Negro
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Te encuentras en la terraza, me das la espalda mientras fumas y miras a las infinitas luces de la ciudad. Una de tus manos está dentro del bolsillo del
pantalón negro y perfectamente planchado que vistes y que alarga tu figura,
haciéndote más esbelto, hermoso e intachable. Apoyas la mano del cigarrillo en
el barandal y el humo se dispersa suavemente, quizás, como tus ideas ¿En qué
piensas, amor? ¿Qué ideas poblan tu mente? Muchas veces quisiera entrar
sigilosa y recorrer los pasillos laberinticos de tus opiniones, símbolos y
doctrinas; mirar todo aquello como si fuese una veedora invisible, para no
interferir en ellas, para que me permitas conocerlas desde su raíz: cristalinas
y puras; perversas o siniestras; que la esencia de cada pensamiento fluya y se
desenvuelva ante mis ojos para conocerte.
Avanzo hacia ti, descalza y
silente. Sé que no me ves, no quiero que lo hagas aún. Existe un exquisito
placer en observarte y que seas ignorante de ello. Me quedo de pie a tu lado y
tus ojos siguen perdidos en el vacío. La camisa negra que vistes está
entreabierta y me deja ver tu pecho. Fumas y tu lengua toca el filtro y tus
labios lo acarician y lo encierran. Aspiras y contienes el humo, sacudes la
ceniza con ese gesto de tu pulgar que ya conozco bien y que mi mente reproduce
de forma innata cuando te extraño. Dejas tu mano apoyada nuevamente en el
barandal y la camisa se vuelve a abrir. Sé todo lo que hay bajo ella, conozco
cada marca natural y creada de tu piel; sé el modo en que están distribuidos
tus tatuajes, donde comienzan y hasta donde llegan; es como si yo misma los
hubiese pincelado. Conozco los relieves, la forma de tus músculos, las pequeñas
hendiduras de tus costillas; el paso de tu cadera a tu ingle; la cara interior
de tus muslos, su tacto y el modo en que llenan mis manos. No, no necesito
desnudarte para saberte.
Sueltas el humo, lo haces por una
separación ínfima de tus labios que lo hace salir disparado y lejos, como si
intentaras llegar a ese infinito al que observas. Alzas la cabeza y tu cuello se
extiende como una invitación. Alzo la mano y acaricio bajo tu mentón; el toque de
tu barba, mezcla de aspereza y suavidad, cosquillea en mis yemas. Te sorprendes;
cómo no vas a hacerlo, si cada vez que vengo hasta ti rompo una membrana de tu
universo. Tu sola mirada me conmueve, me llena de un modo que jamás conseguiré
explicar; así llene miles de páginas con descripciones banas.
—Bill —susurro tu nombre, como si
lo hiciera al vacío mismo o contra una gran tempestad, consciente de que ese sonido
creado se convertirá en nada y en todo en cuestión de segundos. Todo dentro de
mí grita esas cuatro letras desde que despierto a la consciencia de un nuevo
día y me ata a la belleza de una realidad que no me pertenece.
¿Puedes dimensionar mi dolor? ¿Puedes,
siquiera, crear en tu mente algo parecido a lo que siento?
Son los ídolos imágenes de sal que
se deshacen sobre nuestro cuerpo, filtrándose y quemando en la herida de
nuestro corazón.
No, no creo que puedas imaginar el
dolor que me acompaña cada vez que sonrío por tu mirada. Son tantos días
infinitos en los que deseo que seas parte de mi realidad; tantas las veces que
suplico porque recuerdes lo mucho que me amaste.
Nuestros caminos están unidos y
separados a la vez. Has sido mío tantas veces, que es imposible que pueda
contarte todo lo que hemos vivido; sin embargo, aquí estamos, condenados otra
vez por no saber amarnos. El amor… indefinible y absoluto… quizás, ante esa
descripción sé que te amo.
No amor, no quiero asustarte, sólo
hacerte feliz.
Tú mano, aún con el cigarrillo,
toma mi mano y la lleva hasta tus labios para besar la palma. Cierro los ojos
al sentir el contacto de tus piercing y la humedad contra mi piel, el
escalofrío que me produce ese toque no tarda en llegar. Me vuelves a mirar y
aunque sin palabras, sé lo que guarda tu alma; es un dolor profundo y llagado
como el mío. Bajas la mirada y dejas caer el cigarrillo, lo aplastas contra el
suelo, tomándote más tiempo del necesario. Tú y yo estamos destinados a
sentirnos en agonía.
—Te he visto hoy —te digo y
sonríes con esa sonrisa tuya tan matizada y perfecta.
—¿Te ha gustado? —preguntas.
—Todo —afirmo—. Me ha encantado
ver el modo en que simulabas entrar en ella como lo haces en mí.
Te oigo suspirar profundamente,
como si mis palabras te obligaran a llenar el pecho.
—¿Tan evidente he sido?
—preguntas.
—Para mí lo eres siempre…
Tiras de mi mano, para acercarme
un poco más a ti. Nuestros cuerpos apenas se tocan. Tomas un mechón de mi pelo
entre tus dedos y lo recorres hasta la punta.
—Estabas ahí, en mis pensamientos,
en todos ellos —me confiesas.
—¿Hasta en la parte terrible? —te
pregunto. Sueltas un sonido como una mofa.
—Sobre todo en esa —y la sonrisa
que adorna tus labios tiene una sola emoción: tristeza.
—No estés triste, no pienses —te
pido—, no lo hagas, por favor. Sólo siénteme y disfrútame ahora que existo. No
malgastes este momento maravilloso, pensando en cuando no me tendrás; haz que
el ahora valga.
—No me puedes pedir no pensarte,
si lo hago a cada minuto del día —tus palabras se convierten en el eco dolorido
de mis propios pensamientos: Ambos sabemos que este amor no tiene destino; sin
embargo nos plegamos con la esperanza de que un rayo de luz nos alcance y consienta
el milagro.
Esta vez hundes los dedos en mi
pelo con desesperación; son tantas las veces en las que me imagino a mi misma
hundiendo los dedos en tu cabello y creando sensaciones como las que tú gestas
en mi interior. Tu cuerpo se ha pegado al mío de ese modo reconocible y amado:
pecho contra pecho, abdomen contra abdomen, sexo contra sexo; boca contra boca.
—Me muero por entrar en ti
—murmuras contra mis labios—, aunque no es entrar en ti lo que me importa…
Tus manos rodean mi rostro,
mientras tus ojos se adentran en mis pensamientos. No tengo palabras para
decir, porque nada puede explicar esto que sentimos. No hay palabras que lo
mejoren o lo arreglen o lo hagan distinto. Te miro, sólo te miro, porque no
tengo nada más que el poder grabarte en mi mente y amar ese recuerdo.
Acuno tu rostro en mi mano y dejas
caer ligeramente la cabeza, cerrando los ojos. Un enorme sobrecogimiento me
invade, quiero aplacar todos tus miedos y tus dolencias, quiero construir para
ti un camino llano por el que puedas avanzar en paz. Sin embargo siento que soy
tu dolor más profundo y por eso mismo; tu más grande amor.
Me empino hasta alcanzar tus
labios, los besos me saben salados y no había notado nuestras lágrimas hasta
que el sabor me lo ha avisado. Te suelto y me encojo sin poder tocarte, quizás
deba desaparecer para siempre y no volver a hurgar en tu alma con este
sentimiento impuro que te hace sufrir.
—No, no, no —repites, desesperado.
Me encierras es un abrazo que apenas me
permite respirar—. No, no —repites, sobre mi cabeza, mientras yo escucho el
latido desenfrenado de tu corazón. Te miro y busco el lunar que ahora escondes
bajo la barba.
—Te he amado tanto… siempre —digo
al encontrarlo—, desde que tu piel en esta zona era lisa y llana. Desde antes
de poner colmillos metálicos en tu boca para defenderte de esta vida salvaje y
por lo mismo hermosa. Te he amado desde que las raíces de tu cabello
proclamaban claridad sobre la noche que le habías impuesto. Te he amado, desde
antes de que tú mismo supieras amar…
Me abrazas y me sometes con tu
boca, que busca dentro de la mía la profundidad de todas mis palabras. Me alzas
y mis pies apenas tocan el suelo, hasta que me dejas sobre la mesa de piedra
que decora el lugar. Las luces se han apagado, dejando sobre nosotros la estela
de una luna que comienza a menguar. Te quedas ahí, pegado a mí, besándome con
besos conocidos, como esperando a que un torbellino nos envuelva y lo cambie
todo a una fantasía que no duela tanto. Y me pregunto si no debería ahorrarte
el sufrimiento amargo. Desde siempre he querido acompañarte en tu soledad, pero
yo la he vuelto dolorosa, más incluso que la soledad misma.
Me miras y lees en mis ojos todos
mis pensamientos, porque no puedo esconderme de ti, nunca. Me pegas aún más a
tu cuerpo y me besas con más ímpetu y necesidad; conozco esta desesperación, la
siento y la vivo. Siento como tu boca busca ahondar las sensaciones de la piel.
Tus besos se han convertido en insistencia y anhelo. Buscas en mi piel las
sensaciones que nos ayuden a despegar y deshacernos de toda la angustia. Me aferro
a ti y a tu anhelo, quiero ser parte de ti también en esto. Dejo que tus manos
recorran mi cuerpo con la libertad que has adquirido hace mucho; Tú y yo somos
yo y tú, no existe brecha entre ambos. Tus besos, tus abrazos, tu deseo; se
convierten en mis besos, mis abrazos y mi deseo. Tus dedos se abren paso entre
los pliegues de mi sexo y los míos se cierran en torno a la dureza del tuyo. Tu
quejido se entrelaza con el mío y la languidez borracha de mi cuerpo acaricia
el tuyo con torpeza.
—Te deseo —del modo en que se
desea todo lo que nunca has vivido; con expectativa, con temor, con ansia.
Tus dientes han hecho prisionero a
mi labio, mientras tu mano busca el modo más óptimo de acomodar tu sexo en la
entrada del mío. Cada paso previo es una guía de lo que no se debe hacer; sin
embargo, en medio de la pasión se convierte en un aliciente más para desearte. El
dolor ha dado paso a una voluntad física, casi primaria; en medio de todas las
capas del deseo dejo que un pensamiento de extensión de la vida se filtre ¿Y si
te diera un hijo? ¿Podría una vida gestarse en medio de las capas de nuestras
realidades?
Me dejó caer atrás, sobre la mesa
de piedra, y siento el frío contra mi espalda; no me importa, en este momento
podría fundir acero. Tu boca encierra mi pezón y lo devora, tirando de él como
si fuese elástico, en una caricia devastadora que hace arder mi vientre en
busca de ser llenado. Tiro de tu cadera, a pesar de que aún tu pene no ha
entrado. Consigo sacarte una sonrisa que parece alivianar toda la tristeza. Siento
la punta dura de tu sexo en medio de la húmeda cavidad que tengo para ti y de
pronto todo lo coherente se destruye en mi mente y se produce un vacío que da
paso a otro modo de pensar, de crear, de concebir la vida. Estas en mi interior
y ambos nos quedamos estáticos, mudos y quietos, como si esperásemos a que el
mundo se cayera a pedazos, sólo dejando latir al corazón. Tú te mueves
despacio, vaciándome. Mis manos cobran vida de la nada y sostienen tu cadera,
mostrando mi desesperación.
—No —alcanzo a murmurar. No salgas; dice mi mente—. Entra —te
pido, ya como la necesidad suprema. No es sólo que mis genitales te necesiten,
soy toda yo que me convierto al tenerte; sé que alcanzo un estado sublime que
quiero repetir y repetir en el tiempo y que me convierten en otra yo que
desconozco y que temo y que amo profundamente; una yo que te conoce y te
siente, que nace en el centro de los pasadizos laberinticos de tus pensamiento,
que se agita con tus embestidas, que se mezcla con tus suspiros, que jadea con
la presión de tus golpes y que busca tu piel bajo la yema de los dedos.
Quiero bañarte con la humedad
caliente con la que se desborda todo lo que mi mente crea. Necesito arrastrar
tu pecho sobre el mío y tu piel caliente quemando mis pezones y el sudor que me
causa escalofríos al contacto con el aire.
—Entra, entra —te suplico, porque
no quiero vivir en este cuerpo que no te tiene. Quiero sentir tu desesperación
fluyendo desde ti hasta mí.
Me encanta oírte jadear cuando tu
semen se dispara dentro de mí. A veces pienso en ese pequeño momento en el que
respirando agitados ya nada importa y creo que toda la desesperación se escapa
por ese instante, porque todo lo que creo es amor que se desespera por ser
parte de ti. A veces pienso que soy como una abeja que recolecta polen y lo
convierte en miel, como una obrera que idolatra a su rey.
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N/A
Aquí les dejo uno más de Erótica, nacido de él, siempre de él. Espero
que les guste.
Siempre en amor
Anyara
Así lo siento https://33.media.tumblr.com/d1241c3310709f31063ad54ac7b8b8c2/tumblr_mmioxeK6lC1s4obsuo1_400.gif
ResponderEliminarAinssss, gustar es poco, Erotica se ha convertido en todo un deleite, algo angustioso y doloroso, pero un deleite al fin, al seguir un romance tan complejo y esta vez con un toque inquietante: Podria ese amor florecer? Y si fuera esa la varita magica q les permita romper las barreras, entre sus mundos? * se queda pensativa ante la posibilidad*
ResponderEliminarBesitos mi Any, hermosa continuación de unas imagenes muy impactantes *--*
Como decirte que me encanto sin que suene trillado jejejeje es que cada capitulo es mas.profundo que el anterior... Amo cada palabra que escribes como una caricia hacia Bill es.maravilloso tqi ��
EliminarMe enamore de los detalles, de la manera en que logras crear la belleza de su piel, los sentimientos que podemos sentir al admirarlo *suspira*
ResponderEliminarMe encanto el episodio!!!!! Y suspiro de amor