lunes, 6 de julio de 2015

Ansiedad / Serie Erótica


Ansiedad
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Escucho el crujido suave que producen las sábanas con tus movimientos. Echo un brazo atrás y me sostengo de la almohada; la aprieto, me quejo; suspiro y me quejo. Todo da vueltas, tus caricias lo consiguen. Te siento, estás aquí, eres el bulto bajo la sábana. Te veo y la presión de mi sangre sube de golpe, mareándome; creando torbellinos de sensaciones que no consigo comprender. Así es el deseo, así te golpea y ese es el recuerdo que atesoramos y buscamos una y otra vez para sentirnos vivos. Siento tu boca lamiendo y luego encerrando mi pene, siento tu lengua deslizarse, recorrerme. Jadeo, apretando aún más la almohada, hasta que siento que me duelen los dedos. Mis quejidos se elevan y por un momento me pregunto si chocarán contra el techo como lo hacen mis lamentos cuando no te tengo. Noto la sangre acumulada y presionando la carne, llevándome a la desesperación.  Quiero estar dentro de ti.
¡Cómo quiero estar dentro de ti! —y esa es mi declaración.
Busco tu cabeza bajo la sábana, te toco, te acaricio el pelo. Oprimo un mechón, conteniendo la intensidad porque no quiero hacerte daño. Necesito que tu boca me rodee, quiero que te tragues mi pene entero, que me exprimas, que saques de mí hasta la última gota de pasión; que me vacíes. Quiero que seas capaz de fulminarme, de romperme; porque cuando me rompas seré tuyo otra vez y en ese momento sentiré que nada importa, que sólo tú importas, que todo lo que soy es tuyo y que soy vulnerable y me expongo a ti; como aquella primera vez tan extraña e irreal, en la que parecías venir desde mis sueños más profundos. Cuántas veces he pensado si eres de verdad, cuántas veces he creído que sueño o que tengo una pesadilla o que simplemente me estoy volviendo loco y en la locura te amo; y en el amor no me importa la locura.
Oh, tu boca, tu lengua que rodea la punta de mi pene. Te descubro la cabeza, te miro y veo tus labios como se cierran en torno a él. Lo atraes, lo besas, lo saboreas. Oh, la carne está tan dura, tan tensa que parece que se va a desgarrar. Echo mi cadera hacia arriba buscando la profundidad de tu boca. Tu lengua me retiene, forma una barrera en el interior que no me permite pasar. La resistencia parece exquisita, la resistencia hace que lo desee más, que quiera romperla, que quiera entrar hasta tu garganta  y escucharte regurgitar. Quiero hacer mía la sensación de que estás llena y de que no puedes más; eso es lo que quiero, y ante la idea suspiro lleno de ansiedad.
Siento tu mano tocando la mía, la sostengo, acaricio tus dedos con todo el amor que me permite mi estado de desesperación. Me miras, aún lamiendo el costado de mi pene, lamiendo como si fuese cotidiano y se tratara de la caricia que le devuelven tus dedos a los míos.
—Te deseo —te dijo—. Quiero hundirme en ti —acentúo en medio de una exhalación.
Por tus ojos veo que tú también lo quieres. Es increíble la conexión que transmite una mirada; el modo en que los ojos caen cuando el deseo prende, la manera en que los labios rojos exigen más besos, la forma en que las mejillas se encienden y demuestran lo que sientes. Tu boca vuelve a besar la punta y yo vuelvo a marearme. Tu mano se libera de la mía y sostiene la base de mi pene como si fuera un mástil; la sostiene firme y la acaricia con el pulgar. Cómo me gusta sentir eso, el modo en que tus dedos se deslizan de arriba abajo, buscando la presión necesaria, bombeando para que mi semilla explote. Oh, cómo duele y qué dolor tan exquisito. Amo esta tortura, el modo en que se desgrana la agonía.
Me toco el pezón y tiro del piercing lo suficiente para que duela y acompañe a este tormento. Una de tus manos sube hasta mi otro pezón, lo toca y tira de él. Oh, que exquisito; me encanta que juegues con él, sentir tus dedos presionando, me gusta sentirme tuyo y que me poseas. Eres real: fuerza, hierro, tormenta. Me domina que seas como lo más bestial de la naturaleza, porque nacemos salvajes y me pregunto en qué momento la vida nos domestica. Me gusta tu boca, tus labios, tu lengua que me lame y los suspiros que se te escapan. Estás ansiosa, como yo, quieres ser mía y lo percibo; lo leo en el aire que nos circunda y en el modo en que respiras; en cada movimiento o intento de éste que ejecutas, porque te conozco, porque te amo.
—Ven —te dijo, pidiendo que te montes sobre mí. Tú niegas suavemente, suspiras como si estuvieses conteniéndote— ¿Qué quieres hacer? ¿Quieres matarme? —y la sonrisa de tu boca es espectacular, no tiene comparación; es lo más maravilloso que puede existir. Consigues que la malicia, la travesura y la ternura formen un gesto insaciable que me dice que seré tuyo, que no me lo permitirás otra cosa, que el control está en tu mano; y lo está.
Cómo duele, que delicioso. Sí, así—las frases juegan en mi cabeza y apenas consigo balbucearlas—. Sí, oh, sí, mueve tu mano de arriba abajo, anda, hazme eso que estás deseando.
Me duelen los testículos, los siento duros; llevo mis manos hasta ellos, esperando darles un pequeño alivio. Pones tu mano sobre la mía y ésta cae sobre mi ingle, pegada a la tuya. Me acaricias y siento que estoy duro como una piedra. Mis pensamientos son vastos, poco amables y culpo a esa dureza tan deliciosa que adquiere el cuerpo con el sexo. Tus pezones rozan mis piernas y suspiras y te acaricias con el vello de ellas. Lo haces repetidamente y yo percibo el peso, la consistencia y el deseo de tu cuerpo con cada movimiento. Sigues con la caricia de mi pene, lo agitas y por un momento me desvanezco, por uno o dos segundos en los que me siento fuera de mi cuerpo, aliviado y cerca de lo que llamamos: paraíso.
Oh, eres tan exquisita. Quiero tomarte, ya no quiero que seas tú la que me posea, quiero ser yo quién te posea a ti, quiero hundirme hasta que grites de placer; hasta que llegues a ese paraíso junto a mí.
Nos llenamos de tantas mundanas ataduras y no entendemos que la divinidad está a nuestro alcance cuando nos quitamos las cadenas de la razón aprendida. Nunca ha sido sexo lo que he compartido contigo, aunque siempre he podido tocar tu alma a través del sexo.
—Ven aquí —ordeno, incorporándome y quitándote tu trofeo. Te muestras convencida, no hay lucha en esta batalla en la que somos aliados.
Me subo en ti y te abro las piernas con la fuerza de mi cadera. Me entierro, intensa y profundamente. Pierdo la noción del tiempo y del momento; pierdo las ataduras cuando comienzo a danzar sobre ti. Nuestros cuerpos se acoplan: boca con boca, pecho y pecho, cadera y cadera, piernas entre piernas. Suspiras contra mi boca y yo respiro el poco oxígeno que hay en la tuya; nos ahogamos y, sin embargo, anhelamos más de esta muerte a la vida de mentira. Me muevo en tu interior sin querer abandonarlo ni por un milímetro. Nuestro deseo nos ha unido y nos va llevando al placer de la mano de movimientos lentos, pero enérgicos.
—Me duele —dices, yo aligero la fuerza con la que te presiono—. No pares —jadeas. Comprendo que sientes lo mismo que yo.
Te beso, de ese modo poco amable que adoptan los besos cuando la pasión toma el poder. Te abrazo con tanta fuerza, que me cuesta moverme y respirar; aún así, no dejo de presionar para estar más dentro de ti.
Te agitas y tus uñas se clavan en mi trasero. Se me escapa un siseo de dolor que termina con tu labio entre mis dientes que están listos para arrancarte un bocado. Luego de esos segundos de pasión contenida, mi lengua calma la zona lastimada. Siento como tus labios tiemblan al encerrar los piercing de los míos y entierro mi lengua entre ellos, explorando la humedad de esa boca que me ha contenido con tanta maestría. No sabes cuánto te amo; no, no lo sabes, porque este amor que siento no consigue las palabras para expresarse. Es por eso que mi cuerpo busca hundirse en el tuyo, para que sepas que no me importa perderme a mí mismo dentro de ti. De ese modo, entre caricias, besos, jadeos y exclamaciones contenidas, llega mi clímax. Sentirlo es la dicha y la desdicha mezcladas. Quiero que sepas lo feliz que me hace, pero al mismo tiempo, gemir de placer, me va quitando a gotas la sensación maravillosa de ser tuyo. Todo se termina en ese jadeo que sólo se puede extender, miserablemente, con las caricias posteriores —¡No, no te vayas, mi alma! Porque me dejas vacío—. Entonces comprendo que ese es el precio del placer.
Te acaricio la frente, la sien y la mejilla. La mitad de mi cuerpo sigue aún sobre la mitad del tuyo, unidos por los latidos acelerados de nuestros corazones. Te observo, mantienes los ojos cerrados y la boca entreabierta con los labios inflamados por mis besos. Mi barba ha dejado marcar rojizas en tu cuello y me siento feliz de poder verlas ahora que la luz de la madrugada comienza a entrar.
—Te a… —alcanzo a decir, antes de que tus dedos silencien mi boca. En medio de ese silencio, tus ojos me hablan otra vez. La luz que veo en ellos me llena de esperanza. No sé cuándo estaremos realmente juntos, pero mientras tanto, tú seguirás siendo mía.
—Y yo a ti…
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N/A
Erótica se lleva una parte de mi alma cada vez que la escribo, es como si el placer y el amor consiguieran conjugarse en ella; en ese momento agradezco todos los ejercicios de matemáticas de tercer grado en los que me enseñaban a comprender los elementos de una conjunción.
Muchas gracias a todos los que leen y muchas gracias, también, a todos los que dejan un comentario.
Besos.
Siempre en amor.

Anyara


5 comentarios:

  1. Hola, buen día, este capitulo de Erótica si que esta cargado de sentimiento, pasión y ante todo deseo, quedo bonito. Esa imagen de la cama despertó muchas cosas verdad? Gracias por la recomendación pero esta vez lo lei desde el cel y estoy en menos peligro jejejeje Saludos. Que tengas un bonito inicio de semana

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  2. Me dejaste sin palabras Any, por que tu escrito me volvio puro sentimiento. Muchas veces la pasión no es que un ingrediente de un sentimiento mucho más grande y aquí lo dejaste bien claro. Me encanto que un episodio de Erotica fuera la primera lectura del día, por que me dejo una sonrisa particular jejejej, ahora enfrentar el día no es tan malo

    Gracias a tí, por dejarnos ver un poquito de tu alma en cada escrito. Besos

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  3. Uufff Any para mi que estw cap fue acompañado de varias copitas jeeejeejeee

    Unica y tan apasionada cada entrega de esta serie, siempre es un deleite leerla *--*

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  4. Ay Anyara,si a ti te lleva una parte de tu alma,te confieso que a mi me la roba por completo.Le das palabras a mis más profundos sentimientos y deseos.Maya.

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  5. El amor es la música, el sexo el instrumento. Isabel Allende. "El plan infinito" Creo que por encima de cada cultura, cada nivel intelectual, cada clase social está lo único y esencial: el sexo y la muerte, que nos igualan y nos llevan a todos los seres humanos hasta el río de la verdadera vida eterna. Siento que cada "erótica" es una pequeña muerte del cuerpo y una resurrección del alma, que en todos nosotros es salvaje y libre. Tóma que rollo! 😂

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