lunes, 18 de mayo de 2015

Desolación / Serie Erótica



Desolación
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Tanta profundidad para sentimientos tan vanos, tan vacíos, tan carentes de vida ¿De qué me sirve amarte de esta manera tremenda en que lo hago, si nada a mi alrededor tiene sabor, color o emoción? De qué me sirve si tú no estás.
Me paseo por los pasillos del hotel al que he llegado; Las Vegas parece siempre un buen lugar para olvidarte. El ruido, las risas, el sonido de las máquinas, las luces; tantas y tantas variantes de la diversión que están ahí para que los desolados como yo encuentren una chispa que los encienda. Lo observo todo, me detengo y supongo que me veo como una de esas estatuas que decoran el lugar, de pie mientras los demás se mueven llenos de vida. Giro sobre mis talones y todo parece tan colorido y tan gris a la vez. Dicen que desde que despertamos a la vida buscamos un alma que nos complete, que nos haga uno con el resto del mundo, que nos dé un eje; yo sé que te encontré, pero aún no te he hallado.
Bebo del vaso que llevo en las manos; la mezcla es whisky y cocacola. Con el vaso aún en alto veo a alguien; no eres tú, aunque podrías serlo ¿No? Eres tú la que dice que te puedo encontrar en mi parte del universo, en este universo caótico en el que existo y en el que te espero. Sus ojos oscuros, casi negros, me observan, parece como si me conociera o quizás simplemente le gusto; eso también puede pasar, puede ser que yo le pueda resultar interesante a una chica cualquiera o que le pueda parecer curiosa mi forma de caminar, tambaleándome ligeramente mientras me acerco.
—Hola, soy Bill —le digo, sonrío y le ofrezco de mi vaso con su contenido de evasión.
—Hola, Bill —dice, recibiendo mi oferta. La miro, mientras el licor entra en ella; quizás más tarde pueda hacerlo yo.
—¿Sola? —la pregunta ayuda a tirar abajo todas las barreras de la seducción previa y deja abiertos dos caminos: la aceptación o el rechazo.
—Contigo, ahora, si tú quieres —me devolvió el vaso.
¿Cobras? —quise preguntar, pero por muchas copas de más que llevara, sabía que no era una buena idea; así que volví a sonreír y beber.
—Estoy con unos amigos —le cuento—, pero tengo un momento para perderme por ahí.
Ella se acerca un poco más y juega con el ribete de mi camiseta.
—Podríamos perdernos juntos. Mi habitación está cerca —la intención de ambos queda más que clara, sin embargo aún tengo algo de lucidez para pensar en si me interesa tomarla. Pienso en ti, pienso mucho en ti ¿Lo sabes?, pero es tan difícil sobrevivir a esta vida medio muerta cuando no estás.
Busco su mano y enlazo los dedos como si pretendiera crear una ilusión romántica. No hay romance en lo que voy a hacer, no hay consciencia; sólo tristeza. No obstante, sonrío, lo hago porque es el modo en que enfrento la soledad.
Caminamos los amplios pasillos del hotel, tomados de la mano como harían dos enamorados. Nos metemos en un ascensor de cristal, que mientras sube nos deja mirar el hormiguero de colores que se despliega por doquier. Nos damos nuestro primer beso, no me gusta demasiado porque no sabe a ti, pero me convenzo de que en sus caricias te encontraré. Salimos del ascensor y recorremos un pasillo que nos lleva a su habitación. Ella ríe mientras abre la puerta y lo hace otra vez cuando nos volvemos a besar. El lugar está a oscuras y lo prefiero. La acaricio en las caderas, de ese modo en que te gusta ¿Lo recuerdas? La escucho suspirar y supongo que también le parece agradable. Busco el modo de abrir su pantalón y deslizar mi mano dentro de él. La toco, del modo firme e intenso en que te toco a ti cuando me deseas y su cuerpo responde de la misma manera: sus uñas aferrándose a mis brazos y su boca abierta en un gemido.
—No te he dicho mi nombre —murmura.
—Shhh… —le pido, en el momento en que hundo dos dedos en su sexo. La escucho jadear y las presentaciones se olvidan; no las quiero, no las necesito.
Le acaricio el cuello con los labios y la lengua, el aroma de su perfume aflora, es agradable, pero sólo puedo pensar en que no es el tuyo. Saco mis dedos de su interior y tiro de su ropa un poco más abajo. Quizás si la giro y acaricio su cabello con mi nariz, pueda olvidar que no eres tú. Sus manos oprimen el bulto que la excitación ha conseguido bajo mi pantalón. Lo cierto es que es una leve erección comparada con las que tú me has regalado. La escucho sonreír y busco en el eco de ese sonido el sonido de tu risa. Libera los botones y se desliza hacia abajo. Sé lo que va a hacer y espero que lo haga bien, espero que sus manos desnuden mi sexo con la misma brava delicadeza con que lo hacen las tuyas. Deseo que cuando su boca me humedezca, su lengua se detenga en la punta y le dé forma rodeándola hasta que la sangre me arda ¿Podrá, ella, tragarse mi semen cuando ya no pueda más? ¿Sabrá aferrarse a mis piernas cuando la descarga me haga gemir de placer?
Su lengua me toca con gentileza, me lame desde el inicio y mete mi pene en su boca como si fuese un helado de paleta, lo encierra con los labios y lo oprime contra su paladar. No puedo negarle arte, a esta chica sin nombre, ya que noto como se me ablandan las piernas con cada succión. Enredo los dedos en su cabello y contengo las ganas de oprimir su cabeza contra mí hasta que se ahogue.
Qué vano me parece el sexo ahora mismo, que inútil y simple; carne, deseo y liberación. Y es normal, porque el erotismo no está en apretar un pecho inflamado, si no en acariciar la dúctil masa de un cuerpo que se entrega, que te hace su dueño. Pero ahora mismo no me importa, porque eres tú la que me ha puesto en este lugar; tú, la que me ha obligado. Vienes y me hablas de cosas que no llego a comprender. Vienes, porque no has podido hacer de tu mundo el mundo en el que quieres vivir…
—Ahh… —se me escapa un suspiro, cuando ella, la chica que no eres tú, se afana en su labor y mi sexo está tan lleno que no me deja pensar.
La tomo por los hombros y la ayudo a incorporarse, no quiero que nuestro encuentro acabe aún, porque aún te pienso y quiero olvidarte.
Me la llevo a la cama, acompañados por la penumbra que forman las luces de esta ciudad y que se filtran por una rendija que hay entre las cortinas. Nos desnudamos, yo la ayudo y ella lo hace conmigo. Su cuerpo es grácil y fácilmente modelable con mis manos. Sus pechos son de la talla exacta para reemplazar a los tuyos en mi boca. Los beso, los lamo y me los bebo. La escucho murmurar un: Oh, Dios, que me da igual a qué religión se dirija. Le abro las piernas con las mías y me adentro en ella intentando omitir que he tenido que tomar precauciones; esas que jamás tengo contigo. Su sexo es prieto, bastante cómodo y excitante. Su pecho se balancea al ritmo de mis embestidas, invitándome a moldearlo con las manos. La escucho gemir y jadear con sonidos entrecortados. De pronto siento deseos de cubrirle la boca para no escucharla, para no romper la fantasía de que eres tú. Vuelve a gemir y la penetro con fuerza, con mucha fuerza, para que mis propios gemidos cubran los suyos.
Los seres humanos somos salvajes por naturaleza, somos despiadados. Ni las joyas, ni la ropa nos diferencian del resto de los animales. No, lo que nos hace diferentes es que podemos razonar nuestros instintos y muchas veces elegimos ser salvajes y despiadados… elegimos y ese es nuestro peor pecado.
La giro sobre la cama y la monto desde atrás. No quiero pensar, no quiero que tu mirada me reproche el amor que no te puedo dar. No quiero mirarla, no quiero que sus ojos me recuerden que no eres tú. Me siento perdido, angustiado, desolado. Me hundo en ella y aprieto la manta hasta que me duelen los dedos. La penetro y siento el vértigo que precede, por segundos, al orgasmo. Luego me pierdo y me siento elevado en un espacio sin forma ni límite, pero está vacío, tan vacío…
Me dejo caer a un lado de la cama. No sé si ella ha acabado o no, no recuerdo sus emociones, ni sus jadeos. Me limpio el sudor del rostro y la escucho hablar.
—Ha estado bien —dice. Supongo que sí—. Voy al baño —agrega. Le regalo una suave caricia en el brazo, con el dorso de los dedos, y una sonrisa que no sé si llega a ver.
Me pregunto cómo puede un alma tan enorme estar atrapada en este planeta, existiendo el universo infinito que crece y se despliega. Cómo puedo estar atrapado en este cuerpo, en estas necesidades y en ti…
Al pasar, ella enciende una luz, una lamparilla que está sobre un escritorio y junto a una silla en la que estás tú. Tus ojos son dos faros apagados, tristes, desolados.
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N/A
Uno más de Erótica, uno extraño y triste, lleno de sentimientos que muchas veces tenemos porque en realidad ¿Qué pasa cuando no vemos? Y no vemos una gran parte.
Espero que con todo y lo extraño que ha sido, les haya gustado.
Siempre en amor.
Anyara





4 comentarios:

  1. <3 wowwwwwww que final tan ainssss esto ya no es un one shot es una historia completita jajajaja adoro esta serie de verdad cada palabra cargada de sentimientos... te falto colocar al final el muahaha XD te perdono esta si escribes prontito jajajajaja besos any

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  2. Aaaahh Any otra vez me sorprendistw con este nuevo episodio!! Wow...
    Me sentí traicionada, como si fuera Ella jejejeje Por que aun no puedo creer lo que Bill hizo. Intentar recrearla en el cuerpo de otra u.u y para colmo que Ella haya observado todo el acto.... Eso en verdad me rompió el corazón u.u
    Ay Any....le diste alas a mi imaginación, otra vez y te lo agradezco mucho :)

    Me fascino leerte y espero volver a hacerlo pronto. Te admiró y te quiero Any, te mando besos y cariños!!

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  3. Nada mas exacto para describirlo que el titulo elegido..... Cuanta desolacion, cuanta frustacion de querer tanto algo q no se logra concretar.

    Siemprw logras sacar tantos sentimientos y emociones con tus letras, pero con esta sin duda aun mas *--*

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  4. jajajajajaja que malvada situación, aunque me siento muy identificada, por que a pesar de que uno pueda tener un sentimiento puro y sincero en muchas ocasiones dejas pasar eso para suplantarlo por algo mas. Así uno empieza a olvidar. me pregunto si ella lo perdonará, al final de cuentas es ella quien no esta ¿no? en fin que puedo decir por lo menos el tuvo sexo con el recuerdo y con el coraje por que no puede estar a su lado, aun la ama. Yo como nose que es el verdadero amor pues no puedo opinar jajajaja Soy una infiel y me enamoro y desenamoro cada 2 minutos pues me ha dejado un buen sabor de boca esta parte de erotica podría decir que como un gato me relamo los vigotes jejejejeje Mis felicitaciones mi querida escritora hoy te pongo en lo alto de un pedestal, mi respetos para ti.

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