Capítulo XXXVIII
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Entré en casa, agradeciendo que las llaves aún siguieran en
mi bolsillo. Había regresado en taxi, no me encontraba en condiciones de
conducir. Durante el viaje cerré los ojos varias veces y hubo un momento en el
que la vi a Ella sentada junto a mí, riéndose de mi estado y de mi estúpido
intento por ser normal. Di un salto en el asiento antes de comprender que me la
estaba imaginando, el chofer me miró por el espejo retrovisor y yo lo ignoré.
Al avanzar por el salón, me encontré con varias miradas y un
par de ladridos alegres que me hicieron sentir aún más culpable. Sonreí a mis
mascotas que comenzaron a seguirme en dirección a la cocina, cruzándose delante
de mí, impidiéndome el paso. Abrí el estante en el que se encontraba la comida
y le eché un buen tanto a cada uno en su plato. Cuando estuvieron servidos,
también de agua, los miré y sentí ganas de llorar.
¿Cómo podía ser tan miserable?
Apreté el ceño y me llevé la lengua al paladar para evitar
las lágrimas, un truco que había leído alguna vez y que efectivamente surtía
efecto.
Me adentré por el pasillo que daba a mi habitación, me quité
la camisa y los pantalones, sin preocuparme en qué lugar de la habitación
quedaban. Cerré las cortinas y me dejé caer en la cama, completamente abatido. Tuve
unos cuantos minutos de consciencia antes de dormirme, en los que me permití
repasar los últimos recuerdos que tenía de la noche anterior sin conseguir
ampliarlos.
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—No, Tom, no responde nadie —intenté hablar más claro y
modular mejor, sólo por si era posible que él no me entendiese.
Lo escuché soltar el aire en una sola exhalación fuerte y
llena de frustración.
—Scheiße—masculló algo en alemán, que por el tono que usó
debía de ser una palabrota— ¿Alcanzas a ver el coche? —preguntó, creo que con
la esperanza de que fuese así, pero a sabiendas de que era imposible.
—No, el arbusto me lo impide —casi suspiré ¿Qué podía hacer?
A estas alturas ya tenía un nudo en el estómago. Llevaba todo el día llamando a
Bill a su móvil, sin respuesta. Me había comunicado al estudio y ahí me habían
dicho que él no se había pasado por ahí en días y que era lo mismo que le
habían dicho a su hermano cuando llamó.
Tom y yo nos quedamos en medio de un silencio aplastante y
angustioso.
—Seele —dijo él, entonces—, te voy a dar una dirección.
Llamaré para que te entreguen una llave de casa —se percibía el nerviosismo en
su voz.
—Sí, claro —acepté, manteniendo a raya mi propia inquietud.
No quería desesperarme porque sabía que entonces no iba a pensar de forma
racional. Mis emociones hacia Bill estaban revueltas y eran una amenaza, al
punto de que había mirado en más de una oportunidad el modo de colarme por
encima de la barda que resguardaba la casa.
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La dirección que Tom me había entregado pertenecía a un
asistente que los chicos habían contratado para algunos trabajos menores y de
mantención de su casa cuando ellos no estaban. El hombre, de unos treinta años,
me había abierto la puerta y entregado la llave de inmediato.
¿Quiere que la
acompañe? —me había preguntado con amabilidad. Le sonreí con el mismo ánimo
y negué con un gesto, volviendo al coche de inmediato.
El camino de regreso, de unos treinta minutos, se me había
hecho eterno. Entre mi trabajo en el hospital y las vueltas que me había dado
para llegar a casa de Bill, luego por la llave y ahora otra vez a su casa,
pasaban de las seis de la tarde. En mi cabeza comenzaban a gestarse los
diferentes escenarios que podía hallar en el interior, y ninguno me gustaba.
Hubo un momento en el que comencé a dar paso a la culpabilidad, ese sentimiento
que no había dejado de tocar a la puerta de mi consciencia desde que comprendí
que no podía ser su médico, pero que había ignorado ese hecho de forma
constante.
No tenía nada para decir a mi favor. Bill se había
convertido en parte de mí sin que me diese cuenta y ya no podía hacerlo
desaparecer, ni podía desaparecer de su lado. Sin embargo, y por mucho que me
costara aceptarlo, ni él era para mí, ni yo era para él. Pensar que el amor lo
puede todo, creer de forma tan absurda, sólo podía llevarnos a una tragedia.
Aún cabía la posibilidad de que Bill estuviese creando una fantasía en su
cabeza. Existían estudios sobre ello, casos clínicos que había costado mucho
desentramar. Ahora mismo no teníamos nada. Tom sólo había encontrados
fragmentos sueltos que podían ser cualquier cosa ¿Cuánta gente aparecía muerta
en circunstancias sospechosas? Quizás, simplemente, Bill había escuchado
aquello en las noticias y su mente se había encargado del resto… quizás…
Me detuve frente a la entrada de coches de la casa de los
Kaulitz. Sostuve el mando para abrir la puerta de forma electrónica, pero no fui
capaz de pulsar el botón de inmediato. Sentía el corazón desbocado y las manos
heladas. No quería dejar sólo a Bill, porque muy a mi pesar lo que
experimentaba con él era más que atracción o enamoramiento, pero debía ser
fuerte emocional y mentalmente, no podía dejarme arrastrar por él o de lo
contrario ambos nos perderíamos. Sabía que como médico podía detectar las
mentiras, pero cuando Bill se encontraba en la misma habitación me era
imposible.
Una punzada de profunda melancolía me atravesó. Era extraña la melancolía, conseguía que el
sol más radiante se tornara frío y deprimente. Dolía en la piel, en los huesos,
y por muy racional que fueses, dolía más profundo aún; tanto que no había forma
de definir ese abismo.
Respiré hondamente, buscando la fuerza que necesitaba para
entrar en la casa y estar preparada para ser lo más cercano a un médico.
Pulsé el botón y la puerta comenzó a abrirse.
Tal como le había dicho a Tom anteriormente, el coche de
Bill no estaba. El lugar parecía solitario. Comencé a recorrer el camino de
lozas de piedra que había en medio de la hierba y que me llevaba hasta la
entrada de la casa. Introduje la llave y le di la vuelta, escuchando el suave clic de la cerradura al ceder. A mi
encuentro salieron dos perros y otro más asomó la cabeza desde uno de los
sillones de la sala. No pude evitar sonreírles suavemente mientras me rodeaban entorpeciéndome
el paso.
—¿Y Bill? —les pregunté en voz baja. Los animales ya se
habían acostumbrado a mi presencia debido a las veces que había estado aquí.
Cuando les dediqué un par de toques en la cabeza a uno y en
el lomo al otro, se calmaron y me permitieron inspeccionar el sitio con más
detención. No parecía haber nadie, todo estaba en silencio. Aunque todo
apuntaba a que Bill no estaba, quise pensar que tal vez Bill se encontraba
escuchando música en la habitación en la que hacíamos las sesiones. Fui en esa
dirección pero al llegar ahí comprobé que se hallaba tan vacía como la sala ¿Qué
debía hacer, sentarme a esperarlo? Decidí que lo mejor sería cerciorarme de que
no estaba en ninguna parte, llamar a Tom, y efectivamente sentarme a esperarlo.
Mientras caminaba por el pasillo que daba a las habitaciones
pensaba en que no tenía ni idea en qué debía hacer para denunciar una
desaparición. Qué tipo de antecedentes había que dar o qué circunstancias
ameritaban la desaparición cuando se trataba de un adulto en rehabilitación.
Tendría que pensar seriamente en ponerle un GPS adherido a la
billetera.
Cuando llegué a su habitación, empujé la puerta y el
contraste de la oscuridad en el interior, con la claridad del resto de la casa,
me hizo difícil distinguirlo sobre la cama. El olor a encierro era fuerte y
molesto, daba la sensación de que el lugar llevaba cerrado días, pero yo sabía
que no era así ya que había estado con Bill aquí mismo el día anterior.
—Bill —le hablé al acercarme a él. Su postura, atravesado y
boca abajo sobre la cama, me estranguló el estómago de ese modo brutal que se
experimenta ante una tragedia. Pero el propio silencio de la casa y la habitación
me ayudaron a calmarme ya que pude oírlo respirar. Sólo en ese momento
comprendí que yo misma estaba conteniendo el aire —Bill —hablé un poco más
alto, tocándole el hombro y meciéndolo un poco para despertarlo.
—Hmm… —lo escuché quejarse, pero en lugar de abrir los ojos,
giró la cabeza y se reacomodó en la cama.
—Vaya —expuse mi sorpresa, comprendiendo que había que tomar
una medida más drástica para sacarlo de su profundo sueño. Claro, también
estaba la posibilidad de dejarlo dormir y avisar mientras tanto a Tom de que su
hermano al parecer estaba bien.
Quizás fuese el sueño que yo misma arrastraba, o un oscuro
punto de venganza; fuese lo que fuese decidí que no, que si yo no dormía aquí
no lo haría nadie.
Caminé hasta la ventana con paso firme, de forma que mis
tacones sonaran sobre el piso, y abrí la cortina. La luz de la tarde entró a
raudales dándole a Bill directamente en la cara. No podía negar la pequeña
dosis de satisfacción que me produjo el verlo retorcerse y esconder el rostro
entre las almohadas.
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La luz se filtró por mis párpados y el dolor de cabeza me
recordó la resaca que cargaba. Me escondí, creando una trinchera con lo que
había a mi alrededor, y refunfuñé.
—Bill —escuché mi nombre, y aquellas cuatro letras parecían
cuchillas cortando mi cerebro en rebanadas.
—Hmm… —me quejé, sin conseguir encontrar la voz para
expresar un reclamo en condiciones.
—¡Bill! —mi nombre nuevamente, esta vez con más saña y voluntad
de cortar tajadas más gruesas.
—¡Scheiße! —contesté, encontrando finalmente algo qué decir,
mientras me asomaba fuera de mi escondite.
—Vaya, lo mismo me dijo tu hermano —respondió la sombra
enfrente de mí.
—¿Seele? —pregunté, situándome. Estaba en mi habitación y en
mi cama.
—Sí. Levántate — me ordenó, sin adornos. El sol volvió a
confabularse con mi dolor de cabeza cuando su cuerpo dejó de interponerse—. Voy
a abrir tu ventana para que este sitio se ventile, huele como si no salieras de
aquí en días.
Cuando dijo eso caí en la cuenta de que no sabía cuánto
había dormido.
—¿Qué hora es? —pregunté.
—Más de las seis —sus tacones chocaban contra el suelo de
forma persistente. Me senté en la cama y me masajeé la sien.
—¿De la mañana o la tarde? —continué. Ella se detuvo a los
pies de mi cama, mirándome. Se tardó un poco en responder.
—De la tarde —iba a preguntarle de qué día, pero me pareció
que aquello sólo empeoraría la situación—. Voy a preparar café —me anunció de
camino a la salida.
Cuando lo hizo, me dejé caer nuevamente en la cama y me tapé
los ojos con una almohada. Me sentía pegajoso y sucio. No era la primera vez
que experimentaba esa sensación de llevar el sudor de días en el cuerpo. Tenía
el estómago vacío, pero no estaba seguro de tolerar un café. Debía meterme a la
ducha y dejar que el agua mitigara un poco la decepción. Era horrible sentirte
tan podrido, tan inútil e incapaz; sabiendo que eres el único que puede hacer
algo para cambiarlo todo, y estar paralizado.
—Bill —sentí su mano sobre mi brazo e instintivamente apreté
un poco más la almohada contra mis ojos. No podía mirarla.
—¿Qué? —pregunté, con la voz pastosa.
—Métete a la ducha, yo haré café —su mano se retiró. Asentí
con un gesto que ella difícilmente vería— Bill —insistió.
—Sí.
Se quedó de pie a mi lado unos segundos más. Cuando supuse
que se había ido, arrojé la almohada contra la pared, esperando liberar parte
de mi frustración.
Me quedé mirando el techo y pensando en la cantidad de veces
en las que pensé que el suicidio era una alternativa para terminar con una vida
inepta. Y la mía lo era. Sin embargo yo carecía de lo que llevaba a las
personas a acabar con su vida, algunos lo llamaban valentía. Ahora mismo me
sentía capaz de quedarme en esta cama y en la misma posición hasta que mi
cuerpo sucumbiera dando paso a la muerte. Esa era una utópica forma de suicidio
porque había algo de lo que no carecía y era de instinto de sobrevivencia.
Hubo un tiempo en el que creí que me habían arrojado a este
mundo para aprender a vivir, pero que no me habían dado las garras que
necesitaba para hacerlo. Alcé una mano y me la miré por un largo momento. Mi
mente había comenzado a funcionar en otra dirección.
Me puse en pie, me metí a la ducha y deseé que el agua casi
fría se llevara lo que no me servía.
Al llegar a la cocina el olor a café recién hecho me causó náuseas.
Quizás la ducha no se lo había llevado todo. Me encontré a Seele bebiendo de
una taza, de pie apoyada en la misma encimera en la que habíamos hecho el amor.
Me miraba con insistencia, esperando a que yo comenzara una conversación. Abrí
el frigorífico y tomé una botella de agua helada.
—¿Qué quieres preguntar? —le dije, directamente. Nuestra
relación siempre había funcionado así, y era la única manera en la que yo podía
enfrentarla ahora mismo: con el escudo en alto.
—¿Tu teléfono? Te he llamado todo el día —su voz permanecía tensa
y contenida: muy profesional.
—Me quedé sin batería —abrí la botella y bebí un sorbo,
simulando indiferencia.
—¿Dónde pasaste la noche? —se saltó todas las preguntas
intermedias.
—No querrás saberlo —comencé a jugar con la tapa de la
botella, enroscándola y desenroscándola. Hizo una corta pausa en la que parecía
querer encajar mi respuesta.
—Te drogaste —me acusó, soltando las palabras casi sin
modular. La miré a los ojos, sabía que no podía esconderle la verdad, y aunque
no lo hubiese hecho de forma consciente sabía que esa era la verdad
—¿Nunca te has drogado o evadido de alguna manera, Seele
Lausen? —quise saber, porque metida en ese traje de perfección constante y que
tanto me había costado quitarle, era fácil juzgar.
—No —dijo, categórica.
Dejé de mirarla y me enfoqué en la tapa de la botella.
—Entonces jamás lo entenderás. Hay un instante entre la razón,
un hueco, un espacio que se abre y que se llama éxtasis —entonces volví a
mirarla, y la enfrenté— ¿Por qué crees que el sexo también es adictivo?
—No puedes comparar el sexo con meterte toxinas —Seele
significaba alma y ella quería defender el sentimiento por encima del acto. No
podía culparla, su vida había sido suave y las rosas aún representaban el amor.
—El enamoramiento es una toxina. Lo que es toxico te
envenena. Deseas más y más y nunca tienes suficiente —defendí mi teoría.
Me miró largamente, parecía querer decir muchas cosas que
como siempre se quedaban prisioneras en su garganta. Hoy no me sentía con la
libertad de intentar quitarle las ataduras a besos.
Dejó la taza en la encimera.
—Vine porque me lo pidió tu hermano. Veo que estás vivo, así
que me marcho —me aclaró, buscando zanjar la conversación.
Supe que la había herido ¿Por qué la hería?
La seguí hasta la sala y me acerqué a ella mientras tomaba
su bolso. Había una distancia densa entre ambos.
—Seele —le tomé el brazo. Ella se mantuvo dándome la espalda,
rígida ante mí. Tomé aire para decir algo más pero entonces se giró.
—Qué poco importa la comunicación emocional, lo mucho que
dos personas pueden decirse en medio de las caricias ¿Verdad? —comenzó a
decir—. No, sólo importa que la tengas lo suficientemente dura como para
meterla en alguna parte —tenía los ojos brumosos. No alcanzaba a mostrarme
lágrimas pero éstas se iban cristalizando poco a poco.
—Seele —no podía negar que me había sorprendido, no estaba
acostumbrado a oírla hablar así.
—¿Qué? No me dirás que ahora te vas a escandalizar —respondió con justa razón.
Me acerqué a ella y la abracé ¿Qué más podía hacer?
Se resistió durante un momento, pero no quise soltarla, al
siguiente su cuerpo se ablando y me permitió mantenerla unida a mí. Entonces
comprendí de donde venía mi necesidad de sobrevivencia. Al abrazarla sentí descanso; el descanso profundo de estar unido a quien amas.
.
Continuará.
.
N/A
Aquí llego con un capítulo más de Cápsulas. Es un capítulo lleno de muchos sentimientos, pero es que yo soy así… =)
Espero que les haya gustado.
Siempre en amor.
Anyara
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Continuará.
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N/A
Aquí llego con un capítulo más de Cápsulas. Es un capítulo lleno de muchos sentimientos, pero es que yo soy así… =)
Espero que les haya gustado.
Siempre en amor.
Anyara
Ohhhhhh se me escaparon las lagrimitasssss si que la has lastimado Bill pero que se puede hacer.. el amor de un momento a otro no viene y te salva, es un proceso, es algo que se construye dia a dia y poco a poco... con delicadeza, en esa construcción se cometen errores pero depende de como se solucionen lo que llegaras a construir despues... me ha gustado mucho jeje sobre todo ese detalle de a que podria oler el cuarto de Bill jejeje uno lo ve tan perfecto y hermoso y no se da cuenta que es humano jejejee y que tambien tiene olores jejeje un cuarto masculino, encerrado XD jajaja me pareció chistoso, pero es lindo a la vez ver como lo vas humanizando, me hace sentirlo mas cerca de nosotras las mortales XD gracias por retroalimentarme me he dado una buena cena jajajaja TQI mi Any <3
ResponderEliminarBill ♥ el camino de la redención es largo ;_; con esta historia tengo la misma sensación que con Rojo, la sensación de peligro indefinible, y por qué no decirlo, la de que las cosas no van a acabar bien. No me preguntes por qué, si es la apreciación de que no es la historia amable de superación de complicaciones y dificultades sino que hay algo tenebroso, oscuro, una sensación de amenaza permanente; tal vez la caída de Bill la percibo como demasiado profunda y la trampa que le han tendido demasiado difícil de sortear. Ojalá lo consigas, mi Bill, y contradigas a mi corazón.
ResponderEliminarAaayy q duras y dolorosas emociones, desde la angustia por encontrar a Bill hasta encontrarlo en el estado en q esta...su propia decepcion de si mismo, la pena de enfrentarse a Seele y la impotencia de ella de no poder ayudarlo, aun cuando lo ama y tiene la preparacion profesional para hacerlo...pero ese tipo de situaciones solo pueden ser resueltas por quien las esta atravesando
ResponderEliminarDemasiadas emociones mi Any, pero asi es la vida no?, de emociones...
Me quede profundizando en la actitud de ambos, primero que nada le doy un toque de me gusta a lo responsable de Bill para no conducir en esas condiciones cuando ha sido totalmente irresponsable y a caído en la tentación de evadirse de su realidad, luego la culpa de la recaída, jejejeje las indicaciones de Tom ya lo imagino bien mal humorado por que aquella no sabe nada de Bill y luego para colmo el a miles de kilómetros lejos, Ella por lo menos tuvo un poco de malvadez, yo le hubiera echado agua fria para que despertara, ella esperando toda la noche y el dándose un pazon a gusto con el amigo. Pero bueno las cosas despues de todo estan siguiendo el camino que deben de seguir para alcanzar la verdad.
ResponderEliminarMi Bill... que largo camino debes recorrer para superar todo esto... que capitulo tan triste la desesperacion de Bill y el enojo de Selee lo senti tan fuerte fue muy palpable para mi... quizas porque me siento como ella puedo aguantar mucho en silencio pero cuando se me sale todo eso por dentro pufff lo dejas salir sin arreglos ni florituras... Selee dejo ver su preocupacion y sus celos incluso.... espero que todo se solucione si bien es cierto me quedo con la sensacion de que nada sera facil y se vienen momentos mas dificiles pero seguiremos al pie del cañom.
ResponderEliminarPD: besitos y abrazos muy apachurrantes. Tq
Supongo que el actuar de Bill es como una especie de autodefensa, es como saber que la "regaste" estás consciente de ello, de tus errores, pero al momento que alguien te lo señala, lo que haces es saltar contra esa persona y desquitar contra ella tus frustraciones, tus errores. Creo que eso pasa con Bill aquí, se sintió "atacado" y por eso el ataca, pero no entiende que Seele se preocupo por él y él respondió de esa manera hiriente.
ResponderEliminarQueda el consuelo que al final pareció entender que ella se preocupa por él, porque lo ama...
No sé si esto vaya a terminar con un fueron felices, es complejo.
Muakkkk, Adriana.
Wowwww
ResponderEliminarMe ha gustado mucho mucho mucho! este y todos los capítulos, he tenido mis dosis de angustia, de suspenso, te drama y de amorshh
Al principio no sabía como digerir la trama, drogas es algo fuerte pero un asesinato fuaaa, me quede helada, bien ahora que Tom sabe es una ayuda aunque también un complice, pero la "relación" con Seele esta rara, ella se esta jugando mucho aunque bueno por Bill yo jugaría todo lo que tengo y hasta lo que no, así que la entiendo, quiero más! ahoraaa! jeje
Bien ha esperar el siguiente capitulo y mientras leere en THF, que me vuelto detective y alla hay menos interrupciones (si lo quitas te cuelgo ya lo sabes) Saludos
Wow... Un capi crucial. Seele analítica revisando su situación junto a Bill... Ay! ¡Cómo me hacía falta "escucharla"! XD
ResponderEliminar"No tenía nada para decir a mi favor" ¡Qué dura! Se enamoró de su paciente, tan solo eso... Dejarse llevar por el corazón... Qué difícil para quien entregó su amor a una persona que es inestable emocionalmente...
Me parece que este episodio post-droga es el más dura que he leído en la historia. No me sorprende la reacción defensiva de Bill, como tampoco su arrepentimiento al haber herido a Seele (es parte del proceso de culpabilidad que comienza a aparecer en él). Interesante la reflexión sobre el suicidio. Cuando se observa su mano, me imaginé mirando su tatuaje mortal (la mano descarnada)... Cuando le dice a ella: "—El enamoramiento es una toxina. Lo que es toxico te envenena. Deseas más y más y nunca tienes suficiente." ¡¡¡Qué duro!!! ¡Es como admitir que el amor te aniquila!
En este punto me pregunto: ¿qué le puede ofrecer él a Seele?
Pero me encantó la respuesta de Seele XD. Mira que hablarle en el idioma que él entiende: "—Qué poco importa la comunicación emocional, lo mucho que dos personas pueden decirse en medio de las caricias ¿Verdad?... No, sólo importa que la tengas lo suficientemente dura como para meterla en alguna parte..." ¡¡Bravoooo!! ¡Pero por favor NO LLORES Seele! Mantente dura, entera y cabrona!
Bueno, por otro lado pienso que ella ya no está en posición de dejar pasar las situaciones, es hora de tomar cartas en el asunto querida! XDDD Y por favor, prepárale y sírvele una sopa de su propio chocolate. Jajajaja.
Mil gracias Andrea! :)
Amo esta historia, es como wow! Amo leer cosas así. Lo complicado de la situación me crea frustración, cosa que me fascina ya que suelo predecir mucho y con esta historia no puedo... Nada más no puedo!!!! Love it
ResponderEliminar¡¡Qué Capítulo!! tan llenos de emoción y de sentimientos. Ay Bill *mueve la cabeza negativamente* como le puedes decir eso a Seele. Ella que se preocupa tanto... ah *suspira*
ResponderEliminarYa quiero leer el proximo capítulo =D
Es un gusto leerte =D
Besos