martes, 7 de octubre de 2014

La chica de azul - One shot


La chica de azul
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Los dedos azules iban delineando suavemente el contorno del corazón que llevaba tatuado a un lado del pecho. Una fina película de color se iba mezclando con el de mi piel, que parecía más oscuro  bajo la luz tenue de esta habitación de motel. Por un momento me permití pensar en la cantidad de tiempo que estaría la cama, o la ducha, sin ser usada; pero el pensamiento se diluyó en medio de las sensaciones que me provocaba su lengua traviesa, enredándose con la mía. La vi sonreír, y otra vez sus ojos se rasgaban con coquetería en medio del gesto. La apreté con todo mi cuerpo y la aseguré contra las baldosas sicodélicas de este baño de los setenta. Su boca se abrió en una sonrisa amplia, contagiosa y sensual. Cerró los ojos, enseñándome los parpados pintados de azul. Sentía deseos de lamerla, besarla y saborearla, para descubrir bajo ese azul, el sabor de su piel. Ella, Missy, volvió a reír, como si me leyera el pensamiento. Sentí su mano perdida entre mis piernas, comprobando mi excitación. Reí con ella, envuelto en una nube de travesura y ligereza. Nada importaba, nada pesaba. Habíamos tenido un gran día de trabajo y este momento a solas, con las voces del resto del equipo escuchándose como un murmullo lejano, nos invitaba al encuentro furtivo; al tipo de encuentro que nadie conocerá.
No estaba muy seguro de cómo comenzó. Quizás fue en medio de aquella pequeña lección que me dio, arrodillada en el porche del lugar. No le importó echarse al suelo junto a mí para enseñarme algo por lo que no le habíamos pagado. No le importó repetir el gesto para que yo lo captara y no pareció importarle que me riera por las cosquillas que me hizo al acomodar mi posición. Luego, en medio de la grabación, su voz me indicaba los movimientos, me alentaba a ellos como si entendiera cualquier temor que yo pudiese tener. Química, le llaman. Química, le llamaré yo.
Luego nos unió un cigarrillo en medio de la oscuridad. El sol había muerto en el horizonte hacía algunas horas y el desierto parecía más cautivador.
—¿Tienes uno para mí? —me preguntó, pegándose a mi lado.
—No, es el último —le indique, con el paquete arrugado en la mano—. Mi hermano tendrá —hice un gesto al aire, mostrando la posición de Tom.
—Es igual, no importa —sonrió, ajustándose un poco la chaqueta que llevaba por encima.
—Lo podemos compartir, si eso no te molesta —le ofrecí.
Volvió a sonreír, tomó el cigarrillo y se lo llevo a la boca, su llama se inflamó del mismo modo que lo hizo mi deseo. Un par de miradas de reojo y dos sonrisas, bastaron para que tirara los restos al suelo y la siguiera por entre las sombras que creaban las salientes de los techos y el corto espacio entre un edificio y otro. Atrás, entre los coches viejos que eran parte de la decoración del lugar, se quedaba mi hermano y el resto de personas que habían participado de la grabación y que no habían partido cuando aún era de día. Al llegar a una esquina, Missy se inclinó suavemente para asegurarse de que no encontraríamos miradas indiscretas, luego me hizo un guiño y volvió a sonreír con su expresión fresca, jovial, casi imprudente. Se perdió en medio de la oscuridad y la seguí porque no podía hacer otra cosa, había algo cautivante en el modo en que me miraba.
Se detuvo en la parte trasera de un edificio. Reposó la espalda contra la pared de madera y se quedó en silencio, esperando por mí. A un costado teníamos la gasolinera, a mi espalda el desierto. Me acerqué y le enlacé los dedos, acariciando el interior de sus palmas con los pulgares. Su boca se abrió en un gesto de entrega y yo me apoderé de ella. La besé y la saboreé con calma. Sabía a chicle de fresa, a día de playa, a flores blancas. Pegué mi pecho al suyo, mientras elevaba sus brazos lentamente hasta ponerlos por encima de su cabeza. Le sostuve ambas muñecas con una sola mano y con la otra busque su pierna bajo la falda para anclármela a la cadera. A lo lejos se escuchó un coyote dando cuenta de la soledad que nos envolvía. Su beso fue intenso, exigente. Todo su cuerpo se movía contra el mío creando una onda desde la pelvis hasta el pecho. Suspiré contra su boca cuando me sentí tan excitado que me dolía.  Le solté las manos y le acaricié el pecho. Ella respondió con un gimoteo que fue a dar sobre mi clavícula. El jadeo se convirtió en beso y el beso en una caricia húmeda de su lengua. Mantuve los ojos cerrados, sintiendo.
¿Y Missy? ¿Alguien ha visto a Missy? —se escuchó el eco de unas palabras que rebotaron por todo el lugar. Ella me miró, sus labios apretados contenían una carcajada que nos delataría.
—Shhh… —le susurré bajito, contagiado por su alegría. El gesto de su boca cambio y me mostró la más pura imagen de la seducción. Se mordió el labio a la vez que soltaba el primer botón de mi pantalón; seguiríamos.
La sentía tan cerca que tenía deseos de susurrarle indecencias al oído, del mismo modo en que susurraba una buena canción.
—¿Me dirás cómo te gusta? —sonreí, dando un toque de fechoría a mis palabras. Missy sonrió también, con esa coquetería cautivante de sus ojos. El siguiente botón salió del ojal.
—Te lo diré —contestó, soltando un tercer botón en el mismo momento en que tiraba de mi boca con la suya. El sonido de nuestros besos era húmedo, cálido, con la pausa justa para saborearlos y no perder el ritmo.
El sonido de un motor de coche nos obligó a parar. Estábamos tan pegados que parecía imposible que nos separásemos. Nos quedamos inmóviles, escuchando los sonidos a nuestro alrededor, intentando identificar la distancia y el peligro que corríamos en aquel rincón. Las luces del coche chocaron contra los hierros de la gasolinera. Desde ese punto y a esa distancia, no había posibilidad de ser descubiertos. Missy pareció comprenderlo antes que yo. Lo entendí cuando sentí su mano rozando mi erección. La había deslizado con maestría por el espacio que habían dejado los botones abiertos. Sentí vértigo ante el toque de su palma, acunando la carne caliente. La afiancé un poco más contra la pared, por miedo a caer.
Busqué su pezón por encima de la tela y este se levantó contra ella, mostrándome su satisfacción. Nuestras bocas se cerraron, una en torno a la otra, dejando los gemidos atrapados en nuestras gargantas. Su cadera contra la mía marcaba el ritmo de un baile al que no dejaríamos de asistir. Le acaricié la espada y un poco más abajo, buscando que  cada parte de ella quedara pegada a mí. Y me permití respirar.
—Enciéndeme —le dije, porque toda ella parecía de fuego… un fuego azul.
Descorrí, hipnotizado, la tela que le cubría el pecho —drogas y alcohol, jamás tendrían comparación con un instante como este en que la adrenalina circula por todo el cuerpo, creando en cada átomo pequeños universos de placer—, lo metí en mi boca; sabía a indecencia y satisfacción. La escuché reír y gemir casi a la vez. La excitación que experimentaba presionaba en los puntos exactos, el deseo y el ansia se trenzaban creando una necesidad animal. Le presioné el pezón entre la lengua y los dientes y se le escapó un gemido que se acercó peligrosamente al inicio de un grito que murió atrapado en su garganta.
Volvimos a quedarnos congelados en el lugar, presos del ardor. Sabíamos que estábamos a pasos de una habitación, pero el aire fresco de la noche y las estrellas que titilaban nítidas sobre nuestras cabezas, nos invitaban a arriesgarnos un poco más.  
—¿Toda tú estás azul? —le pregunté, hablando con mi boca sobre su boca. Ella sonrió  solo  por un momento. Luego su mano tiró de mi sexo hasta dejarlo fuera de la ropa. Yo sabía bien lo que me estaba pidiendo.
Cerré los ojos, este era el momento del desenfreno. Mi frente descanso sobre su frente, mientras mis manos buscaban el modo de quitarle la ropa interior. Su respiración se agitó considerablemente y hasta me ayudó a hacer la tarea más rápido. La prenda cayó al suelo, junto con la chaqueta que ella llevaba sobre los hombros. Sabíamos que este era el momento en que la piel se convierte en la receptora de todos los sentimientos. Quién me iba a decir que con los años comprendería a Tom.
La lujuria iba cargando el aire que respirábamos y nuestras miradas auguraban un final de antología. No estaba seguro de si de su historia o la mía. Quizás ahí estaba la magia: en el desconocimiento; en no saber nada de ella y en no querer saberlo, en entregarme a la pasión sin las barreras del qué pensará, qué dirá, que imaginará. No había estándares que cumplir, ni expectativas que llenar.
—Mierda —murmuré—, aquí no tengo condón—Missy suspiró con cierta frustración. Ni ella ni yo estábamos para esperar.
Acaricié su humedad y acomodé los dedos en su interior. Ella se tensó, clavando sus uñas en mis hombros. Su sexo estaba caliente y rezumaba ansiedad. Noté el modo en que se ceñía a mis dedos, los apretaba tal como haría con mi erección y ese pensamiento consiguió que me sintiera débil y huérfano.
Le besé el cuello, el resto de pintura azul que aún le quedaba sabía ligeramente metalizado. Toqué su oído con la lengua y atrapé su lóbulo entre los labios, liberándolo lentamente.
—Vamos a la habitación —le susurré. No podía esperar más.
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Aún era de noche cuando comenzamos a prepararnos para volver a la ciudad. Tom estaba en el porche con los demás. Me hizo un gesto cuando me vio aparecer y se acercó hasta mí.
—¿Tienes cigarrillos? —le pregunté. Me moría por el cigarrillo de después.
—¿Te has bañado? —indicó mi cabello mojado, mientras sacaba la caja con cigarros de su bolsillo.
—Sí, una ducha rápida —reí.
A cierta distancia la vi a ella.
¿Te has quitado la pintura? —le preguntó alguien. Ella miró en mi dirección, sólo por un segundo, antes de subir a su coche y verla alejarse.
La chica de azul se había ido.
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N/A
Aquí les dejo un one shot que salió de lo tierno que me resultó el momento de la lección de gateo, además de la coordinación de los movimientos. Lo demás es pura imaginación, pero no por ello menos interesante =D
Espero que les guste.
Siempre en amor.

Anyara

2 comentarios:

  1. me gustaaaaa!. el color azul tomo un significado diferente para mi!!! que delicado este corto, siempre con aquellos matices de sentimientos que les pones a tus escritos, me hiciste suspirar. Felicidades. Saludos <3. Jen Gatta Marquez

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  2. Aicnnnhsss q intensa forma de culminar un arduo día laboral xD, me encanta ver lo q tu maravillosa imaginación genera de un pequeño momento *__*, resulta por demas creíble y exitante....

    Muaaakkk Any, sabes q es un placer leerte *__*

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