Momento
.
Me observaba atentamente en el espejo del baño. Reconocía
todo de mí, y al mismo tiempo me buscaba bajo la capa de impermeabilidad que
había levantado hacia tanto tiempo. Sobre el mueble me esperaba una tijera y
una afeitadora. Miré ambos objetos sin saber cuál podría otorgarme un acto más
limpio. La tijera recortaría dramáticamente cada mechón de mi cabello. La
afeitadora se lo llevaría todo sin pretextos.
Acerqué mi mano a la tijera, de vez en cuando un artista
necesita del drama.
Tu mano sostuvo la mía, ambas se quedaron sobre el
utensilio.
—¿Vas a optar por lo más dramático? —hablaste.
—¿Me lo preguntas tú, que siempre llegas en silencio?
—respondí, girando la mano para tomar la tuya. Ambos estábamos reflejados en el
espejo.
Escuché tu risa, una mezcla de suave travesura inundó mi
mente al hacerlo.
—¿Estás decidido? —preguntaste, enredando los dedos en las
hebras que salían de mi nuca. Cerré los ojos por un instante, encontrando en
aquella caricia la única razón por la que desistiría.
—Sí —suspiré, finalmente. Tú asentiste.
—Deja que te ayude —pediste, tomando la tijera.
Te permití guiarme hasta una silla que había. Me senté, dándote
una altura más cómoda para trabajar. Nuevamente tus dedos acariciaron mi
cabello, peinándolo hacia atrás.
—¿Podrás hacerlo? —te pregunté, y te vi sonreír.
—No creo que sea tan difícil —contestaste, para luego
acomodarte a horcajadas sobre mis piernas.
El movimiento fue suave y seguro, sin rastro de vacilación. Reconocí
de inmediato tu peso y mis manos descansaron en tus muslos casi sin pensarlo. Tu
mirada permanecía fija en mi cabello, y tus dedos asieron un mechón con
determinación. Noté la presión en el estómago cuando alzaste las tijeras, pero
ni tú ni yo titubeamos. Cerré los ojos, y escuché el primer corte limpio. Los
abrí cuando dejabas el primer mechón dentro del lavamanos.
De ese modo, uno a uno los fuiste cortando. Manejabas las
tijeras con seguridad y eso me tranquilizaba.
Te observé, tus manos alzadas, tus labios levemente
abiertos, tu concentración puesta en la labor que efectuabas ¿Se podía
compartir mayor intimidad? ¿Se podía reducir la vida a un momento?
Mis manos que habían permanecido en tus muslos, ascendieron
suavemente. Una sonrisa asomó en tus labios, y tus ojos enfocaron los míos
cuando el último mechón de cabello cayó con los otros.
—¿Por qué lo haces? —quisiste saber.
—¿Qué? ¿Tocarte? —pregunté, besando la piel de tu pecho.
—No —dijiste, riendo y separándome de tu cuerpo para que te
mirara—… esto —volviste a enredar los dedos en lo que quedaba de mi cabello.
Me encogí de hombros.
—Libertad —declaré, con la voz cargada de la simpleza de
aquel concepto.
Echaste atrás la mano con la que sostenías la tijera, como
un gesto de protección, para luego acercar tu boca a la mía. La recibí con
absoluta pasión, con esa pasión que tú despertaba en mí y que te pertenecía
desde que recordaba. Un suspiro tuyo y el sonido de la tijera al caer al piso,
fueron los detonantes. Los besos se abrieron paso por la piel, las manos por la
ropa. Me declaraste tu ansia, yo te declaré mi deseo. Entre jadeos soltamos los
botones de mi pantalón. Tu mano afianzó mi sexo cuando mis dedos exploraron tu humedad.
Me perdí saboreando la textura rugosa de tu pezón, mientras me empuñabas y
flagelabas tus pliegues con mi erección. Me sentí entrar, y la piel se me erizó
mostrando de forma diáfana mi excitación. Tu húmedo calor me envolvió y se
cerró en torno a mí cuando emitiste un profundo quejido de placer.
Mis manos buscaron tu espalda, te encerré en un abrazo que
me cortaba la respiración. Tu cadera ondeaba sobre la mía, ejerciendo una
devoradora presión. Tus dedos se aferraban a mis hombros, sosteniéndote y
encontrando en ellos un punto de apoyo. Tus movimientos insistentes y rápidos,
atraían mi culminación con violencia. Noté como el pánico crecía en mi pecho,
me dolía y me ahogaba. No quería que acabara, no quería que te fueras. Te
oprimí aún más en el abrazo, dificultándote el movimiento.
—No —te dije con esfuerzo, cuando intentaste liberarte.
—¿Qué pasa? —preguntaste, con la voz roída por el esfuerzo.
Negué con un gesto, escondiéndome en el abrazo que nos unía.
Sentí como acariciabas mi cabeza, y me hundí un poco más en el hueco de tu
cuello.
—No temas —dijiste—, aunque no me veas siempre estoy
contigo.
—Pero no consigo que te quedes —te susurré.
—Shhh… no pierdas la fe —me pediste, besando mi oído y mi nuca.
—Pero no llego a ti —aún notaba la opresión en el pecho.
—Lo has hecho —declaraste, con alegría.
—Sólo una vez —me lamenté. Tú continuaste con la caricia de
tus labios, yo continué con mi pesar— ¿Y si hoy es el último día?
Te separaste ligeramente de mi abrazo para que pudiese
mirarte.
—Si me piensas como yo te pienso, no habrá una última vez —tu
voz sonó clara e indudable. Sentí su calma en mi pecho, disipando el miedo,
convirtiéndolo en lo que realmente es: una fantasía.
Mis besos llenaron tu cuello, y tus suspiros avivaron mi
deseo, devolviéndonos al momento en que el alma habla a través de la pasión. Y
entonces, susurrado y melancólico sonó tu nombre en mis labios. Tan suave y
bajito que casi lo confundo con un pensamiento.
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Aquí les dejo un
nuevo capítulo de Erótica. Hay cosas en la vida de Bill que me gusta tomar y
darle una forma dentro de la fantasía de esta serie. Espero que les haya
gustado y que visiten la ilusión de la mano de mis letras.
Un beso.
Siempre en amor.
Anyara
Que puedo decir, jejeje me ha encantado no me lo imagine así tan sensual y me dieron ganas de cortárselo yo jojojo y culminar de esa manera, me encanta aunque quede con un toque de nostalgia, indudablemente es un momento muy espacial. Gracias por escribirlo y abrir para quien lee la ilusión de un momento en la vida del amado tormento
ResponderEliminarMuchas gracias mi Gabriela, entiendes muy bien lo que intento con esta serie. Él es nuestro adorado y nuestra fantasía, los escritos nos permiten mirar una imagen idealizada de su vida entre las rendijas.
ResponderEliminarMuakk!!! ♥
Gracias por leer.
Uiinsss que Momento.....Me encanta cómo transformas actos quizá simples en vivencias tan intimas y encantadoras, logras q todas nos sintamos esa chica q logra llegar a él de una forma misteriosa...."Aunque no me veas siempre estoy contigo"....Ainsss....Bendita imaginación la tuya mi querida Any ;)
ResponderEliminarme encanta esta serie de micro relatos, aunque pocas veces por decir nula sea la oportunidad que tengo de comentar, siempre leo y me encanta la forma en que creas un mundo de fantasía con tintes reales de la vida cotidiana de Bill.
ResponderEliminar—Si me piensas como yo te pienso, no habrá una última vez
ResponderEliminar¡Auch, esa frase dolió! El relato es hermoso y al momento de leerlo, creo que todas hubiéramos deseado sostener las tijerasy ayudarle a cortar un mechón de su cabello.
Anyara, , me dejaste pensando en el momento real de esa acción, de nuestro Bill real, ,sobre lo que pasaría por su mente al tomar esa desición.
Gracias por darnos esos toques de fantasía y amor en la vida de nuestro Bill.
Un beso.
Adriana.
Jen Gatta Marquez: ay mi madre ay mi madre que capitulo mas cargado de erotismo, emocion y pasion! me dio un subido que pa que te cuento! me encanta el nuevo look que lleva Bill, siempre cuando el hace algun cambio le busco el lado positivo a las cosas, todos necesitamos y cambio drastico a ver si tocamos fondo y conseguimos aquello que tanto anhelamos. Como siempre me has enganchado a la historia de erotica que a mas de una nos hace soñar. besitos <3
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