Tragedia
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Muchas noches apago la luz y me
quedo sentado al borde la cama, de este lado que ha adoptado junto al que tengo
reservado para ti. Me fumo el último cigarrillo del día, con la luz de la noche
entrando por la ventana. Pienso en este sentimiento tan extraño, tan enorme y
magnifico, tan vacío y doloroso… tan miserable; que pulsa en mi alma día a día,
obligándome a amarte y sufrirte.
En noches como hoy en las que me
siento cansado y no puedo dormir, así que ahueco la almohada y acomodo la
cabeza sobre ella. Me quedo de medio lado hacia la orilla, como si se tratase
de un precipicio por el que puedo caer. Me cubro con la sábana y espero, me
mantengo en la expectativa todo el tiempo que me es posible, con los ojos
abiertos y el alma penitente. Respiro profundamente, soñando con encontrar en el
aire el aroma a ti. Te parecerá absurdo, pero alguna vez en entrado a una
perfumería, buscando algo que se parezca a tu olor; enseguida salgo, casi
corriendo, escapando de mi propia miseria y del sentimiento inestable que me
produce tu amor. Cierro los ojos, los aprieto y giro la cabeza para hundir
parte del rostro, y mis dolencias, en la almohada. Espero de este modo calmar
mi mente para que ella te encuentre en alguna parte, pero no es fácil callar
los ecos en tu ausencia.
Me resisto un poco más al sueño,
porque quiero adiestrar mi mente a hallarte; quiero decirle y remarcarle que en
medio de la nebulosa del inconsciente hay una luz que la despeja y me lleva a
ti. Por un momento te imagino y dibujo con los dedos tu nariz, tus ojos, el
arco de tu ceja y casi puedo tocarte; se me seca la boca por las ganas que
tengo de besarte y la desesperación crece y tu imagen se vuelve frágil y ya no
te veo y ya no eres de verdad.
Decido dormir y perderme a mí
mismo en los sueños. En el umbral de esa cercana inconsciencia una lágrima cae
y moja mi almohada; la recojo en medio del mundo onírico y la veo levitar sobre
la palma de mi mano. Su brillo y su profundidad me van revelando un mundo que
ansío: el tuyo. Veo el pasillo de un departamento, es un pasillo corto con sólo
un par de puertas. Una de ellas está entreabierta. Al final de ese pasillo te encuentro sentada de espalda a mí,
en un sillón que da a una ventana y con un tazón de algo caliente entre las
manos. Llueve y las gotas empapan el cristal. No me has visto, aún no me has
sentido, ni siquiera sé si podré conseguir que me veas.
En tu mundo ¿Hace frío?
Rodeo la estancia, me quedo de pie
a metros de ti y te miro de perfil. Llevas puesta una camiseta enorme, ni
siquiera sé si es tuya; eso me acelera el corazón, me agobia y miro hacia la puerta
entreabierta del pasillo ¿Estás sola? ¿Hay alguien contigo? ¿Es por eso que no
has venido a mí? ¿Es por eso que ya no me necesitas? Siento como se me agrieta
el pecho ante esa idea y las lágrimas me queman los ojos, buscando una salida.
—Estás aquí —me dices y tu voz
suena como una arcoíris de emociones. Capturo de ella alegría, alivio, ansia,
todo en una sola pequeña frase.
Te miro, sin saber qué decir. Una parte
de mí se abalanzaría sobre ti y te abriría las piernas para adentrarse en tu
cuerpo, en tu alma y en tus pensamientos; ahí mismo, en ese pequeño sillón. Pero
otra parte te ama tanto que no puede ni tocarte.
Dejas el tazón sobre una mesilla que
hay junto a ti, te pones de pie y caminas descalza, recorriendo los tres o
cuatro metros que te separan de mí. Es un instante que me parece inmenso y que
consigue que el calor de tu mano sobre mi pecho me parezca la gloria misma, un
orgasmo total para mis emociones, que se desbordan casi sin que lo note. Te toco
el rostro, la boca, la nariz, los ojos que también lloran; todas esas facciones
que antes tuve tan cerca. Te empinas para llegar a mi boca y me inclino para
que puedas hacerlo; me besas con todo el cuerpo y te siento pegada a mí tanto
como es posible, te aprieto para que te pegues un poco más. Nos desesperamos,
estamos ansiosos e inquietos.
—No he podido encontrarte, no he
podido —murmuras—, no podía hallarte, no podía sentirte —tus palabras
interrumpen los besos y los besos interrumpen las palabras—… no podía —tu voz
se corta. Te miro a los ojos y sigues llorando. Tocas mis mejillas y recoges
las lágrimas que yo también derramo.
¿Cómo puedo aplacar tanta
necesidad? ¿Cómo puedo vivir sin romperme cada vez que te pienso?
Sollozo, sólo ante la idea, porque
ni siquiera puedo mencionarlo. Las palabras se atragantan en este cuerpo
incapaz.
Nos miramos y de pronto la lluvia,
las gotas rompiéndose contra el cristal, se convierten en la música que nos
acompaña. Te quito la camiseta, tu desnudez me espera mientras me quito todo lo
que visto. Nos miramos en esa desnudez contemplativa te toco la piel, como si
aún llevaras un accesorio; porque incluso tu piel, con todo lo que puede
transmitirte en una caricia, me sobra. Llevo mi mano hasta tu entrepierna;
busco con los dedos abrirte, tocarte y encontrar una profundidad que te
convierta en algo más etéreo y por ello más real. Es contradictorio, lo sé,
parece que lo real es sólo lo que vemos; sin embargo, cuando estallas junto a mí,
cuando tu cuerpo se abandona y siento que brotas de ti misma como una esencia;
es cuando te veo real y mía.
—Ah —te quejas, bajito, porque mis
dedos están encontrando tu sensibilidad. Tu cuerpo comienza a abrirse y tu piel
deja de ser un decorado; se ablanda y se convierte en millones de pequeños vórtices
que se abren a los de mi piel. Entonces tus ojos comienzan a brillar con otra
intensidad y otra emoción.
Tus pezones se alzan ante mí,
porque comienza a bailar bajo tu piel otra pasión. Me inclino para besarlos y
lamerlos; quiero mojarlos con mi saliva y hacerlos míos. Te sostienes de mi
cuerpo y buscas acariciarme en ese lugar profundo en el que la sensibilidad
despierta y que se ha hecho prohibido a través del tiempo y de una ignorancia
temerosa. Me tocas con el conocimiento en tu tacto, me arrancas un suspiro y
ahora mis ojos llorosos brillan con la exaltación y el deseo, el ansia y la
desesperación.
Te tensas cuando entran mis dedos
que se mojan con la humedad de tu sexo. Los remolinos de tu piel giran
vertiginosos; los remolinos de mi piel lo hacen igualmente. Sostienes mi
muñeca, buscando que mis dedos te abandonen.
—Entra —tu voz se rompe en una súplica
que apenas logro comprender. Mi sexo se llena de golpe, hasta el dolor; en una
respuesta que no alcanzo ni siquiera a procesar.
Me arrodillo y tú lo haces
alrededor de mí, cayendo sobre mi erección. Me permites sentir el calor de tu
interior; estás mojada y caliente. Tu pecho se roza con el mío. Subes y bajas y
te abro para poder entrar mejor. Te quejas, te agitas y te quejas. Tu piel
parece inhumana, como si se levantase y brillase; me encanta estar dentro de
ti. Entonces te levantas y me abandonas y te observo como un huérfano dolido. Tu
mano toca con puntas de dedos el glande que está húmedo y amoratado por la
excitación.
—Ashhh —siseo y echó la cabeza
hacia atrás. No sabes lo que ese roce me produce. Acercas tu boca y la punta de
tu lengua toca el orificio porque el que saldrá mi semilla. Tantas veces me
pregunto qué piensas. Por bizarro que parezca. En este momento me gustaría
abrir tu cabeza y mirar tus pensamientos, como si estos pudiesen leerse y
contarse a mí. Entonces comprendo que los pensamientos están hechos en un
lenguaje desconocido, único para cada persona y que encuentra sus verbos y
preposiciones en las experiencias, sueños, tropiezos y dolores; y ese lenguaje
sólo lo puede interpretar su creador y, quizás, quien lo ame.
Te alzo y beso tu boca, busco en
su interior como si fuese la única que me puede contar el universo de tu mente.
Hundo mi lengua en ella, la recorro y reconozco su interior. Me encuentro con
tu lengua y las humedades se palpan sin interrumpirse. Sostengo tu labio entre
los míos y lo libero poco a poco, con pereza, para volver a atacar de forma más
profunda, para que entiendas que quiero abrirte el cuerpo entero. Te atraigo y
piensas que quiero que vuelvas a montarme, pero no, soy yo quien quiere montarte.
Te sostengo, te giro y mi sexo busca más profundo en tu cavidad. Noto el modo
en que tu cuerpo se tensa. Creo que con esa pequeña acción ya estás a punto de derramarte
y abandonarte en un orgasmo intenso. Una parte de mí lo desea; sin embargo,
otra más sádica y egoísta, quiere hacerte esperar y alargar la agonía, para que
sientas más agudo el placer. Me alzo, te abandono y te miro; tus manos se
aferran a mis brazos. Tus ojos, con la mirada desfallecida, parecen intentar
comprender.
Me acomodo y entro en ti nuevamente,
para atacarte sin clemencia. Todo tu cuerpo es pasión pura y me entierro hasta
la base. Te escucho quejarte, abriendo el aire con tus gemidos, sin embargo no
me sueltas; tus uñas se han clavado en mis glúteos, atrayéndome. La habitación
se ha llenado de nosotros, mis jadeos en respuesta a los tuyos, tus gemidos
acompañando a los míos y el sonido de la humedad que brota de ti al penetrarte.
Ahora son mis ojos los que se han desvanecido. Atravieso tu interior, creando
formas con mi pene; quiero pertenecerte y que me pertenezcas, esa es la
sensación más exquisita que conozco. Me abrazas, me encierras completamente y yo
me aferro con las uñas a los pequeños relieves de las maderas del piso. Me empujo
dentro de ti y te cierras entorno a mí, como una flor carnívora que a atrapado
a su presa.
—Oh, Dios… me encanta sentirme
dentro… —murmullo en un golpe enfebrecido de pasión.
Sufro, me quejo, nuestros gemidos caliente
chocan entre sí y se rompen. Mi clímax ha llegado, y estallo, entregándote mi
semen, invadiendo tu interior con él. Un resquicio de mi mente sabe que el tuyo
aún no ha llegado y en medio del placer, insisto en la penetración, con más ímpetu,
casi con desconsideración. Entonces tiemblas y los temblores te sacuden y te
sostienes con más fuerza mientras se te escapa mi nombre. Amo darte placer y
que estos instantes perduren en tu mente, creando un camino que te lleven a
encontrarme dónde sea que esté.
Nos quedamos tendidos sobre el
suelo de madera; si hace frío, aún no lo siento. Te incorporas parcialmente
sobre mí y tu dedo roza el piercing que ahora llevo en el pecho; apenas, como
si tuvieses miedo de hacerme daño.
—No me duele —te dijo, me miras y
vuelves a fijar la mirada sobre él, lo contorneas, lo exploras; como una niña
que ha descubierto una mariposa.
Recorres con la punta de los dedos
mi pezón y el tatuaje de mi costado, hasta llegar a músculo que se forma desde mi
cadera hasta mi ingle, ahí te detienes y tu mano descansa en la curva de mi vientre. Me miras a los
ojos y me miras como si fueses a declarar algo que finalmente no dices. Entonces
me pregunto si abandonaremos esta tragedia alguna vez.
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N/A
Ya saben como es Erótica, brota de nada, muchas veces sólo del ansia.
Espero que hayan disfrutado el capítulo y que me cuenten sus opiniones,
todas ellas, sin censura… ejejjeejje
Besos.
Siempre en amor.
Anyara
Me parece muy interesante ¿ella no ha podido encontrarlo?
ResponderEliminarMe recordó a uno de esos sueños donde tu sabes que lo buscas e inclusive sabes donde esta pero todo se convierte en un laberinto difícil de descifrar. Quedo bien la historia, tiene sus matices. Cuidate
Yo amo erótica y esa fascinante sensación de dolor y pasión que deja.... Ainssss cuantas veces no añoramos aunque sea verle en sueños y se nos hace imposible... 😩😩😩de esa desesperación seguramente salio este.capitulo... Besitos any me ha encantado
ResponderEliminarEstoy sin aliento! Es una tragedia no poder leer episodios más seguido jajajajaja (es broma)
ResponderEliminarMe quede pensando, que Bill poco a poco esta aprendiendo a establecer esta conexión con ella, a viajar a ese universo en donde Ella esta.
Si ella no puedo encontrarlo, entonces él buscara y esa idea me fascina!!
Me encanto leerla!!!
Besos
Es todo un giro que ella no lo pudiera encontrar....me deja pensando en qué es lo vendrá ahora.Hoy han sido más emociones para mi.Me hizo lagrimear la angustia (creo ) de ella.Sin hablar de esos encuentros físicos además que me hacen verlo de una manera tan real.Amo esta serie !!
ResponderEliminarUfff esta serie tiene un toque tan exquisito de pasión, ansias y angustia q me dejan el corazoncito a flor de piel.
ResponderEliminarMe gusta el giro q ha dado en los ultimos capitulos, en q él es quien logra llegar a ella, aunque inquieta q a ella se le esté dificultando.
Excelente entrega Any, es mi regalito de viernes *--* gracias
Ahora sé, desde el futuro "real", porqué no puede encontrarlo... Es maravillosa la conexión mutua... Me deja sin aliento ❤️
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