jueves, 17 de marzo de 2016

Devoción / Serie Erótica



Devoción
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Te amo más de lo que soy capaz de definir con los límites que tiene mi mente. Mi alma, sin embargo, sabe más del amor y te ha reconocido como lo único probable en mi existencia. Quizás hoy no seas mío, pero con este sentir tan elevado y profundo  logro saber que no importa, que a pesar de las barreras que nos separan, un día te miraré a los ojos y sin palabras te diré que te amo.
Quién sabe, tal vez las palabras esperan en el umbral de nuestros labios, hasta poder ser dichas.
A veces, en las tardes en que el cielo me muestra colores cuya convivencia parece imposible: naranjos, violetas, azules, amarillos, grises; me pregunto si tu existencia es compatible con  la mía o será que debo morir en este universo en el que existo para que tú puedas brillar. Son tantas las lecciones que he acumulado en esta vida que en ocasiones me pregunto ¿Cuándo acabará?
Oh, amor, mi amor… mi gran amor. Amor de ojos brillantes como estrellas y una boca hecha para orar pecados ¿Sabes tú de las miserias que vivimos aquellos que hemos sido creados para amarte?
Sí, ya sé que no debería dedicar mi tiempo a delinear estas palabras que sólo serán comprendidas por pequeños destellos de consciencia en este planeta, pero no puedo  evitar que el amor que siento empuje bajo mi piel para intentar irradiar en un universo de blancos y negros ¿Sabes tú, como la lejana estrella más brillante del cielo, el dolor inhumano que significa saberte incomprendido?
Observo las líneas trazadas en el papel y veo como se han ido convirtiendo en esbozos inteligibles de palabras, presa del amor y el dolor que unidos se convierten en un abstracto que solo las almas dolientes pueden comprender.
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El cielo se llena de luces lejanas que me muestran la fragilidad de la vida. Las estrellas, muertas, aún destellan a millones de años del instante que vivo y a pesar de esa absoluta y magnífica realidad, sólo puedo pensar en ti y en el dolor de mi alma. Pero qué es el alma, sólo veintiún gramos de algo que nadie ha podido comprobar ni definir. No hay ciencia que respalde su existencia; al menos no como yo la percibo. Sin embargo me pesa y me duele porque no consigo compartir las estrellas de mi cielo contigo.
Observo la caligrafía de esta página que te escribo, como escape para tu ausencia, y las palabras se han vuelto rayones que me cuesta a mí mismo comprender. Sé que he definido entre ellas el modo en que me pierdo en tu mirada, en el profundo tono de tus ojos y en cómo se expanden tus pupilas cuando estalla tu orgasmo. Son tantos y tantos detalles de ti que guardo en la memoria, que quizás si no existiese la nostalgia, no sería capaz de apreciarlos. Tal vez sea por eso que la calma y la nostalgia conviven en mi pecho como en su hogar; se pasean, se miran y se rozan por los pasillos.
Cierro los ojos y recreo ante mí el tono de tu piel cuando es invierno, su tono pálido contrasta con el rosáceo de tus labios y tus pezones. Suspiro cuando consigo el recuerdo de su tacto contra mi mano. Adoro el modo en que se comprimen ante la caricia y consigo arrastrarlos contra mi palma hasta arrancar de ti un gemido. El recuerdo se desvanece, llevándose consigo ese segundo de placer contenido.
¿Sabes, amor, el modo en que todo mi cuerpo te clama? De la misma manera en que la planta se extienden hacia el sol.
Llevo una mano hasta la entrepierna; mi sexo ha respondido al recuerdo. Lo aprieto y lo aplasto como si intentara amansarlo. Las sensaciones que experimento no son más que el sentimiento prisionero que busca un escape.
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Hoy te he visto; al tú que ya no me ama. Vestías de añil e ibas de la mano de otra persona, le sonreías y dejabas que todos tus anhelos reposaran en sus ojos. Te miré por un largo instante, casi paralizada, y luego me refugié junto a un árbol para que no notaras mi presencia. Te vi sonreírle y llevar su mano hasta tu boca para dejar un beso que partió mis emociones en dos.
 ¿La amas a ella como me amabas a mí? ¿Le regalas las mismas caricias que me regalabas? ¿La desnudas con la misma pasión?
El dolor que experimenta el alma no puede definirse, es como un tornado que arranca de cuajo los árboles más frondosos, los eleva y los deja caer desde la altura, sabiendo que el único destino que les espera es partirse contra la tierra. El dolor del alma es feroz y hermoso como la naturaleza.
Ante ese recuerdo es que deseo aún con más fuerza el poder llegar a ti, al que aún me ama.
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Son tantos los momentos en que cierro los ojos y me centro en ti, en tu mirada, en tu boca, en esa lengua tuya que me levanta la piel. Echo la cabeza atrás, reposándola en el respaldo del sillón que ocupo. Vuelvo a buscar un anclaje a ti, un punto que abra esa puerta esquiva que nos separa ¿Cómo seré en tu universo? ¿Qué lugar ocuparé en ese mundo? Aquí me he vestido de añil y casi sin meditarlo, he dejado una imagen en el espacio virtual con la esperanza de que la veas ¿Recordarás a través de ella los besos que te he dado? O quizás ¿Los besos que tú me regalas? Yo no puedo olvidar el modo en que has delineado, tantas veces, el tatuaje de mi costado hasta hacerme creer que la tinta que lo dibuja es de fuego.
¿Alguna vez has sentido que todo lo que conoces se desfigura delante de ti como una película antigua?
Así me siento cuando quiero tocarte en mis pensamientos. A veces, de esas veces en las que considero que tengo suerte, casi consigo percibir tu aroma. Hoy, la desesperación que en ocasiones me  inunda, se mantiene atada a un costado de mi voluntad. Quiero tenerte, lo ansío, pero mantengo a raya esa ansiedad por la propia ansiedad que busca crear un estado elevado en mi mente. Pienso en ti, como si te meditara; consigo verte sentada frente a mí, respirando el mismo aire que se calienta a medida que me inclino hacia ti. He creado un nuevo puente para este amor que me destroza la vida, sólo para enseñarme un nuevo modo de amar.
No te digo nada, sólo extiendo la mano y tomo la tuya para dejar en ella un beso lleno de devoción. Tus ojos contienen dos pesadas lágrimas que caen cuando tocas mi camiseta de color añil.
—¿Qué pasa? —pregunto con más paciencia de la que me creo poseedor. Tú niegas y abandonas tu silla, aferrada a mi mano, pasando de un universo a otro.
El beso que me diste fue apresurado y lleno de angustia. Pude reconocer mi propia inquietud en el modo en que tus manos sostenían mi cabeza para que no me alejara. Te escuché jadear y sollozar e intenté marcar un ritmo para este beso errático y roto.
—Shhh —te pedí calma, acariciando tu frente con la mía, mientras hundía los dedos en tu cabello y te acariciaba el cráneo.
Siento como te vas relajando, en esta posición casi infantil que has adoptado, sentada sobre mis piernas. Tu brazo pasa por encima de mis hombros y me rodea. Tu frente continúa pegada a la mía, dándonos una perspectiva del amor mucho más intima. Uno de mis brazos te sostiene la espalda y deja que mi mano descanse en tu cadera, la otra vaga libre por tus piernas, creando una caricia que se va haciendo más intensa a cada segundo. Abres los labios y tu aliento choca contra mi boca; al mismo tiempo tus piernas se separan, creando un sendero entre ellas que mi mano no duda en tomar. Tu respiración se contiene y algo en tu mente gatilla un nuevo par de lágrimas que caen, pero no detienen la búsqueda que llevan mis dedos para encontrar el borde de tu ropa interior. Mi mano consigue entrar bajo la prenda e inhalas con fuerza contenida, como si temieras asustarme con tu emoción. En ese momento busco tu boca para descargar en ella un beso que te cuente toda mi pasión. Atrapo tu labio entre los míos y desahogo mi deseo con un gemido que se extingue dentro de tu boca. Mis dedos han conseguido abrir los pliegues de tu sexo y exploro tu entrada que se mantiene apenas humedad. Mi lengua busca dentro de tu boca con ansia, para que recrees en tu mente todo lo que quiero hacerte.
 Pareces tan frágil, tan moldeable ¿Qué pasa, mi amor? ¿Qué pesar llevas en el alma? ¿Se parece al mío? ¿Lo refleja?
Mis dedos te abren y comienzan a hundirse en ti. Se te escapa un gemido que me hace sisear y sostenerte con más fuerza. Todo el desasosiego de los últimos días se condensa en ese toque. La entrada resulta áspera porque tu interior aún no está preparado; sin embargo, llevo mis dedos hasta el límite que me permiten y busco tu clítoris con el pulgar. Te tensas y te quejas cuando sientes el roce y yo me quedo con la mirada prendida en tu boca que exhala pequeños jadeos. Este es el momento en que se detiene mi individualismo, el momento en que consigo mirar lo que sucede entre ambos con la magia que posee. Acompaso mi respiración a la tuya, para que cada vez que inhales, te lleves mi exhalación. Por un instante mi mente logra recrear el flujo de la energía entre nosotros, que emana y vuelve. Tu boca se separa un poco más y noto la humedad de tu interior, facilitando la caricia de mis dedos. Gimes mi nombre y te remueves inquieta. Toco, busco y reclamo dentro de ti por un poco más de placer. Quiero verte deshecha y libre; quiero que me regales todo lo que te aprisiona.
Otra lágrima resbala desde tus ojos, no es tan pesada como las anteriores; sin embargo siento que guarda el mismo dolor. La retengo con mis labios, a veces creo que las lagrimas son como los pensamientos y me gustaría tener un instrumento que leyera su contenido, qué sorpresas encontraría en ellas.
—Bill —vuelves a suplicar mi nombre en medio de un temblor que no consigues contener. Tu placer se ha convertido en la única meta a conseguir.
Acelero un poco más los círculos que hace mi pulgar, consciente del modo en que tu sexo se humedece. Tiemblas sin poder reducir los espasmos de tu cuerpo. Te beso el cuello y me lleno con el aroma real de tu piel, no el que recuerda mi fantasía; el verdadero. Arrastro la lengua sobre tu oído y no consigues vencer el último escalofrío. Mi sexo se siente como un animal que brama; sin embargo, ahora es el turno de tu liberación. Descanso mi sien contra la tuya e increíblemente siento como vibras. Una parte de mí reconoce la irreverencia de la idea, pero casi enseguida acepto que mi vida es irreverente desde que apareciste en aquel margen de mis sueños.
Tu orgasmo se siente como un bálsamo para el deseo y siento como si flotara junto a ti en el limbo. Mi mente te acompaña a explorar el universo que se abre cuando estamos tan cerca y unidos, que cada palabra, sonido o caricia, besan el alma. Te sostengo contra mi cuerpo con tanta fuerza, que una parte recóndita de mis pensamientos teme dañarte: Sin embargo, sé que tus quejas no son de dolor, al menos no de un mal dolor; todas ellas provienen del dolor de nacer otra vez por medio del éxtasis.
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N/A
Erótica es algo vivo que se va transformando a medida que pasan los capítulos. A través de esta historia se explora lo más esencial de nosotros como seres humanos y lo divino que podemos conseguir cuando sentimos el amor.
Muchas gracias por leer y acompañarme en esta aventura de las historias.
Siempre en amor.
Anyara.








6 comentarios:

  1. Lo ame de principio a fin, me encanto ��

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    1. Me alegro montones Nadia ♥ Ya te decía que Erótica es un una historia un poco rara :D
      Gracias por leer ♥

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  2. Creo que lo leere de nuevo. por que estoy medio burris y no lo entendi y si le sumamos la desilución en mi corazon.

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    1. Creo que ya sé cuál es esa desilusión, pero no diré nada porque sería repetirme en mis palabras.
      Quizás debas darte tiempo para leer cuando estés más enfocada.
      Gracias por leer ♥

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  3. Hermoso título,ls devoción es una partd importante de la compleja relación de este par; me parece emocionante como se van incorporando cada uno al mundo del otro,sera q pronto ya podran cruzan ese umbral q los separa? yo ansío q así sea, mientras tanto sufro y gozo ese amor tan especial.

    Besitos Any querida

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    1. No sé si ese umbral se pueda cruzar en realidad Eve, para mí siempre han pertenecido a diferentes universos, pero quién sabe, la magia de las palabras a veces le cambia a una (escritora) la perspectiva :D
      Gracias por leer ♥

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