domingo, 2 de diciembre de 2012

Tinta Roja - Capítulo I


Esta es una historia particular, con la que probablemente muchas se sentirán identificadas.
Espero que les guste, y que la disfrutemos juntas.
Besos.
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Capítulo I
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—¡Apresúrate! que llegaremos tarde —me habló Tom desde la puerta, para perderse de inmediato camino a la sala.
—¡Ya casi estoy!
Me encontraba cerrando la última maleta que llevaría a nuestro viaje a Rusia. Nuestro vuelo saldría dentro de cuatro horas, y debíamos embarcar al menos una antes.
Arrastre la última maleta por el pasillo, hasta llegar a la sala y ponerla junto a las demás. Observé apiladas cinco cajas en dos grupos.
—¿Qué es esto? —quise saber.
—¿Qué crees que puede ser? —fue la irónica respuesta de Tom, mientras llevaba dos de sus guitarras fuera de casa.
Miré mi nombre escrito en tres de ellas, y levanté la tapa de la primera. Pude ver dentro una serie de objetos. Cartas, tarjetas, todos regalos que nos solían enviar nuestras fans. Siempre que encontraba un momento las revisaba. Mentiría si dijera que las había visto todas, más aún cuando estábamos de gira, aquello era una labor imposible. No sabía por qué nos las enviaban justo hoy. Estaban destinadas a quedarse ahí a la espera de nuestro regreso.
La curiosidad me llevó a remover un poco el contenido. Había un sobre de color rojo que llamo mi atención. Otro sobre blanco muy grande y abultado, que debería contener algo más que una carta. Pero fue otra cosa la que captó mi atención. Había un paquete del tamaño de un libro, que estaba envuelto en un hermoso papel hecho con flores secas de color violeta, y atado con una cinta del mismo color.
—¡Bill! —escuché a Tom, exigente desde la puerta de salida. Siempre era más consciente que yo del tiempo.
Lo miré, y me di cuenta de que mis maletas ya no estaban. Alguien las había subido al coche, así que sólo faltaba yo.
—¡Que llegaremos tarde! Ya sabes cómo es el trafico aquí —reclamó mi hermano, con más ímpetu.
Creo que de los dos Tom era el que peor llevaba los viajes.
Miré nuevamente el interior de la caja, y tomé el paquete con forma de libro sin más preámbulos. Si era algo de lectura, no me vendría mal para un vuelo tan largo. Lo metí dentro de mi bolso y salí de casa, antes que mi hermano sufriera un ataque.
Me dormí durante el camino al aeropuerto, así que para mí duro un abrir y cerrar de ojos. De momento mantenía controlado ese nerviosismo previo a una actuación, y creo que era por lo tedioso que se me hacía volar tantas horas. Aquello resultaba aplastante.
—Despierta —me zarandeó suavemente Tom.
—¿Ya llegamos a Rusia? —quise bromear.
—Qué más quisiera yo —contestó, mientras guardaba su portátil en la funda.
—Que pereza —me quejé, estirándome un poco dentro del coche— …tantas horas de avión.
Tom no respondió, pero yo sabía que apoyaba al cien por cien mi queja. Cuando sería el día en el que inventaras la teletransportación.
Llegamos con tres horas y quince minutos de antelación al vuelo. La rutina era la de siempre.
Esperábamos en la fila para el control, que debido a las últimas normas de seguridad impuestas, se había hecho más largo aún. No me extrañaba que tuviéramos que estar con tanto tiempo de anticipación. El aburrimiento me iba a matar, aún faltaban dos personas para mi turno, y a este paso teníamos para media hora más. Así que saqué el paquete que había metido en mi bolso antes de salir, y comencé a ojearlo. Todo era tal como lo había visto en el primer momento, su peso y consistencia me hacía apoyar la idea de que se trataba de un libro. El papel que lo envolvía, estaba compuesto por florecitas secas que habían sido pegadas sobre  material reciclado. Noté un detalle nuevo. Tenía una ventana en una de las esquinas, dentro de la que se podía leer la dirección de envío y el destinatario. Pero nada del remitente, lo que incentivó aún más mi curiosidad. Me había decidido a abrirlo cuando nos indicaron pasar por otro control que habían abierto junto al nuestro.
—Quítese todo lo metálico —fue la orden que me dieron.
Me quité el collar, el cinturón y el reloj. Dos anillos, las llaves y el monedero que llevaba en el bolsillo.
—Tengo piercing corporales —avisé, antes que me preguntaran.
—Bien —se dio por enterado el guardia—. Si está listo, pase.
Así que avancé.
Creo que no noté que aún llevaba aquel envoltorio entre las manos hasta que la alarma sonó.
—Por favor —me dijo el guardia, indicando mis manos.
—Claro —reaccioné.
El paquete pasó junto con el resto de mis cosas. Ahora tenía que descubrir que era lo que contenía, y que había hecho saltar la alarma. Lo observé más intrigado aún, cuando comencé a recoger mis cosas.
Compré dos revistas sobre moda, un perfume y un collar en la zona de espera para el embarque. Luego Tom y yo, caminábamos por el interior del avión, buscando nuestros asientos.
—Yo me pido la ventana —me apresuré.
—No sé de qué te sirve —se quejó Tom, que hoy estaba especialmente resentido—, lo único que verás son nubes.
Como no tenía pensado hacerle demasiado caso, pase hasta mi asiento. Él abrió el compartimento que había sobre nuestros asientos, y guardó su equipaje de mano. Yo en cambio mantuve mi bolso junto a mí, y cuando finalmente estuve instalado saque ese intrigante regalo. Había llegado su momento.
—Le has dado muchas vueltas a eso —me habló Tom cuando se sentó— ¿Es de alguna fans?
—Sí, estaba en una de mis tres cajas —enfaticé la palabra ‘tres’, para molestarlo un poco y ver si se aligeraba su ánimo.
—Yo no revisé lo mío, como aún me tienen que traer un camión completo —respondió, con ese aire de superioridad que usaba, y que parecía muy convincente cuando no lo conocías tanto como yo.
—Ah claro, se me olvidaba que tus fans alquilan barcos completos para enviar tus regalos —sonreí, sin quitar la vista de mi obsequio personal.
—Pues no lo vuelvas a olvidar —rió Tom, mientras se acomodaba en su asiento para dormir.
—Ya, ya… desde luego que no lo olvidaré —hablé, complaciente. Él hizo un sonido despectivo y cerró los ojos.
En un momento Tom parecía estar ya dormido. No me extrañaba que fuese cierto, el sueño con él llegaba de inmediato.
Tiré suavemente de la cinta que ataba el paquete, mientras que la auxiliar de vuelo comenzaba a dar las indicaciones de seguridad. Aparté completamente la cinta, y la dejé caer dentro de mi bolso que ahora estaba entre el asiento y yo. El avión comenzó a moverse lentamente, buscando su posición para el despegue. Y fui descubriendo lo que para mí sorpresa no era exactamente un libro, si no un cuaderno escrito con tinta de color rojo. La caligrafía era notoriamente femenina, y  entre sus páginas tenía un pequeño sobre que abrí de inmediato. Cerré los ojos cuando el avión alzó el vuelo, esperando que la sensación de nauseas se me pasara. Era una sensación conocida para mí. Normalmente levantaba los pies del suelo, y eso me ayudaba a mitigarla, pero ahora estaba tan centrado en el cuaderno que lo olvidé.
Cuando abrí el sobre me encontré con una nota pequeña. Me resultó particular. Habitualmente las cartas solían ser extensas, pero claro tenía un cuaderno completo, lo que podía interpretarse como una carta. Abrí la nota que también estaba escrita con lápiz de color rojo.
“La escogí de plata, porque me parece un material noble y hermoso”
Pestañeé un par de veces, intentando comprender. Era obvio que no lo haría hasta que mirara dentro del saquito de tela que acompañaba a la nota. Encontré dentro de él un colgante con la forma de una llave, parecía realmente la llave de una cerradura, así que volvía a guardarla en el saquito. Metí todo dentro de mi bolso, junto al papel que envolvía aquel cuaderno, y que había doblado para guardarlo. Me gustaba.
Observé el cuaderno, cuyas tapas estaban también cubiertas por papel del mismo estilo del envoltorio. Los colores invertidos estaban invertidos, aquí predominaba el violeta. Me animé a abrirlo para comenzar a leer.
—¿Quiere algo de beber? —me preguntó casi en un susurro la auxiliar, para evitar despertar a Tom.
Negué sin emitir sonido. Ella me sonrió.
Volví al cuaderno, y comencé a leer las letras escritas con tinta roja.
“Hola mi querido Bill… mi nombre es Amatista. Sí, justo como la piedra. Cosa de mis padres,  pero todos me dicen Amy.
Hoy he decidido comenzar con esta especie de bitácora personal, en la que escribiré lo que cada día quiera decirte. Te preguntarás, ¿porqué no una carta normal? Probablemente porque sentarme a escribirla significará la muerte de muchas ideas, sentimientos y emociones. No seré capaz de reflejar en las líneas que ocupa una carta convencional, todo lo que querría que supieras.
No sé aún cuando puedas recibir esto, ni siquiera sé si algún día lograré que llegue a tus manos,  pero no por ello dejaré de comenzarlo.
Mis mañanas las dedico a ti, y a mis intereses claro. Suelo ver videos, fotos y escribir alguna historia, fic le llamamos. Eres el protagonista, y  he terminado una hace poco. Me resulta inevitable no enamorarme más de ti en cada capítulo. Y en este preciso momento estoy viendo el DVD de Humanoid, e intento pensar en cómo te sentías en ese momento. Debe ser difícil saber que siempre hay alguien evaluando lo que haces, para bien o para mal.
Me despido con un beso.
P.D.: La tinta roja, es por algo que leí hace mucho: ‘La letra escrita con sangre, queda para siempre’ ”
“Hola mi querido Bill…
Hoy he tenido un día bastante extraño. Te comentaba que escribo fics, pues estoy a las puertas de terminar una historia y me ha resultado complicado el capítulo de hoy. Saco capítulos casi a diario. Hace poco terminé un video y la canción la tengo muy arraigada en el alma… en fin…
Aunque sé que mi vida es la que es, y soy feliz en ella, pero cuando se trata de ti es como si viviera una realidad diferente, una en la que puedo amarte. Creo que lo hago a través de mis videos y mis escritos.
Sólo quería contarte eso, porque hoy tengo día lleno de ti, quizás sea porque es jueves. Solemos reunirnos por internet chicas de diferentes países, es un día que dedicamos a ti. Mi nostalgia debe ser eso.
Besos Bill, espero que hoy tengas un buen día.”
Me quedé un momento procesando aquellos dos primero días en los que ésta chica, con un nombre curioso, se dirigía a mí como si me conociera de toda la vida. Me reí cuando volví a leer el segundo día, y vi que se reunían para hablar de mí ¿Qué cosas dirían?
Sacudí la cabeza, sacándome la idea de averiguarlo. Hacía mucho que me había prometido que no andaría curioseando lo que se escribía sobre mí en internet.
Metí la mano a mi bolso, y rebusqué el colgante que esta chica me había enviado. Lo miré y lo oprimí. Era un regalo hecho con afecto, y eso me hacía sentir bien. Volví al cuaderno escrito con tinta roja, aquel detalle y la explicación de ello me gustaron mucho. Seguí leyendo, aún con el colgante en la mano.
“Hola mi querido Bill…
No puedo comenzar este día sin una enorme sonrisa. Quedan sólo dos días para verte en el World Stage de Malasia. Me siento tan emocionada. Me encantaría poder viajar allá dónde tú estés, pero ya tendré la posibilidad de verte en vivo aunque llueve o truene. Tengo los dedos cruzados para todo les vaya bien a ti y a la banda. No sé aún qué canciones tocarán, pero personalmente me encanta ‘Zoom into me’ y ‘Phanthomrider’, espero que toquen algunas… o ambas… jajajajjaj…
Besos Bill, desde acá estoy contigo.”
Apoyé la cabeza en el respaldo del asiento. Me quedé por un momento, intentando recordar que estaba haciendo yo dos días antes de nuestro concierto en Malasia. Probablemente volviéndome loco, esperando que no se me olvidara nada. Sabía que las fans estaban pendientes de nosotros, y de mí, todo el tiempo. Fue extraño comprender que otra persona, a quien podría darle un nombre,  pensaba en mí.
Y sin quererlo, sin siquiera notarlo aún, algo entre los dos había hecho conexión en ese momento.
Continuará…

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