Resiliencia
Acaricio tu
cabeza, enredo los dedos con lentitud en tu pelo, no quiero despertarte, no
quiero dispersar las imágenes que rondan tu mente y que me recuerdan lo que
eras, porque muchas veces me pregunto
dónde están los sueños que alguna vez te sostuvieron, las risas que creaban
caracolas y que me atravesaban una y otra vez, consiguiendo que las formas se
crearan y cambiaran, cada respiración estaba ahí para llenarme de emociones; era
tan fácil encontrarte entre los sueños y entre las realidades... Ahora la
estela es leve, me roza con suavidad la piel y cuando vengo hasta ti es casi
como un acto de nostalgia. Amor, mi amor, quisiera respirar profundamente,
llenarme los pulmones, y el cuerpo entero, y luego insuflarte la vida que tanto
buscas, llenarte de la luz que veía en ti y que... Oh, Dioses ¿Tendré que
buscarte en otro universo? ¿Será que ésta que soy te cambia inexorablemente?...
Te pierdo, te veo deshacerte en medio de las cosas y los días y la vida de
fantasía que nos vacía. Siento dolor y tanta tristeza que sólo puedo callar
para no decirla y convertirla en una nueva verdad.
¿Qué
necesitas? ¿Quieres que sea un hombre?, pues lo seré, mi alma no está anclada
al vehículo que me lleva, ahora mismo soy prisionera de la deuda de amor que
tengo contigo, de la luz que aún veo en ti y que me atrae hasta quemarme las
pupilas. Ojalá pudieras ver el amor del modo en que lo he conocido, y aún más,
del modo en que tú mismo me lo has enseñado en ese espacio en que fuiste yo
misma. Sé que mis palabras son confusas, sé que mis metáforas están llenas de
todas aquellas cosas a las que no sabemos poner nombre; sin embargo, necesito
decir todo lo que despiertas en un Ser que aún es demasiado pequeño para
despegar de lo más terreno que tenemos.
Noto como
una lágrima asoma en mis ojos, te das una vuelta y siento tanta ternura como
cuando te vi por primera vez, sonriendo al mundo con la expresión del niño que
lo descubre. No sé si he estado ciega y simplemente no eras lo que imaginaba o,
quizás, más allá de la cáscara que todos creamos, está el amor que nos forma y
que sólo ansia unirse.
Salgo de la
cama y busco, con el mayor silencio posible, en la mesilla de tu cuarto los
cigarrillos que siempre mantienes ahí, me has dejado este vicio pegado a los
pulmones, como un recuerdo permanente del que no puedo, ni quiero, escapar. Me
escabullo a la terraza, la noche ha dejado su frescor en el aire, enciendo el
cigarrillo y la primera calada me deja la ilusión de la tranquilidad, pues nada
calma esta ansiedad que vivo.
Muchas veces
medito sobre lo que has sido en mi vida y sobre el momento en que debo dejarte
partir, pero llegada a ese punto sé que nada me puede hacer avanzar sin ti. Aún
no soy capaz de aprehender sin tu presencia, de pasarte por mi capacidad de Ser
y seguir más allá de lo que has significado para mí. Quizás sea que estos días
extraños del otoño nos llenan de nostalgia y nos prueban y nos hacen preguntas
al oído a las que sólo podemos responder con el amor entristecido de aquello
que fuimos, estamos muriendo, aunque nos cueste entenderlo.
Vienes hasta
mí y sólo lo noto cuando tu mano se posa en mi cintura, la sensación es
extraña, mezcla de invasión y de total sumisión; soy tuya de un modo que nunca
podré exteriorizar. Una parte de mí se resiste a tu roce, pero otra, igual de
potente, se entrega —Oh, por favor, no sigas hurgando en mis ideas, todas ellas
son tuyas, a pesar de la rebelión—. Te mantienes quieto, con la mano sobre mi
cintura y quemando mi piel como si no vistiera nada, el cigarrillo se consume,
creando un residuo de ceniza, del mismo modo que lo hace mi voluntad, esperando
a caer y entregarse. Y es en este momento en el que entiendo que sigo aquí
hasta que tú lo necesites, porque amarte es esto, ser tuya todo el tiempo y
espacio en el que tú me contengas en tu realidad.
Me giro
hacia ti y dejo que el cigarrillo caiga sobre el suelo de la terraza y se
consuma por el fuego y el aire. Tus ojos son como un par de universos contingentes,
y me atraen, y me subyugan, y el toque de tu mano ya no es suficiente para sustentarme
y entonces lo hago de ti, me apoyo de tus brazos, del calor de tu ingle y de tu
pecho, que se aferra al mío imantado por sus latidos... hasta que llego a tus
labios, al delicado roce de tus piercing que siempre marcan una distancia que
nunca respeto, cierro los ojos y los universos contenidos en los tuyos, pasan a
mi mente; entonces me entrego a ellos y a la necesidad de explorarlos.
—¿Hasta cuándo?
—preguntas, entre besos, hay tantos matices es esas dos palabras; quisiera
decirte que hasta que tú lo decidas, pero el miedo a condicionar tu decisión es
tan enorme, que acallo las respuestas con más besos.
Suspiro. Quisiera
retenerte en el tiempo, no mover ni un ápice de aquello que fuiste y que lleno
mi alma de las emociones que nunca más conoceré ¡Oh, amor! Yo, que he visto
universos enteros de sensaciones sin ti, sé que lo daría todo para revivir, una
y otra vez, el espacio minúsculo, casi invisible, en que tú me das un beso de
amor.
Tus manos me
aprisionan y tus dedos se me clavan en la piel hasta el dolor. Te escucho
susurrar algo, enrabietado por lo que sientes; lo sé, mi amor, sentir es una
mierda, pero qué somos sin ello. Estamos aquí para darle un resignificado a
cada cosa a cada sentimiento que ha visto alguien antes que nosotros ¿Sabes el
peso y la magia que hay en ello? Es como poder crear algo nuevo con cada
emoción que experimentamos... Somos creadores ¿Cuándo lo entenderemos?
Suspiro de
emoción entre tus brazos y tú me sostienes con más ansia aún, todo tu cuerpo
pide sexo, tu piel está más caliente y tus besos más húmedos. Qué fue de la
erótica que nos convocaba. De las caricias, de los besos y de la pasión que nos
llevaba a vibrar en frecuencias falsas, esas que intentan replicar la magnificencia
del universo. Hace mucho que comprendí el sonido real de la vida a través de
las cuerdas de todo, pero aún así vuelvo a ti y busco algo que me falta, la
dimensión de mí que es pura luz y que sólo puedo ver entre tus brazos. Alguna
vez alcancé el punto en que tú eras mío; sí, lo hice entre sueños y verdades
que nunca conseguiré explicar a nadie... Sí, lo hice, y sé que tú lo
sentiste... fue en esos días en que la felicidad te tocaba y no sabías por qué.
Acercas tu
boca a mi oído y me susurras palabras que quebrantan mi voluntad.
—Te he
puesto por nombre Soledad, es lo que más me acerca a ti, a lo que rodea mi
verdad...
Siento como
las lagrimas salen de mí, silenciosas y a borbotones, no las puedo contener y
aunque tú las notas, no las detienes, no te parecen un obstáculo para los besos
y las caricias que me profesas. Siento tus manos dirigiendo mi cadera con
movimientos circulares sobre tu sexo, tu pecho se frota con el mío y tus suaves
gemidos constatan el placer que aquello te da; y quién soy yo para privarte de
ello. Algo en mí despierta, como una necesidad, quiero que seas feliz, quiero
que estés bien, que te calmes, que puedas vivir y Ser más allá de lo que te ata
a los sufrimientos de la vida.
Tomo tu
rostro entre mis manos y te acercó al mío, aún entre lagrimas, para besarte del
modo más absoluto que puedo concebir; la entrega, la humildad que experimenta
mi Ser es tan incondicional, que siento como te paso las emociones de generaciones
completas sólo con un beso. El gemido que suelto a continuación es la última
pincelada de una obra que parece terminada, pero tú me demuestras que esa idea
es sólo una ilusión, tu beso es aún más profuso e intenso, lleno de todo lo que
el universo aún no te ha explicado, de todas las privaciones que esperas
completar, de todas las dudas y desilusiones, y tocas mi alma con cada uno de
esos sentimientos rotos que posees y que desde lo más hondo de mí necesito
calmar; entonces, como un ágora me abro a tus carencias y del mismo modo permito
que me explores, que te hundas en mí y busques, allanando la profundidad del
poco conocimiento que poseo. Te aferras, mientras me arrancas gemidos de placer
y dolor entremezclados, hemos roto tantas barreras y aún así los pocos
centímetros que nos separan parecen galaxias completas ¿Dónde estás? ¡Dónde
estás, realmente! La esencia que te formaba se difumina entorno a ti y me llena
de vacío; no, no puedo aceptar el sentirte tan mío y tan extraño, son las
polaridades de una única emoción a la que aún no puedo ponerle nombre. Hubo un
tiempo en que veía arte en los trozos de ti que admiraba, aunque comprendo que
sólo los espíritus obsesivos consiguen, en medio de tanta materialidad, traer
la maravilla del universo a la tierra y convertirla en arte, el arte de
comunicar, el arte de sentir, el arte de expresar en medio de los movimientos...
Ah... el arte de...
—Oh, Bill...
—suplico tu nombre en medio de letanías que no consigo ordenar, me sostengo al
bordillo de esta terraza, sabiendo que podría salir expulsada, en cualquier
momento, por una de tus embestidas; sales de mí, me das la vuelta y vuelves a
entrar; hay una frágil línea entre ser sometido y someter a alguien, esa línea
va de la mano del equilibrio que con tanto ahínco buscamos. Dicen que el
equilibrio del ser humano está en armonizar la razón y el espíritu, es entonces
cuando obtienes la sabiduría.
Escucho tus
quejidos, desordenados, desorganizados, prisioneros únicamente de tus
emociones, y aunque las mías están disparadas, aún puedo llevarte conmigo más
allá de lo que conoces.
Tomo tu mano
y despegamos en medio del último gemido que has emitido y que más que un
suspiro, parece una descarga total de vida, como si me entregaras todo lo que
eres y podrías ser. Te llevo conmigo más allá, donde las luces parecen
estrellas y todo lo que nos rodea es nuevo y conocido, es el lugar sin tiempo
en el que decidimos lo que queremos ser, lo experimentamos tantas veces sin consciencia,
que cuando lo vemos nos parece mágico e increíble ¿Te has preguntado alguna vez
cómo es que llegamos a unificarnos? creo que es a través de sentir tanto, que
nos disolvemos y ya no nos importa quiénes somos, sólo queremos Ser y el amor
nos pega, nos ensambla como piezas sueltas que crean formas que en conciencia
nunca llegaríamos a imaginar.
Lo siento,
amor, sé que viajo tan lejos que quizás no llegues a alcanzar o a comprender mi
pensamiento, pero es que cuando te pienso y el amor llena cada molécula que
soy, no puedo parar. Ven, ámame, aunque sea de la forma simple en que amamos
cuando somos humanos, cuando estamos divididos y nos perdemos en lo vano.
—Te amo
—suelto las palabras como única explicación posible para todo lo que guarda mi
alma. Me miras y sé que esas frase tan corta no es suficiente. Sales de mí y dejas
tras de ti la humedad del orgasmo, del esplendor que hemos alcanzado, como si
sólo fueran fluidos de un cuerpo perenne—¡No te vayas! —exclamo, al viento y a
ti, mientras te acomodas la ropa. Me miras y sólo hay silencio. Me has llamado
Soledad, yo te llamo Dolor.
Amor, ámame
aunque sea en medio del egoísmo que ahora mismo consume tu luz, ámame a
pedazos, hecho pedazos, yo los tomaré todos, esparcidos por el universo, hasta
forma la criatura bella que recuerdo en medio de la memoria borrosa que tengo
de tu amor.
Niegas con
un par de movimientos de tu cabeza, sé que estás cansado, y te dispones a entrar; yo sostengo tu mano y
esperas, esperas a que yo encuentre el valor de decirte aquello que callo por
miedo a perderte, sin saber que en mi silencio ya lo he hecho.
N/A
Después de mucho, mucho tiempo, al fin ha salido un nuevo shot/capítulo/sentimiento de Erótica, espero que quién aún lea lo viva, lo haga suyo y lo lleve consigo
Besos ♥
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