martes, 21 de mayo de 2013

Vínculo - Serie Erótica XIV



Vínculo
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Juegas a ser seda, pero es la seda de tus manos una caricia ardiente. Fuego envuelto en llamas, inundas el pozo de mis anhelos con la catarsis de tus emociones.
Y luego te desintegras… como bruma de mayo el sol te hace desaparecer.
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No sé si hay expresión posible para lo que siente mi cuerpo cuando se enreda con tu cuerpo. No sé si hay forma posible de racionalizar los latidos que da mi corazón contra tu pecho. No sé si es real, en este universo infinito en el que existes para mí, tu amor.
Mis dedos se enlazan con los tuyos, y llevo tu mano contra las sábanas. Tu lengua juega con el piercing que hay en la mía, lo busca, tira de él y lo suelta con una sonrisa que se mezcla con un jadeo. Yo te respondo, atrapando tu boca entre mis dientes, presionando lo suficiente para que entiendas que me siento como un depredador capaz de devorarte. Pero no lo hago. Te saboreo al ritmo cadencioso de una melodía de fondo. Es una de nuestras nuevas canciones, sólo unos pocos la hemos escuchado. Me resulta sugerente y viva. El ritmo que marca el compás de la batería me ayuda a entrar en ti con suavidad, intensamente.
Me pregunto: ¿En cuántas de estas nuevas melodías estás tú?
Hay tanta pasión en ellas, tanta necesidad y entrega absoluta.
Me alzo unos centímetros por sobre ti, busco aire. Te miro en medio de la penumbra que nos entrega la única lámpara que hemos dejado encendida. Necesito mirar el fondo de tus ojos mientras te penetro. Quiero ver si ellos cambian y me observan con el mismo sentimiento con que yo los miro. No hay palabras, son tan pocas las que hemos intercambiado. Simplemente nos hemos abocado a comprendernos con besos y sonrisas. No quiero preguntar nada por miedo a que te desvanezcas, a que las respuestas que puedan gestarse en mi mente te conviertan en una fantasía inalcanzable.
Pero el alma me traiciona.
Te abrazo, tocando tu oído con mis labios. La piel se te eriza bajo la influencia de mi respiración.
—Y si me quedo así, dentro de ti para siempre ¿Te irás? —te pregunto en un susurro velado por el deseo.
A veces siento que eres como mi propia consciencia. Te cuento mis miedos más arraigados, sabiendo que no saldrán de ti.
Tus brazos cruzan mi espalda de lado a lado. Siento una de tus manos enredarse en mi cabello, y la otra presionando el inicio de mi cadera.
—Aun no entiendes que jamás te abandono —me respondes con tanta delicadeza que siento como vibras y me quiebro por dentro.
Lo sé. Sé que estás dentro de mí a cada paso, a cada luz de flash, en cada pregunta que me cuesta responder. Sé que eres y me perteneces. Sé que tu existencia, ahí… dónde quiera que ésta sea, me acompaña.
Te abrazo con más insistencia. Mis manos te aferran y mi sexo te posee. Todo mi cuerpo es tuyo. Estoy dentro de ti para que me consumas cuando lo desees.
¿Puede haber una entrega más profunda que esa?
A veces creo que mi amor por ti me llevará a ese límite en el que ya no seré más Bill. Un límite en el que ya no tendré nombre, ni consciencia de un Yo.
Me hundo más en tu interior, y tú te doblas y te quejas, pero no me sueltas. El dolor es parte del amor, es la antesala de la libertad. La purificación de lo que somos.
Siento como brota la angustia, el deseo. Pero no ansío los besos, la piel o el sexo. Ansío elevarme por encima de mi mismo, explorar esa cima en la que no se siente nada más que un profundo bienestar. Ese sitio que tocamos con la punta de los dedos cuando la puerta de la entrega nos lo permite.
En medio del delirio lo comprendo, y probablemente no lo recordaré, pero toco la libertad cuando me desvisto del miedo junto a ti.
Tu mano aprieta mi cadera, mientras la tuya se alza en mi búsqueda. Jadeas, gimes… lloras. Creo que yo lo hago también.
Si sólo pudiese tenerte para toda la vida.
El anhelo me devuelve a la realidad, esa que mancilla mis sueños y que me lleva a recordar que sólo te tendré por unas horas, las justas para darte todo lo que terrenalmente te haga volver.
Me agito en tu interior, te acaricio, te beso… me lleno la boca con tu pezón, lo estrujo contra mi lengua. Gimes, conteniendo el grito que resuena en tu pecho.
Los humanos estamos atrapados en nuestro cuerpo, tan necesitados de un amor que poseemos, pero que no sabemos explorar.
Mi cuerpo está tenso, se prepara para el estallido. Ese único momento en el que somos etéreos y nos transformamos en la esencia real de nuestro ser, tan sumergidos en el placer del cuerpo que no nos damos cuenta que no es físico.
Y gota a gota pierdo la calma. Me clavó en tu cuerpo como un arma letal. Necesito a gritos poseerte, dañarte, calmarte luego con mis besos ¿Por qué tiene que doler tanto amarte? ¿Por qué tiene que estar este sentimiento tan unido a la ansiedad?
Son tantas las noches en las que te busco en medio de mis sueños, en las que toco las sábanas vacías y la desesperación me embriaga.
Me siento perdido en un sueño.
Tenerte ahora bajo mi cuerpo, será mañana un recuerdo que no sabré definir ¿Habrás sido real?
Esa será la pregunta que me acompañará durante días. Hasta que el sudor de tu piel se mezcle con el sudor de la mía, como hace ahora. Hasta que tu voz rota en gemidos arrastre fuera mis propios gemidos, y mis manos se llenen con la forma de tus senos, los acaricie y los apriete antes que el orgasmo se haga presente. Como ahora, en que siento como mi vientre se prepara para llenarte con mi semen.
Si tan sólo encontrara una cuna en tu interior.
Creo que en medio de mis desvaríos comprendo la razón real de la procreación. El amor. La necesidad hiriente de expandir el momento en otra vida.
Pero somos tan inconscientes de las razones reales de existir.
—Oh… eres tan mía… —exclamó en medio de mi pasión. Tenso y desesperado. Busco la puerta de escape para esta angustia viva que me quema las entrañas.
Tus dientes atrapan mi oído y humedeces los aretes que se prenden de ella. Jadeo con fuerza, dejando que el aire me abandone mientras tu sexo se comprime en torno al mío. Tu voz se ha atorado dentro de tu garganta, lucha por salir, pero es tu placer el que te contiene. Se prensa en tu interior para poder explotar con una exclamación que me cuenta que has llegado… que  estas tocando esa libertad que anhelamos.
Te acompaño. Muerdo tu hombro, emitiendo cortos y agudos gemidos que cortejan las convulsiones de mi vientre.
Estoy empujando dentro de ti la vida e involuntariamente deseo que germine.
He tocado la libertad, y volver se hace tan duro.
Voy reconociendo poco a poco mi cuerpo. Encontrando mis piernas entre las tuyas, mis manos pegadas a tu piel… mi sexo aún en tu interior. Tus labios acarician con cortos besos mi mejilla. Mi respiración choca contra tu cabello.
Siempre temo que sea la última vez.
—Tranquilo, mañana volveré… —me dices, como si leyeras mis pensamientos.
Mis manos te aferran un poco más, buscando, de forma desesperada, un resquicio de aquel momento en el que me desprendí de los escudos y fui por fin libre.
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De un sueño perdido salió este capítulo de Erótica.
Espero que lo disfruten, que lo comprendan y lo vivan.
Besos.
Siempre en amor.
Anyara.

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