Balada
.
Esta noche
comencé una balada. Las primeras palabras daban vueltas en mi cabeza con tanta
insistencia, que no pude volver a apagar la luz de la habitación para dormir hasta
que las había escrito. Son sólo un par de palabras, pero en ellas está encerrado
todo lo que sueño.
“Te conocí en un pliegue del Universo. Como
la luz de una estrella errante me iluminaste, y así pude concebir el viajar
entre los astros para encontrarte”
Luego de eso
cerré los ojos, y te pensé. Perdido en la nebulosa del sueño y con los ojos
cerrados, te vi. Sabía que era imposible que estuviese aquí, o yo allí… pero la
imposibilidad se ha convertido en nuestra única realidad. La fe, esa palabra
tan usada, tan gastada y tan incomprendida es la que nos une.
Extendí la
mano con temor, con ese miedo arraigado que llevamos los humanos en el alma.
La poca luz
que nos iluminaba, me permitía ver tus ojos cerrados, tu cabello suelto y
desordenado. Te veías tan hermosa que tocarte era como tocar un sueño, y temía
despertarte… o despertar.
Con la punta
de mis dedos toqué tu mejilla, y apreté los labios para que la emoción no se
escapara de mí como un suspiro. Temía respirar, parpadear. Temía a cualquier
cosa que pudiese romper esta ilusión, esta maravillosa sensación de tenerte.
Separaste
los labios y tu aliento tocó mi boca como un beso delicado, tan tenue como este
instante.
Me habías
hablado de esto, de la posibilidad de llegar a ti, de ser yo quien doblase el
papel por la mitad. Me lo habías dicho en medio de tantas noches confusas. Con
palabras y sin ellas. Había llegado a ti protegido por la noche. Con una capa
de deseo cubrí mi cuerpo y dejé que las emociones me sirvieran de faro. No sé
en qué momento te convertiste en aquello que mi alma anhelaba, pero sé que eres
tú la fuente de inspiración para mi vida.
Me acerqué
muy despacio hasta tu boca. El sonido de las sabanas acompañó ese pequeño
movimiento. Toqué tus labios con los míos y con apenas un roce los acaricié. Un
temblor nimio pero imparable me recorrió. Noté el calor de una lágrima fugitiva
sobre mi rostro.
—¿Bill?—susurraste
mi nombre, confusa. No podía mirarte ni responderte.
¿Así te
sentías tú cuando llegabas a mí? ¿Sentías que estabas de pie en un segundo tan frágil
que sólo un pensamiento podía romperlo?
—Oh, Bill…
—la emoción brotó de tu voz, y tu cuerpo se unió la mío, calzándose con el
conocimiento innato que sólo existe en aquellos que se han amado.
Te recibí
sin obstáculos, sin barreras, completamente ávido de besos y caricias. Notaba a
la carencia abrirse paso por mi pecho como una criatura. Me quejé de dolor, porque
el dolor del alma parte el cuerpo cuando ya no puedes contenerlo.
—He venido…
he venido… —te repetía entre besos, entre suspiros y deseos.
“He venido”
Repetía en
mi mente, incansable, increíble.
Y te abracé
con tanto fervor que tatué mis sentimientos en ti con la punta de los dedos. Con
los labios estremecí tu piel. Me impregné de tu aroma, del aroma a ti que había
en todo el lugar. Quería contener en mi memoria todos los detalles que pudiese,
porque necesitaba un ancla para volver.
Me llené la
boca con tu piel. Tus dedos se hundieron en mi cabello, enredándose con
inquietante suavidad. Con caricias profundas te arranqué quejidos, los respondí
cuando tus manos me tocaron con firmeza.
El calor, el
deseo, el ansia poderosa de encontrarnos con el alma, nos llevó a inventar
caricias, a explorar formas de tocarnos; a suplicar con la voz rota.
—¿Es real?
—murmuré contra tu nuca, entrando en ti profundamente. Cerqué tu cuerpo con mis
brazos, rodeándote el pecho y la cintura.
—¿No lo
sientes? —me preguntaste, apretando tu mano sobre la mía— Es real —aseguraste.
Y lo sabía,
aunque todo mi ser racional lo negase. Lo sabía, porque dentro de mi alma tú
existías como lo más vivo y luminoso que jamás había sentido.
Pegué mi
pecho a tu espalda, notando tu cuerpo latir entre mis manos. Sí, era verdad, porque
el alma no duele con tanta violencia al pensar en perder algo ficticio.
¿Somos
conscientes en realidad de todo lo que nos negamos por no creer? ¿Somos
conscientes de todo el amor que nos perdemos por no dar un paso más?
Atesoramos
una seguridad de mentira, porque nada es más seguro que el momento que se vive
ahora. Y sé que mañana, cuando ya no esté entre tus brazos, mi corazón se
sentirá desolado.
Es por eso
que ahora te beso, te beso y te beso. Quiero que mis labios quemen tu piel y se
marquen bajo ella como una huella indeleble. Quiero que mi alma se empape de
este instante en que yo me busco a mí mismo en tu interior, este momento en que
tú me cedes tu voluntad sin cadenas. El movimiento de nuestros cuerpos se
acompasa con nuestros quejidos. Nos sentimos desesperados por la pasión,
desesperados por la furia del sentimiento que nos envuelve. Un sentimiento al
que no damos nombre. Tú no lo dirás. Yo no lo diré. Hay un pacto invisible
entre ambos que nos lleva a callar, porque el silencio nos protege, porque si
lo decimos puede romperse.
La
intensidad precede a la vehemencia y el imperioso final llega. Siento el calor
húmedo de tu placer bañando mi piel. El espasmo que genera el mío llega de
forma inminente. Ambos nos arquemos y nos expandimos en la misma dirección.
Completamente unidos. Convertidos en uno.
Caemos sobre
la cama, tu cama. Huelo tu cabello desordenado. El aroma se queda en mi memoria
como parte de lo que espero me haga volver. Sé que estoy en ese pliegue del
Universo en el que te conocí, y quiero plasmar aquello en una canción; una
balada que mañana construiré con el alma cansada por no tenerte.
.
Uno más de Erótica que espero les guste. Es
la primera vez que nuestro adorado consigue doblar su Universo… *suspira*
Qué hermoso es creer.
Nos tocará esperar para saber de qué
tratará esa balada ;)
Un beso a todas, y muchas gracias por leer.
Siempre en amor.
Anyara
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