Cuando me querían princesa
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Las palabras me persiguen, las
fotografías me persiguen, los videos, el arte de los fans, las historias
creadas, las soñadas; todo lo que hicieron de mí durante ese tiempo en el que
me querían princesa. Nadie entiende lo difícil que resulta volver a buscarse
bajo las capas de maquillaje y la apariencia frágil de quién era y no era. Fueron
horas de mirarme al espejo mientras otros moldeaban mi imagen; dejaba que
sucediera, me sentía animado por los halagos que recibía sobre una belleza inhumana; es contradictorio, cuando yo soy tan profundamente humano
que la vida me duele en la médula. Y es que hay tanta fragilidad en nuestra juventud.
Nos creemos los dueños del mundo, porque tenemos fuerza y belleza, aún
impolutos y es justamente, envanecidos por esa verdad, cuando dejamos de crecer
y es más fácil manipular lo que creemos nuestras propias decisiones.
Las primeras semanas lejos de
todos fueron un alivio. Al fin conseguí dejar que mi barba creciera y salir a
la calle sin morir de dolor por el afeitado para que el vello no se notara, mi
piel pudo respirar sin las capas que cubrían cualquier rastro de él. Al
principio los lentes oscuros, las capuchas y los gorros eran como un escudo que
me protegían de los demás y de mi miedo a enfrentarlos. Todos aquellos que
claman por mí, por una sonrisa, una foto o una mirada, no saben lo duro que fue
aprender a caminar de nuevo; salir de mí mismo. Aún no consigo verme como fui
sin que se me retuerza el estómago de asco y choquen en mi interior tantos
sentimientos, los buenos y los otros; esos que de vez en cuando me recorren las
venas de la memoria como cuchillas afiladas. Quise, amé, a ese Bill, lo amé
tanto como otros lo amaban, pero estoy seguro que por motivos diferentes.
Cuando intento recorrer el sendero de esos recuerdos, y no escapo de inmediato,
intentando creer que jamás pasó, me formulo la misma pregunta: ¿Por qué?
Tengo una respuesta, pero duele
tanto como el resultado, así que desvanezco la idea de mi mente. Sin embargo,
el pasado siempre vuelve y toca a la puerta como un invitado que no querrías
dejar entrar. Hoy me siento así, envuelto en la nebulosa de lo que fui,
luchando por no ahogar al que he logrado ser.
Estoy roto; y nada de lo que
intento consigue unir las miles de piezas en las que me he convertido. Ella me
mira y me sonríe como si no supiera todo lo que hice y lo que acepte para que
me amara. La dejé jugar con mi identidad, con lo que era o quería ser, hasta el
punto en que me miraba al espejo y no me reconocía. La veía obrar en mi
apariencia, mi cabello y mi rostro, esperando a oír su voz cuando me decía lo
bello que me veía.
La esperé, lo hice por tanto
tiempo que la ilusión que tuve y que un día fue resplandeciente como la luna
colgando de un cielo oscuro, se convirtió en la misma oscuridad que existe bajo
la tierra; húmeda y desesperanzada.
Muchas veces he culpado a los
demás por mi tristeza, pero sé que aquellos que en realidad me amaban me lo
advirtieron: No tienes que cambiar para
que te ame; no, no tienes que ser quién no eres. Me parecía tan difícil,
por entonces, no buscar ser lo que creía que ella amaba. La vi tantas veces
coquetear con chicas, con bellezas increíbles que yo, desde un cuerpo
adolescente, sólo podía llegar a emular. La miraba por horas mientras sonreía
en las fiestas a esas mujeres, que por entonces me parecían maravillas de la
naturaleza, y volvía a mi casa o a mi cuarto de hotel, roto por dentro.
Luego la dejé atrás; comencé a
buscarme en el espejo mientras iba prescindiendo, poco a poco, del maquillaje
que alguna vez esgrimí como lo único que me hacía sentir yo mismo. La ignoré y la añoré en la misma medida, porque, ¿quién
le dice al corazón lo que debe sentir? Mi alma estaba dividida entre lo que
quería ser y lo que extrañaba ser. De
ese modo fui componiendo melodías en las que trabajaba para que contaran, con
cada nota destrozada, lo que yo sentía.
No sé si ella, ahora que me mira a
los ojos y sonríe, es consciente del lego en el que me convirtió su amor.
Tantas veces la vi iluminarse con
la misma sonrisa de aquella primera vez, esa única vez, en la que me invitó a impregnarme
del aroma de sus sábanas, para luego desterrarme a una espera permanente. Resulta
tan dolorosa la espera cuando escondes la mirada para no delatar tu ansiedad.
La observé de reojo, la vi cambiar, la vi dar a luz, la vi ser madre y
convertirse en una mujer diferente. Nunca pregunté nada; porque hay cosas que
es mejor no escuchar. Le permití transformarme aún más, dando a mi rostro un
aspecto aún más delicado. La observaba embelesado, actuar con manos gráciles y
dibujar los contornos de mi rostro. Sus pinceles destacaban la fuerza de mi
mirada y los rasgos perfectos que por entonces me permitían jugar con el sexo
que yo quisiese. Sé que aún puedo jugar y es justamente ese don el que me hizo fracasar de nuevo.
Sí, hubo una nueva Ella, una que me quitaba el aliento con
su sonrisa carismática, pero que no concebía que yo tuviese menos musculatura
que su amigo más pequeño de la universidad. Ella quería encontrar en mí al
típico espécimen americano con jeans desgastados, poca joyería y nada de
maquillaje. La seguí a sitios en los que no habría estado jamás. Me hice de
amigos con los que no conseguía encontrar cosas en común. Lo intenté, frecuenté
su círculo de amigos, a su familia, comí lo que ella comía y me esforcé por
demostrarle entre las cuatro paredes de una habitación, que tenía lo que Ella
necesitaba. Sin embargo, cada vez que le fue posible, me dejó claro lo
prescindible que era en su vida. Me disfracé de mediocre; y lejos de conseguir
lo que creía que ella esperaba, me convertí en algo que yo mismo odiaba.
Las idas y venidas de lo que llamábamos
amor, nos fueron consumiendo. Yo me hice tatuajes en su nombre, Ella se iba de
fiesta sin mí; nunca aceptó que yo fuese distinto, que no encajara en su visión de hombre, que no encajara
entre sus amigos. Nos gritábamos, nos insultábamos de todos los modos posibles;
ya iracundos, nos mirábamos a los ojos y terminábamos haciendo el amor. No
puedo negar la exquisita sobredosis de adrenalina que eso tenía. Comprendí que
las palabras amables entre nosotros habían dejado de existir; Ella no lo vio
igual. Como en toda separación nos repartirnos los amigos; el que perdió fui yo,
porque mis amigos también eran su familia.
Un día la vi a lo lejos, feliz y
creando a su alrededor esa aura magnética a la que no pude resistirme. Al verla,
entendí que Ella es demasiado independiente para dedicarse a mí.
Tom me aconsejó, me criticó, me
hirió con sus palabras y finalmente dejó que cayera al abismo. Es fácil ver las
carencias de los demás cuando tú te sientes completo; y él lo estaba. No lo
juzgo ¿Cómo podría hacerlo? Es mi gemelo. Sé que su incomprensión me dolió
entonces y me volvió a doler cuando entendí que tenía razón: Yo no puedo ser diferente para encajar en la
vida de alguien; por mucho que ame.
Sin embargo, ahora estoy aquí, en
Alemania, nuevamente frente a la primera y la que me marcó la vida por completo.
Me siento vulnerable y dolido, aún así sigo intentando mostrar al Bill que soy,
al que he creado a base de lágrimas y mucho dolor, porque no puedo volver a ser
ese otro, el que existió en aquel tiempo: En
el que me querían princesa.
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N/A
Este escrito estaba en mi “ideario” desde hace un tiempo, es una idea
que tenía y he querido dejarla un poco en metáfora, porque no soy tan soberbia
como para pensar que mis ideas sean la realidad de la vida de Bill, pero creo
que si sirven para contar algo y para tocar el alma de alguien, están bien
escritas. Espero que la disfruten.
Un beso
Siempre en amor
Anyara
Qué no sería capaz de hacer Bill por amor? Es una fantasía fascinante.
ResponderEliminarLa verdad es que creo que todos nos "cegamos" en algún momento, cuando el corazón se empecina por alguien...
EliminarLe he agregado algunas cositas, quizás la quieras repasar.
Gracias por leer y comentar!! ♥
Cuanta verdad tiene, en que la gente tiene que cambiar x gustarle a alguien y no es asi, me encanto ��
ResponderEliminarMuchas veces queremos ser lo que pensamos que ese alguien ama, así como también llegamos a pensar que podemos cambiar a alguien. Para mí eso es un error y de los que duelen...
EliminarMuchas gracias por leer y comentar, cariño... se me pasó etiquetarte ^///^
Muah! ♥
Al leerlo es dificil no recordar esas etapas y pensar en lo dificil q fue para el como ser humano, mas siendo tan joven y expuesto a los reflectores, el pobre ha pagado caro cumplir sus sueños, ojala y con lo vivido y aprendido encuentre un amor q le llene de felicidad.
ResponderEliminarEstoy convencida de que ha sido así, muy difícil, más aún el encontrarse a sí mismo. Los chicos que comienzan tan jóvenes con trabajos como este creen que saben lo que es mejor para ellos, pero siempre existen personas manipuladoras que sacan provecho.
EliminarEncontrará un buen amor, estoy segura ♥
Gracias por leer y comentar!! ♥
Pues te cuento que hoy pensaba en ese Bill que ha soportado mucho dolor y en el que se ha reinven tado después de vivir algo tan complejo y de pronto sonreí ahora es más fuerte
ResponderEliminarTodo lo que nos sucede en la vida está ahí para nuestro beneficio, así, en nuestra mente pequeña (de niños), no lo entendamos ♥
EliminarMe encanto tu escrito, es muy cierto en todos los aspectos, mientras lo leía no pide evitar pensar en Bill, en lo difícil que ha de haber sido todos sus diferentes cambios y la causa de ellos, sin duda alguna todos crecemos y cambiamos y con ello maduramos y miramos desde otro punto de vista las cosas. En lo personal miro mas fuerte a Bill y feliz de como es ahora, silo espero que encuentre a alguien capaz de amarlo como el quiere que lo hagan, porque solo basta verle, para darse cuenta lo maravilloso que es, y no hablo de su físico, sino de su alma.
ResponderEliminar- Ana.