viernes, 3 de mayo de 2013

Cápsulas de Oro - Capítulo XVIII



Capítulo XVIII

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—No creo que podamos tener una sesión aquí —dije, recorriendo con la mirada el estudio, que a pesar de ser una amplia habitación, era opresiva gracias a la falta de ventanas.

—Sí, claro que sí —respondió Bill, dejando el bolso sobre un sofá—. Pregunta lo que quieras —me miró y sonrió.

Yo me giré y miré a Tom que se encontraba tras de mí apoyado contra una pared. Se encogió de hombros.

—La doctora sabe lo que hace —dijo, con ironía.

Respiré profundamente. No podía permitir que mi paciente se saliera de control tan pronto.

—Tom ¿Nos dejas un momento? —pregunté.

—Pero tenemos trabajo —se quejó Bill. Lo ignoré, enfocándome en su hermano.

—Claro —aceptó.

Cuando salió y cerró la puerta, me enfrenté a Bill. Sabía que necesitaba entereza para ser más fuerte que él. Siempre me había parecido una persona muy entera para ser un paciente en fase cuatro, pero habíamos hecho un compromiso silencioso. Yo había obviado mis dudas sobre sus escapadas del centro y él había prometido hablar conmigo unas vez que estuviese fuera.

—No puedo parar —hablo, antes que yo dijera nada—, hay mucho trabajo y Tom está muy presionado —comenzó a revolver entre unos papeles—. Tenemos que sacar material lo antes posible, además…

—¿Esto tiene que ver con Luther? —pregunté, sin piedad. Directo a la yugular. Bill no me estaba dejando alternativa.

Lo vi arrugar levemente el ceño, luego dejó el revoltijo de papeles y se cruzó de brazos, mirándome directamente.

—Bien —aceptó con un gesto—, yo te dije que preguntaras lo que quisieras.

Ambos nos mantuvimos de pie, uno frente al otro. Siempre había sentido a Bill más como un contrincante que como un paciente, y eso era como una chispa para encender fuego.

—¿Y cuál es la respuesta a la pregunta? —insistí. No iba a permitir que se evadiera más. Sabía que mi papel como su médico y no como su amiga. Aunque a veces la línea fuese muy fina.

Negó con un gesto y se sentó en el borde del escritorio.

—Ya sabes cuál es —respondió, molesto.

Continuaba evadiéndome. Construyendo laberintos que yo tuviese que recorrer en busca de una respuesta.

Me acerqué un par de pasos.

—Creía que teníamos un compromiso —le dije, haciendo alusión a nuestro pacto.

Bill descruzó los brazos y se relajó ligeramente.

—¿Quieres un cigarrillo? —me preguntó. Aquella oferta me pareció una especie de bandera blanca.

¿Debía aceptarla?

—Hoy no —me negué, sin querer dar mayores explicaciones.

Fue hasta su bolso y rebuscó en el interior, volviendo con los cigarrillos en la mano. Esperé mientras él encendía uno, con más paciencia de la que le dedicaba al resto de mis obligaciones. Noté como el humo de la primera calada lo preparó para comenzar a hablar. Muchas veces sentía que nuestras conversaciones eran igual de difusas que el humo de un cigarrillo.

—Luther presiona mucho —comenzó a decir. Era como si se hubiese impermeabilizado para decir su nombre. Su voz había sonado inexpresiva, carente de intención.

—¿Qué gana con presionar? —continué, y me acerqué un paso.

Bill aspiró el humo una vez más, mirándome en todo momento, como si no quisiera perder de vista ninguna de mis expresiones. Luego liberó el humo lentamente.

—¿Recuerdas cuando te dije que en éste mundo si te encandilas tropiezas? —me preguntó.

—Sí —respondí, conteniendo el aire. Preveía como continuaría la conversación, pero necesitaba sus palabras para confirmar mi sospecha.

—Luther fue quien me sostuvo cuando tropecé —otra vez sus palabras fueron frías y carentes de emociones, pero luego de una mínima pausa, dejó escapar una sonrisa irónica y miró al suelo.

—¿Te chantajea? —pregunté. Notaba el latido apresurado de mi corazón.

Volvió a mirarme directamente, mientras oprimía el filtro con los labios. Pude ver su lengua, cerrando el paso al humo dentro de su boca. A continuación me extendió el cigarrillo para que fumara de él. Era el mismo gesto que había efectuado estando en el centro. En ese momento me había negado a recibirlo, no me parecía correcto, pero a pesar de que ahora la situación no fuese muy diferente, acepté. No podía permitir que dejase de hablar, debía compartir con él ese pequeño momento de complicidad.

Tomé el cigarrillo entre los dedos con un gesto suave, rozando apenas los suyos. Me lo llevé a los labios y noté el hormigueo de la sangre en ellos cuando oprimí el filtro. Su boca lo había tocado también. A duras penas controlé un estremecimiento involuntario.

Bill no dejó de mirarme. Se recreaba en mi gesto, como hacía yo en los suyos.

—¿Te chantajea? —repetí la pregunta, cuando solté el humo y le devolví el cigarrillo.

Él parecía dispuesto a hablar, pero más tenso que las veces que lo habíamos hecho antes.

—De cierto modo —respondió, recibiendo el cigarrillo con mucha delicadeza.

—¿No puedes denunciarlo? —seguí con las preguntas, centrándome en mi papel de médico.

Negó, llevándose el cigarrillo a la boca. Yo me mantuve en silencio, pensando en la siguiente pregunta, pero no llegué a formularla.

—Esto no debe saberlo Tom —me advirtió.

—Pero él es responsable de ti —lo increpé. El alta de Bill era parcial, en cualquier momento podía retomarse el internamiento si su hermano así lo decidía.

—No debe saberlo —insistió, mirándome fijamente—. No lo quiero mezclado en esto.

Ahora ya estaba segura de mi siguiente pregunta.

—¿Es muy grave lo que hiciste? ¿Lo que Luther sabe? —lo observé atentamente. Noté el modo en que su mirada, muchas veces desafiante, se fue apagando. Quería decírmelo, lo veía en la manera en que clavaba sus ojos en los míos.

Finalmente evitó el contacto visual y fumó una última vez.

—¿No tomarás nota? —preguntó, con clara ironía. Estaba guareciéndose tras ella.



—La ironía es la mejor mascara para los sentimientos —le dije. Desafiando su postura.

—Una sola máscara parece muy débil para todo lo que oculto —respondió, apagando el cigarrillo—. Tengo que trabajar —me advirtió, y se puso en pie.

—No, no, no Bill —le sostuve el brazo. Él miró mi mano, que sólo ejercía una suave presión. Su rostro pasó de la inmutabilidad, a la confusión, como si intentase comprender qué sentía. A mí se me disparó el corazón y tuve que soltarlo, pero no retiré mi objeción—. No puedes pretender que deje las conversaciones a medias —él buscó mi mirada, pero yo sólo pude dársela de forma interrumpida. No me sentía capaz de argumentar bajo la influencia de sus ojos—. Me pediste que asumiera un riesgo, y no me arriesgué sacándote del centro para que olvidaras nuestro compromiso —al terminar mi explicación, pude volver a mirarlo.

Bill al principio no dijo nada, pero sus pequeños gestos decían muchas cosas que yo no quería procesar. Separó los labios como si fuese a hablar, y no pude contener el impulso de observar su boca. Me imaginé la suavidad de su roce, y el persistente sabor a tabaco de debía tener ahora mismo.

—Hace algunos años yo tenía esa misma pasión que posees —dijo, y no dejé de mirar su boca mientras lo hacía.

—La conservas —dije, con voz mesurada—, únicamente la contienes.

—No, ya no tengo nada de lo que tú exudas en cada palabra —continuó, y ya no quería perderme detalle de su boca mientras hablaba. La conversación se estaba convirtiendo en algo íntimo.

—Eso es lo que tú crees, porque bloqueas tu juicio —aunque ninguno se movía, parecíamos cada vez más cercanos.

—¿Habla la doctora? —murmuró.

—Sí —debía protegerme, él tenía la capacidad de hacerme vulnerable.

—¿Y qué crees que debería hacer para desbloquearme? —preguntó. En ese momento no sabía si buscaba distraerme o era una duda real.

—Contarme lo que te ha sucedido, lo que te ha hecho cambiar —una parte de mi mente estaba perdida en su boca y en la forma en que sus labios se movían cuando hablaba, otra aferraba con las uñas mi lado más racional.

—Si te lo cuento —susurró, avanzando medio paso hacia mí—, tus ojos dejarán de brillar cuando me miran. Dejaré de ser perfecto para ti.

¿Qué podía responder a eso?

Él era perfecto, de un modo enrevesado e inútil en el mundo en que vivimos. Quizás por eso la psiquiatría me resultaba tan atrayente. Me permitía ver la belleza en el horror. La magnitud de un sentimiento impuro, pero no por ello menos maravilloso. Cuando te acercabas de tal manera al abismo sólo podías entregarte, dejarte caer y ser consciente de la inmensidad. Una mente tan atada a lo ‘correcto’ como la mía no era capaz de tal perfección.

—Sí lo serás. No puedes dejar de serlo —le dije, mirando nuevamente a sus ojos. Sólo ellos podían contarme lo que su boca callaba—. Siempre serás tú, con todo lo que hayas hecho.

Por un momento me pareció ver alivio y rendición.

—Aún sabes muy poco de la vida Seele —declaró, con el mismo tono susurrante que utilizara antes.

—¿Cómo? —pregunté, sorprendida. No esperaba que me tratara como a una niña.

—No son los años que vivimos los que nos hacen madurar, son las experiencias acumuladas —se explicó.

—No me cuentas nada que no sepa —aclaré, evitando que notara lo poco que me gustaba la condescendencia.

—No lo entiendes —seguía susurrando, pero ahora era él quien miraba mi boca.

—Explícame —insistí, poniendo una mano en mi estómago de forma refleja, intentando controlar las emociones que se concentraban ahí.

—La teoría es simple, pero la práctica es muy complicada —alzó la mano y vi sus dedos muy cerca de mi boca. Lo lógico habría sido echarme atrás, pero no quería. El vínculo que estábamos construyendo a base de tensión debía consolidarse, no podía permitir que se rompiera.

“Sé fuerte Seele”, se repetía en mi mente como una súplica a lo más profundo de mi misma.

—Soy inteligente —aclaré.

Sonrió, manteniendo los dedos a milímetros de mis labios.

—Lo sé —murmuró, casi como si liberara un suspiro.

Sus dedos comenzaron a recorrer lentamente la forma de mis labios, sin tocarlos. La cercanía imantaba mi sangre, concentrándola en mi boca de ese modo intenso que sólo puede ser calmado con un beso.

Me alejé suavemente, sin aspavientos o rudeza. Necesitaba marcar la distancia entre él y yo. Lo necesitaba a gritos despiadados.

—¿Y bien? —intenté continuar con la conversación, sin mucha esperanza.

Lo vi apretar los labios, me pregunté si necesitaría calmar su propia inquietud. Luego suspiró y volvió a sentarse en el borde de la mesa.

—¿Qué esperas Seele? —me miró, sin subterfugios, sin adornos o máscaras; sólo con dolor— ¿Quieres que te abra las puertas de lo que para mí es un infierno? ¿Y qué harás si te dejo entrar? ¿Crees que podrás hurgar sin quemarte? ¿Sin que la mierda que llevo dentro te ensucie?

—Bill —intenté. Me sentía nuevamente al filo ¿Qué evitaría que me partiera por la mitad?

—No tienes una cura para lo que me sucede. Vivo día a día con algo que no llegarías a comprender y menos aún a solucionar. Te lo he dicho siempre, lo que tengo no se puede sanar —se tomó una pausa. Yo me quedé en silencio, casi evitaba respirar, porque finalmente estaba hablando—. Quiero creer que puedes hacer algo, de verdad que quisiera pensar que esa ingenuidad con la que blandes tu espada de justicia puede llegar a darme paz… pero sé que no…

En ese momento se calló. Toda la habitación se quedó marcada por el silencio. Al fondo se escuchaba el ‘tic-tac’ de un reloj de pared, tan débil que bien podría estar imaginándolo. Nos mirábamos, y en ese momento comprendí que no podía dejarlo sólo, así tuviese que saltarme todas las normas que existieran. Un dolor tan grande no puede ser arrastrado por una sola persona.

—Yo te ayudaré —le dije, con determinación—. Sea lo que sea ese secreto que guardas, yo te ayudaré.

Bill extendió su mano y tocó la mía. No llegó a asirla, sólo me tocó.

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Continuará.

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Bueno, aquí estoy de nuevo, antes de lo que yo me imaginaba. Estos chicos me ponen difícil la vida XDDD

Espero que les guste y recuerden que sus comentarios son mi sueldo (hace mucho que no decía eso!!! ;D)

Siempre en amor.

Anyara



13 comentarios:

  1. wow, me voy a ver una película y a mi regreso me encuentro esto, wiiii tengo que reconocer que esto es genial para seguir con una buena tarde de viernes, pues aquí hubo fuegos artificiales me ha encantado el capitulo tengo que confesar que de solo imaginar esos dedos cercanos a los labios me dejaron derretida, casi me leí el capitulo conteniendo el aire, aunque al final también me quede con el muajaja en la cara, *salta y brinca de emoción*
    P.D. Si recaigo en el tabaquismo será culpa de estos dos XP

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    1. Jjjajajajajaj... tú sólo piensa en que Bill en algún momento deja el cigarrillo mi Gaby, no te agobies XDDD
      A mí me tenían igual cuando estaba escribiendo, con el aire contenido. Cómo me gusta la tensión que hay entre ambos.
      Ya lamento el muajjajajajja... :)
      Un beso, y muchas gracias por leer ♥

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  2. Deooooozzz pobre doctora, siempre q leo un cap me quedo con esa sensación....xD.....Es q mira q tener de paciente a Bill Kaulitz es para maestria....y la pobre apenas se inicia en el mundo de la psicología....pero quizá x eso mismo siente la necesidad de ayudar a su paciente....aunq éste niño se lo pone tan difícil...xD...Me gusta la forma como la Seele lucha por mantener la relación paciente-doctor, ella no pierde de vista su primer responsabilidad cómo medico, aun cuando el condenado la tienta de forma tan perversa...es q imaginarse a Bill en la escena del cigarrito y luego delineando sus labios....es para caer fulminada....Vamos Seele tienes q seguir siendo fuerte .....

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    1. Abriremos un grupo en face que se llame "fuerza Seele, fuerza"... jajajajjaja... Hace unos días le decía a Gaby que nunca pierdo de vista que Seele significa alma y que para mí es uno de los ejes de la historia, aunque suene extraño. Ella tiene un lado racional muy potente pero que se pelea, contra su voluntad, el sitio con el más emocional. Finalmente aquí hay más de una batalla, no sólo Bill lucha. Y sí... tener a Bill Kauitz como paciente es para maestría XDDDD
      Un beso grande mi Evelyn, y muchas gracias por leer y por pelearte con el blog por el comentario ♥ Muakk!!!

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  3. Wowwww qué intenso. Ese paciente puede hacer flaquear a cualquiera y Seele no es inmune al encanto que posee. Su lado racional lucha por ganarle la partida a todo lo que siente, pero es una lucha inutil a mi parecer. Pero quiza eso sea lo que le ayudara a sacar a Bill de su agujero. Ahhhh me gusta el camino que va tomando el fic. Espero leerte pronto.

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    1. Muchas gracias Luna. Sí que le cuesta a Seele mantener su lado racional, esperemos que logre contener sus emociones hasta que Bill avance. Si te soy sincera, me está costando mucho que lo haga. No sabes la de veces que quiero escribir "y lo besó" o "y lo abrazó" y los hormigueos posteriores, pero NO PUEDO!!!... jajajaja...
      Muchas gracias por leer y comentar ♥

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  4. Primera sesión externa y problemas..... Esperemos que la actitud de Bill no obligue a Tom a reconsiderar su aprobación para la salida de la clínica, tendrá que ser tolerante con su hermano! :D Y como buen obsesivo, Bill trabaje y trabaje, jejeje. Hay que desenchufarlo :D

    Como paciente que ha recorrido varios consultorios, particularmente de psiquiatras o psicólogos, llega un punto en que piensas que el médico no te va a sanar y las sesiones se comienzan a tornar en duelos verbales para poner en "jaque" al médico, es decir, para el paciente el médico suele verse en estas circunstancias como un contrincante; la verdad desconozco la perspectiva del médico. Es interesante pues, ver que Seele lo considera un contrincante. ¿Al mismo tiempo lo considera amigo? ... Vamos a esperar a ver cómo se desarrolla esa amistad nacida de una relación profesional. :)

    Con este capítulo varias de mis sospechas toman ya forma :) Me encanta ir destapando las situaciones y corroborar mis teorías, esto me intriga más porque ahora quiero descubrir no solo la trama! Sino cómo la resuelves! Nota: A sabiendas de que Luther no es negro como me lo había imaginado la primera ocasión en que lo nombraste en la historia, ahora ya le he puesto rostro: Dieter!!!! Jajajaja.

    Nooooo Seeleeeee!!!!!!!!!! ¡¡¡¿Por qué aceptaste fumar de su cigarro?!!!! Error! error!!! A partir de ahí, no dejé de pensar en esos labiooooosssss!!!! X_X [Muerte fulminante].

    Me llamó mucho la atención el párrafo en el que hablas sobre la perfección. ¿Por qué Bill se castiga de esa forma? Entiendo que en su carrera tiene que cuidar su imagen, pública y privada, pero cuando te agobia hacerte parecer perfecto... Mmmmm.... La perfección es relativa Bill! Y la misma Seele, siento que en este capítulo está dudando sobre lo que pensé tenía resuelto en el anterior. Por hoy tiene resuelto el mecanismo con el que equilibra su ser racional y sensitivo (no es fortuito el salto en paracaídas!), sin embargo ahora duda... Ella es libre por momentos, tendrá que enseñar a Bill a ser libre... Quizá no tenga la cura para resolverle a Bill su problema con Luther, pero tiene la cura para ayudarlo a vivir en libertad....

    Me fascinó este capi, Mil Graciaaaassss!!!! Continúa, continúa Andrea <3

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    1. Muchas gracias Lia, me encantan tus análisis tan intrincados como la historia. Desde el principio te decía que hay muchas cosas que quiero contar, pero no puedo contarlas todas de una vez y hay que ir entretejiendo con situaciones ¿cotidianas? Lo cierto es que me gusta este Bill, creo que poco a poco me acerco más al Bill que tengo en mi cabeza, al Bill que creo es el real.
      Nada es fortuito en mis historias ¿sabes?, incluso un "quería" en lugar de un "podía" tiene una razón de estar. Siempre me ha gustado dejar migas que seguir.
      Esa parte en la que se habla de la perfección... *suspira* es algo que imagino que Bill sufre. Lo inmaculado, lo perfecto tiene que ser un deseo y una angustia para él. Quiero que Seele lo ayude a ver. Todos necesitamos que nos den la mano de vez en cuando y nos indiquen, con amor, el camino menos pedregoso.
      Luther es Dieter!!! XDDDD... jjajajja... bueno, no tan mayor, pero sí que le pega. Bill y su iman para los viejos ¿verdad?... ajjajajaja...
      Un beso mi Lia, y muchas gracias por leer y comentar ♥

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  5. Ainsss ... que bonita historia , muchas veces podemos sentirnos asi por culpas que para nosotras resultan graves ... Ojala y Selee le aydue a Bill auqnue ya se salio de los limites ... de su trabajo , ojala esta historia me reglaen un besito prontooooo me muego de sed mamixx espero el siguiente.
    PD: Por fin me adelante y se siente un fresquito :D
    :* ATT: LA PEQUE

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    1. Mi peque, jejejejjeej... sufriendo por estar atrasadita.♥
      Muchas veces sentimos que nuestras culpas son enormes (el tamaño de la de Bill, pues habrá que verla) y ya veremos que pasa con ese beso esperado.
      Muchas gracias por leer, cariño ♥

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  6. Creo que este fue uno de los capitulos mas fascinantes de la historia.Cada que leía me quedaba sin respiración y la escena del cigarrillo... mujer me matas xD
    Seele quiere ayudarlo a pesar de que no sepa nada de lo terrible que le sucede a Bill,supongo que esto va mas alla de lo profesional ¿los sentimientos se están revelando?
    Bill, tan cerrado en si mismo pensando que nadie puedo ayudarlo con lo que tiene, poniéndosela tan difícil a Seele. Quien quisiera ser psicóloga xD. Aca unas porritas para la pobre Seele que la tiene mas difícil que Adan en el día de la madre xDD
    ¡ Mantén el control ante todo Seele!¡Si se puede! :D
    Emocionada por el siguiente capitulo, espero tan ansiosa por el primer beso como Seele. :)
    Espero te entren unas ganas locas de escribir y nos regales un capitulo más de esta hermosa historia. Besos.
    Martha.

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    1. Muchas, muchas gracias Martha, por el entusiasmo y por tu primer comentario :)
      Seele tiene que mantener muy bien el control. Ese primer beso tiene que esperar, aunque sea con el dolor de mi alma, mira que si la romántica salvaje que hay en mí hubiese dominado la historia, hace mucho que estaríamos teniendo sesiones entre sábanas :D
      Bill, por su parte, está a la misma distancia que Seele del peligro. Creo que él no se siente libre de quererla, la verdad no sabe ni siquiera lo que siente... ainss... a ver como avanzamos.
      Un beso y muchas gracias por leer y comentar ♥

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  7. Fuerte el capítulo,creo.Es como una danza entre ambos.Una danza en que el ritmo es potente,pero ellos se mueven con una cadencia suave,apenas sin tocarse,aunque anhelando rendirse a ellos mismos.

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