viernes, 7 de agosto de 2015

Afán / Serie Erótica


Afán
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Me encuentro en uno de los sitios en los que hemos tocado. La adrenalina aún fluye por mi cuerpo, lo noto encendido, excitado. El escenario tiene un efecto exquisito en mis emociones, me llena de una energía que necesito desbordar y apaciguar. En este instante en el que toda esa energía parece atrapada dentro de mí y no encuentra un escape. Podría irme de fiesta, de copas, pero están las responsabilidades, el trabajo… y estás tú. A ti no que olvido y no te saco de mi cabeza. Podría buscar el consuelo del sexo en cualquier desconocido, sin embargo mi mente y mi piel están llenas de ti, siempre de ti; lo sabes y ahora yo también lo sé.
Suspiro e intento distraerme. Me gusta el decorado de este baño; la puerta es bastante precaria, sólo tiene un débil seguro. Tomo mi teléfono y lo enfoco contra el espejo; haré una foto ¿La verás? ¿Habrá algún tipo de enlace entre tú y yo que desconozco? Probablemente sí; quizás por eso no me esfuerzo a arreglar mi ropa, quiero que me veas así, con el pantalón abierto y mi ropa interior a la vista. Quiero que la imagen que toque tu retina te impacte de inmediato y que eso te haga necesitarme y volver a mí. Miro la foto y río con ironía: busco llamar tu atención como lo haría un adolescente. Le doy a enviar; sé que en un instante estará llena de comentarios de toda clase. Quizás haya alguno tuyo, de la de este lado, la que debería estar conmigo, la que aún no encuentro; la que no sé si quiero hallar. Con ese pensamiento bailando en mi mente, comienzo a acomodar mi ropa.
—No lo hagas —te escucho y siento una vez más como se me inflama el corazón hasta causarme dolor. Esa reacción que es tan propia en mí con tu presencia. Miro en tu dirección y noto como el calor inunda todo mi cuerpo, contrastando con el aire, causándome un estremecimiento que apenas puedo contener. Estás a dos metro, apoyada contra la pared garabateada de este baño de aspecto inmundo. Pareces vestida para la ocasión ¿Has estado en el show? Observó el pantalón corto que llevas y que tiene las piernas desflecadas, el frontal del bolsillo roto que deja ver la entretela y una camiseta ajustada bajo un chaleco de algo parecido al cuero.
No dejas de mirarme. Tus manos están tras tu espalda y contra la pared. Dejo el teléfono en cualquier lado y camino hasta a ti para abrirte la boca con un beso. No hay palabras; no puede haberlas en medio de esta necesidad enorme que tengo. Tus manos se liberan cuando te alzo ligeramente desde la cintura para pegarte a mí. Las llevas a mi rostro y me acaricias con la yema de los dedos las cejas mientras miras mis ojos. Siento la enorme necesidad de poseerte, de estar dentro de ti, de oírte gemir y gritar; de sentir tu cuerpo caliente y tu humedad bañándome. No obstante, me detiene la extrema carencia que tengo de este momento, el ansia abrumadora de perderme en tus ojos y dilucidar el modo en que miran a los míos. Quiero conectar con ese yo profundo que existe en ti, que desconozco y que no tiene replica en ninguna parte, ni siquiera en este universo en el que dices que existes.
Te acaricio la mejilla, la barbilla, recorro tu labio con mi pulgar y lo separo. Veo tus dientes y la humedad de la parte interior de tu boca; la pruebo, sólo por gusto, por pasión, sólo porque puedo abrir todos tus pliegues y sentirte mía. Dejó que mi mano baje por tu cuello, tu clavícula, tu pecho y acuno la forma de tu seno, lo oprimo suavemente; no me sirve la ropa, no quiero la tela entre tu cuerpo y mi caricia. Te quito el chaleco y deslizo el tirante para que tu hombro quede desnudo y deposito un beso ahí. Primero es un toque, luego un beso húmedo que se convierte en el roce de mi lengua, para pasar a marcar con los dientes un bocado que no te daré. Me contengo y siento tu respiración acompasada con el temblor de mi cuerpo. Tiro del escote, deslizando la camiseta y la ropa interior; tu pecho se libera y brota como si floreciera con el pezón rosado y excitado. Parece delicioso, quiero probarlo, sin embargo lo tomo entre los dedos y lo retuerzo. Tu respiración se aturde y tu cadera se mueve inquieta contra la mía. Siento tu cuerpo tenso y te aferro a mí, sosteniéndote mientras mi cuerpo emula las embestidas que te daría si estuviésemos desnudos. Quiero abrirte, aunque sea en mi imaginación. Toco tu pezón con la lengua, dejando en él un roce corto y otro roce corto y uno largo antes de metérmelo en la boca. Lo succiono, lo oprimo entre la lengua y el paladar. Qué sensación tan exquisita es sentir el sabor de tu piel; un sabor particular, únicamente tuyo. Siento deseo, mucho deseo y el afán enorme de atravesar tu piel con la mía, hasta convertirnos en un sólo pensamiento.
Mi sexo se ha inflamado y duele ligeramente; me gusta ese dolor, es un augurio del placer que obtendré. Me presiono más contra ti y escucho tu queja. Busco el botón de tu pantalón, la cremallera, la cintura; toda la ropa que cubre tu piel y tiro de ella hacia abajo con las dos manos, tropezando con la prisa. Toco con los dedos entre tus piernas, rozo tus labios y el vello suave; te acaricio y los separo para encontrarme con que estás mojada, excitada, muy excitada; y quiero hundirme en ti y profanar esa humedad mía. Tiro torpemente de mi pantalón hacia abajo. Me ayudas y buscas mi desnudez con el mismo afán con que busque la tuya. Mi sexo aflora, está erecto y roza tu vientre; vuelvo a presionarme contra ti, piel contra piel. Lo aprietas y lo acaricias desde la punta hasta la raíz. Se endurece aún más y me arranca un gemido de dolor, de calor y desasosiego.
—Quiero estar dentro… —te susurro tan bajito que no sé si me has oído.
Tu pecho se arrastra contra mi ropa y me quito la camiseta para sentir tus pezones. Comenzamos un baile extraño y exótico de caricias, nos rozamos ahí dónde el cuerpo permite el contacto. Me siento mareado, embriagado de pasión, y los sonidos que se escapan de tu boca me llevan a entender que compartimos las mismas sensaciones. Quiero alzar tu pierna, pero no lo consientes. Entonces llevo mi pene entre ellas y te amenazo como si tuviese un arma. Lo sostienes y lo presionas contra tus labios, sin separar las piernas; quieres que roce tu sexo y aunque en esta posición no puedo entrar, lo intento. Me muevo hacia ti buscando tu entrada. Vuelvo a intentar alzar tu pierna y una vez más te resistes. Quieres que mi carne endurecida friccione tus zonas más sensibles, sin entrar. Te arranco gemidos y jadeos que me atraviesan y me ponen los vellos de punta. Comienzo a moverme de atrás hacia adelante y la punta de mi sexo choca con tu entrada sin conseguir el ángulo para penetrarte. Me desespero, insisto y flexiono un poco más las piernas; intento alzar tu cadera con las manos y vuelvo a beberme tu pezón como un desesperado, como un hambriento. Te quejas de dolor por la presión de mis dientes y tus dedos tocan el canal de mi pene por el que saldrá mi semilla.
—Quiero estar dentro de ti… quiero estar dentro… —repito, con el rostro escondido en tu hombro, respirando agitado. La humedad caliente de tu interior me hace resbalar. Me empujo hacia ti y otra vez siento que voy a entrar; y otra vez no consigo hacerlo. Me quejo y gruño por la desesperación y la angustia. Golpeo la pared con las palmas de las manos a ambos lados de tu rostro. Te miro, mostrándote todos los matices de mis emociones. Flexiono las piernas un poco más para que el ángulo me permita entrar, pero aún así fracaso. Te ríes bajito y escucho como la risa se rompe en un jadeo cuando mi pene roza tu clítoris. Ahora mismo, tú y yo estamos hechos de fuego y cada roce es sufrimiento y afán.
Te aprisiono contra la pared; uso para ello todo el cuerpo y finalmente cedes. Una de tus piernas acaricia la mía; la recorre, alzándose para finalmente anclarse a mi cadera. La sostengo en esa posición con la mano abierta y entierro los dedos en tu carne para que no te me escapes. Te has convertido en la presa de mi caza, por propia voluntad. Mi sexo toca la entrada del tuyo y decido penetrar lentamente para deleitarme con la tensión de los músculos cuando los voy abriendo. Te escucho soltar un jadeo largo, que dura el mismo tiempo que tarda mi pene en introducirse por completo; en estar hundido en ti. A pesar de conseguirlo me empujo hasta que me duele el hueso de la pelvis y mantengo la presión, y mantengo el dolor. Quiero echar abajo todo los límites; quiero pensar que se pueden destrozar con una estocada profunda que entra y luego sale.
Los pensamientos se vuelven incoherentes. Adoro el modo en que me ciñes y el sonido húmedo de nuestros sexos. La armonía de nuestros movimientos consigue que despegue de esta tierra a la que me encadeno y olvidar todo lo que me rodea. No me importa el ruido fuera de este lugar, ni la gente, ni quienes aún me esperan. Qué exquisito es estar dentro de ti y sentir como mi semen se acumula y mi orgasmo se acerca. Me gusta tocarte sin límite y que seas parte de mí. Me gusta que funcionemos como un engranaje; hundirme una vez y otra y otra más, hasta que siento que no puedo soportarlo; hasta que siento que todo dentro de mí se desentrama imperceptiblemente, como átomos que se quedaran suspendidos en un espacio sin gravedad; siento que en ese momento comprenderé todo, con cada una de las sensibles conexiones que nos conforman. Siento que estallaré y seré como las estrella que poblan el universo y que se abren buscando un límite que no existe. Entonces, mi semilla se dispara dentro de ti y tus uñas se aferran a mi piel. Te escucho gemir y en tu gemido hay otra explosión y somos tú y yo las estrellas de este cielo, que se mezclan, que se acarician, que se sonríen titilando y se sienten plenas y únicas; hasta que la razón nos atrapa como una red que nos vuelve a separar y volvemos a ser unidades, y dejamos de ser un todo.
Me cuesta volver de la travesía preciosa que hace mi alma cuando se une a la tuya. Comienzo a escuchar mi respiración, a ser consciente de nuevo de que necesito respirar para vivir. Luego percibo el calor de tu cuerpo húmedo y pegado al mío. Te deslizo el cabello hacia un hombro y te beso el cuello y la oreja. Tu respiración es agitada como la mía ¿Te cuesta regresar igual que a mí? Siento el cuerpo flojo y frágil; quiero dormir y te quiero a ti conmigo.
—Vente a la habitación. Vente a dormir —te pido.
Tu respuesta no llega de inmediato. Te mueves y salgo de tu interior; la separación se hace real y necesaria, comprensible para las razones que entiende la mente terrena.
Te acomodas la ropa; yo hago lo mismo.
Nuevamente tus dedos acarician mis cejas y tus ojos buscan la profundidad de los míos.
—Estaré ahí —me prometes. Sé que es una promesa real, porque tus ojos, con ese brillo estrellado que compone tu propio universo, me dicen que es así.
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N/A
He aquí un nuevo capítulo de Erótica, salido de… ¿Qué podrá ser? ¿Una foto muy inquietante en un baño lleno de garabatos en Detroit? :D
Espero que les haya gustado.
Siempre en amor.

Anyara.

5 comentarios:

  1. Que hot y bonito quedo el cap, felicidades

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  2. Cómo me ha gustado !!! esa "lucha"....y esa promesa de estar ahi...necesito que esté ahi !!! Maya.

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  3. Bendita tu imaginacion y tu talento con las letras para hacernos soñar en cada entrega, me encanta ver que ya logran conectarse en forma mas natural *--*

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  4. Ayyyyy que inquietante es esta series .. A veces.me.pregunto si un día encontrara a la tu de aquí jejejejj bueno mejor que sigan así en encuentros furtivos que.dejan a uno en el.cielo .. Me encanta muak

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  5. Sabía que estas fotos de Tour iba a inspirar un nuevo episodio de Erotica =D muejejeje
    Maravilloso capítulo Any!!

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