos me invitan como la hembra de la mantis invita a su macho a copular.
No lo pienso demasiado, cuando la vida parece extinguirse no pensamos en lo que nos pueda suceder, sólo en lo que podemos sentir en nuestro último aliento, como si trajésemos un conocimiento ancestral de lo que queremos llevar en la memoria al momento de partir.
Me acerco a ti, acorto el espacio que nos separa como si no fuesen más que unos centímetros y te enlazo por la cintura, alzándote lo justo para que te pegues a mi torso. La abertura de tu bata se ha extendido un poco más y sólo bastaría una sacudida para que me mostrara el pezón desnudo, pero no lo necesito, no lo ansío, no me importa; eres tú, vestida de amor, todo lo que me hace falta. Quiero que crucemos juntos todas las galaxias y que nos unamos en ese punto central en el que arden todas las cosas, para que finalmente nos unamos al Todo del que venimos. Sí, ya sé que mis pensamientos son vagos, incluso pueden parecer fantasías creadas por una mente enfebrecida, pero estoy más allá de los juicios y de todo lo que no me imante hacia el amor que te tengo.
No, no puedo perder los preciados segundos que poseo.
Siento tu mano sobre mi hombro, la noto aferrarse como si entendieras todo lo que pienso, Me miras a los ojos y sé que no es mi imaginación; me lees.
¿Cuántas personas sufrirán este desconsuelo inmenso que me embarga cuando tú no estás? ¿Cuántas de esas personas pasarán por mi lado a diario y yo ni siquiera les dedico una mirada? Supongo que ningún problema es un problema, hasta que es tu problema.
Toco tu frente con la mano llena, sigo con tu pelo, despejándote la cara del cabello húmedo, y descanso el pulgar en tu sien, acariciando tus ideas, pidiéndoles que sean amables con mi amor, que no lo magullen ni lo ignoren. Tus ojos se centran en los míos y tus labios se separan listos para emitir una frase que anhelo desde que estás en mi vida; no, desde antes de tenerte.
A veces siento el peso de los años  en los pensamientos, me doy cuenta, aunque lo disimulo, de lo mucho que las cosas fútiles me molestan. Veo más allá de las palabras o los gestos, leo entre líneas en los discursos vacíos de las personas que se me acercan atraídas por la luz que emano; y luego me siento viejo y cansado y quiero dejar de vivir,... y pienso en ti... y la vida se aferra el hueso para seguir mermando mis ideales, porque la única meta real es poseerte.
Las palabras no salen de ti y te callas como llevas haciendo desde hace mucho ¿Qué temes, amor? ¿Qué dolor escondes? ¿Qué verdad?
Acerco mi boca a la tuya, queriendo tomar tus labios de forma enérgica, pero me detengo en cuanto los rozo, la emoción me abruma como cuando te besé por primera vez, como cuando me dejé besar sin siquiera comprender qué eras.
¿Te has preguntado, alguna vez, si lo que tu mente te muestra realmente está ahí? A veces creo que la mitad de las cosas que me pasan son invenciones de mi mente, como por ejemplo, el día en que perdí mi virginidad, ahora parece una ilusión, pero por entonces era una película que se repetía en mi mente de forma constante, no podía pensar en otra cosa, sin embargo ahora todo eso es ilusorio, la experiencia ha sido reemplazada por sentimientos aún más profundos y ya no sé cuáles son los que debo conservar. Mi mente no es como un disco duro que lo puede almacenar todo en carpetas, mi mente necesita reciclar parte de su memoria y comprimir datos para hacer llevadera la vida ¿Será que comprimo tus muestras de desamor y sólo me quedo con el afecto?
Me entrego al beso, separando los labios y dejando que tu boca calce con la mía, del mismo modo que lo hace tu pecho, tus brazos y tu cadera. Te oprimo hacia mí como ya sabes, de la manera que lo hago siempre, envuelto en miedo, deseando grabarte en mi piel para recordarte. El abandono es un sentimiento tan margo, solitario, enemistado con el resto de lo que somos; nos aísla, nos convierte en una versión en negativo de nosotros mismos, no nos reconocemos en la imagen y sin embargo sabemos que estamos ahí, pero jamás lo aceptaremos ante nadie. Sin embargo la cura a ese miedo está en el mismo punto en el que se genera, en el pensamiento, sólo debemos tener la voluntad suficiente para transformar en amor aquello que nos aterroriza.
El beso se vuelve más intenso y mis manos ya no te acarician, te apresan. Tus manos buscan entre la tela de la bata, no te será difícil hallar lo que quieres, porque toda la piel se me ha erizado y el cuerpo responde al estímulo de tus caricias, de tu respiración apresurada y de tu deseo. Me empuñas y es sólo en ese momento te detienes y me miras de nuevo a los ojos.
Hay quienes consideran que esto que tú y yo hacemos es sexo, pero el sexo es lo menos relevante cuando puedo tocarte y hundir mis dedos en tu carne. Sexo es algo ínfimo, un escape más de las tensiones como cualquier otro, es reproducción; cuando yo te siento rozando mi piel y ésta se eriza por las emociones que despiertas, el sexo cambia de nombre, de oficio, de tarea para la que fue creado, el sexo se desnuda y caen sus letra como un ropaje pesado e inútil y brilla con nitidez el amor, aflora por entre las capas que lo ocultan y el roce de tu pecho, la presión que siento en el mío, es la búsqueda de mi alma que quiere unirse a la tuya. Te lo he dicho tantas veces ya, que a veces pienso que te cansarás de mis intentos, pero ¿Cómo puedo evitar querer ser tú, si tú eres yo?
Te acomodas sobre la cama y me permites verte desnuda. Tus piernas enlazan mi cadera y me llevas hacia ti para que te penetre. Sin embargo yo podría recrearme por largos minutos en la forma de tu pecho, en la suave caída que conlleva su peso; podría perderme, erizando la piel de tus costillas al tacto con mi lengua y sonsacarte verdades entre gemidos, al acariciar los pliegues de tu sexo. Tus piernas insisten y estoy preparado para hundirme entre ellas.
Te quiero mía, te quiero abierta —No sé si lo pienso o te lo digo. La sensación de formar parte de ti es arrebatadora, me lleva a perderme a mí mismo por unos cuantos segundos que quisiese eternos. Tus piernas se cierran entorno a mi cintura y tus brazos se enlazan por entre los míos, intentas alzarte para que nuestros pechos permanezcan juntos, para que los besos busquen la piel y los susurros encuentren cobijo. Me inclino un poco más para que descanses sobre la cama y así poder controlar el vaivén de mi cuerpo sobre el tuyo; quiero que sea un contacto firme y profundo, que te haga pedir, entre murmullos, algo parecido a la clemencia, y entonces parar y mirar tus ojos desvanecidos hasta que se enfoquen en mí .
¿Estamos realmente preparados para que alguien nos abra su corazón?
Es tan difícil saber si lo que se siente es amor o dependencia. Siempre que estás aquí sé que te amo y cuando no lo estás sé que te necesito. Un día, quizás, deje de amarte y dolerá tanto que la vida no tendrá sentido, porque recordar el amor es más doloroso que amarte y no tenerte.
—No, no... —me dices y se me electriza la piel, no es la primera vez que siento que lees mi mente ¿Es así? ¿Lo haces?
Me quedo por un momento anclado a tu mirada, perdido en las posibilidades. Tus caderas me suplican que siga y tus ojos me transmiten el pesar de tu alma; hoy tu sufres más que yo, lo haces como quien paga por un pecado ¿Serás un demonio para alguien? Para mí eres un ángel y creo que siempre hay una parte de nosotros que tiene su antagonista en otro ser.
Me acoplo a tu cuerpo y dejo que mi respiración choque contra tu oído. Te has quedado a contra luz de una ventana y puedo ver cómo se eriza tu piel. Me muevo dentro de ti, de forma rítmica y profunda, yo también siento como se me eriza la piel. Siento como se me contrae el cuerpo y el placer insiste en buscar una salida. Tu respiración se agita cada vez más, te quejas, ansiando algo que ambos deseamos. Acerco la boca un poco más a tu oído hasta que lo rozo con los labios.
—Te amo —digo, sabiendo que siempre será así, aunque sólo seas el vago recuerdo de un sentimiento.
Giras la cabeza, me miras con los ojos llenos de lágrimas y de la respuesta que no te atreves a dar, pero la sé, la siento y la vivo aunque no estés.
De pronto viene a mi mente una frase, un trozo de algo dicho por tu voz.
 Tú vienes de Sirio y yo de Antares y esto es como una poesía cuya rima se perdió en el espacio que no hemos querido explorar.
No sé lo que significa, pero sé que conozco las palabras.
.
N/A
Otro de Erótica. No sé hasta cuando se escribirá esta historia, sólo sé que mientras ella quiera yo la escribiré
Espero que les guste
Siempre en amor
Anyara