martes, 21 de mayo de 2013

Balada - Serie Erótica XVI




Balada
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Esta noche comencé una balada. Las primeras palabras daban vueltas en mi cabeza con tanta insistencia, que no pude volver a apagar la luz de la habitación para dormir hasta que las había escrito. Son sólo un par de palabras, pero en ellas está encerrado todo lo que sueño.

“Te conocí en un pliegue del Universo. Como la luz de una estrella errante me iluminaste, y así pude concebir el viajar entre los astros para encontrarte

Luego de eso cerré los ojos, y te pensé. Perdido en la nebulosa del sueño y con los ojos cerrados, te vi. Sabía que era imposible que estuviese aquí, o yo allí… pero la imposibilidad se ha convertido en nuestra única realidad. La fe, esa palabra tan usada, tan gastada y tan incomprendida es la que nos une.

Extendí la mano con temor, con ese miedo arraigado que llevamos los humanos en el alma.
La poca luz que nos iluminaba, me permitía ver tus ojos cerrados, tu cabello suelto y desordenado. Te veías tan hermosa que tocarte era como tocar un sueño, y temía despertarte… o despertar.

Con la punta de mis dedos toqué tu mejilla, y apreté los labios para que la emoción no se escapara de mí como un suspiro. Temía respirar, parpadear. Temía a cualquier cosa que pudiese romper esta ilusión, esta maravillosa sensación de tenerte.

Separaste los labios y tu aliento tocó mi boca como un beso delicado, tan tenue como este instante.

Me habías hablado de esto, de la posibilidad de llegar a ti, de ser yo quien doblase el papel por la mitad. Me lo habías dicho en medio de tantas noches confusas. Con palabras y sin ellas. Había llegado a ti protegido por la noche. Con una capa de deseo cubrí mi cuerpo y dejé que las emociones me sirvieran de faro. No sé en qué momento te convertiste en aquello que mi alma anhelaba, pero sé que eres tú la fuente de inspiración para mi vida.

Me acerqué muy despacio hasta tu boca. El sonido de las sabanas acompañó ese pequeño movimiento. Toqué tus labios con los míos y con apenas un roce los acaricié. Un temblor nimio pero imparable me recorrió. Noté el calor de una lágrima fugitiva sobre mi rostro.

—¿Bill?—susurraste mi nombre, confusa. No podía mirarte ni responderte.

¿Así te sentías tú cuando llegabas a mí? ¿Sentías que estabas de pie en un segundo tan frágil que sólo un pensamiento podía romperlo?

—Oh, Bill… —la emoción brotó de tu voz, y tu cuerpo se unió la mío, calzándose con el conocimiento innato que sólo existe en aquellos que se han amado.

Te recibí sin obstáculos, sin barreras, completamente ávido de besos y caricias. Notaba a la carencia abrirse paso por mi pecho como una criatura. Me quejé de dolor, porque el dolor del alma parte el cuerpo cuando ya no puedes contenerlo.

—He venido… he venido… —te repetía entre besos, entre suspiros y deseos.

“He venido

Repetía en mi mente, incansable, increíble.

Y te abracé con tanto fervor que tatué mis sentimientos en ti con la punta de los dedos. Con los labios estremecí tu piel. Me impregné de tu aroma, del aroma a ti que había en todo el lugar. Quería contener en mi memoria todos los detalles que pudiese, porque necesitaba un ancla para volver.

Me llené la boca con tu piel. Tus dedos se hundieron en mi cabello, enredándose con inquietante suavidad. Con caricias profundas te arranqué quejidos, los respondí cuando tus manos me tocaron con firmeza.

El calor, el deseo, el ansia poderosa de encontrarnos con el alma, nos llevó a inventar caricias, a explorar formas de tocarnos; a suplicar con la voz rota.

—¿Es real? —murmuré contra tu nuca, entrando en ti profundamente. Cerqué tu cuerpo con mis brazos, rodeándote el pecho y la cintura.

—¿No lo sientes? —me preguntaste, apretando tu mano sobre la mía— Es real —aseguraste.

Y lo sabía, aunque todo mi ser racional lo negase. Lo sabía, porque dentro de mi alma tú existías como lo más vivo y luminoso que jamás había sentido.

Pegué mi pecho a tu espalda, notando tu cuerpo latir entre mis manos. Sí, era verdad, porque el alma no duele con tanta violencia al pensar en perder algo ficticio.

¿Somos conscientes en realidad de todo lo que nos negamos por no creer? ¿Somos conscientes de todo el amor que nos perdemos por no dar un paso más?

Atesoramos una seguridad de mentira, porque nada es más seguro que el momento que se vive ahora. Y sé que mañana, cuando ya no esté entre tus brazos, mi corazón se sentirá desolado.

Es por eso que ahora te beso, te beso y te beso. Quiero que mis labios quemen tu piel y se marquen bajo ella como una huella indeleble. Quiero que mi alma se empape de este instante en que yo me busco a mí mismo en tu interior, este momento en que tú me cedes tu voluntad sin cadenas. El movimiento de nuestros cuerpos se acompasa con nuestros quejidos. Nos sentimos desesperados por la pasión, desesperados por la furia del sentimiento que nos envuelve. Un sentimiento al que no damos nombre. Tú no lo dirás. Yo no lo diré. Hay un pacto invisible entre ambos que nos lleva a callar, porque el silencio nos protege, porque si lo decimos puede romperse.

La intensidad precede a la vehemencia y el imperioso final llega. Siento el calor húmedo de tu placer bañando mi piel. El espasmo que genera el mío llega de forma inminente. Ambos nos arquemos y nos expandimos en la misma dirección. Completamente unidos. Convertidos en uno.

Caemos sobre la cama, tu cama. Huelo tu cabello desordenado. El aroma se queda en mi memoria como parte de lo que espero me haga volver. Sé que estoy en ese pliegue del Universo en el que te conocí, y quiero plasmar aquello en una canción; una balada que mañana construiré con el alma cansada por no tenerte.

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Uno más de Erótica que espero les guste. Es la primera vez que nuestro adorado consigue doblar su Universo… *suspira*

Qué hermoso es creer.

Nos tocará esperar para saber de qué tratará esa balada ;)

Un beso a todas, y muchas gracias por leer.

Siempre en amor.

Anyara

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