Todo
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Estoy aquí, echado en la litera
del autobús que nos lleva hacia Marsella, e intento ordenar mi mente y pensar
en cada imagen que he tenido ante mí esta noche, en cada rostro en el que he
buscado tus facciones. El día comenzará dentro de poco, la noche para los chicos
y para mí ha sido larga y cargada de emociones. Extrañaba los conciertos, el
modo en que el público se entrega y el modo en que por el tiempo que aquello
dura nos convertimos en una unidad. Sólo puedo compararlo con el cielo y todas
sus estrellas que brillan juntas por la noche.
Y luego está el desfile de personas
que nos aman. Las veo acercarse e intento recorrerlas con la mirada en un
segundo, para encontrar en alguna de ellas tus expresiones, tus caricias, tus
besos. Pero no estás, no vienes, no apareces más que en el limbo que separa a
mi realidad de los sueños.
¿Has despertado alguna vez en
medio de la noche y has confundido tu realidad con aquello que acabas de vivir?
Creo que esa sensación es lo más
cercano que tengo a vivirte.
El autobús se desliza suavemente
por la carretera. En ocasiones da pequeños bandazos que no alcanzan a alertar a
nadie, al contrario, quizás consiguen hacer más placentero el sueño. Es como si
ese suave movimiento nos acunara. Yo aún no decido terminar la noche y
permanezco echado en esta estrecha cama, aún vestido. Es probable que me duerma
así, sin siquiera ponerme un pijama; esa es una de las ventajas de estar tanto
tiempo alejado de los escenarios y de lo que conllevan; ahora disfruto de una
noche en una litera, con pocas cosas a mi alrededor, con el hacinamiento que
significa compartir un autobús entre cuatro.
Me permito reír ante la idea de
que aparezcas aquí esta noche ¿Cómo podría hacerte el amor sin despertar a
Georg, que descansa en la cama de arriba, o a Gustav, que duerme cruzando un
pasillo de menos de un metro? Una punzada de deseo me aprieta el vientre, y
debo reconocer que me excita el morbo de tenerte aquí, oculta y en silencio. Callaría
tu boca con mis besos y ahogaría cada gemido que quisieras liberar. Te haría
mía, despacio; tan despacio que las lagrimas de tus ojos serían la suplica que
lanzarías para que terminase con tu angustia.
Cierro los ojos y suspiro ante mis
propios locos pensamientos. Cada vez sueño más contigo y el ansia crece, más
aún en momentos tan electrizantes como los que se viven después de un
concierto. Me giró en la cama y me apoyo de medio lado, adquiriendo una
posición semi fetal que me da cierto consuelo ante la carencia de tu cuerpo
para abrazarlo. Muchas personas me dicen que soy perfecto, que soy bello; se
sienten atraídas por el modo en que me comporto, pero yo no logro ser bello o
perfecto si no estoy contigo. Es la manera en que tú me miras la que consigue
que vea mi propia belleza y perfección. Y es por eso mismo, quizás, que no me
siento completo hasta que te siento entre mis manos; hasta que consigo moldear
tu cadera con mis dedos y reconocer tus labios con mi boca.
Las palabras comienzan a perder
sentido, porque mi mente sólo grita ámame,
como si vivir dependiera de eso.
Te imagino de pronto en tu vida
cotidiana, paseando por cualquier calle, subida en unos tacones con pulseras en
los tobillos; o quizás en zapatillas cómodas y bajas, de esas que se pueden
llevar a todas partes. En realidad no me importa como vistas, yo te prefiero
desnuda.
Escucho un ruido, apenas un roce,
y abro los ojos. La cortina que separa este pequeño espacio privado del
exterior, se abre y me permite ver tu silueta recortada por la luz tenue que
ilumina el autobús. El corazón me da un salto en el pecho. A veces pienso que
mientras más te ansío, más te alejo, pero sin embargo, cuando mis pensamientos
son más calmos, profundos y sinceros tú apareces y me completas. A veces te veo
traslúcida, transparente; todo lo que deseas, piensas y sueñas está en mi mente
como si me lo contaras. Sin embargo, en otros momentos, mi mente se cierra por
la angustia y no logro ver nada de ti.
Llevas un dedo a tu boca y me
indicas silencio con un sonido que no llegas a hacer, pero que yo comprendo. Me
muevo un poco más al fondo de aquella estrecha cama y dejo sitio para que tú te
acomodes. Lo haces de frente a mí y te rodeo con mis brazos, mientras tú me
cercas con los tuyos en un gesto que no quiero que termine. Te siento respirar
profundamente y luego sueltas el aire junto a mi cuello, casi como si se
tratara de un suspiro que no logras contener. Despejo tu rostro del cabello y
busco tu boca para revivir con un beso. A veces, en esos momentos de soledad y
angustia, me pregunto cómo es posible que un beso me regale la vida. Tus labios
se entregan a los míos, dóciles y exigentes como siempre. Esa contrapartida
siempre me ha resultado atrayente y hermosa; me dejas pedir, pero a la vez
reclamas que me brinde a ti y de ese modo sé cuánto me has extrañado. Quiero
beberme tus experiencias a través de la forma en que te pego a mi cuerpo. Deseo
que me cuentes con tus movimientos si has aprendido algo más en mi ausencia.
Siento celos, claro que sí, porque quiero aprender junto a ti de la vida, pero
debo conformarme y aceptar que tantas horas y horas lejos de mí te llevan por
caminos que jamás me confesarás. Me miras como si me comprendieras. No, no
intentes borrar esas ideas de mí, son parte de lo que soy y de lo que debo
superar para amarte. Cierro la cortina que nos separa del mundo y nos quedamos
en penumbra, casi adivinándonos. Tu brazo descansa en mi cintura, mientras tu
mano me acaricia con suavidad por encima del sweater blanco que llevo. Recorro
tu hombro, tu costado, tu cadera y tu muslo; me detengo ahí, porque quiero
rodearlo y buscar entre tus piernas algún suspiro que no puedas contener.
—¿Has tenido una buena noche? —susurras
la pregunta. Cómo puedo responder a eso.
—Ha sido una noche larga, llena de
emociones… —intentó matizar mi respuesta.
—No tienes que ser correcto
conmigo —buscas bajo mi sweater—, dime si te ha gustado, si has sentido al
público, si te ha hervido la sangre —no sabía cómo comenzar a responder.
—He disfrutado —te digo, tocando
tus labios con la punta de la lengua—, he sentido al público —acepto, tomando
tu boca con la mía. Sueltas un suave suspiro cuando te abrazo más fuerte. Ya no
necesito dar más respuestas.
—Te hierve la sangre —aseguras,
mientras tu mejilla acaricia mi cuello desde el hombro hasta la oreja. Tiemblo,
víctima del escalofrío que me has causado y te escucho sonreí muy despacio,
como si quisieras evitar que note tu travesura.
Tu mano se ha colado bajo mi
sweater y siento la caricia de tus dedos sobre el tatuaje de mi costado. Aún
permanecemos unidos en un abrazo casi afectivo, colmado de añoranza y de
momentos vacíos que queremos llenar.
—A veces me pregunto si existo en
tu lado del universo —pregunto sin pensar, con la libertad que da la confianza.
Siento como te encojes y te pegas
un poco más a mí. Tu mejilla descansa sobre mi pecho como si escucharas mi corazón.
—Sólo se dobla al universo cuando
se ha perdido lo que se ama —dices, y siento un nudo en la garganta.
—¿Me has perdido? —pregunto sin
voz, notando como las lágrimas humedecen mis ojos, son tan símiles a las tuyas
que me siento igual a ti, exacto contigo. Me miras; acaricias mi mejilla, el
contorno de mi oreja y mi cabello hasta la nuca.
—Ahora estás aquí. No importa nada
más.
El deseo de amarte, de sentirte,
de fundirme contigo es tan grande que casi me estalla el corazón. Comienzo a
besarte con ansia, dejándote apenas respirar. Busco bajo tu ropa la forma de tu
pecho desnudo y suspiro cuando tu pezón choca contra mi palma. Estas aquí,
existes… vives. Noto la fuerza con la que late tu corazón y encuentro en ello
un poco de consuelo.
Me quitas el sweater; te quito el
vestido; abres mi pantalón y con un beso te arranco un suspiro. Nuestras manos
vuelan, desprendiéndonos de todo lo que separa nuestra piel. Finalmente te
siento contra mi pecho, mis piernas, mi sexo. Tus besos cubren mi cuello y se
me escapa un quejido inseguro.
—Deja el solitario para cuando no te escuche —oímos a Geo, con voz
adormilada.
Yo aguanto la respiración; tú ríes
bajito y cubro tu boca con mi mano; la sostienes y dejas en la palma un beso
cargado de sentimiento. Noto un escalofrío que me recorre la columna y me hace
temblar. Aprieto los labios para no dejar escapar un suspiro y quedar en
evidencia una vez más. Bajo la mano y busco entre tus piernas como si quisiera
que sufrieras lo mismo que yo. Los dedos tatuados se abren camino, tocan tu
sexo que se ha humedecido y yo me deleito con esa sensación. Siento como te
tensas ante el contacto y aunque no llego a ver bien tus ojos, conozco la
expresión que ahora debes tener. Sueltas el aire que has aguantado y este choca
contra mi mejilla, regalándome el deseo sutil de no separarme más de ti. Acerco
la boca a tu oído porque quiero decirte algo, pero no soy capaz; las palabras
están vacías y no consiguen abarcar la magnitud de lo que siento.
—Hueles a hierbas —me dices,
susurrando, oculta junto a mi cuello.
—Será el shampoo —te contesto; y
la trivialidad me parece extraña.
—Me gusta… es simple… —hablas con
dulzura, y sin embargo tu mano ha encerrado mi sexo en un gesto cargado de
pasión. Mis dedos entre tus piernas se hunden un poco más de forma casi
refleja. Ambos contenemos el aliento por un instante, nos quedamos quietos; incapaces
de avanzar. Luego soltamos el aire muy despacio, dominándonos para conservar el
silencio que nos ha envuelto.
El autobús continúa con su suave
movimiento y durante unos instantes lo único que escucho es el desgaste de los
neumáticos en la carretera, el murmullo tenue de las sábanas y tu respiración.
Nuestras piernas se han enlazado y
cada roce es una tortura. Mi cadera busca la tuya; tu boca busca la mía. Lamo
tu oreja, beso tu cuello y acallo un jadeo contra tu hombro. No puedo más, no
deseo poder más. Nos acomodamos aun recostados frente a frente y busco tu sexo
con el mío. Nuestras bocas se tocan sin moverse y te oigo suspirar cuando
comienzo a entrar en ti, sosteniéndote firmemente de la cintura.
—¿Te hago daño? —pregunto casi sin
voz. Tú niegas con un gesto suave y te aprietas contra mi cuerpo.
Nuestros movimientos se han vuelto
largos y profundos; lejos del ritmo vertiginoso que hemos adoptado en otros
momentos. Cada vez que entro, me empujo para llegar más allá, para sentir un
poco más. Respiro contra tu cuello y tú lo haces junto a mi oído; no sé si eres
consciente de la excitación que eso me produce. Te sujeto con fuerza, casi
enterrándote los dedos; quiero mantenerme en este abrazo para siempre. Tu
respiración se ha vuelto agitada, comienzas a retorcerte en los momentos en que
estamos más unidos. Noto tu desesperación que es el vehículo para la mía. Una
de tus manos presiona en mi espalda y la otra lo hace un poco más abajo; sé que
me quieres dentro, sé que me quieres en ti, ocupando el mismo espacio y
convertidos en una sola cosa. El deseo se condensa, así como el ansia y la
pasión. Siento que me va a estallar la cabeza, que la sangre ha dejado de
correr líquida por mis venas; me quema.
—Bill, Bill, Bill… —pronuncias
despacio mi nombre, lo escucho brotar cargado de emociones y amarrado por tu
orgasmo que parece muy cercano. Te aprieto un poco más; yo no tengo un nombre
para pronunciar.
Noto el calor de tu desahogo y el
modo en que los espasmos en tu interior te ciñen a mi sexo, arrastrándome al
abismo junto contigo. Ahogo un gemido hondo contra tu cuello, contra la cama; siento
como brota mi semilla, está caliente y espesa. Te escucho respirar desesperada
y ambos temblamos como lo hace la tierra cuando necesita liberar su energía.
—Bill… —escuchamos otra vez el reclamo de Geo.
Ambos nos quedamos abrazados, muy
quietos, casi inertes; yo aún dentro de ti. Tus manos que antes me sostenían
con fuerza, ahora me acarician. Alcanzo el sweater blanco que se ha quedado a
mi espalda y lo uso para cubrirnos un poco. Te acaricio el pelo, la mejilla y el
cuello; sé que este momento se acabará y volveré a la incertidumbre y al
esperar cada día por algo más de ti. Se me cierran los ojos, pero me obligo a
abrirlos porque no quiero dormir, o quizás despertar.
—Descansa —murmuras, mientras tus
dedos recorren suavemente los aretes en mi oído en un movimiento que me relaja;
no puedo evitarlo, los ojos se me cierran.
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—Vamos Bill —dice Geo, desde el pasillo. La poca luz que se filtra
por la cortina me indica que es de día. Me retuerzo en la estrecha cama en la
que ya sólo me encuentro yo. Meto la mano bajo la almohada y respiro sobre
ella, esperando encontrar un poco de tu aroma. Me he topado con algo y lo miro
entre los dedos, es un colgante con el símbolo de la banda. Sonrío y me
emociono; es lo primero que conservo de ti.
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N/A
Este capítulo de Erótica creo que es el más largo que he escrito hasta
ahora. Me ha resultado extraño escribirlo, porque Bill es mucho más tangible
para mí que antes y quizás por eso para el Bill de esta serie, Ella también lo
es.
Espero que este one shot, que es parte de la loca aventura de Erótica,
les guste.
Siempre en amor.
Anyara
Me Fascino!!!! Creo que verlos en vivo fue ayuda de la buena! hahahaha. Gracias por tan bonito deleite, la verdad es que me fascina la serie. Espero que te quede un poco de inspiración para cápsulas de oro, que la extraño! Un beso :)
ResponderEliminarYa le tocará su turno a Cápsulas, Aleshita :D Para mí es precioso imaginar que el universo paralelo que creo pueda desembocar en la realidad que vi el día del concierto.
EliminarMe alegra mucho que te gustara, estaba muy nerviosa escribiéndolo... tonterías mías ♥
Ainsss una Erotica acorde al maravilloso momento q vivimos, porque nosotras tus compinches tambien lo vivimos a travez tuyo *__ * , imagino q ahora que conociste a Bill y lo tuviste tan cerquita describirlo ha de resultar mas real mas intimo
ResponderEliminarYo feliz de continuar recibiendo regalitos de tu FIA, muchos besitos Any querida
Evelyn
Sí, mucho más íntimo, al punto que llegué a pensar que no podría volver a escribir Erótica. Este paralelo con Bill es algo especial. Amo esta serie y me alegro mucho de que la disfrutes conmigo Eve ♥
EliminarOooo tu lo logras complementar ya mas ojalá en un one shoot no los puedas describir cual belleza atrae es hermoso este de erotica cuando lo vi esta largo pero al leerlo tan metida estaba que se me hizo corto
ResponderEliminarSiempre te leo mas nunca había comentado ya que mis palabras se quedan cortas al felicitarte por este magnifico
No te preocupes por las palabras a la hora de decir si te ha gustado algo que hago, para mí es enriquecedor ponerle nombre a las personas que leen :D
EliminarMe alegro mucho que te haya gustado ♥
Comprendo... ❤️
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