Esta es una historia particular, con la que probablemente muchas se sentirán identificadas.
Espero que les guste,
y que la disfrutemos juntas.
Besos.
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Capítulo I
.
—¡Apresúrate! que llegaremos tarde —me habló Tom desde la
puerta, para perderse de inmediato camino a la sala.
—¡Ya casi estoy!
Me encontraba cerrando la última maleta que llevaría a
nuestro viaje a Rusia. Nuestro vuelo saldría dentro de cuatro horas, y debíamos
embarcar al menos una antes.
Arrastre la última maleta por el pasillo, hasta llegar a la
sala y ponerla junto a las demás. Observé apiladas cinco cajas en dos grupos.
—¿Qué es esto? —quise saber.
—¿Qué crees que puede ser? —fue la irónica respuesta de Tom,
mientras llevaba dos de sus guitarras fuera de casa.
Miré mi nombre escrito en tres de ellas, y levanté la tapa
de la primera. Pude ver dentro una serie de objetos. Cartas, tarjetas, todos
regalos que nos solían enviar nuestras fans. Siempre que encontraba un momento
las revisaba. Mentiría si dijera que las había visto todas, más aún cuando
estábamos de gira, aquello era una labor imposible. No sabía por qué nos las
enviaban justo hoy. Estaban destinadas a quedarse ahí a la espera de nuestro
regreso.
La curiosidad me llevó a remover un poco el contenido. Había
un sobre de color rojo que llamo mi atención. Otro sobre blanco muy grande y
abultado, que debería contener algo más que una carta. Pero fue otra cosa la
que captó mi atención. Había un paquete del tamaño de un libro, que estaba
envuelto en un hermoso papel hecho con flores secas de color violeta, y atado
con una cinta del mismo color.
—¡Bill! —escuché a Tom, exigente desde la puerta de salida.
Siempre era más consciente que yo del tiempo.
Lo miré, y me di cuenta de que mis maletas ya no estaban. Alguien
las había subido al coche, así que sólo faltaba yo.
—¡Que llegaremos tarde! Ya sabes cómo es el trafico aquí —reclamó
mi hermano, con más ímpetu.
Creo que de los dos Tom era el que peor llevaba los viajes.
Miré nuevamente el interior de la caja, y tomé el paquete
con forma de libro sin más preámbulos. Si era algo de lectura, no me vendría
mal para un vuelo tan largo. Lo metí dentro de mi bolso y salí de casa, antes
que mi hermano sufriera un ataque.
Me dormí durante el camino al aeropuerto, así que para mí
duro un abrir y cerrar de ojos. De momento mantenía controlado ese nerviosismo
previo a una actuación, y creo que era por lo tedioso que se me hacía volar
tantas horas. Aquello resultaba aplastante.
—Despierta —me zarandeó suavemente Tom.
—¿Ya llegamos a Rusia? —quise bromear.
—Qué más quisiera yo —contestó, mientras guardaba su portátil
en la funda.
—Que pereza —me quejé, estirándome un poco dentro del coche—
…tantas horas de avión.
Tom no respondió, pero yo sabía que apoyaba al cien por cien
mi queja. Cuando sería el día en el que inventaras la teletransportación.
Llegamos con tres horas y quince minutos de antelación al
vuelo. La rutina era la de siempre.
Esperábamos en la fila para el control, que debido a las
últimas normas de seguridad impuestas, se había hecho más largo aún. No me
extrañaba que tuviéramos que estar con tanto tiempo de anticipación. El aburrimiento
me iba a matar, aún faltaban dos personas para mi turno, y a este paso teníamos
para media hora más. Así que saqué el paquete que había metido en mi bolso
antes de salir, y comencé a ojearlo. Todo era tal como lo había visto en el
primer momento, su peso y consistencia me hacía apoyar la idea de que se
trataba de un libro. El papel que lo envolvía, estaba compuesto por florecitas
secas que habían sido pegadas sobre material reciclado. Noté un detalle nuevo.
Tenía una ventana en una de las esquinas, dentro de la que se podía leer la
dirección de envío y el destinatario. Pero nada del remitente, lo que incentivó
aún más mi curiosidad. Me había decidido a abrirlo cuando nos indicaron pasar
por otro control que habían abierto junto al nuestro.
—Quítese todo lo metálico —fue la orden que me dieron.
Me quité el collar, el cinturón y el reloj. Dos anillos, las
llaves y el monedero que llevaba en el bolsillo.
—Tengo piercing corporales —avisé, antes que me preguntaran.
—Bien —se dio por enterado el guardia—. Si está listo, pase.
Así que avancé.
Creo que no noté que aún llevaba aquel envoltorio entre las
manos hasta que la alarma sonó.
—Por favor —me dijo el guardia, indicando mis manos.
—Claro —reaccioné.
El paquete pasó junto con el resto de mis cosas. Ahora tenía
que descubrir que era lo que contenía, y que había hecho saltar la alarma. Lo
observé más intrigado aún, cuando comencé a recoger mis cosas.
Compré dos revistas sobre moda, un perfume y un collar en la
zona de espera para el embarque. Luego Tom y yo, caminábamos por el interior
del avión, buscando nuestros asientos.
—Yo me pido la ventana —me apresuré.
—No sé de qué te sirve —se quejó Tom, que hoy estaba
especialmente resentido—, lo único que verás son nubes.
Como no tenía pensado hacerle demasiado caso, pase hasta mi
asiento. Él abrió el compartimento que había sobre nuestros asientos, y guardó
su equipaje de mano. Yo en cambio mantuve mi bolso junto a mí, y cuando
finalmente estuve instalado saque ese intrigante regalo. Había llegado su
momento.
—Le has dado muchas vueltas a eso —me habló Tom cuando se
sentó— ¿Es de alguna fans?
—Sí, estaba en una de mis tres cajas —enfaticé la palabra ‘tres’,
para molestarlo un poco y ver si se aligeraba su ánimo.
—Yo no revisé lo mío, como aún me tienen que traer un camión
completo —respondió, con ese aire de superioridad que usaba, y que parecía muy
convincente cuando no lo conocías tanto como yo.
—Ah claro, se me olvidaba que tus fans alquilan barcos
completos para enviar tus regalos —sonreí, sin quitar la vista de mi obsequio
personal.
—Pues no lo vuelvas a olvidar —rió Tom, mientras se
acomodaba en su asiento para dormir.
—Ya, ya… desde luego que no lo olvidaré —hablé,
complaciente. Él hizo un sonido despectivo y cerró los ojos.
En un momento Tom parecía estar ya dormido. No me extrañaba
que fuese cierto, el sueño con él llegaba de inmediato.
Tiré suavemente de la cinta que ataba el paquete, mientras
que la auxiliar de vuelo comenzaba a dar las indicaciones de seguridad. Aparté
completamente la cinta, y la dejé caer dentro de mi bolso que ahora estaba
entre el asiento y yo. El avión comenzó a moverse lentamente, buscando su
posición para el despegue. Y fui descubriendo lo que para mí sorpresa no era
exactamente un libro, si no un cuaderno escrito con tinta de color rojo. La caligrafía
era notoriamente femenina, y entre sus
páginas tenía un pequeño sobre que abrí de inmediato. Cerré los ojos cuando el
avión alzó el vuelo, esperando que la sensación de nauseas se me pasara. Era
una sensación conocida para mí. Normalmente levantaba los pies del suelo, y eso
me ayudaba a mitigarla, pero ahora estaba tan centrado en el cuaderno que lo
olvidé.
Cuando abrí el sobre me encontré con una nota pequeña. Me
resultó particular. Habitualmente las cartas solían ser extensas, pero claro
tenía un cuaderno completo, lo que podía interpretarse como una carta. Abrí la
nota que también estaba escrita con lápiz de color rojo.
“La escogí de plata,
porque me parece un material noble y hermoso”
Pestañeé un par de veces, intentando comprender. Era obvio que
no lo haría hasta que mirara dentro del saquito de tela que acompañaba a la
nota. Encontré dentro de él un colgante con la forma de una llave, parecía
realmente la llave de una cerradura, así que volvía a guardarla en el saquito.
Metí todo dentro de mi bolso, junto al papel que envolvía aquel cuaderno, y que
había doblado para guardarlo. Me gustaba.
Observé el cuaderno, cuyas tapas estaban también cubiertas
por papel del mismo estilo del envoltorio. Los colores invertidos estaban
invertidos, aquí predominaba el violeta. Me animé a abrirlo para comenzar a
leer.
—¿Quiere algo de beber? —me preguntó casi en un susurro la
auxiliar, para evitar despertar a Tom.
Negué sin emitir sonido. Ella me sonrió.
Volví al cuaderno, y comencé a leer las letras escritas con
tinta roja.
“Hola mi querido Bill…
mi nombre es Amatista. Sí, justo como la piedra. Cosa de mis padres, pero todos me dicen Amy.
Hoy he decidido
comenzar con esta especie de bitácora personal, en la que escribiré lo que cada
día quiera decirte. Te preguntarás, ¿porqué no una carta normal? Probablemente
porque sentarme a escribirla significará la muerte de muchas ideas,
sentimientos y emociones. No seré capaz de reflejar en las líneas que ocupa una
carta convencional, todo lo que querría que supieras.
No sé aún cuando
puedas recibir esto, ni siquiera sé si algún día lograré que llegue a tus
manos, pero no por ello dejaré de
comenzarlo.
Mis mañanas las dedico
a ti, y a mis intereses claro. Suelo ver videos, fotos y escribir alguna
historia, fic le llamamos. Eres el protagonista, y he terminado una hace poco. Me resulta
inevitable no enamorarme más de ti en cada capítulo. Y en este preciso momento
estoy viendo el DVD de Humanoid, e intento pensar en cómo te sentías en ese
momento. Debe ser difícil saber que siempre hay alguien evaluando lo que haces,
para bien o para mal.
Me despido con un
beso.
P.D.: La tinta roja,
es por algo que leí hace mucho: ‘La letra escrita con sangre, queda para
siempre’ ”
“Hola mi querido Bill…
Hoy he tenido un día
bastante extraño. Te comentaba que escribo fics, pues estoy a las puertas de
terminar una historia y me ha resultado complicado el capítulo de hoy. Saco
capítulos casi a diario. Hace poco terminé un video y la canción la tengo muy
arraigada en el alma… en fin…
Aunque sé que mi vida
es la que es, y soy feliz en ella, pero cuando se trata de ti es como si
viviera una realidad diferente, una en la que puedo amarte. Creo que lo hago a
través de mis videos y mis escritos.
Sólo quería contarte
eso, porque hoy tengo día lleno de ti, quizás sea porque es jueves. Solemos
reunirnos por internet chicas de diferentes países, es un día que dedicamos a
ti. Mi nostalgia debe ser eso.
Besos Bill, espero que
hoy tengas un buen día.”
Me quedé un momento procesando aquellos dos primero días en
los que ésta chica, con un nombre curioso, se dirigía a mí como si me conociera
de toda la vida. Me reí cuando volví a leer el segundo día, y vi que se reunían
para hablar de mí ¿Qué cosas dirían?
Sacudí la cabeza, sacándome la idea de averiguarlo. Hacía
mucho que me había prometido que no andaría curioseando lo que se escribía
sobre mí en internet.
Metí la mano a mi bolso, y rebusqué el colgante que esta
chica me había enviado. Lo miré y lo oprimí. Era un regalo hecho con afecto, y
eso me hacía sentir bien. Volví al cuaderno escrito con tinta roja, aquel
detalle y la explicación de ello me gustaron mucho. Seguí leyendo, aún con el
colgante en la mano.
“Hola mi querido Bill…
No puedo comenzar este
día sin una enorme sonrisa. Quedan sólo dos días para verte en el World Stage
de Malasia. Me siento tan emocionada. Me encantaría poder viajar allá dónde tú
estés, pero ya tendré la posibilidad de verte en vivo aunque llueve o truene. Tengo
los dedos cruzados para todo les vaya bien a ti y a la banda. No sé aún qué
canciones tocarán, pero personalmente me encanta ‘Zoom into me’ y
‘Phanthomrider’, espero que toquen algunas… o ambas… jajajajjaj…
Besos Bill, desde acá
estoy contigo.”
Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento. Me quedé por un
momento, intentando recordar que estaba haciendo yo dos días antes de nuestro concierto
en Malasia. Probablemente volviéndome loco, esperando que no se me olvidara
nada. Sabía que las fans estaban pendientes de nosotros, y de mí, todo el
tiempo. Fue extraño comprender que otra persona, a quien podría darle un
nombre, pensaba en mí.
Y sin quererlo, sin siquiera notarlo aún, algo entre los dos
había hecho conexión en ese momento.
Continuará…
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