Devoción
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Te amo más de lo que soy capaz de
definir con los límites que tiene mi mente. Mi alma, sin embargo, sabe más del
amor y te ha reconocido como lo único probable en mi existencia. Quizás hoy no
seas mío, pero con este sentir tan elevado y profundo logro saber que no importa, que a pesar de las
barreras que nos separan, un día te miraré a los ojos y sin palabras te diré
que te amo.
Quién sabe, tal vez las palabras
esperan en el umbral de nuestros labios, hasta poder ser dichas.
A veces, en las tardes en que el
cielo me muestra colores cuya convivencia parece imposible: naranjos, violetas,
azules, amarillos, grises; me pregunto si tu existencia es compatible con la mía o será que debo morir en este universo
en el que existo para que tú puedas brillar. Son tantas las lecciones que he
acumulado en esta vida que en ocasiones me pregunto ¿Cuándo acabará?
Oh, amor, mi amor… mi gran amor.
Amor de ojos brillantes como estrellas y una boca hecha para orar pecados
¿Sabes tú de las miserias que vivimos aquellos que hemos sido creados para
amarte?
Sí, ya sé que no debería dedicar
mi tiempo a delinear estas palabras que sólo serán comprendidas por pequeños
destellos de consciencia en este planeta, pero no puedo evitar que el amor que siento empuje bajo mi
piel para intentar irradiar en un universo de blancos y negros ¿Sabes tú, como
la lejana estrella más brillante del cielo, el dolor inhumano que significa
saberte incomprendido?
Observo las líneas trazadas en el
papel y veo como se han ido convirtiendo en esbozos inteligibles de palabras,
presa del amor y el dolor que unidos se convierten en un abstracto que solo las
almas dolientes pueden comprender.
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El cielo se llena de luces lejanas
que me muestran la fragilidad de la vida. Las estrellas, muertas, aún destellan
a millones de años del instante que vivo y a pesar de esa absoluta y magnífica
realidad, sólo puedo pensar en ti y en el dolor de mi alma. Pero qué es el
alma, sólo veintiún gramos de algo que nadie ha podido comprobar ni definir. No
hay ciencia que respalde su existencia; al menos no como yo la percibo. Sin
embargo me pesa y me duele porque no consigo compartir las estrellas de mi
cielo contigo.
Observo la caligrafía de esta
página que te escribo, como escape para tu ausencia, y las palabras se han
vuelto rayones que me cuesta a mí mismo comprender. Sé que he definido entre
ellas el modo en que me pierdo en tu mirada, en el profundo tono de tus ojos y
en cómo se expanden tus pupilas cuando estalla tu orgasmo. Son tantos y tantos
detalles de ti que guardo en la memoria, que quizás si no existiese la
nostalgia, no sería capaz de apreciarlos. Tal vez sea por eso que la calma y la
nostalgia conviven en mi pecho como en su hogar; se pasean, se miran y se rozan
por los pasillos.
Cierro los ojos y recreo ante mí
el tono de tu piel cuando es invierno, su tono pálido contrasta con el rosáceo
de tus labios y tus pezones. Suspiro cuando consigo el recuerdo de su tacto
contra mi mano. Adoro el modo en que se comprimen ante la caricia y consigo
arrastrarlos contra mi palma hasta arrancar de ti un gemido. El recuerdo se
desvanece, llevándose consigo ese segundo de placer contenido.
¿Sabes, amor, el modo en que todo
mi cuerpo te clama? De la misma manera en que la planta se extienden hacia el
sol.
Llevo una mano hasta la
entrepierna; mi sexo ha respondido al recuerdo. Lo aprieto y lo aplasto como si
intentara amansarlo. Las sensaciones que experimento no son más que el
sentimiento prisionero que busca un escape.
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Hoy te he visto; al tú que ya no
me ama. Vestías de añil e ibas de la mano de otra persona, le sonreías y
dejabas que todos tus anhelos reposaran en sus ojos. Te miré por un largo
instante, casi paralizada, y luego me refugié junto a un árbol para que no
notaras mi presencia. Te vi sonreírle y llevar su mano hasta tu boca para dejar
un beso que partió mis emociones en dos.
¿La amas a ella como me amabas a mí? ¿Le
regalas las mismas caricias que me regalabas? ¿La desnudas con la misma pasión?
El dolor que experimenta el alma
no puede definirse, es como un tornado que arranca de cuajo los árboles más
frondosos, los eleva y los deja caer desde la altura, sabiendo que el único
destino que les espera es partirse contra la tierra. El dolor del alma es feroz
y hermoso como la naturaleza.
Ante ese recuerdo es que deseo aún
con más fuerza el poder llegar a ti, al que aún me ama.
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Son tantos los momentos en que
cierro los ojos y me centro en ti, en tu mirada, en tu boca, en esa lengua tuya
que me levanta la piel. Echo la cabeza atrás, reposándola en el respaldo del
sillón que ocupo. Vuelvo a buscar un anclaje a ti, un punto que abra esa puerta
esquiva que nos separa ¿Cómo seré en tu universo? ¿Qué lugar ocuparé en ese
mundo? Aquí me he vestido de añil y casi sin meditarlo, he dejado una imagen en
el espacio virtual con la esperanza de que la veas ¿Recordarás a través de ella
los besos que te he dado? O quizás ¿Los besos que tú me regalas? Yo no puedo
olvidar el modo en que has delineado, tantas veces, el tatuaje de mi costado
hasta hacerme creer que la tinta que lo dibuja es de fuego.
¿Alguna vez has sentido que todo
lo que conoces se desfigura delante de ti como una película antigua?
Así me siento cuando quiero
tocarte en mis pensamientos. A veces, de esas veces en las que considero que tengo
suerte, casi consigo percibir tu aroma. Hoy, la desesperación que en ocasiones
me inunda, se mantiene atada a un
costado de mi voluntad. Quiero tenerte, lo ansío, pero mantengo a raya esa
ansiedad por la propia ansiedad que busca crear un estado elevado en mi mente.
Pienso en ti, como si te meditara; consigo verte sentada frente a mí,
respirando el mismo aire que se calienta a medida que me inclino hacia ti. He
creado un nuevo puente para este amor que me destroza la vida, sólo para
enseñarme un nuevo modo de amar.
No te digo nada, sólo extiendo la
mano y tomo la tuya para dejar en ella un beso lleno de devoción. Tus ojos
contienen dos pesadas lágrimas que caen cuando tocas mi camiseta de color añil.
—¿Qué pasa? —pregunto con más
paciencia de la que me creo poseedor. Tú niegas y abandonas tu silla, aferrada
a mi mano, pasando de un universo a otro.
El beso que me diste fue
apresurado y lleno de angustia. Pude reconocer mi propia inquietud en el modo
en que tus manos sostenían mi cabeza para que no me alejara. Te escuché jadear
y sollozar e intenté marcar un ritmo para este beso errático y roto.
—Shhh —te pedí calma, acariciando
tu frente con la mía, mientras hundía los dedos en tu cabello y te acariciaba
el cráneo.
Siento como te vas relajando, en
esta posición casi infantil que has adoptado, sentada sobre mis piernas. Tu
brazo pasa por encima de mis hombros y me rodea. Tu frente continúa pegada a la
mía, dándonos una perspectiva del amor mucho más intima. Uno de mis brazos te
sostiene la espalda y deja que mi mano descanse en tu cadera, la otra vaga
libre por tus piernas, creando una caricia que se va haciendo más intensa a
cada segundo. Abres los labios y tu aliento choca contra mi boca; al mismo
tiempo tus piernas se separan, creando un sendero entre ellas que mi mano no
duda en tomar. Tu respiración se contiene y algo en tu mente gatilla un nuevo
par de lágrimas que caen, pero no detienen la búsqueda que llevan mis dedos
para encontrar el borde de tu ropa interior. Mi mano consigue entrar bajo la
prenda e inhalas con fuerza contenida, como si temieras asustarme con tu
emoción. En ese momento busco tu boca para descargar en ella un beso que te
cuente toda mi pasión. Atrapo tu labio entre los míos y desahogo mi deseo con
un gemido que se extingue dentro de tu boca. Mis dedos han conseguido abrir los
pliegues de tu sexo y exploro tu entrada que se mantiene apenas humedad. Mi
lengua busca dentro de tu boca con ansia, para que recrees en tu mente todo lo
que quiero hacerte.
Pareces tan frágil, tan moldeable ¿Qué pasa,
mi amor? ¿Qué pesar llevas en el alma? ¿Se parece al mío? ¿Lo refleja?
Mis dedos te abren y comienzan a
hundirse en ti. Se te escapa un gemido que me hace sisear y sostenerte con más
fuerza. Todo el desasosiego de los últimos días se condensa en ese toque. La
entrada resulta áspera porque tu interior aún no está preparado; sin embargo,
llevo mis dedos hasta el límite que me permiten y busco tu clítoris con el
pulgar. Te tensas y te quejas cuando sientes el roce y yo me quedo con la
mirada prendida en tu boca que exhala pequeños jadeos. Este es el momento en
que se detiene mi individualismo, el momento en que consigo mirar lo que sucede
entre ambos con la magia que posee. Acompaso mi respiración a la tuya, para que
cada vez que inhales, te lleves mi exhalación. Por un instante mi mente logra
recrear el flujo de la energía entre nosotros, que emana y vuelve. Tu boca se
separa un poco más y noto la humedad de tu interior, facilitando la caricia de
mis dedos. Gimes mi nombre y te remueves inquieta. Toco, busco y reclamo dentro
de ti por un poco más de placer. Quiero verte deshecha y libre; quiero que me
regales todo lo que te aprisiona.
Otra lágrima resbala desde tus
ojos, no es tan pesada como las anteriores; sin embargo siento que guarda el
mismo dolor. La retengo con mis labios, a veces creo que las lagrimas son como
los pensamientos y me gustaría tener un instrumento que leyera su contenido,
qué sorpresas encontraría en ellas.
—Bill —vuelves a suplicar mi
nombre en medio de un temblor que no consigues contener. Tu placer se ha
convertido en la única meta a conseguir.
Acelero un poco más los círculos
que hace mi pulgar, consciente del modo en que tu sexo se humedece. Tiemblas
sin poder reducir los espasmos de tu cuerpo. Te beso el cuello y me lleno con
el aroma real de tu piel, no el que recuerda mi fantasía; el verdadero.
Arrastro la lengua sobre tu oído y no consigues vencer el último escalofrío. Mi
sexo se siente como un animal que brama; sin embargo, ahora es el turno de tu
liberación. Descanso mi sien contra la tuya e increíblemente siento como
vibras. Una parte de mí reconoce la irreverencia de la idea, pero casi
enseguida acepto que mi vida es irreverente desde que apareciste en aquel
margen de mis sueños.
Tu orgasmo se siente como un
bálsamo para el deseo y siento como si flotara junto a ti en el limbo. Mi mente
te acompaña a explorar el universo que se abre cuando estamos tan cerca y
unidos, que cada palabra, sonido o caricia, besan el alma. Te sostengo contra
mi cuerpo con tanta fuerza, que una parte recóndita de mis pensamientos teme
dañarte: Sin embargo, sé que tus quejas no son de dolor, al menos no de un mal
dolor; todas ellas provienen del dolor de nacer otra vez por medio del éxtasis.
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N/A
Erótica es algo vivo que se va transformando a medida que pasan los capítulos.
A través de esta historia se explora lo más esencial de nosotros como seres
humanos y lo divino que podemos conseguir cuando sentimos el amor.
Muchas gracias por leer y acompañarme en esta aventura de las
historias.
Siempre en amor.
Anyara.
Lo ame de principio a fin, me encanto ��
ResponderEliminarMe alegro montones Nadia ♥ Ya te decía que Erótica es un una historia un poco rara :D
EliminarGracias por leer ♥
Creo que lo leere de nuevo. por que estoy medio burris y no lo entendi y si le sumamos la desilución en mi corazon.
ResponderEliminarCreo que ya sé cuál es esa desilusión, pero no diré nada porque sería repetirme en mis palabras.
EliminarQuizás debas darte tiempo para leer cuando estés más enfocada.
Gracias por leer ♥
Hermoso título,ls devoción es una partd importante de la compleja relación de este par; me parece emocionante como se van incorporando cada uno al mundo del otro,sera q pronto ya podran cruzan ese umbral q los separa? yo ansío q así sea, mientras tanto sufro y gozo ese amor tan especial.
ResponderEliminarBesitos Any querida
No sé si ese umbral se pueda cruzar en realidad Eve, para mí siempre han pertenecido a diferentes universos, pero quién sabe, la magia de las palabras a veces le cambia a una (escritora) la perspectiva :D
EliminarGracias por leer ♥