lunes, 12 de febrero de 2018

SOMOS / Serie Erótica



SOMOS
Hoy te he visto por primera vez, después de meses de buscar la luz en los lugares más oscuros. Te he mirado y ha sido difícil encontrar lo que amaba, tras las gafas oscuras y el negro de tu pelo; pero cuando finalmente te he visto, mi corazón cambió su ritmo y me he sentido transportada a ese segundo en el que descubrí mi amor por ti. Aún sigo observándote, descolocada, como si estuviese viviendo un instante del pasado y me siento más viva y me descubro más enamorada. Supongo que no es extraño, el pasado, en realidad, se conforma de todas aquellas cosas que ya no despiertan emociones en nosotros y para mí este amor es presente, porque te he visto y me has tocado el alma.
Ojalá no fuese ya tan difícil verte tras las capas que te cubren.
Camino paralela a ti, casi pegada a ti, por el sendero que hay en el jardín junto a tu casa. Cada uno en su lado de la realidad. Sonríes al pasar junto a las puertas de cristal que te devuelve la imagen, ignorante de mi presencia. Hay vitalidad en tus gestos, pareces feliz y conforme con tu vida; algo se ha clavado en este corazón mío que acababa de volver a latir. Sí, debo ser feliz por ti, sé que debo serlo, pero soltarte es un acto divino de amor que un ser tan cargado como yo no sabe afrontar. Quizás sea por eso que los humanos nos sentimos más cómodos en nuestros egoísmos, esos que se mullen bajo nuestra espalda como un satisfactorio colchón que se nos amolda al cuerpo.
De pronto te giras y miras de forma errática en mi dirección, quizás me buscas, quizás tu espíritu, ese pétalo de luz que aún te conecta a mí, te ha avisado de mi presencia; debo confesarlo, casi sollozo al pensar en la posibilidad. Soy una tonta, cómo puede tocar mi alma algo tan etéreo como una posibilidad. De pronto me miras claramente a los ojos, estamos tan cerca que lo adivino tras los cristales de tus gafas y esta vez las emociones de mi corazón se han concentrado en mi estómago y han formado un nudo de incertidumbre que por un momento no sé dirigir ni equilibrar. Entonces alguien te habla y te giras como si yo no estuviera; tal vez no me has visto en realidad y sólo has percibido el aura que desprendo cuando te tengo cerca, pero me tomas de la mano, sin mirar, y la incertidumbre se transforma en una emoción diferente, que sube y me llena el pecho, para atorarse en mi garganta y brotar como dos enormes lágrimas que contengo en los ojos y que comienzan a nublarme la vista. Te despides de quien sea que te acompaña y siento la presión de tus dedos entorno a los míos.
Caminamos los pasos que nos quedan del sendero y entramos por una de las puertas. Intento alcanzar el largo de tus pasos dando pequeñas carrerillas que me hacen sentir niña. No me has mirado ni una sola vez desde que me has enlazado la mano, caminas y me llevas contigo, rasgando del todo el velo que nos separa. No has dicho nada, ni yo tampoco; sin embargo, el enlace es tan poderoso que aunque el universo entero tirara de mí para equilibrase, no podría arrancarme de tu lado. De pronto siento el peso de la eventualidad, en mi mente se gesta la absurda idea de estar creando un nuevo espacio entre universos; uno que nos contenga a los dos. Te miro, con el brillo de la esperanza reflejada, tú sólo te enfocas en la distancia que debemos recorrer para encontrar un lugar para ambos. Pareces distante, pero sé que todo tu ser, ese que es real, el que emite esta energía maravillosa que traspasa la mía y me cosquillea en la piel, ese está anclado a mí.
Recorres conmigo la escalera que nos lleva a tu habitación ¿Cuántas veces he recorrido estos mismos escalones yo sola? con miedo, devoción y con la angustia que nunca me abandona, esa que me dice que estoy rompiendo todas las reglas. Te detienes frente a la puerta y finalmente me miras, tu agarre corta la circulación de la sangre en mi mano, aún llevas tus gafas oscuras que tomo con dos dedos, desde el centro, y deslizo para mirarte a los ojos. El sollozo que antes contuve se expresa abiertamente cuando me encuentro con el marrón claro de tu iris, atravesado por un delgado rayo de luz que entra por la ventana del fondo. A veces me gustaría saber cómo puede un cuerpo tan débil como el mío, contener tantas emociones y no estallar.
Te echas sobre mí como una sombra y me besas sin cuidado, con la misma ansia te muerdo el labio y escucho de ti una queja casi salvaje. El marco de la puerta cruje levemente por la presión que ejercemos contra él y una parte de nosotros pretende entender que estamos rebasando los límites. El cuerpo se me ha debilitado por completo y sólo puedo pensar en dejarme llevar por lo que quieras hacer conmigo. Los días, los meses, sin ti se han convertido en enormes barreras que no sabía si sería capaz de atravesar.
—¿Por qué has tardado tanto? —preguntas, sin aire, cuando consigues encontrar la voluntad para respirar.
¿Qué puedo responder? Quisiera decir que lo he intentado; que he desesperado, tratando de venir hasta ti, pero es mentira; me he dejado abatir por el pesar, por la tristeza inmensa que lo cubre todo, como las sábanas a los muebles en una casa vieja. Sólo puedo contestar con un beso que intentas evadir en una muestra de orgullo herido. Sin embargo yo insisto, mostrando que mi orgullo no es más que una papeleta sobre la que puedes pisar ¿Cómo consigue resultar tan destructivo algo tan hermoso como amarte?
Tu beso es hosco y doloroso, no hay placer en sentir tus dientes conteniéndose para no romper mi labio. Silencio un gemido de sufrimiento, después de todo creo que aún conservo algo de orgullo, y suelto el aire cuando tú desiste y reposas tu boca contra la mía ¿Sabes lo excitante que resulta respirar tu aliento agitado?
Ruedan por mis mejillas las lagrimas que he luchado por contener, no hay más espacio en mí para las emociones, me has roto desde el primer día en que te vi, y luego, cuando volví a encontrarte. Una vez me preguntaste si eras diferente al tú que conocí; sí, claro que lo eres, eres adictivo a un nivel trágico, probarte ha sido como meter una droga de diseño en mi organismo y no ser capaz de sobreponerme. Dicen que la vid envenenada da el mejor vino, supongo que hay algo de razón en ello, de lo contrario no volvería una y otra vez a beber de este amor que me destroza.  Un día comprenderemos que la flor cuando es cortada sólo puede morir.
Me comprimes contra la puerta y pierdo el aliento, tu boca se ha vuelto un poco más amable, pero igual de exigente y desesperada.
—Bill —se me escapa tu nombre en medio de la maraña de caricias, de apretones y de besos exasperados.
—¿Por qué has tardado tanto? —vuelves a preguntar. Maldita sea, ¡no lo dejarás pasar!
Deslizo mi mano por la cintura de tu jeans y oprimo tu pene, una parte de mí quiere devolverte el sufrimiento, aunque sea hirviendo de pasión. Te quejas y los dos comprendemos que por más que luchemos, nos pertenecemos.
Abres la puerta y entramos en medio de besos y mi mano apresando tu sexo como si quisiera sentirlo reventar. El golpe de la puerta al cerrarse, debió oírlo todo el que estuviese ahora mismo en la casa y sus alrededores, pero nada podía importarnos menos ahora, porque el amor es absoluto; que no sepas respirar no es culpa del aire.
Caímos sobre tu cama, arrancando la ropa que nos impedía la unión; tú con el pantalón en las pantorrillas, yo con el pecho descubierto y la ropa interior a punto de rasgarse por la fuerza con que te abres paso. Te siento dentro y me retuerzo sobre la cama como si me hubieses herido, abierta y sometida. No sé si la pasión se puede medir de alguna manera; es como fuego que brota desde las entrañas de la tierra y como agua que rompe desde una cascada contra la roca, es como el aire cuando se enreda en sí mismo y crea un huracán, eres tú, cuando presionas mi carne con tus dedos queriendo hundirte más allá de lo que el cuerpo nos permite. Me pregunto si sabrás que has sido una corriente en mi vida, que lo ha arrastrado todo sin que pudiese resistirme. Has transformado todo, lo has llenado todo, sin siquiera dejar espacio en mí para añorar lo que fui antes de verte ese día, cruzando el umbral de una vida que sin ti era gris.
Extiendo el cuello y tú lo llenas de besos, de jadeos y mordiscos, estamos tan unidos que no hay espacio para el aire; me cuesta respirar. Me dañas, sí, me dañas y hay un asombroso goce en sufrir entre tus brazos. Tus ojos se clavan en los míos, con una expresión que juega entre la rudeza y la suplica ¿Sabes lo maravillosos que son tus ojos cuando están prisioneros de la lujuria? Entierro las uñas en tu piel, justo en la curva de tu espalda, porque quiero que me rompas con tus embestidas, quizás así pueda descansar de la inmolación. Me aprisionas aún más, tu sudor humedece mi mejilla y tu aliento mi oído.
—Te a... —callas la declaración que brota como una necesidad.
Oh, amor, soy y eres y somos y nos movemos como las olas, como el viento, como la luz que irradia de un lado a otro desde que el sol sale hasta que se esconde. No lo comprendemos, porque no nos detenemos el tiempo suficiente para hacerlo, pero todo a nuestro alrededor nos habla del ciclo al que pertenecemos y en ese espacio somos vida y brillamos, centelleando nuestra belleza, hasta que nos consumimos para ser otra cosa, otro ser, otra parte del Todo al que habitualmente despreciamos por la individualidad.
Dime, amor, ¿serás capaz de ver que soy tu misma carne, tu misma sangre y tu mismo pensamiento?
El orgasmo me alcanza, me rinde, me consume y me arraiga a ti como lo único que me sostiene ante este sentimiento de morir de amor. Escucho tus jadeos entrecortados, uno, dos, tres, tal como las descargas de tu cuerpo dentro del mío. Te siento temblar y te abrazo para que sepas que te contengo, que nada impedirá que tu ser se acune en el mío. Te escucho sollozar, sé lo que sientes, estás dentro de mí mucho más allá del cuerpo y no puedo contener las palabras.
—Tranquilo, amor, no temas por el futuro que aún no está escrito; si temes, lo escribes en tu contra.
.
N/A
Qué ganas tenía de escribir, la verdad es que siempre espero que lo que hago sea mejor cada día, pero en ocasiones, como esta, no hay espacio para ese pensamiento, sólo hay sitio para la expresión de un amor extraño, fallido y mío.
Espero que les haya gustado y que me lo cuenten
Gracias por leer
Siempre en amor
Anyara


3 comentarios:

  1. Aiinnsss Anyara no has podido ser más oportuna, llegas justo cuando es tan necesario ponerle palabras a todo lo que este bello espécimen nos hace sentir *__* Bill adictivo a nivel trágico y nosotras podemos dar fe de eso!!! Gracias por regalarnos tu arte con las letras, muasskkk

    ResponderEliminar
  2. Hermoso!!! Ese amor que nada lo detiene. Aún no entiendo del todo esa separación, pero esa certeza de que siempre se encuentran de nuevo, para vivir uno del otro... Auch!!!

    ResponderEliminar
  3. Yo ya ni se que decirte, solo que me dejas con un suspiro y el corazon ardiendo y adolorido. Y mientras mas leo mas te veo a ti en cada palabra para el y en ese amor distante pero puro y profundo que se que no dejaras de sentir jamas <3 Te quiero inmensamente y adoro leerte aunque me tarde en responder jejeje siempre estoy aqui <3

    ResponderEliminar