Besos
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A veces me gustaría ser un mago en
este tiempo en que la magia parece un juego de niños, o un hechicero de los de
antes, de los que nos arrancaban verdades con brebajes o movían el tiempo con
la luz de una mirada.
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Ya nos encontramos en la siguiente
parada del tour. El frío se hace palpable en esta parte del planeta y las
escasas tres horas y media de sueño no ayudan mucho a que el cuerpo esté
preparado. Rusia es un hermoso y nostálgico país, de cierto modo me hace sentir
como en casa, es una lástima que el cansancio no me permita disfrutar de las
vistas como quisiera. Más tarde saldremos por ahí a recorrer los alrededores. Quizás
algún día vuelva por estos sitios solo o, con algo de suerte, junto a ti. El
pensamiento me alienta y me ensombrece casi de inmediato; me resulta imposible
no tener los sentimientos a flor de piel cuando se trata de ti.
Hemos llegado al hotel, los gritos
de unas cuántas personas que nos esperan me lo advierte. Me gustaría poder
darles el valor que merecen, pero cuando el sueño ha sido escaso y el cuerpo
avisa el cansancio, los gritos se me hacen molestos y se me clavan en los
tímpanos. Noto que el humor se me ha agriado y me gustaría saber porqué. En el
ascensor todo es silencio; mi hermano y Geo intercambian unas cuantas sonrisas
y pullas que terminan en las manos. Yo sólo quiero aprovechar el par de horas
con las que contamos antes de continuar con el día.
Nos despedimos a mitad de pasillo
y dejo caer mi bolso en el suelo en cuanto entro a la habitación. Se nota
cálida, como el resto del hotel. Tiro de las mantas para abrir la cama y
dejarme caer en ella; necesito dormir y olvidarme de todo y todos. Marco una
alarma y cierro los ojos, esperando caer en el mundo de los sueños. Pienso en
la ropa que me podré más tarde, en preguntar si se ha solucionado el problema
de la locación de dos días más y en medio de las ideas incoherentes que se
agolpan en mi mente, apareces tú. No dejo de rememorar el último instante en
que conseguí llegar hasta ti. En mi mente recreo el color del sofá en el que te
encontrabas, las gotas de lluvia en el cristal, la puerta entreabierta. Arrugo
el ceño y me giro sobre la cama, cubriéndome los ojos con la mano ¿Realmente
existes? Esa idea se filtra a través del cansancio y por primera vez la siento
como una posibilidad ¿Te he imaginado? ¿Qué es este sentimiento tan enorme que
me abrasa el alma cada vez que te pienso? ¿Un sueño?
Pocas veces sentimos una
desesperación tan enorme como cuando la mente confunde las emociones y nos
acercamos a la locura.
Me pongo de pie y camino hasta la
ventana, llevo mis manos a la cabeza y observo el horizonte desde los siete pisos de altura en los que me
encuentro; busco la nada absoluta para intentar encontrar en ella un resquicio
de racionalidad.
En medio de la desesperación
vuelvo a la cama y cierro los ojos apretando los parpados. Necesito
encontrarte, tocar la realidad en la que sí existes para salir de ésta que me asfixia.
Recreo los recuerdos que tengo en mi mente; las sonrisas que de vez en cuando
me regalas y que atesoro como joyas; el brillo de tus ojos cuando se encuentran
con los míos y el modo en que se oscurecen y se velan como el cielo antes de
enseñar sus estrellas. Cierro los puños como si buscara asirme a esos recuerdos
que mi cuerpo olvida y mi mente procesa hasta convertirlos en inútiles. No
tengo nada de ti; ni una marca, ni una muesca que me ayude a saberte real. Me recojo
como un gusano herido, enroscado en torno a la llaga que tengo en el alma. No,
no puedes ser una fantasía, las fantasías no pueden doler tanto.
Rendido ya, dejo que mi cuerpo se
relaje. Quizás consiga dormir algo, aunque el sueño no sea la cura a nada.
Entonces te escucho respirar, el aire tibio que liberas choca contra mi rostro
y toda la emotividad que no conseguía encontrar llega de improviso y me golpea
hasta las lágrimas. Me ahogo y respiro con la boca abierta para sobrevivir y
contener esta energía que me hará explotar. En un resquicio de mi mente me
pregunto si pertenezco a este que soy, a este cuerpo que me atrapa y retuerce
mi espíritu.
Extiendo una mano hacia ti y toco
con la punta de los dedos la piel cálida de tu hombro que a pesar de estar
desnudo no parece sufrir el frío. Lo acaricio con lentitud, sin mirarte a los
ojos, observando únicamente mi acción, hasta que me rebelo y te sostengo por el
brazo, te empujo contra la cama y me echo sobre ti. Tomo tus labios con un beso
violento, desesperado; son tantos los besos perdidos, tantas las ausencias que
no consigo expresarlo de otro modo. Abro mi ropa y la aparto lo suficiente como
para liberar mi sexo. Mi erección es evidente, aunque no completa; incluso mi
excitación está rota por la tristeza. Tiras de tu ropa y me ayudas a
penetrarte. La entrada resulta torpe y agresiva; ni yo estoy erecto del todo,
ni tú estás húmeda. Me empujo en tu interior hasta que nos hemos fundido. La
salinidad de mis lágrimas se funde con la humedad del beso que nos damos y que
se vuelve un lamento entrelazado. Contengo un gemido lastimero que no es de
placer. Muevo suavemente mi cadera entre tus piernas; ambos nos hemos
ablandado. Apoyo el peso en los codos y mis manos se hunden en tu pelo,
enmarcando tu cabeza. Miro dentro de tus ojos, sin dejar de crear círculos invisibles
en tu interior; el universo parece oscuro. Te vuelvo a besar y tus labios saben
a sal, a remordimiento, casi a despedida ¿Podré vivir sin ti?
La sola idea me causa escalofrío.
—No, no, no. No pienses en eso —me
suplicas, como si leyeras mi mente.
Vuelvo a besarte como un
desesperado, queriendo arrancar girones de tu boca con cada presión de mis
dientes sobre tus labios. Te quejas por la violencia; y sin embargo la
entiendes y me aferras. Me empujo dentro de ti con tanta fuerza que parece que
te quiero clavar a la cama; me duele la pelvis, pero aún así presiono. Suelto el
aire cuando ya no puedo esforzarme más y ambos jadeamos.
—Hazlo —me dices con la
respiración agitada—. Hazlo fuerte, por favor. Necesito que duela —el universo
oscuro de tus ojos se ha convertido en un mar profundo, salino como el mío.
Vuelvo a empujarme en tu interior,
como un obediente esclavo. Te sostienes de mis hombros y empujas hacia mí.
Nuestros cuerpos tiemblan, unidos por la necesidad de estallar y agruparse. No
importa cómo lo hagamos o el modo en que consigamos ese instante de luz. Te
tensas conmigo dentro, te retuerces y comienzo el movimiento de adentro a
afuera; lento al principio, hasta que la humedad de tu interior nos facilita la
acción. Inhalo al salir y suelto el aire cuando vuelvo a entrar y golpearme
contra las barreras de tu cuerpo. El proceso se repita cada vez más rápido.
Sigo besando tus labios, hasta que los besos se convierten en intentos que no
puedo concretar. Respiro contra tu boca y tú intentas entre quejidos tomar mi
labio; es tan exquisito sentirte así, sentir que no puedes vivir sin mí. Quiero
que consideres que nadie podrá llenarte como yo; que nadie, nunca, podrá
brindarte esto nuestro que es único, así sea insano o perverso; doloroso o
triste; dulce, brillante, hambriento, desesperado, atormentado.
—Oh, Dios —está por llegar—.Voy a
estallar —te lo digo y te lo repito. Te abrazas a mí y te agitas. Todo mi
cuerpo se tensa, me mantengo empujando en tu interior y te lleno ¿Notas mi
semilla dentro de ti? Si supieras cuánto anhelo que germine, para que nada nos
separe nunca, porque aunque tú y yo no volviésemos a encontrarnos jamás; tú y
yo seríamos uno en la formación de un nuevo ser. Quizás, simplemente nos
reproducimos en busca de la creación perfecta.
Sin quererlo, y
para nuestra paz, hemos cedido el control a la lujuria. Pobre pecado mal entendido y despreciado.
Salgo de ti y
conmigo parte de esa esperanza de unificarnos.
—¿Eres real? —te pregunto,
condensando en esa frase todos mis miedos.
—Shhh… descansa.
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N/A
No sé si tengo que decir algo en mi defensa o si simplemente debo dejar
que Erótica hable por mí. Esta historia consigue que el amor que le tengo a
Bill toque un estado sublime que sólo puede vivir en mi alma, sin embargo me
atrevo a decir que incluso a través de esta historia se convierte en algo real.
Espero que disfrutaran de esto (en todos los sentidos posibles)
Un beso.
Siempre en amor.
Anyara
UINS ahora que recuerdo el anterior pago no lo acepto por que lo envié desde mi celular bueno lo pago al rato. realmente es vivir con una esencia es curiosa esa pregunta ¿podre vivir sin ti? siempre llega a nuestra mente cuando amamos, pero mas aun cuando sentimos que estamos perdiendo a ese alguien, que te puedo decir me encanta asta el sentimiento de dolor, no es algo que diga que pueda sentir o experimentar ahora, ya que estoy contenta y con alguien a lado pero a pesar de ello casi lo entiendo. Saludos
ResponderEliminarEres real? Ufff vaya interrogante, mientras leia recordaba una peli q vi hace poco sobre el subconciente y eso me hizo ver este cap desde la perspectiva angustiante de Bill, resulta casi dramatica esa sensación de no saber q es real y mas cuando se trata de ese amor soñado . * se seca las lagrimitas*
ResponderEliminarGracias por el cap, esta serie siempre me hace vivir todas las emociones q involucra