martes, 2 de febrero de 2016

Adyacente / Serie Erótica


Adyacente
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Es tan difícil mirarte a los ojos y no ver todo lo que soy, y lo que no soy, en ellos. Se muere mi alma cada vez que tu corazón palpita lejos de mi corazón. Deseo sentir tu piel; su calor, su efímera textura cuando se arrastra sobre la mía en esa fricción acalorada, húmeda y casi inconsciente del amor. A veces cierro los ojos y recreo en la punta de los dedos el tacto de tu cuerpo. Y están aquellas noches difusas y funestas, en las que creo que siento como mis dedos se hunden en tu carne, explorando algo que mi mente, en este cuerpo tan humano, no es capaz de comprender.
Pauso mis pensamientos y miro a través de la ventana, hacia ese paisaje frío y estéril como mi interior. Ya son demasiados días sin verte, sin tenerte entre mis brazos y gritarte con mis besos más desaforados, lo mucho que te necesito.
Fumo del cigarrillo que tengo entre los dedos, deseando que el humo que me rasga la garganta y el pecho me ayude a calmar la ansiedad que siento. La gente a mi alrededor dice que estoy triste; que mi mirada se ha hecho profunda e insondable y que la sonrisa que esgrimo como una coraza ya no me protege. Sé que no están equivocados, que volver a estas tierras que son mi cuna, es más difícil de lo que puedo explicar. El aire está cargado de recuerdos, ahí donde miro hay una parte de mí que obsequié a alguien que la masticó y escupió. Y ahora mismo, ni siquiera te tengo a ti para contenerme.
Fumo un poco más, sólo una última calada para meterme a la cama y dejar de temblar por los escasos grados sobre cero que hay en la habitación en la que permanezco. Si la recorro con la mirada, sólo la puedo describir como una habitación vacía.
Apago el cigarrillo y me doy la vuelta con la idea de dejarme caer en la cama. Noto un escalofrío que me recorre el brazo derecho y llevo la mano contraria hasta él, casi como un acto reflejo que aplacará la sensación. No es la primera vez que percibo algo parecido en los últimos días, pero no es hasta ahora, influido quizás por la madrugada y mis anhelos, que me detengo a pensar en la posibilidad de estar rozando tu universo. Cierro los ojos y me mantengo esperanzado durante un instante, abrigado por la idea de despertar de un sueño y encontrarte al fin siendo parte de mi vida. Respiro hondamente por la nariz luego de un segundo o dos, lo necesario para que mi mente cree la imposibilidad y siento como los lagrimales me queman ante la carga emocional que quieren liberar. Abro los ojos; no, no te encontraré en este universo mundano y cargado de incredulidad en el que existo.
Miro la cama y comprendo que no podré dormir; la noche parecer demasiado larga y fría como para soportarla embutido entre las mantas.
Salgo de la habitación con un abrigo entre las manos. Me lo pongo y me lo cruzo de camino a la puerta de este estudio que se encuentra en un edificio encarcelado por almacenes industriales. Tomo el ascensor, es viejo y suena más de lo que desearía. Salgo del lugar, protegido por la noche y su penumbra, para hallar a pocos metros la primera callejuela solitaria y húmeda por las nieves de los últimos días. La recorro, sintiendo cierta libertad al fin. Doy vuelta en la primera esquina que encuentro, da igual la dirección; derecha o izquierda. Mi pensamiento es errático y está cansado de mantener a mi mente cuerda, diciéndole a cada segundo que todo estará bien. No puedo avanzar, tú estás cruzada de lado a lado en cada camino que quiero seguir; no, no puedo.
¡Aléjate de mi mente, por favor! —ruego en silencio, desesperado. Suplicando por que sea más fácil la resignación que la ausencia.
Me ciño un poco más el cuello del abrigo y respiro a bocanadas cortas para no enfriarme los pulmones. Otra vez siento ese roce; me detengo y miro hacia atrás, pero no hay señal de ti, ni de nadie.
¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué no vienes?! Aún no me he enamorado de nadie, nadie además de ti.
Meto una mano al bolsillo del abrigo, buscando los cigarrillos que siempre mantengo ahí. Otra vez experimento el toque invisible de otra realidad. Esta vez me quita el aire, lo recupero con una bocanada grande que me llena los pulmones de golpe. Te he sentido como si pasaras a través de mí, dejándome un pequeño temblor. Miro alrededor, adelante, atrás, con la esperanza de encontrarte; el corazón se me agita ante la posibilidad. Sin embargo, me convenzo de que no estás y me atrevo a dar un paso más. Pienso en que quizás debería regresar y de una vez resignarme, pero entonces te vuelvo a sentir; todo mi ser sabe que eres tú. Siento tu paso a través de mi cuerpo una segunda vez y una tercera que llega casi de inmediato. Tiemblo, no, no es eso exactamente; vibro bajo la piel como si cada parte de mí se hubiese impregnado de ti. Siento los huesos débiles, incapaces de sostenerme por mucho tiempo. Noto la lucha por permanecer unidos y se me llenan los ojos de lágrimas ante la maravillosa sensación de que Somos dos y uno a la vez, dos y un todo. Por un instante, por una fracción de segundo, comprendo la vida.
¿Es esto lo que buscamos al hacer el amor? ¿Es esta la compenetración por la que batallamos con nuestras rudimentarias armas humanas?
Alzo la mirada, respirando con dificultad, y por fin te veo; no sé si estás realmente o es mi esperanza la que te ha creado, lo cierto es que tu figura se recorta contra el vacío.
—Estás —alcanzo a murmurar, antes de verte correr hacia mí.
Levanto ligeramente los brazos, los abro, ofreciéndote todo lo que soy, y te recibo entre ellos, esperando poder retenerte mientras imploro para que no te desvanezcas. El choque de tu pecho contra el mío nos quita el aliento a ambos. Nos envolvemos el uno al otro, como lo harían los sobrevivientes de un naufragio. Siento el tacto de tu pelo contra la mejilla, permanece frío como la noche. Tus manos se cierran y sostienen la tela de mi abrigo; sólo podemos respirar, ansiarnos, reconocernos y respirar. Rememoro en un instante toda la angustia de no tenerte cerca, las horas y horas que paso mirando por la ventana a un mundo que me resulta vacio sin ti. Y sí, sé que la vida debería ser más que permanecer junto a alguien, pero el alma sabe lo que necesita, clama, gime y aúlla cuando no lo consigue. Tú, para mí, eres la causa de ese vacío que nadie nunca podrá entender.
Me aferras más fuerte, temes desaparecer; tienes miedo de hablar o mirarme siquiera.
—No te vayas —me pides, con la voz oprimida por la angustia. Sólo es en ese instante en el que miro alrededor y veo las paredes del lugar en el que estamos y comprendo que soy yo el que ha viajado. Busco tu rostro con una mano y lo alzo para que me mires.
—No me iré —te aseguro, con la convicción de quién, por un momento, tiene todas las cartas en su mano.
Tus ojos me observan detenidamente, parecen leer en el fondo de mi iris que hablo con toda la honestidad que me es posible. Luego sonríes con tristeza y sé que su causa está en lo que sabes y jamás me confiesas. Entonces te beso, con el alma condenada por la desesperación; tomo tu labio entre los míos y lo reclamo, porque nadie me quitará este momento; este segundo exacto en el que te estoy tocando. Cierro los ojos y hundo mi lengua en tu boca, busco con ahínco la sensación de complemento y armonía que experimenté cuando cruzaste a través de mí. Soy consciente del hormigueo que se genera en mis labios y en mi piel, también  del suspiro que burbujea en mi pecho y de la presión del deseo entre las piernas. Tus manos que se sostienen de mi abrigo, ablandan la sujeción y tu cuerpo se hace más dócil. Necesito de algo que nos sostenga a los dos.
Toco tu lengua con la mía, tus dientes y reaccionas antes las cosquillas que te ocasiono en el paladar. Te pegó más a mi cuerpo, empujado por la esperanza de hallar otra vez la increíble sensación de ser uno. Te escucho suspirar, justo antes de morderme y volver a inhalar con ansia. Ambos nos quedamos inmóviles, cautivos del sentimiento y la pasión. Tus dientes aflojan la tensión poco a poco y comienzas a besarme de un modo voraz ¿Sientes la misma ansia que yo?
Tus manos buscan bajo el abrigo y la ropa que llevo, remueven las prendas con inquietud hasta que tocas y recorres mi espalda con los dedos ¿Conoces el escalofrío involuntario de la caricia nueva? ¿Ese que nace en la superficie y profundiza hasta los huesos? Me tenso e inquieto; todo es tan lento, tan poco, comparado con la emoción extraordinaria de fusionarme contigo bajo la piel.
Aún te mantengo abrazada, me es imposible soltarte, así sea para quitarte la ropa; necesito que una parte de mí te cubra del resto del mundo; para que nada te reclame, para que nada te aleje. Suelto los botones de tu blusa, hoy tu vestimenta es algo más compleja. Alzas mi sweater y noto el calor de tu estómago junto al mío; es un calor agudo, que consigue elevar la temperatura de ambos hasta sofocarnos. Cierro los ojos, consumido por el deseo; necesito una cama, para apresarte contra ella y recorrerte la piel a besos. Entonces siento que caemos, es como un abismo que cruzamos en un instante y que me deja un vacío en el estómago ¿Así te sientes cada vez que vienes?
Mi cama nos ha contenido, caemos en ella dando un pequeño bote. No lo puedo creer, por primera vez siento que tengo el control ¿Será que mi mente está floreciendo?
Te beso, entre risas que tú compartes. Me siento a horcajadas sobre ti, exaltado y excitado por las emociones. Me quito el abrigo casi a tirones, se ha esfumado el frío que antes llenase esta habitación. Llevo las manos hasta tu pecho y las descanso sobre tus senos aún cubiertos por la ropa interior. Noto los relieves del encaje contra las palmas y tiemblas de ansiedad; sin embargo, quiero que vibres. Me inclino sobre uno de ellos y busco sobre la tela tu pezón para morderlo. Cuando lo consigo, alzas la cadera y tu pelvis oprime mi sexo; ahora el que tiembla y suspira soy yo. Insisto en mi tarea, sosteniendo tus manos firmes por encima de tu cabeza. De pronto pienso en la firmeza de una pared para aguantar tu cuerpo y friccionarme contra ti hasta que perdamos el sentido. Ahí está otra vez el abismo y el vacío en el estómago. Mi mente palpita, como si al fin estuviese lúcida después de un largo coma. Arrastro las piernas contra tus piernas, la pelvis, el vientre, el estómago, el pecho. Suspiro y deslizo mi boca sobre la tuya, te escucho inhalar con fuerza, como si temieras no poder contenerte dentro de ti; así mismo me siento, incapaz de permanecer en mí. Desearía tenerte así por horas, días enteros; sentir como tiemblas con cada roce, te tensas y te ablandas con cada sensación. Mi sexo está preparado, lleno y rígido; no quiero liberarlo del pantalón por miedo a estallar con ese único movimiento. Sin embargo, tus manos tocan y buscan entre la ropa; cada pequeño contacto o fricción me ocasiona vértigo.
Cierro los ojos, siento otra vez el vacío en el estómago y la inevitable caída al abismo. Te vuelvo a abrazar, aferrándote con las uñas por miedo a perderte en este paso adyacente. Los abro y me encuentro nuevamente en una habitación vacía, sin ti.
A veces creo que no se comprende la vida y las posibilidades de ella, hasta que no te duele el alma; no un músculo, no un órgano, el alma; algo que no puedes ni comenzar a definir.
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N/A
Creo que este ha sido el capítulo de Erótica más largo que he escrito hasta ahora, es extraño y algo desconsolador, pero ¿Cuál de esta serie no lo es? *se encoge de hombros*
Muchas gracias por leer.
Besos
Siempre en amor
Anyara

5 comentarios:

  1. Por un momento crei que ambos rstaban juntos, pero todo ha sido una mala jugada de la mente y las emosiones y ancias de estar con ella. Me encanto ��

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  2. Anyara me dejaste con un sabor amargo la boca y el pecho oprimido con este capítulo! Anhelo tanto que ellos esten juntos y que la tortura de Bill termine, pero ahora que lo pienso, si eso ocurre, ya no habría más Erótica.
    Mmm... mejor entonces dejalo así...

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  3. Ainnnsss esto si que es un doloroso placer, este capítulo es especialmente desolador pero en él también me deja alguito de esperanza q están a punto de poder traspasar esa barrera q los separa...Ansío ver ese desenlace

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  4. zaz jamas me imagine que dejarías a Bill a medio placer, es un poco extraño, aunque bueno eso me recordó cada ocasión que uno sueña lo mas maravilloso y llega el momento de despertar en la mejor parte y quedarte con las ganas de volver a soñar, muy trágico para quien ama, pero muy nostálgico para quien añora. Saludos

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  5. Más largo? Pero es que no me duró nada!! Lo devoré! Pero qué pasa con ellos? No sé si quiero que haya una solución.Me gusta sufrir con ellos.

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