sábado, 11 de junio de 2016

Sincronía / Serie Erótica


Sincronía
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Y si lo olvido todo y canto. Si dejo que las melodías cuenten lo que yo no sé decir. Ha pasado tanto tiempo, tantos días y noches desde aquel último momento en el que te vi; luz entre las luces. Ni siquiera pude acercarme, hablarte, tocarte, besarte o hacerte el amor como habría deseado. Hacer el amor, amor, amor ¿Qué esconde esa frase hecha? A veces me parece hasta presuntuosa y melancólica; es como el canto a una añoranza desprovista y lejana… hacer el amor… hacerte…
Permanezco sentado en un banco cualquiera a metros de la nada y de todo. Los días pasan todos iguales, con pequeñas diferencias que no alcanzan a ser la energía suficiente como para crear una ola de emociones que cambie el rumbo de mi pesimismo. Te vi tan cerca, estuviste a un brazo de mí y no pude extenderlo para tocarte; luego me miraste y aunque sentí el modo en que tu alma pertenece a la mía, no eras la misma que recorre mis pensamientos.
No sé qué hacer.
El pelo me cubre la cara, no es que lo tenga largo, es que lo tengo triste y es que hay días así en que todo lo que te rodea es gris; no negro, no blanco. Nada es lo suficientemente bueno como para hacerte vivir, ni demasiado malo como para matarte.
¿Podrías, vida mía, sólo ser parte del instante en el que vivo y permanecer estática en la nada, como suspendida en el aire, para contemplar aquello que amo hasta el dolor y hasta no sentir dolor?
Tanta irrealidad consume la irrealidad en la que vivo, se alimenta de ella y a fuerza me lleva a la verdad de mi existencia y sufro porque no soy capaz de cruzar el umbral hacia la comprensión; me siento como el prisionero que ve la puerta abierta, y el mundo al otro lado, pero siente tanto miedo que no es capaz de salir.
¿Qué te pasa, amor? ¿Por qué esa noche no viniste? Te esperé entre las sábanas de una cama de hotel, pero no llegaste ¿Sientes miedo tú también?
La conexión se ha roto, lo sé; siento como se esfuerza por llegar más allá, por volver a extender el puente que nos convirtió en uno solo, pero no lo consigue. Hoy, sólo vivo de recuerdos; mi mente gesta la profundidad de tus ojos, el tacto de tu ropa y luego de tu piel; oh, sí, necesito de la agonía de saber el calor de tu piel bajo la ropa que vistes, incluso en la precariedad más absoluta me obligo a disfrutar de los momentos.
¿Crees que hoy puedas venir?
Ni siquiera te pido sexo, no, no pido nada más que un abrazo que me ayude a reunir los pedazos en los que me he convertido.
Vuelvo al silencio, el atardecer llegará pronto y no quiero estar dentro de mí mismo cuando caiga la noche; soy como una sombra que vaga por los lugares que alguna vez me hicieron feliz.
¿La tú que habita mi mundo comprenderá esto que siento? Se veía segura, plena, como si el mundo brillara para ella, pero su brillo no me tocaba, no llegaba a ser para mí ¿Será que me he exiliado del mundo? A veces quisiera ser como las mariposas que nacen en las hojas de los árboles, ajenas a la propia fragilidad de su existencia, y que vuelan alto y lejos, sin medir absolutamente nada; seguras del batir de sus alas.
Dejo escapar un suspiro y observo el horizonte tras de mí. La ciudad está adormecida, mustia como yo. Me desentiendo del banco en el que he permanecido y llamo a mi perro con un pequeño sonido que él reconoce. Comienzo a andar sin un rumbo fijo, casi arrastrando los pies para que las partículas de polvo que se levanta dejen alguna huella de mi paso, como si necesitara de algo que recuerde mi presencia. Camino y todo es plano y casi yermo, sólo unos pocos árboles se mantienen con un verde sucio y deslavado. Por un momento busco dentro de mí la razón por la que me gustaba tanto esta ciudad, pero cada vez me resulta más difícil encontrar su valor. Observo a la distancia, a menos de medio kilometro el camino se tuerce a la izquierda; ya lo conozco, sé lo que encontraré allí. Veo a alguien caminar desde esa dirección, su paso es lento, casi diría que cansado como el mío. Aún está lejos y las sombras de los árboles ondean en el suelo a pesar de que no hay una brizna de viento. Bajo la mirada y la enfoco en la tierra seca del sendero, porque no estoy preparado creer en lo que entiendo: Eres tú, sólo que ya no sé si eres tú.
Avanzo despacio, casi me he detenido y me quedo mirando al suelo. Mi sombra se extiende empujada por el sol a mi espalda. El corazón se me ha desbocado, ya consigo ver tu sombra que se acerca y se une a la mía, es extraño, no es lógico; sólo entonces alzo la mirada para encontrar la tuya. Se me llenan los ojos de lágrimas; no puedo evitarlo. Me siento atravesado por las emociones, me cuesta decidirme a dar un paso hacia ti y cuando lo hago tú rehúyes, retrocediendo y negando con los ojos también inundados.
—¿Qué pasa? —pregunto de forma refleja, pero mi mente responde de inmediato al mirar nuestras sombras converger por dos soles diferentes— No —digo, casi en una súplica. Rasgo el aire ante mí con la mano como una garra que se cierra atrapando la nada.
Me quedo atrapado en tu mirada y sé que ves la pesadilla en mi alma. Somos guerreros heridos en esta batalla de amor, lacerados por una distancia inevitable y de mentira ¿Qué le debemos al universo para encontrarnos tan cerca y tan lejos?
Te acercas nuevamente, un paso, medio paso quizás; estas tan cerca que si extendiera el brazo podría enlazar tu cintura, sin embargo sé que sólo anclaré el aire y no tengo fuerzas para experimentar esa decepción, aunque la sepa, no puedo. El miedo es corrosivo, nos bloquea, nos hace incapaces, nos ablanda los huesos y nos diluye las ideas. Pero entonces veo como caen las lágrimas desde tus ojos y veo como mojan tus mejillas; son tan abundantes que tocan las comisuras de tus labios y te acumulan en la barbilla hasta caer. No, no puedo permitir que llores, no puedo mantenerme inmóvil y temeroso ante tu pena, porque tu tristeza clama por mi ayuda, aunque mis propias venas se abran para apaciguarla.
Extiendo la mano y el aire que habitualmente el apenas nada, pesa como si estuviese abriendo la roca en una montaña. Lucho y respiro agitado esperando conseguir un mínimo alivio para ambos, poder tocar con mis dedos tus dedos.
—No, no… no luches —me pides, acercando una mano que se pierde en la nada—. No te esfuerces por llegar; desea llegar —me dices, mientras las lágrimas inundan tu mirada y estoy seguro de que ya no te permiten verme.
Me centro en tu brazo y en la extensión de esa mano que no veo. Noto como un sollozo profundo me hunde el pecho y las lagrimas me llenan los ojos y me mojan el rostro. No puedo ver, pero aún así lo intento porque entiendo que si no puedo verte te perderé.
—Abre tu corazón —suplicas, con palabras que se rompen en el aire antes de terminar de ser dichas.
Te escucho, te escucho, sé que estás ahí, frente a mí, lejos de mí, dentro de mí.
Pongo mi mano en el sitio exacto en el que pierdo de vista la tuya y recreo la forma de tu brazo que me busca. Siento tu desesperación, la reconozco porque es la mía. Recuerdo el tacto de tu piel e intento ir más allá y rememorar su calor y el modo en que me hace sentir cuando te amo fuera de mí mismo, unido a ti en algo que jamás podré expresar.
Ojalá en algún lugar de mi mundo existiera una definición para el modo en que te amo.
De pronto te toco, te toco y ese mínimo contacto que se hace visible y me permite definir, entre lágrimas, tus dedos, me parece el contacto más hermoso que dos universos pueden experimentar. Te miro a los ojos, mientras sostengo tu mano y la encierro entre las mías. Tu mirada cambia y aunque el contacto es precario, no me importa, porque tus ojos han encontrado consuelo y comprendo que no son los medicamentos los que curan, o las ideas repetidas a través de los siglos, son los actos de bondad; de amor profundo.
Alma mía, tú que estás fija en una partícula de pensamiento ¿Crees que el alma pueda mover, con amor, las barreras de la mente?
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N/A
Erótica es una parte de mi mente que no está anclada a nada, que vuela y me permite creer en las posibilidades de la vida.
Espero que este capítulo, aunque triste, les guste. Nuestro niño se ha dejado ver un poco oscuro estos días y esto es lo que he sentido sobre ello.
Un beso
Siempre en amor
Anyara



6 comentarios:

  1. Hoy mi corazón ha sentido una profunda pena, todo es como una amarga despedida, esa que no llega pero que se encuentra inmersa en el ambiente, un dolor que conlleva a la agonía, el amor y la gran distancia, el tiempo que cruel avanza y no detiene su mirada. Ella que sabe que está y no está. Es triste si pero que hará?

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  2. Esta entrega es de las más conmovedoras y angustiantes, ese amor sí duele.

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  3. Ya no siento tristeza! Tras la primera impresión, la oscuridad en la imagen de Bill, intuyo un nuevo comienzo, lento y difícil pero real. El alma, energía intangible y al mismo tiempo lo único real que nos pertenece siempre podrá mover cualquier barrera de espacio, de tiempo... Cómo los vas a reunir Anyara? Se necesitan mucho.

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  4. "Soy como una sombra detrás de tu almohada... Soy como una sombra que ha perdido el alma..." Ketama. ❤️

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  5. Auch! Un episodio que me dejo dolida. Bill sufre tanto por un amor que parece tan lejano a su universo, pero en ocasiones fácil de llegar.
    Si tan solo dejara abierto su corazón.
    Ame este nuevo capítulo!!

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  6. Que capitulo mas tristeeee (suelta una lagrimita) pero es hermoso a la vez, porque sera que amar a veces duele tanto? "Me quedo atrapado en tu mirada y sé que ves la pesadilla en mi alma. Somos guerreros heridos en esta batalla de amor, lacerados por una distancia inevitable y de mentira ¿Qué le debemos al universo para encontrarnos tan cerca y tan lejos? " ame este trocito ... no es que no ame lo demas, pero este me encanta.

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